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Entrevista a John Brown (II)

«El Estado de derecho es hoy un regalo envenenado»

Fuentes: Rebelión

«Gramsci es para mí un autor fundamental en cuanto es el gran pensador marxista de la lucha de clases ideológica y, aunque no utilice este término, sino el de hegemonía, de la dictadura del proletariado. Gramsci nos permite mejor que ningún otro gran marxista -desde luego mucho mejor que Lenin- comprender la complejidad de los dispositivos de poder de clase. En ello es un poco reconocido precursor de Foucault»

Colaborador de Rebelión y de otras páginas alternativas de la red, John Brown es autor, entre otras publicaciones, de La dominación liberal. Ensayo sobre el liberalismo como dispositivo de poder.

Tres preguntas sobre lo que señalaste en los compases finales de la anterior conversación [1]. ¿Qué es para ti la dictadura del proletariado? ¿La izquierda comunista debe seguir vindicando esa noción incluso después de lo que se ha hecho en su nombre en sociedades y momentos históricos recientes? ¿En Cuba o en China, por ejemplo, existe o ha existido alguna forma de dictadura del proletariado?

Abandonar la dictadura del proletariado en la teoría marxista de la historia es lo mismo que abandonar la ley de la caída de los graves en la física de Newton. Marx así lo entendía y lo dijo muy explícitamente en su carta a Weidemeyer. La idea de dictadura de clase es consustancial a la concepción marxista de la política en las sociedades de clase y concretamente en el capitalismo. La dictadura del proletariado es sólo el reverso necesario de la dictadura de la burguesía. Sin embargo, las formas políticas de la dictadura de la burguesía no tienen por qué ser siempre «dictatoriales», esto es violentas y liberticidas; existe un capitalismo democrático y también existen capitalismos dictatoriales en el plano político como el Pinochet o el de Ben Alí en Túnez. En el caso de la dictadura del proletariado, sus formas políticas no pueden ser nunca «dictatoriales», al menos en lo que se refiere a la relación de los órganos de gobierno a la mayoría social proletaria.

En China y en Cuba, como en la propia Rusia o en la Comuna de París, ha habido claramente momentos de dictadura del proletariado, sobre todo al principio de los procesos revolucionarios, que luego fueron sustituidos por formas autoritarias de gobierno, por esa perpetuación del socialismo de la que hablamos antes. Esas formas autoritarias han tenido cierta utilidad, pues han liberado a China y a Cuba de la dependencia respecto del imperialismo y han permitido a China convertirse en un polo capitalista autónomo, una potencia regional. En cuanto al futuro de Cuba, las cosas no están claras: es posible un paso a un capitalismo nacional de mercado controlado por el Estado como en China, pero también existe la posibilidad de un desarrollo comunista a partir de la gigantesca acumulación de comunes productivos y cognitivos que se da en la Isla. Un regreso puro y simple a la dependencia, al mercado mundial, me parece improbable.

Hablabas también, críticamente, de la defensa del Estado de Derecho que tan de moda está, en tu opinión, entre sectores de la izquierda. ¿No hay que defender pues el Estado de Derecho? ¿La tesis que señala la inconsistencia entre el Estado de Derecho y el modo de producción de capitalista te parece poco sensata?

Muy buenos y queridos amigos míos defienden esa tesis que ya fue defendida por ilustres marxistas como Kautsky y Bernstein. Creo que desde el marxismo es sencillamente indefendible. Por ello tienen que inventarse dentro de Marx o importar en el marxismo desde la antropología un invariante antropológico que sirva de base iusnaturalista al Estado de derecho.

En cuanto a la inconsistencia entre capitalismo y Estado de derecho, es la misma que existe entre feudalismo y religión. Si se es creyente, puede pensarse que la religión tenía un valor transcendente que le hacía superar incluso en la Edad Media el marco feudal, si no se es creyente, se analiza el funcionamiento de la religión dentro del modo de producción feudal y basta. Quien piensa que el Estado de derecho es portador de valores eternos, al igual que el hombre como sujeto de los derechos del Estado de derecho, es un creyente, no un materialista. En cuanto a la conveniencia política de levantar las banderas de la burguesía cuando esta está agrediendo a media humanidad en nombre de los derechos humanos y el Estado de derecho, más vale no hablar. Puestos a resucitar términos, me parece mil veces más útil el de dictadura del proletariado, siempre y cuando no se separe de la dictadura de la burguesía que es su necesario trasfondo. El Estado de derecho es hoy un regalo envenenado: su función es semejante a la del libre cambio que Inglaterra imponía a todos los países en el siglo XIX, reservándose el derecho de defender su propio mercado. Hoy, el Imperio impone a todos el Estado de derecho, reservándose el derecho soberano a actuar dictatorialmente. Ese regalo, por lo demás, de obligada aceptación, más vale que se lo queden. Nosotros nos quedamos con una democracia no estatal ni representativa, o, lo que es lo mismo, el comunismo.

«Althusser sigue siendo la gran referencia teórica de un marxismo», has señalado. Pero él mismo, en su última obra, El porvenir es largo, hablaba de que su lectura de Marx no había sido muy profunda, que había hablado de oídas en algunas ocasiones, para impresionar, que había trabajado menos de lo que se pensaba la obra del autor de El Capital. ¿Exageró tal vez? ¿Se flageló? ¿Ya eran malos momentos?

He visto personalmente los libros, los ejemplares de la obra de Marx utilizados por Althusser, llenos en cada página de notas y de subrayados, también los centenares de páginas de manuscritos preparatorios de Pour Marx o de Lire le Capital. No son indicios de un conocimiento escaso o de oídas. Sabido es que la exigencia despiadada del superego en algunas estructuras psíquicas obliga al sujeto a autohumillarse. Como recordaba Freud en El malestar en la civilización, son siempre los santos los que se sienten más culpables.

