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El ELN tiene todo por perder en la guerra, o todo por ganar en la mesa

Fuentes: Razón Pública

La urgencia de la paz El atentado del pasado 19 de febrero en el barrio La Macarena de Bogotá, donde perdió la vida el agente del ESMAD Albeiro Garibello Alvarado y cuya responsabilidad se atribuyó el ELN, es tan lamentable como los asesinatos de 80 líderes sociales en 2016 y de otros 20 en lo […]

La urgencia de la paz

El atentado del pasado 19 de febrero en el barrio La Macarena de Bogotá, donde perdió la vida el agente del ESMAD Albeiro Garibello Alvarado y cuya responsabilidad se atribuyó el ELN, es tan lamentable como los asesinatos de 80 líderes sociales en 2016 y de otros 20 en lo que va del año. Son igualmente lamentables las muertes de guerrilleros del ELN, soldados y policías en bombardeos, combates y hostigamientos.

Todos estos hechos, que merecen el mismo rechazo porque todas las vidas tienen el mismo valor, son señales claras de que la paz en Colombia aún está lejos, a pesar del fin de la guerra con las FARC.

Para que los colombianos no perdamos la ilusión de alcanzar la paz, es necesario el cese al fuego bilateral entre el gobierno y el ELN. Asimismo urge un cambio de actitud de esta organización guerrillera con respecto a su manera de hacer la guerra y que el gobierno cumpla lo pactado con las FARC. Pero es urgente, sobre todo, que el Estado ponga en marcha acciones contundentes que frenen el asesinato de líderes sociales y acaben con el terror paramilitar.

Desconfianza mutua
El gobierno ha insistido en que los diálogos con el ELN deberán desarrollarse en medio de las operaciones militares, pero además ha condicionado el cese bilateral del fuego al desescalamiento de la confrontación por parte de esa guerrilla. Así lo dijo Juan Camilo Restrepo, jefe del equipo negociador del gobierno: «Mientras más terrorismo repudiable por parte del ELN, más lejanas las posibilidades de llegar a un cese bilateral de fuegos en Quito».

Por su parte, el ELN argumenta que sus acciones, incluida la del pasado 19 de febrero, son una respuesta a los operativos militares que el gobierno realiza en los territorios donde opera esta guerrilla. También condena al gobierno por «hablar de paz mientras dilata el Cese Bilateral y somete al padecimiento de la guerra a la población y a las partes que se enfrentan».

El gobierno tiene razones para desconfiar del ELN y de su intención de dejar las armas. Además, considera que su capacidad militar es marginal y que, por lo tanto, no representa una amenaza real para la seguridad del Estado. Pese a la validez que tienen estos argumentos, es simplemente ridículo otorgarle reconocimiento político al ELN para que vaya a una mesa de diálogos e insistir, al mismo tiempo, en combatirlo y derrotarlo por la vía militar.

Por otra parte, el ELN desconfía, también con razón, de que el gobierno tenga la voluntad y la capacidad para cumplir los acuerdos de paz de La Habana y los que resulten de la mesa de Quito. Aún más, desconfía de la disposición del gobierno para garantizar los derechos a todos los ciudadanos que quieran hacer política sin armas. Pese a la validez de estas razones, también es ridículo pensar que el ELN podrá, manteniéndose en la guerra, favorecer las condiciones necesarias para que el uso de las armas deje de ser necesario.

Las posturas de ambas partes revelan falta de compromiso con el país y de voluntad para avanzar con paso firme en el desarrollo de la agenda de conversaciones. Con esta lógica, llena de contrasentidos, será muy difícil llegar a un acuerdo para la terminación de la guerra entre el gobierno y el ELN.

El ELN desconfía, de que el gobierno tenga la voluntad y la capacidad para cumplir los acuerdos de paz.

Lo más preocupante del asunto no consiste solamente en que cabe esperar más muertes lamentables como la de Albeiro Garibello, o como la de decenas de guerrilleros en el monte, sino que es muy probable que ganen cada vez más peso los argumentos de los enemigos de la solución política que presionan al gobierno para que se levante de la mesa de conversaciones.

El costo de negociar en medio del conflicto es claro y deben asumirlo ambas partes. Por eso deben pasar de la retórica a los hechos, de modo que se logre cuanto antes un cese bilateral del fuego.

Los retos para el ELN

Desde sus inicios -con la toma de Simacota en 1965 y como lo ratificó en 2015 en su V Congreso-, el ELN se ha alzado en armas con el argumento de que las vías legales para corregir las profundas desigualdades políticas, sociales y económicas que afectan al pueblo colombiano están agotadas.

