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El ejemplo de la lucha de los trabajadores públicos

Fuentes: El Siglo

Sin perjuicio del resultado final, que al cierre de esta edición dependía de frenéticas negociaciones en el Parlamento, en virtud de las cuales el Gobierno había retrocedido a un 9,5% de reajuste parejo, y ante el rechazo de la Comisión de Hacienda de la Cámara, repuso el 10%, también sin escalonamiento, con la probabilidad de […]

Sin perjuicio del resultado final, que al cierre de esta edición dependía de frenéticas negociaciones en el Parlamento, en virtud de las cuales el Gobierno había retrocedido a un 9,5% de reajuste parejo, y ante el rechazo de la Comisión de Hacienda de la Cámara, repuso el 10%, también sin escalonamiento, con la probabilidad de la prolongación del paro como telón de fondo, la enorme movilización de los trabajadores del sector público, acaso la mayor expresión reivindicativa del sindicalismo organizado en todo el período de transición, se anotó victorias parciales de gran significado, que de una u otra forma, interpelan y modifican el actual escenario político.

Entre ellas, logró neutralizar, al menos en este primer round, la política del Ministro de Hacienda, Andrés Velasco, consistente en endosarle a los trabajadores el costo de la crisis.

Enseguida, consiguió doblarle la mano a la arrogante obstinación de Velasco de establecer el reajuste sobre la base de la inflación estimada para el año entrante, e imponer un piso que si bien estuvo por debajo del 14,5% exigido por los quince gremios de los trabajadores fiscales, llegó a un umbral de dos dígitos, que cuanto menos, defiende el poder adquisitivo de sus salarios.

Y que lo haya hecho al inicio de una crisis económica que ya nadie, salvo Velasco, osa soslayar, figura entre los principales éxitos de la pulseada.

Derivado de lo anterior, el movimiento de los trabajadores fiscales entregó una importante señal y una legítima bandera a los trabajadores del sector privado que enfrenten negociaciones salariales y convenios colectivos de ahora en adelante, gesto que numerosas organizaciones sindicales retribuyeron con recíprocas manifestaciones de respaldo.

Masividad y contundencia

El paro de los trabajadores del sector público fue tan masivo, contundente disciplinado y unitario, que no sólo se transformó en una referencia obligada de la vida cotidiana del país, anulando de paso el torpe intento mediático de contraponerlo con la ciudadanía, en virtud de la plañidera letanía de los servicios desatendidos, sino que casi no dejó brecha para que alguien reparase que se trata de una negociación ramal de hecho, al margen de la legalidad laboral heredada de la dictadura, a pesar de lo cual, o más bien por lo mismo, encontró el respaldo y simpatía en amplios sectores de la sociedad organizada, tales como organizaciones estudiantiles, sindicales del sector privado y de sectores medios y profesionales, incluidas las organizaciones de funcionarios del Congreso, y las asociaciones de magistrados y funcionarios del Poder Judicial, quienes incluso paralizaron actividades por una hora.

Ante la potencia que alcanzaba la movilización el Ministro del Interior, Edmundo Pérez Yoma, consideró oportuno guardarse discretamente en el bolsillo el Decreto con Fuerza de Ley Nº 29 de 2004, de Hacienda, que establece la obligación de registrar la asistencia de los funcionarios, para pago por tiempo efectivamente trabajado, enarbolada en la primera paralización de los días martes 11 y miércoles 12 del mes en curso, la cual ya preanunció lo que se venía.

Factor subjetivo

Una evidencia empírica de la dimensión del paro de los trabajadores fiscales la suministra el hecho de que, si bien con indisimulable oportunismo, hasta los parlamentarios de los partidos de derecha se pronunciaron por un reajuste de dos dígitos, sin parar mientes en la naturaleza ramal de una negociación prohibida con rigor constitucional, sin perjuicio de que entre muchos otros, el apoyo a la posición de los trabajadores públicos, manifestado tempranamente por importantes sectores de las bancadas concertacionistas, fue uno de los factores que explican el sinuoso comportamiento de Velasco, y en definitiva, su derrota relativa.

Sin embargo, es probablemente en el aspecto subjetivo donde radica el mayor legado del vigoroso movimiento de los trabajadores del sector público.

