Dialogos entre incertidumbres y expectativas Los diálogos que el ELN adelanta con el gobierno colombiano en Cuba, generan distintas opiniones y expectativas sobre los resultados. El conflicto interno colombiano tiene mucha complejidad, por sus raíces históricas profundas, por las causas políticas, económicas y sociales que lo generan, por la diversidad de componentes y de manera […]
Dialogos entre incertidumbres y expectativas
Los diálogos que el ELN adelanta con el gobierno colombiano en Cuba, generan distintas opiniones y expectativas sobre los resultados.
El conflicto interno colombiano tiene mucha complejidad, por sus raíces históricas profundas, por las causas políticas, económicas y sociales que lo generan, por la diversidad de componentes y de manera especial por el fenómeno de la corrupción de la clase en el poder y del narcotráfico, integrado este último a la estrategia contrainsurgente del Estado desde la década del ochenta del siglo anterior, bajo la modalidad de narcoparamilitarismo.
La estructura terrorista del Estado y el narcoparamilitarismo son dos puntales del poder oligárquico que están en plena vigencia y no se ve por parte alguna la decisión real del régimen en cuanto a desmontar esta estructura de muerte contra la oposición política y social y parar la guerra sucia.
El ELN está decidido a contribuir en la superación del conflicto pero no es tarea fácil, ni un problema de voluntad política. Se trata de crear condiciones reales y ganar las mayorías de la nación para superar los grandes males que nos aquejan y abrir el camino que conduzca a la paz estable y duradera, construyendo un proceso que afronte los cambios que el país necesita.
El ELN considera que es posible la salida política al conflicto en base a un gran consenso nacional, una política de Estado favorable para la paz y la participación de la sociedad en dicho proceso.
Desde este enfoque es que concebimos los diálogos que hemos adelantado en los últimos 19 meses con el gobierno de Uribe Vélez.
La falta de resultados es debido a que estamos en orillas distintas y el punto de partida para las dos partes no es el mismo.
Mientras que para el gobierno no existe conflicto social y armado sino grupos terroristas y la paz es igual a pacificación, desmovilización y desarme de las guerrillas para que el país siga igual, para el ELN la paz implica partir de reconocer la existencia del conflicto y abordar un proceso hacia las transformaciones, que conduzca a superar las causas originarias que alimentan el conflicto interno actual.
Aquí está el centro del atasque de las conversaciones con el gobierno y la incertidumbre sobre los resultados.
Los diálogos se iniciaron con una fase exploratoria para conocer las propuestas y la disposición para avanzar en ellas. Luego de sobrepasar escollos, se pasó a la segunda fase que tiene el propósito de generar un ambiente de paz y suscribir un Acuerdo Base, referido a cuatro temas: derechos humanos, derechos políticos y democracia, vinculación de la sociedad al proceso de construcción de la paz y apoyo de la comunidad internacional.
Otros temas sobre la situación del país y problemas a resolver serían materia de las siguientes fases.
El ELN tiene la disposición de firmar, como aporte al ambiente de paz, un acuerdo de cese al fuego y hostilidades con verificación, por un tiempo determinado, experimental y bilateral. Pero a la vez exige que el gobierno haga igualmente aportes para generar ambiente de paz con medidas reales frente al desplazamiento, medidas que neutralicen la persecución a opositores políticos y dirigentes sociales, medidas que lleven un alivio frente al problema de la desaparición forzada – el último registro da cuenta de treinta mil colombianos desaparecidos – medidas frente a las detenciones masivas.
La discusión está centrada en el cese al fuego y hostilidades y la verificación, principalmente. Los otros temas de esta fase están en titulares y muy poco se ha avanzado.
En la mesa el ELN ha planteado con claridad que ni se desmoviliza, ni se desarma, ni se localiza, en respuesta a las exigencias del gobierno.
Otro atranque está en que el gobierno busca bajarle perfil a lo bilateral sobre todo en el tema de las hostilidades, pues plantea que él no hace hostilidades contra la sociedad.
La verificación es otro punto polémico. El gobierno busca sacar ventajas en este asunto que el ELN considera que debe ser producto de un acuerdo, donde se diseñen conjuntamente los mecanismos que permitan constatar la violación de lo acordado.
Dentro de este ambiente de dificultades se ha terminado la séptima ronda de conversaciones. Las expectativas mayores están centradas en la posibilidad de firmar el Acuerdo Base que genere un alivio humanitario a la sociedad.
Entre las partes continúa la desconfianza. El ELN considera que el gobierno no tiene disposición para concretar un acuerdo donde el principal beneficiado sea el país. Las declaraciones que dio el Presidente Uribe en el municipio de Chaparral, (Tolima), cuando refiriéndose a las guerrillas advirtió: «o se desmovilizan o las aniquilamos», reflejan con toda claridad que su política es de guerra y no de paz como lo reclaman los colombianos.
La pretensión de la desmovilización y el desarme de la insurgencia como tradicionalmente han exigido los gobiernos y la clase en el poder, es una manera simplista de abordar la solución del conflicto social y armado y el ELN descarta de plano dicha fórmula.