En Noviembre el GAP cumple 10 años. Orgullosos de mantenernos firmes en la lucha popular, reconocemos que nuestros esfuerzos todavía distan mucho de lograr objetivos que nos permitan celebrar. Pero como no ha sido menor lo avanzado, compartimos con ustedes algunas reflexiones sobre el escenario electoral y los desafíos que se nos imponen. LAS ELECCIONES […]
En Noviembre el GAP cumple 10 años. Orgullosos de mantenernos firmes en la lucha popular, reconocemos que nuestros esfuerzos todavía distan mucho de lograr objetivos que nos permitan celebrar. Pero como no ha sido menor lo avanzado, compartimos con ustedes algunas reflexiones sobre el escenario electoral y los desafíos que se nos imponen.
LAS ELECCIONES YA DECIDIDAS…
Las campañas están su apogeo: a 4 meses del final de esta nueva «función interactiva» de democracia, parece que ha salido humo blanco. ¡Todos se han puesto de acuerdo! Después de tanta expectación, se ha resuelto el tema de los candidatos presidenciales y se han resuelto los acuerdos para diputados y senadores… Hoy por hoy, y de acuerdo a las encuestas, podríamos más o menos sacar la cuenta de cómo va estar compuesto el Parlamento. Más allá de una que otra sorpresa, las elecciones ya han pasado.
Caras largas entre los candidatos cepillados fríamente por sus correligionarios, traicionados seguramente por algún contrato, algún silencio o simplemente por la lógica selvática que se impone en el capitalismo. Sin embargo, está claro que quien se quedó con cuello porque no es candidata a Presidente ahora va a ser Senadora. Es más, ni siquiera hay dudas sobre el resultado, ya que Soledad Alvear corre sola desde que se bajó Carlos Montes, quien se quedó con cuello porque no va a ser Senador -seguirá siendo Diputado, y si no, tratará de ser Ministro. Todo en la política de los poderosos es imagen: ahora elegirán a los ministros entre los que no son candidatos, y el resto volverán simplemente a disfrutar de sus empresas y su riqueza.
Los que realmente deciden, ya votaron… Sacaron a relucir lo más graneado de sus artimañas y conspiraron contra sus propios compañeros de partido, se cambiaron de comando o tiraron la esponja. El espectáculo es patéticamente ridículo, pero es presentado por lo medios con tanta seriedad que se transforma para todos en un tema importante. ¿Vieron que cambiaron a la «Regalona» de distrito? Bueno, ¿qué tanto? ¡Que cambien los carteles de lugar no más, si total en la foto con Piñera se ve bien!
Los del comando de Longuerira reparten folletos con fotos de Lagos, a Lavín no lo pesca ni su mujer, todos los de la derecha están más preocupados por los acuerdos empresariales y las reformas neoliberales en la administración del Estado, que de las elecciones… Total, saben que van a tener a lo menos la mitad del Parlamento; total, saben que tienen sus empresas y con eso basta para controlar al país. Si Lavín pierde, a nadie le importa realmente, y si el que pierde es Piñera, menos, ni siquiera a él, que se contentará con los beneficios de ser un empresario-político y esperará las próximas elecciones a Presidente.
Ahora que está todo decidido, las elecciones bajan la pantomima al pueblo, y llegan a nuestras casas. Las Juntas de Vecinos más títeres del modelo se transforman en espacios donde se juntan las esperanzas de los pobladores más ingenuos, las ambiciones del dirigente-cliente del sistema político y la inescrupulosa habilidad del candidato. Para prometer sólo hay que tener cara, experiencia en la mentira y unos cuantos millones para sacar adelante una campaña. Ahora que está todo firmado, los comandos de agitación se llenan de cesantes, que pelean con otros cesantes por defender una muralla. Pintura, carteles y todos con las caras, con las sonrisas… Pero sin propuestas, y sin verdades.
Si los candidatos no los elegimos nosotros, ¿cuál es la diferencia?… La política de nuestro país se limita a estar o no estar en uno de los bandos. Como si fueran barras de fútbol, gran parte de nuestro pueblo toma partido por algún candidato, pero no decide nada.
Es precisamente a esta forma de entender la participación que nos oponemos, tanto porque es funcional a los intereses del enemigo -ya que validad sus sistema de dominación (herramienta de la explotación)- y en su defecto, cuando es señal de avance de la izquierda, no es más que eso: una señal que no necesariamente se refleja en un avance en el estado de organización del pueblo.
La democracia representativa es funcional a la burguesía, no garantiza nada para los intereses populares, y más aún, en el estado actual de retraso del campo popular se contribuye a cultivar la falsa esperanza de que con «otros» en el gobierno las cosas mejorarán. Por eso es discutible el aporte de la izquierda electoral cuando ésta sólo se representa en cifras y no en lucha, no en organización.