Nadie le puede discutir al ELN que hoy por hoy la pobreza, la exclusión y la violencia, que dieron origen a la lucha guerrillera en los años sesenta, siguen estando presentes. No obstante el ELN debe comprender que las capacidades del pueblo hoy son mayores que en los años sesenta, y que la movilización popular -de las mujeres, de los campesinos, de los estudiantes, de las comunidades LGBTI, entre otras- ha logrado en los últimos años ganar espacios importantes en la agenda pública del país.

No se puede negar que después de más de cincuenta años de conflicto las guerrillas del ELN y de las FARC, pese a los errores cometidos y a la degradación de la guerra, alcanzaron importantes logros políticos. Estos logros no se limitan a la formulación de programas y propuestas políticas para enfrentar la pobreza, la injusticia y la exclusión, sino que incluyen el apoyo y acompañamiento a muchos procesos organizativos que el mismo pueblo ha construido para exigir y realizar los cambios que el país necesita.

Ahora bien, esa lucha social podría dar todavía un salto cualitativo para actuar más eficazmente contra las injusticias de todo orden que derivan del modelo económico vigente. Pero para ello es preciso que esta pueda expresarse libre de los miedos, de los tutelajes y de todos los lastres que trae la guerra.

En este contexto, resulta paradójico que el ELN tal vez no sea consciente de los avances de la movilización popular que ellos mismos han ayudado a construir, y tampoco de la simpatía y apoyo que aún tiene entre el campesinado, los estudiantes, los trabajadores y la academia, con quienes tiene grandes afinidades en las trasformaciones que exigen para alcanzar una paz verdadera.

El ELN debe evaluar -como ya lo han hecho las FARC- si vale la pena tirar por la borda esos logros políticos acumulados durante cincuenta años de lucha guerrillera por permanecer anclados en una forma anacrónica de hacer la guerra y en prácticas como la retención de civiles, que carecen hoy de legitimidad política.

Igualmente debe entender, hoy más que nunca, que su papel en la solución política es de vital importancia y que debe jugar un papel protagónico. Debe ser capaz de interpretar el sentir del pueblo que lo apoya y lo acompaña, pero también del pueblo que no acepta la lucha armada como forma de alcanzar sus objetivos políticos.

La mayoría de los movimientos y organizaciones sociales con los que el ELN tiene coincidencias ideológicas espera y confía en que la mesa de Quito avance con la metodología propuesta y con los puntos que se han acordado en la agenda.

Especialmente el primer punto (participación de la sociedad en la construcción de paz) y el tercero (transformaciones para la paz) traen la oportunidad que estas nuevas generaciones de dirigentes sociales han estado esperando durante mucho tiempo. Gracias a ellos podrán poner en juego su capacidad renovada de hacer política y sus propuestas de cambio. Solo resta esperar que el ELN ayude a abrir estos espacios y se ponga a tono con un nuevo momento político.

¿Y el gobierno? Cese al fuego bilateral, y movilizaciones populares: herramientas necesarias para la construcción de paz con el ELN. En medio del incumplimiento por parte del gobierno en la adecuación de las zonas veredales, el pasado 2 de marzo comenzó la tan esperada fase de dejación de armas de las FARC. Este incumplimiento es, sin duda, una piedra en el camino para que el desarme se desarrolle en un clima de confianza. A esto se suma que el gobierno aún no tiene nada preparado para lo que sigue después de dejar las armas y, por lo tanto, deberá extender el plazo de permanencia de los guerrilleros en las zonas veredales y acelerar el diseño de los planes de reincorporación.

Resulta paradójico que el ELN tal vez no sea consciente de los avances de la movilización popular.

Por otra parte, el gobierno deberá hacer un mayor esfuerzo para garantizar el derecho democrático a la movilización, a la protesta y a la denuncia de todos los ciudadanos, que hoy vemos con gran tristeza y temor como se repite ese negro capítulo de nuestra historia en el que fueron exterminados más de 6.000 militantes de la Unión Patriótica.

En este sentido, el gobierno también debe reconocer que la desmovilización del paramilitarismo fue un fracaso y que sus organizaciones se han fortalecido y rearmado en todo el territorio nacional, y debe llevar a cabo acciones más contundentes para acabar con este flagelo.

 

Boris Duarte, Politólogo y docente de la Universidad Nacional.

Fuente original: https://www.razonpublica.com/index.php/conflicto-drogas-y-paz-temas-30/10073-el-eln-tiene-todo-por-perder-en-la-guerra,-o-todo-por-ganar-en-la-mesa.html?utm_source=MadMimi&utm_medium=email&utm_content=Los+cabos+sueltos+del+ataque+terrorista+en+Bogot%C3%A1&utm_campaign=20190121_m149353091_Los+cabos+sueltos+del+ataque+terrorista+en+Bogot%C3%A1&utm_term=El+ELN+tiene+todo+por+perder+en+la+guerra_2C+o+todo+por+ganar+en+la+mesa_C2_A0