Es cierto que no alcanzó para el 14,5% de reajuste pedido por los quince gremios del sector público. Pero dobló el 5% ofrecido inicialmente por Velasco. De no mediar la envergadura de la movilización, con toda certeza éste hubiera impuesto sus términos, sin perjuicio de que la batalla continúa.

También lo es que la oposición del movimiento sindical a la maniobra divisionista de Velasco del reajuste escalonado, le entregó el pretexto para bajar su última oferta al 9,5% uniforme, pero eso lo hizo de manera inconsulta, contra la voluntad de los gremios movilizados, de forma que la eventual prolongación del paro, con todas las consecuencias para la población, corre con cargo exclusivo a la desprolijidad de manejo, estrechez de visión, equivocación del diagnóstico y arrogancia en el trato, que ha evidenciado durante el desarrollo del conflicto.

A su turno, los trabajadores del sector público comprobaron una vez más, como ya lo habían hecho los trabajadores forestales y los trabajadores contratistas del cobre, que una causa justa, impulsada con legítimas herramientas del movimiento sindical, como la unidad, la lucha y la movilización, permite perforar la coraza defensiva del sistema y ampliar los límites de la espuria legalidad del actual Código Laboral.

Tal es así que en el seno del movimiento sindical gana rápido terreno la convicción de que el Paro Nacional se alza como el argumento disuasivo más contundente para salirle al paso a aquellos sectores que desde el gobierno, los partidos de derecha y las organizaciones empresariales, pretenden descargar el peso de la crisis sobre las espaldas de los trabajadores.

Y eso constituye, sin duda, un elemento nuevo sobre el tablero de la política nacional, que ninguno de los protagonistas puede dejar de considerar.

Un negociador bisoño

A medio día del miércoles 19, a la salida del Comité Político extraordinario realizado en la sede del Congreso, donde dio a conocer su penúltima «última decisión», aquella que establecía un reajuste del 10% a los salarios de hasta un millón de pesos; uno del 9% a los situados entre uno y dos millones de pesos; un 6% al tramo entre dos y tres millones de pesos; y 0% a los sueldos superiores a esa cifra, un hierático e impávido Ministro Velasco declaró de modo escueto: «el reajuste ofrecido es justo, y especialmente bueno dadas las difíciles circunstancias de la economía internacional».

Si el reajuste escalonado de 10% era «justo» y «bueno», y beneficiaba «al 97% de los trabajadores del sector público que obtienen remuneraciones inferiores a los dos millones de pesos», ¿cuál es la lógica de haber ofrecido un 5% el jueves 13 de noviembre, luego del primer paro de dos días?; si era tan justo y bueno ¿no pudo haberse llegado a un acuerdo en la mesa de negociaciones, que evitara el segundo paro, esta vez indefinido? Y si era tan justo y bueno, ¿por qué lo volvió a cambiar el mismo miércoles por la tarde, retrocediendo a un 9,5%, sabiendo que por definición sería rechazado por los trabajadores, lo cual con toda probabilidad resultaría en una prolongación del paro?

Una de dos. O Velasco no tiene idea de negociar, u obnubilado por su dogmatismo de cuño neoclásico, le importa un bledo la situación de los trabajadores.

Aunque probablemente haya una combinación de ambos factores, la explicación también contiene un matiz técnico y una marullería política.

Gol de mediacancha

En rigor, intentó meter de contrabando el gol de mediacancha del reajuste contra inflación futura, que tan buenos dividendos le dio en los dos años anteriores. Así, en 2006, envió el proyecto de ley al Congreso con un reajuste nominal de 5,2% nominal para el 2007. El problema es que la inflación a diciembre de 2007 fue de 7,8% anual, con lo que se cepilló el sueldo real de los trabajadores en un menos 2,6%. La primera vez, pase. Pero resulta que el segundo año la bola de cristal con que mide la inflación futura se volvió a equivocar. A fines de 2007, Velasco envió el proyecto de ley de presupuesto con un 6,9% de reajuste, pero la inflación se le disparó a un 8%, con lo cual el salario real de los trabajadores públicos volvió a decrecer en 1,1%.

Se podrá tropezar dos veces con la misma piedra, pero a la tercera no hay tonto que lo aguante, y ese es el drama que todavía no encontraba su desenlace al cierre de esta edición.

