La oligarquía dominante en Colombia, siempre ha considerado el conflicto social y armado como «un dolor de muelas» que no deja gobernar. Y así lo señala el adusto Caballero de la revista Semana, que nos hace recordar sin mucha dificultad, el dolor de muelas del alcalde de Macondo, en la novela La Mala Hora escrita […]
La oligarquía dominante en Colombia, siempre ha considerado el conflicto social y armado como «un dolor de muelas» que no deja gobernar. Y así lo señala el adusto Caballero de la revista Semana, que nos hace recordar sin mucha dificultad, el dolor de muelas del alcalde de Macondo, en la novela La Mala Hora escrita por García Márquez en 1962, al inicio de los cien años de Estado de Sitio frente-nacionalista.
El Alcalde militar de Macondo debe hacerse arrancar de raíz la muela que no lo deja pensar en otra cosa, para poder gobernar. Ya aliviado, logra gobernar y descubrir al subversivo autor de los panfletos clandestinos que tiene en zozobra al pueblo y meterlo en la cárcel, en donde sus esbirros lo matan metiéndole el revólver por el culo (obviamente sin vaselina marca Ordoñez) para dispararle hacia adentro sin dejar ninguna huella o herida exterior y después, desaparecerlo en una fosa en el solar de la Alcaldía. Luego, amenazando de muerte al cura, porque viene va a reclamar el cadáver, le dice cínicamente que el subversivo se ha fugado.
Por lo que he leído; meterle sin vaselina un revolver por el culo a un detenido para dispararle hacia adentro y no dejar huella, parece ser un honorífico y refinado invento típicamente colombiano de nuestra pequeña contribución a la cruel Historia Universal de la Infamia, que no aparece mencionado en el escabroso y documentado libro «La Violencia en Colombia» de monseñor Guzmán y colaboradores, y me imagino que tampoco, en el reciente y similar informe «Basta ya. Colombia: Memorias de guerra y dignidad» acabado de presentar al gobierno nacional, en dónde se muestran parcialmente los horrores de 50 años de Guerra Imperialista de Baja Intensidad (GBI).
Y digo «parcialmente», porque los mismos autores reconocen un enorme sub-registro de datos sobre el conflicto (la ONU afirma que en Colombia hay más un millón de muertos a causa del mismo). También parcial, porque a pesar de que metodológicamente y por razones estadísticas se debió separar el Estado como tal de los narcoparamilitares, en la realidad-real, estos actuaron como agentes de una estrategia Estatal sistemática y largamente planeada y ejecutada, conformando lo que en ciencias sociales y políticas se caracteriza como «Terrorismo de Estado». Lo que allí no se menciona.
Por esto, su principal recomendación al Estado, para que pida perdón, no pasa de ser una aspirina para el dolor de muelas. Veamos:
El Criminal de guerra Belisario Betancur, ya nonagenario y senil, ha pedido perdón a sus víctimas por la retoma en 1985 del palacio de Justicia (para la democracia maestro) y eso no ha impedido que siga dándose la gran vida en sus tertulias pseudo-poéticas y oligárquicas, acompañado de su ministra de comunicaciones Noemí Sanín. En 1997, el entonces presidente Ernesto Samper, con el gran sentido del humor que lo caracteriza, pidió perdón a las víctimas de la llamada masacres de Trujillo, donde murieron asesinadas 200 personas a manos de narcoparamilitares entre 1986 y 1994 sin que sucediera o pasara nada. Hace dos años, en agosto del 2011, el presidente JM Santos talvez con un poco de menos cinismo, pidió perdón en nombre del Estado a las víctimas y sus familias de una masacre perpetrada hace más de 11 años por paramilitares en el Salado departamento de Bolívar, y el 11 de julio pasado, Salvatore Mancuso el jefe máximo de los narco-paramilitares Oficiales del Estado (recuerden su visita al honorable Congreso de la república el 29 de julio del 2004) en un video enviado desde la prisión estadounidense, donde se ve su gran misericordia, pide perdón a las víctimas de 110 masacres que él mismo ordenó; sin que en Colombia en ningún momento el dolor de muelas pasara y por el contrario, si se recrudeciera.
El sol ha empezado a caerle por la espalda a JM Santos y la mediocridad en las realizaciones de su mandato, finalmente ha permitido que Uribe Vélez, su rival momentáneo dentro de la fracción de clases dominante, le dispute con posibilidades la hegemonía dentro del régimen. Cómo es la tradición política de 200 años de dominio oligárquico, en Colombia se ha entrado en una polarización artificial estimulada por la falsimedia, en donde se van a enfrentar dos modelos de desarrollo agrario y social de una misma clase social dominante: el de JM Santos-Urrutia, y el de los gamonales liderados por Uribe Vélez, dejando de lado y reprimiendo violentamente cualquier otra iniciativa alterna o popular, y poniendo en grave riesgo los acuerdos parciales sobre el tema agrario de la agenda firmada en la Habana.
JM Santos está calculando mal o haciendo un blof de póker. Sus cuentas de que si se rompe el proceso de la Habana nada pasará, no solo es criminal sino erróneo. Si pasará y mucho. Primero que todo Uribe Vélez ya no podrá hacer más de lo que hizo en sus 8 años de gobierno y en los tres que van de JM Santos con sus drones y la ayuda de la OTAN que se está poniendo a prueba. Según parece, la reciente Unidad y colaboración política y militar de las dos insurgencias Farc-ep y ELN, ha resultado ser una sólida barrera a los planes exterminadores del militarismo.
Segundo, se habrá perdido la oportunidad de encontrar una Solución Política al eterno dolor de muelas, con una generación de comandantes insurgentes profundamente comprometidos política y militarmente con esta opción. Todavía no sabemos ni conocemos con certeza cuál será la actitud y disposición para sostener la misma opción dentro de la nueva generación de comandantes, quienes necesariamente irán asumiendo el mando dentro de la insurgencia. La evolución dentro del EPL publicada en la revista Semana de la pasada semana, debiera servirle como ilustración.
El presidente Santos, en lugar de seguir dando tumbos debiera saber, como cualquier persona, que un dolor de muelas tan prolongado solo se acaba arrancando la muela con todas sus raíces abscedadas. Lo demás es apuesta sangrienta, bastante impredecible.