LOS DESAFÍOS MAS ALLÁ DE LA IZQUIERDA ELECTORAL…
Entendemos que para que se produzca la irrupción de una fuerza revolucionaria, se hace necesario que exista, es decir que se provoque crisis en el seno de la burguesía. Es decir, mientras los ricos y poderosos mantengan la ofensiva y una sólida unidad para sostener sus proyectos comunes, estamos fritos, y mientras no exista pueblo organizado que ponga en cuestión sus intereses, ninguna disputa inter-burguesa tomará cauce popular. Algunos dicen por ahí: «a rió revuelto, ganancia de pescadores», pero a falta de estos últimos, cualquier disputa se resolverá entre ellos, fortaleciendo su dominación.
La izquierda sabe bien que existen condiciones materiales, reales, objetivas que hacen necesario un cambio revolucionario. Claro: ¡lo que faltan son las condiciones subjetivas! Para todos los que leen estas páginas, está más que claro que la explotación neoliberal es brutal; no se trata de cifras macroeconómicas ni de grandes estudios, se trata de mirar un poco a nuestro alrededor y revisar nuestra propia realidad cotidiana; subirse a las micros llenas para ir y volver a un trabajo precario, demorarse en llegar más de lo que se demora el patrón para dejarnos cesantes. Especial atención, entonces, le pondremos al estado de ánimo del campo popular.
Mal que mal, muchos economistas progresistas han señalado desde principios de los ’90 que el modelo se agota, y sin embargo la acumulación de riqueza, es decir, la explotación, sólo agota las manos y los corazones de quienes la sufrimos. Algo hemos aprendido en estos años, y por eso tenemos certeza que el modelo no se agota, sólo se reacomoda y sale fortalecido de las crisis. A nuestro entender, el gran problema es la falencia del campo popular para levantar una alternativa de poder al modelo imperante.
La izquierda electoral ha resuelto el dilema de como avanzar por la vía institucional. Ojo: institucional no sólo por lo que significa el acto electoral mismo, sino porque ha invertido el mayor caudal de recursos humanos y materiales en presionar por cambios en el sistema político y conseguir mejoras o defender derechos en el ámbito sindical.
No creemos que esto está mal por «principios». Es precisamente el análisis que hacemos del campo popular y sus organizaciones, y la relación que tiene éste con el enemigo, el que nos lleva a concluir que es irrealista plantear que se puede «representar» algo que todavía no se construye: el pueblo organizado. Si bien es cierto que hubo un avance en votos en las últimas elecciones, no es menos cierto que éstas se reducirán drásticamente esta vez.
RECUPERAR LA INICIATIVA: EL DILEMA DE NO ENGORDAR PA MORIR FLACO.
Una de nuestras preocupaciones ha sido tratar de aportar en que el desarrollo del pueblo rompa la inercia de la «desconstrucción», es decir, que se pierda lo que hemos avanzado y aprendido en períodos pasados, central para esto ha sido nuestra política de resistencia Ideológica, que marcó fuertemente los primeros 6 años de nuestra actividad orgánica.
Se trataba de una política que muchas veces estaba a contrapelo con el estado del pueblo: nosotros queríamos avanzar más rápido de lo que se podía. Sin embargo, dicha vocación permitió niveles superiores de reagrupamiento, nos articulamos desde lo social y también en el trabajo orgánico… Rompimos el aislamiento sin dejar de estar en el territorio. Desde entonces, estamos convencidos que la unidad es algo que se debe construir.
No se trata de una vocación por la marginalidad insistimos que la construcción territorial es una tarea de notable valor estratégico… cuando no hay pueblo, no hay lucha, y si las hay, aún sin el pueblo son fácilmente doblegadas por el enemigo.
Cuando trabajamos la tesis de que el pueblo se construye «en la pelea», nos referimos ante todo al pueblo, y no al pueblo del vecino, sino a nuestra propia vida, nos remitimos a nuestra propia condición, y desde ahí edificamos una visión de lo que creemos correcto para avanzar.
Por esto, y mas allá de que hay mucho por recoger y defender de nuestra historia reciente (no se trata de etapas, seguiremos impulsando nuestra política de resistencia ideológica), creemos que el principal aporte del GAP está en construir organizaciones sociales y, por supuesto, organización revolucionaria que sea capaz de superar el carácter episódico de las luchas del pueblo, es decir, organizaciones estables que se proyectan mas allá de la coyuntura.
La construcción territorial nos ha dotado de herramientas sociales que pueden mutar en el tiempo, pero aseguran permanencia de una política que se ha mantenido estable en el correr de a lo menos la última década.