Velasco lo volvió a intentar, y eso explica el 5% de la primera oferta, fundamentada en su famoso ojo clínico, que pronosticó una inflación de 4,6% para el año 2009. Para ello contó con la aquiescente colaboración de cierto editorialista de El Mercurio, quien descubrió que la oferta del Ministro implicaba un reajuste real de 0,4%, más que suficiente para los críticos tiempos que corren.

Estrategia acertada

Para desgracia de Velasco y El Mercurio, los trabajadores no los pescaron ni en bajada. No sólo no le creyeron la chiva del 4,6%, sino que exigieron el 9,9% de inflación de los últimos doce meses, más los 3,7 puntos perdidos en las dos negociaciones anteriores, y un punto de reajuste real, lo que explica ese 14,5% que sagazmente se preocuparon de instalar en el imaginario colectivo con al menos un mes de anticipación.

Recíprocamente, Velasco tampoco los pescó, puesto que su jugarreta era impresentable en un escenario de elecciones, y tal vez porque su cálculo apuntaba a apretar la negociación del sector público contra la raya de los plazos legales para aprobar la ley de presupuesto, que concluían ayer, jueves 20 de noviembre.

Concientes de ello, los trabajadores fiscales empezaron a presionar con una masiva marcha por el centro de las principales ciudades del país, el viernes 7 de noviembre. Y para que no quedaran dudas de su disposición de pelea, realizaron un paro de advertencia de 48 horas, la semana pasada.

Disparos sobre el Ministro

Ciertamente, Velasco no entendió el mensaje, porque en la primera reunión de la mesa de negociaciones, el jueves 13, se despachó el chiste del 5%.

La respuesta del Presidente de la CUT, Arturo Martínez, ahorra mayor comentario: «Aún no ha empezado la negociación, porque la propuesta del Gobierno no da para que consideremos que hay voluntad de hacerlo».

Al día siguiente, bajo la consigna de que los trabajadores no están dispuestos a pagar la crisis que iniciaron otros, los quince gremios del sector público, que agrupan a unos 500 mil trabajadores, convocaron a una paralización indefinida de actividades, a partir de las 08:00 hrs. del lunes 17.

Ese mismo día, viernes 14, Velasco inició su errático comportamiento elevando la puntería a 6,5% de reajuste, aunque con tan escasa convicción, que creyó oportuno puntualizar: «ojalá podamos avanzar, porque hemos dicho que ésta no es la última postura del Gobierno».

Fuentes de los trabajadores que pidieron reserva de identidad dijeron que rara vez se habían topado con un negociador tan torpe, bisoño y desmañado.

En un flanco inesperado, parlamentarios de derecha y la Concertación debilitaron aún más sus posiciones, con el argumento de que no estaban dispuestos a aprobar una cifra inferior a los dos dígitos.

Pero eso no era todo. Al pobre Velasco le seguían lloviendo palos desde todos los sectores, sea porque bogara o porque nadara. Así, con ese irritante sonsonete de valetudinaria suficiencia, El Mercurio le enrostró desde su olimpo editorial: » El que se haya llegado a esta situación se debe, en parte, a que el Gobierno no se ve fuerte en su postura negociadora y no ha sido capaz de transmitir a la opinión pública los elementos que la justifican. En especial, el que la inflación efectiva resultase superior a la esperada no es un elemento apropiado para considerar en la negociación actual».

Decano dixit. Qué solo parece el Decano.

Juego de piernas

Mediante uno de esos característicos juegos de piernas comunicacionales con los que este Gobierno cree manejar los asuntos de alta política, los ministros de Hacienda, Interior y Trabajo se reunieron el domingo 16 en La Moneda con los jefes de los servicios que irían paro, con el fin de proyectarle a la ciudadanía «una señal de que los servicios públicos van a funcionar lo más normal posible», según pronosticó Pérez Yoma.

Sin embargo, parece que en este asunto, los augurios, bolas de cristal y vaticinios se equivocan por sistema, toda vez que desde el primer minuto, el paro concitó una elevada y combativa adhesión, como no se veía en décadas, al punto que el mismo diario El Mercurio la cifró en torno al 90%.

Por la tarde, en la segunda reunión de la mesa de negociaciones, a Velasco no le quedó más remedio que subir la oferta. Pero lo hizo a su manera, arrastrando el poncho, con un puñal escondido en la manga y cuidando de aparecer como quién siempre queda con la última palabra.

