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El drama de Santos y Zuluaga

Fuentes: Comisión Intereclesial de Justicia y Paz

Llegamos a la segunda vuelta para elegir un presidente entre dos candidatos que son más de lo mismo Santos y Zuribe (Zuluaga). Los antagonismo no son por modelos de sociedad o de Estado, las diferencias entre estos son sutiles, personales y de fracturas del Establecimiento, pues la represión, la criminalización, el paramilitarismo sigue a la […]

Llegamos a la segunda vuelta para elegir un presidente entre dos candidatos que son más de lo mismo Santos y Zuribe (Zuluaga). Los antagonismo no son por modelos de sociedad o de Estado, las diferencias entre estos son sutiles, personales y de fracturas del Establecimiento, pues la represión, la criminalización, el paramilitarismo sigue a la par que la fase de implementación del modelo económico.

La oposición o los sectores demócratas modernos, ni las guerrillas que son los antagonistas, tampoco ahora, lograron una ruptura histórica con el bipartidismo, éste hoy disfrazado en cuatro agrupaciones, liberales, conservadores, Unidad Nacional y Centro Democrático. Todo lo que existe en el campo de los partidos políticos es un expresión de agrupaciones débiles, no representativas de los intereses de la sociedad.

La primera vuelta de las elecciones refleja que el 59% que los colombianos no se experimentan convocados por ningún partido. Esto incluye al Polo Democrático y sus dos millones de votos, dos millones de votos, que sumados a los del camaleónico Alianza Verde no representan a más del 12 % del total de colombianos que se identifican con un proyecto político distinto al bipartidista. Sumo a estos dos partidos débiles para tratar de ser optimista. El consuelo es que los que pasan a segunda vuelta son también expresión de partidos débiles, por eso el uribismo es débil pero patalea y peleará fuerte con o sin Zuluaga en la presidencia.

Entre esos débiles, los que votan, cerca del 40% de los 33 millones, decidirán. La decisión, con cualquiera de los dos, es el continuismo de un modelo de Estado sustentado en una economía neoliberal que requiere la formalización de la propiedad rural y urbana, las exenciones de impuestos, la seguridad jurídica y la solución del conflicto armado. La diferencia, más allá de las formas, es si esos electores quieren abiertamente legitimar el ejercicio explícito del poder mafioso rural, narcoparamilitar, autoritario o un un ejercicio de poder más cercano a la modernidad con camuflaje de sectores políticos de la parapolítica renovada. Incluso, el Zuribe sabe que puede modificar reglas de juego en acuerdos con las guerrillas de las FARC y en los acercamientos con el ELN, pero su costo será alto en lo interno y en el concierto regional, y al final tendrá que dialogar, pues no hay consenso ni siquiera en el seno de los militares que la guerrilla será derrotada en cuatro años. Así dará gusto a los amantes del fratricidio, entre ellos a su propio alter ego. Santos ya ha recorrido ese camino como Ministro de Defensa, y como Presidente y sabe que la inversión extranjera requiere la seguridad territorial, control social y monopolio de la fuerza en regiones estratégicas.

Nuevamente el reto para lo alternativo partidista es lograr convocar, motivar e invocar a los indiferentes, a los escépticos, a los inconformes, a los sectores medios y a los empobrecidos a construir un proyecto de país incluyente en estos años, para eventuales eleccionesnpresidenciales en cuatro años o para conformar un grupo hacia renovado, fresco, para Asamblea Nacional Constituyente o para un nuevo Pacto Socio Ambiental por la Paz. Nada será posible sin la autocrítica y el cambio de practicas excluyentes, sectarias y utilitarias que solo dejan fragmentaciones, recelos y distancias. Un primer paso preelectoral ha sido los acuerdos de las diversas tendencias en la Cumbre Agraria, paso importante, pero no suficiente para los retos de un movimiento social por la paz rural que debe interactuar con el movimiento urbano, casi invisible o que está casi por hacer o rehacer y que debe comunicarse con el país nacional. El país que vota decidirá, si quiere el paramilitarismo puro y duro o el que se disfraza en la formula vicepresidencial de Vargas Lleras y los parapolíticos de la Unidad Nacional; entre los que desean otra fase de guerra interna para después dialogar o los que quieren mantener un escenario ya abierto con las FARC y el ELN.

Los días que vienen serán decisivos para la constitución de un movimiento creativo de la sociedad por la paz y para cimentar las bases de un proyecto de partido amplio, incluyente, fresco, que sume, incluyendo a los que no votamos ni por Santos ni por Zuribe, a los que deseamos la paz con justicia social y ambiental. Será esa sociedad organizada la de viejos movimientos, las de nuevos movimientos sociales, las de agrupaciones de víctimas, las ambientales, las del Lgtbi, las iglesias, y no Santos, la que construya la paz con verdad, con justicia social y ambiental , con reparación, para la no repetición. Hay una simple razón no será la paz de verdad sin una sociedad fortalecida para construir la justicia integral, y no serán partidos débiles, los que cimienten nuestra paz anhelada e imaginada.

Fuente: http://justiciaypazcolombia.com/El-drama-de-Santos-y-Zuluaga