El 27 de agosto recién pasado, el señor Eduardo Pizarro publicó en El Tiempo un artículo donde afirma que precisamente lo que se requiere hoy es la desaparición del ELN aludiendo a recientes declaraciones del comandante Pablo Beltrán. No es mi espíritu polemizar con el señor Pizarro, entiendo que él tiene bien estructurado su pensamiento […]
El 27 de agosto recién pasado, el señor Eduardo Pizarro publicó en El Tiempo un artículo donde afirma que precisamente lo que se requiere hoy es la desaparición del ELN aludiendo a recientes declaraciones del comandante Pablo Beltrán.
No es mi espíritu polemizar con el señor Pizarro, entiendo que él tiene bien estructurado su pensamiento y sabe la profundidad de sus afirmaciones, es mi mayor interés llevar el mensaje del ELN a quienes hacen un seguimiento a los acontecimientos políticos de Colombia.
El ELN bien lejos de pensar en desaparecer, está convencido que como organización insurgente tiene un importante papel que jugar como fuerza alzada en armas desde 1964, en un país donde pensar de manera diferente a la clase dominante, es razón para desaparecer del escenario sea por el destierro, el chantaje, el encarcelamiento o el asesinato.
Esta trágica realidad, lejos de ser una trasnochada consideración extremista, como lo afirma el gobierno y sus seguidores, es una verdad palmaria hoy cuando se levantan los cadáveres de los luchadores y se conocen largas listas de amenazas a quienes con dignidad se atreven a desafiar el establecimiento y sus estructuras terroristas en la arena política
¿Quién asesinó y en qué circunstancias a Carlos Pizarro, hermano del señor que motiva mi respuesta?
No es buena consejera la mala memoria.
¿Quién asesinó y en qué circunstancias a Carlos Pizarro, hermano del señor que motiva mi respuesta?
No es buena consejera la mala memoria.
Diversos exponentes de la realidad política colombiana, que no son siquiera de izquierda, afirman con fuertes evidencias, que los escuadrones paramilitares, lejos de haber desaparecido como lo ha reiterado el presidente, ocupan hoy importantes posiciones a lo largo y ancho de la patria y qué otra cosa han hecho y saben hacer que descargar su motosierra contra quienes consideran oposición al estado?
Quién puede con seriedad decir hoy que la corrupta y tenebrosa maquinaria electoral se desmontó en Colombia si hasta el mismo procurador general de la nación valora los peligros y amenazas que le esperan a la contienda y afirma que no hay garantías para ella?
Si como afirman algunos, la insurgencia es la responsable de la conducta terrorista y criminal del estado, cuál insurgencia existía en Colombia para los años en que la misma oligarquía terrorista de hoy en asoció con la criminal agencia terrorista gringa CIA, asesinó a Jorge Eliecer Gaitán? Y si los críticos de estas valoraciones consideran que eso fue una excepción, cuántos candidatos han muerto después, incluidas personas que no representaron a la izquierda sino miembros de sus propios partidos como el caso del distinguido liberal Luís Carlos Galán?
No tenemos duda que ese deseo que la insurgencia renuncie a su existencia, es la máxima aspiración del presidente Uribe y sus acólitos, nosotros somos bien conscientes de las implicaciones de continuar en la lucha, siempre lo hemos estado y muchos de nosotros hemos madurado lo suficiente para alejar cualquier duda que pueda insinuar que estemos asumiendo posturas caprichosas o fundamentalistas como se nos acusa.
Eso sí, el ELN tiene bien claro, que la Colombia de hoy no es la de ayer, hemos cuestionado y de frente las posturas vanguardistas de la insurgencia, hemos hecho profundas reflexiones autocriticas que el país conoce, hemos rectificado errores y estamos abiertos a la critica sana, tenemos bien claro que un cambio de sistema es la acción consagrada, organizada y decidida del pueblo en la lucha por una patria donde quepamos todos.
Desde nuestra condición insurgente hemos luchado y lo seguiremos haciendo por encontrar una salida política al conflicto pero encontramos un establecimiento y unos gobiernos que carecen de estatura para reconocer que la insurgencia tiene un puesto en los destinos de la patria y por esa razón no ha sido posible llegar a acuerdos que tomen el camino de la distención, el alivio humanitario para la sociedad y explorar desarrollos de acción política en un ambiente de cese al fuego y hostilidades, como es el deseo del ELN.
Por ello mientras el ELN se esfuerza en disponerse a buscar soluciones, desde el gobierno se pretende imponer sus políticas en la mesa, y nosotros reiteramos que la solución política se construye con base en acuerdos que interpreten las partes, esto lo hemos reiterado desde siempre y en los diálogos con los diferentes gobiernos.
El futuro de las armas y de la insurgencia depende de qué tan reales puedan ser los cambios estructurales que necesita Colombia, de erradicar el terrorismo de estado, la corrupción, el clientelismo, las maquinarias paramilitares que controlan las urnas en extensas áreas del territorio nacional y otros cánceres que carcomen la existencia de nuestra patria y que impiden la participación política de las mayorías en la construcción de su propio destino. Mientras tanto desde nuestra condición insurgente seguiremos intentando construir una salida política, reto que no es fácil en medio de tamañas amenazas.
Agosto 30 de 2007