Reajuste escalonado

Es así como introdujo el famoso reajuste escalonado, consiste en un reajuste del 9% nominal a los sueldos de hasta 550 mil pesos brutos; de 7,5% al tramo siguiente, de hasta un millón 450 mil pesos; de 4% al tramo con tope en tres millones, y 0% a las remuneraciones que superen esa cantidad.

Los dirigentes de los trabajadores rechazaron el reajuste escalonado no por una cuestión de principios, ni por desacuerdo con el 0% de reajuste a los sueldos superiores a tres millones de pesos, sino por considerar que, en las actuales circunstancias, equivale a una maniobra que busca dividir y debilitar el movimiento. Martínez agregó que como representantes de los trabajadores venían a negociar un reajuste que significara mantener el poder adquisitivo de los salarios: «en lugar de eso nos plantean que avalemos una rebaja, y para eso no estamos». A mayor abundamiento, Martínez le enrostró a Velasco que «con esto se destruyen la escala y los grados del sector público».

Cobertura sesgada

El martes 18 el paro del sector público prosiguió a velas desplegadas, con mayor fuerza si cabe. Masivas marchas y movilizaciones a lo largo y ancho del país concitaban la simpatía de los transeúntes y neutralizaban la sesgada y odiosa cobertura de los medios de comunicación del sistema, que armados de la ideología del mercado, buscaban inducir en la ciudadanía la noción de que los huelguistas atentaban contra sus derechos individuales.

De esa guisa, nóveles periodistas interrogaban a pacientes de consultorios u hospitales, o a quienes encontraban haciendo cola para obtener cédula de identidad, pasaporte o certificado de antecedentes, y los inducían a volcar su ira y desazón contra esos «malos funcionarios» que no están en su puesto para atenderlo(a) a ¡USTED!, señora o señor.

Algunos caían en garlito, pero de manera gradual, entre los entrevistados empezó a emerger la opinión de que la lucha de los trabajadores públicos es, en último término, un bastión de defensa de los salarios de todos los trabajadores chilenos. Aparte de Velasco, entre los grandes perdedores del movimiento de los trabajadores fiscales estuvieron los medios de comunicación de mercado, que en sus noticieros del miércoles 19, cubrieron el paro de manera casi incidental, y prácticamente soslayaron la enorme marcha al Congreso, en Valparaíso, donde se instalaron las frenéticas negociaciones y reuniones que proseguían hasta el instante mismo de pergeñarse estas líneas.

El último conejo de la galera

Aprisionadas en la doble tenaza de la maciza y contundente movilización gremial, y el respaldo que ésta concitó en el ámbito parlamentario, las ofertas de Velasco eran rechazadas una y otra vez.

El martes por la noche propuso un 10% de reajuste, pero manteniendo el escalonamiento, con un 100% al tramo de los sueldos de hasta 550 mil pesos; un 75% al tramo de hasta un millón 450 mil, 50% al tramo de hasta 2,5 millones de pesos, y nada para arriba de eso. Y nada.

El miércoles, ya en el marco de la negociación parlamentaria, subió el tramo de 550 mil hasta 800 mil y el tramo de un millón 450 mil a dos millones. Y nada.

En una nueva demostración de que no tiene idea de negociar, el miércoles por la tarde sacó un nuevo e inexplicable conejo de la galera, consistente en un 9,5% parejo. Parece que nadie le ha explicado que a un gremio movilizado con una fuerza que le da poder de negociación y que mantiene profundamente alterado el funcionamiento del país durante tres días consecutivos, y cinco de los últimos siete, no se le puede bajar la oferta. Menos aún cuando diputados de su propia coalición, incluyendo los demócrata cristianos Pablo Lorenzini y José Miguel Ortiz, el socialista Carlos Montes y Eugenio Tuma, del PPD, rechazan la oferta por impresentable en la Comisión de Hacienda, y lo obligan a reponer un 10%, esta vez sin escalonamiento. Las negociaciones de ayer, jueves, deben haber estado de miedo.

En primer lugar, porque era la fecha límite para aprobar el proyecto de ley de Presupuesto 2009. Y también porque en el seno del movimiento del sector público había sectores dispuestos a continuar con el paro de manera indefinida hasta obtener al menos un 12 a 13% de reajuste, con abstracción e independencia de lo que votara la Cámara.

Y como se dijo inicialmente, para otros sectores del movimiento sindical organizado, el paro del sector público es un antecedente que apunta al Paro Nacional.

Una pausa y ya volvemos.