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Jean Baudrillard 20 de julio de 1929,-6 de marzo de 2007

El emperador medio desnudo

Fuentes: La Jornada

                        Si tuviera que tener nostalgia, sería por la pérdida de la ilusión, no por la pérdida de la realidad J. B. . S e fue Baudrillard. A los setenta y siete años, tras una larga enfermedad, falleció el sociólogo, germanista, provocador y polemista que denunció las ideologías dominantes y […]

                        Si tuviera que tener nostalgia, sería por la pérdida de la ilusión, no por la pérdida de la realidad J. B. .

S e fue Baudrillard. A los setenta y siete años, tras una larga enfermedad, falleció el sociólogo, germanista, provocador y polemista que denunció las ideologías dominantes y en particular desmembró con genialidad las manías y obsesiones de la sociedad de consumo. Asimismo, se opuso con el mismo fervor al estalinismo que al maoísmo y el trotskismo. Su principal legado fue su reducción de las ideologías a simples sistemas de signos y, por tanto, a simulacros. Su éxito se internacionalizó con la aparición de Por una crítica de la economía política del signo (1972), que lo convirtió en uno de los autores y pensadores franceses más importantes de nuestro tiempo. Baudrillard logró conservar su escepticismo y feroz pesimismo aun cuando el mundo parecía estar a punto de cambiar radicalmente durante las revueltas del ’68. Este autor prolífico e inquieto, publicó libros importantes como El sistema de los objetos (1968), obras fundamentales como De la seducción (1979), así como panfletos incendiarios al estilo de Olvidar a Foucault (1977), ensayos oportunistas y divertimentos como Cool Memories (1987-2005). Mientras sus primeros libros estaban dirigidos a un público académicamente especializado, los últimos eran obras pop escritas para un público amplio y diverso.

LA GUERRA QUE SUPUESTAMENTE NO SUCEDIÓ

La obra de Baudrillard fue muy relevante para quienes descubríamos el mundo de las ideas en los años ochenta. En lo personal no puedo negar la enorme influencia que tuvieron sus libros en mi trabajo. Sin embargo, el enorme respeto intelectual que sentía por el autor de América prácticamente se deplomó al leer su pretencioso alegato, La guerra del Golfo no ha tenido lugar (1991). Aquí retomaba y reciclaba algunas de sus viejas propuestas para adaptarlas a lo que denominaba una «guerra muerta» (el cadáver descongelado de la guerra fría). Aquí todos éramos «rehenes in situ» cautivos frente al televisor y su espectáculo de bombardeos de apócrifa precisión. La guerra es vista como un simulacro, la confrontación sin imágenes de batallas entre un misionero traficante de armas y un mercader de tapetes. Si bien el texto tenía apuntes interesantes (la desaparición de la historia y de la memoria) y observaciones geniales (la información como agujero negro que absorbe los acontecimientos), se trataba de una deshumanización del conflicto real, en aras de percibirlo todo como símbolo. En un pasaje escribe que: «El drama real, la guerra real, ni nos apetecen ya, ni falta que nos hacen», sin apreciar que las bombas y las víctimas eran reales y no meros efectos especiales y escenografías. Su argumentación llegó al extremo de acusar a los manifestantes antibélicos de servir a los intereses de Saddam, con lo que su antiamericanismo intersectaba las justificaciones más retrógradas de los defensores y promotores de la guerra.

EL ESPÍRITU DEL TERROR

Tras los atentados del 11 de septiembre, Baudrillard publicó otro panfleto no menos provocador: El espíritu del terrorismo (2002), en donde lanzaba, entre otras cosas, la afirmación de que todos en el fondo habíamos deseado el colapso de esas torres que simbolizaban el poder del imperio. Nuevamente la crítica lo acusó de su total ausencia de simpatía por las víctimas, y de un antiamericanismo rampante. Pero, otra vez, el breve libro estaba repleto de notas tan certeras como: «La violencia en sí misma puede ser perfectamente trivial e inofensiva. Únicamente la violencia simbólica puede generar singularidades.» Asimismo, su análisis del terrorismo islámico es pertinente y eficaz.

EL EMPERADOR VA MEDIO DESNUDO

En 1997, Alain Sokal y Jean Brickmont incluyeron a Baudrillard en su demoledor aunque políticamente sesgado ensayo Imposturas intelectuales (1997). Ahí lo acusaban, junto con otras figuras prominentes de la cultura francesa, como Jacques Lacan, Bruno Latour, Gilles Deleuze y Felix Guattari, de emplear un vocabulario saturado de nebulosa y a menudo errónea terminología científica para oscurecer sus ensayos. Con algunas citas fuera de contexto, Sokal y Brickmont ridiculizaron, por momentos con tino, el uso extremadamente «libre» y «pomposo» que daba Baudrillard a conceptos como teoría del caos, geometría no euclidiana y la «reversibilidad de las leyes de la física». El golpe fue duro, pero en esencia no destruyó la reputación de este autor. Pero lejos de sus parrafadas herméticas y sus deslices populistas, Baudrillard nos dejó numerosas herramientas para entender cómo los medios están devorado a la realidad.

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