Podemos impulsar medios populares, organizaciones culturales y educacionales, organizaciones reivindicativas, etc. La organización cambia en su formato, pero no en su contenido, y menos aún en su desarrollo. Vamos inventando lo que antes resolvía la organización sindical, cuando todavía había fábricas, cordones industriales y demás. Si se quiere, nuestros territorios, con toda su complejidad, variedad de necesidades y por sobre todo inquietudes, se han transformado en el mejor escenario para re-crear el poder del pueblo, para volver a inventar las herramientas que nos conducen a la sociedad que soñamos.
A nuestro entender, desgastarse en pactos electorales le quita energía precisamente a este tipo de esfuerzos. Pero no por estar en desacuerdo vamos a celebrar una mala elección del PODEMOS; por el contrario, esperamos que los logros -aunque sean más subjetivos que materiales- signifiquen un crecimiento por lo menos mediático.
Creemos que también existe el desafío de la izquierda revolucionaria por quitarse el velo conservador que impone la vieja relación entre reformistas y revolucionarios. Es fácil ser «ultra-revolucionario» cuando no se hace nada por «revolucionar»; a nuestro entender no podemos darle más municiones al enemigo, hay que recuperar la puntería y ver bien a quién se le dispara. Eso sí, quienes vean al pueblo como simples cifras estarán lejos de nuestras realidades y necesidades, y sin lugar a dudas, no nos interesa trabajar con esos sectores.
Es importante recordar que es fundamental el debate ideológico con compañeros de otras trincheras; y también saber qué se debate, con quién y para qué, y por ningún motivo maquillar la diferencia, pero a no olvidarse que el intento del PODEMOS está compuesto también por gente consecuente que no ha encontrado en la izquierda revolucionaria una alternativa, ahí radica también uno de nuestros desafíos. No en el debate con la dirigencia, sino el debate fraterno en la construcción, en la lucha por las demandas del pueblo. Mal que mal, las elecciones pasarán, el pacto desaparecerá y los compañeros a los que nos referimos quedarán nuevamente a la espera de una nueva coyuntura electoral. A esos compañeros les decimos, desde ya: ¡No Basta Con Votar, Hay Que Organizarse y Luchar!
PARA SABER HAY QUE APRENDER…
El estado del campo popular se refleja en el estado sus vanguardias… Ninguna organización política con vocación de poder puede olvidar que para crecer se necesita fortalecer la organización popular, es decir, crecer implica cualificar la organización del pueblo, fortalecer al militante, al organizador; dotarlo individualmente de mayores y mejores herramientas para crear el poder del pueblo.
Sin embargo, ésta no es una tarea que se hace en el aire. Si la conciencia popular permanece retrasada, la organización social también será débil, y la organización política verá debilitado y frenado su desarrollo. Nuestra apuesta es ser un motor efectivo en la organización del pueblo, y eso establece una relación muy directa con el estado de conciencia, de organización y de lucha del campo popular.
Hoy, los embriones de poder popular que se levantan son muy pocos, y si bien existe cierta reanimación (propia del desgaste del modelo, el fortalecimiento de las organizaciones revolucionarias y el crecimiento subjetivo de la izquierda), es muy poco el desarrollo como para decir que el pueblo será capaz de poner en jaque al modelo. Por esto, hoy insistimos que no se trata de organizarse mirando sólo al enemigo; hoy el desafío está en mirar con más atención a nuestro alrededor, el propio pueblo que nos da existencia, y que es lo que debemos multiplicar. Recuperar la iniciativa en los espacios más desarrollados por nosotros mismos, iniciativa entendida como una política integral que expresa el conflicto de clase en sus dimensiones políticas, ideológicas y materiales. Así, un avance pequeño para el frío análisis estructural -como puede ser una Junta de Vecinos, construir un sindicato, un centro cultural, etc.- se convierte en un avance sustantivo para el pueblo si estos logros no quedan aislados. Se abre una valiosa posibilidad de aprender y multiplicar la experiencia. Porque estamos claros que no se trata de «controlar» a una organización social, sino de potenciarla para que crezca como organización del pueblo, y así trasformarla en escuela permanente.
El desafío de los revolucionarios no es sólo dar la pelea hoy, sino construir las condiciones que nos permitan afrontar de manera sistemática y constante al enemigo.
Se trata de recuperar la iniciativa, pero entendiendo que la correlación de fuerzas no es favorable a nosotros. No es un problema de actitud, sino de condiciones que superan muchas veces nuestra voluntad. Crecer es la tarea, y es para eso que nos agrupamos en una organización política, que mas allá de la tradición y voluntades que nos unen, es una organización que tiene propuestas y planes para superar las actuales condiciones. Cierto es que abundan también las dudas, las cuales al despejarse muestran nuevos y más complejos desafíos. No nos abandonamos a la espera de mejoras que sabemos no llegarán, sino que emprendemos, multiplicamos y mantenemos una forma de hacer política que se nutre desde la base misma del campo popular. Por eso sabemos: porque aprendemos.