Lacan fue un pensador que cautivó a un sector numeroso e importante de la izquierda europea, fuera marxista o no. ¿Qué opinión te merece su obra?

Lacan es a Freud lo que Althusser es a Marx. Gracias a Lacan podemos hoy leer a un Freud distinto del que nos presenta el freudismo norteamericano, secuaz de Anna Freud. Lacan considera que la tarea del psicoanálisis no es la de «normalizar» el ego, ni de completarlo, lo que, por lo demás es tarea imposible, sino la de permitir al analizante -que no es un paciente- vivir con su síntoma. Tanto Freud como Marx son autores que nos enseñan a ver nuestra sociedad y nuestra subjetividad como realidades esencialmente divididas. Intentar «normalizar» un sujeto neurótico es someterlo al orden social que en gran medida es origen de su malestar.

Lacan es además quien, desde los años 50 anticipó el «giro lingüístico» al afirmar que «el inconsciente está estructurado como un lenguaje». Lacan nos permite, por otra parte, pensar con mayor radicalidad en qué consiste el materialismo. No basta para Lacan que el yo sea un efecto del no-yo conforme a la definición fichteana del materialismo, o que la conciencia sea un efecto del ser social (Marx). La tesis del materialismo no puede ser una mera inversión de la tesis idealista según la cual el yo es originario y el no yo es derivado. Un materialismo que se limite a invertir la tesis idealista no ha salido del idealismo. Lo que aporta Lacan al materialismo -y esto es decisivo- es la idea de un sujeto dividido por el lenguaje, y de un no-yo, el Otro del orden de los significantes, necesariamente incompleto. La concepción determinista y finalista de la historia que se asocia con las formulaciones vulgares del marxismo se basa en la idea de una «determinación en última instancia» del acontecer histórico por la esfera económica. La economía es una esfera que adquiere su entidad propia en el capitalismo gracias a una presunta autorregulación: es un todo autónomo y autodeterminado con todas las características del Yo del idealismo. Romper con esta concepción supone reconocer que la economía no se autorregula, no se funda en sí misma. Esto es lo que tienen en común Lacan y Marx.

Apuntas, siguiendo a Lacan, que intentar normalizar a un «sujeto neurótico» es someterlo al orden social que, en gran medida, es la causa de su malestar. ¿Un enfermo mental (pongamos, una persona bipolar o un individuo esquizofrénico) es un sujeto neurótico? Si fuera así, ¿no habría entonces que «normalizarle»? ¿Qué habría que hacer con él entonces?

En los casos que citas se trata de psicosis, no de neurosis.

Perdona, tienes razón.

De todas formas, aparte de normalizar a la gente, para lo que ya existen policías, médicos, sociólogos y psicólogos, pueden hacerse otras cosas: para empezar, respetar su singularidad y considerar que el trabajo sobre su síntoma corresponde al «enfermo», incluso cuando se trata de un psicótico. Es esto lo que el psicoanálisis intenta hacer tanto en su dispositivo clásico, el «diván», como en las instituciones en que su práctica puede producir efectos. No se trata de no hacer nada con los psicóticos, sino de hacer algo que les permita alcanzar por sí mismos el mínimo de enganche con el lenguaje necesario para la vida social. Por otra parte, la institución, incluso el encierro, pueden ser útiles como medios de protección del enfermo frente a un entorno social que consideran hostil y que les es hostil. Para ello, institución y encierro no deben ser un fin en sí, un elemento sustancial de la cura, sino un marco para una actividad del sujeto sobre sí mismo con asistencia de individuos capaces de escuchar, incluso de escuchar su silencio.

Hablabas también de la anticipación lacaniana del «giro lingüístico»: el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Pero eso, mirado con calma, es decir mucho y es decir muy poco. Todo, o casi todo, puede tener una estructura afín a la estructura de un lenguaje. Por lo demás, ¿todo lenguaje, natural o formal, tiene la misma estructura o una estructura afín? ¿Qué singulariza esa estructura?

A (casi) todo se le puede dar la estructura de un lenguaje por que casi todo es simbolizado por un lenguaje. El animal que habla no tiene ningún conocimiento de la realidad, ningún contacto con la realidad que no haga intervenir el lenguaje. Esto lo decía ya Aristóteles, mucho antes que Lacan. Lo que aporta Lacan es un desarrollo coherente de ciertas tesis freudianas sobre la relación entre el inconsciente y el lenguaje. El lenguaje no sólo, ni sobre todo, es un medio de comunicación. En el lenguaje existen fallos, errores, lapsus que apuntan más allá de él mismo, hacia el sujeto del inconsciente. Decía Lacan en Televisión que Freud se había adelantado a Saussure y que, en realidad era el verdadero fundador de la lingüística, al descubrir la estructura lingüística del síntoma en la psicopatología de la vida cotidiana y en el chiste, así como en el trabajo del sueño. Con ello lo que descubría Freud, a través de estos «fallos» en la comunicación interindividual era la centralidad del significante, del aspecto material de la palabra, en el lenguaje. El lenguaje se hace visible como estructura, como cadena significante, en el momento en que falla. Sin los síntomas que apuntan al sujeto del inconsciente, el lenguaje sería invisible como sistema, se confundiría imaginariamente con las cosas como ocurre en todas las teorías representativas de la significación lingüística. El lenguaje abre la posibilidad de mentir, mostrando así la presencia-ausencia del sujeto. Significante y sujeto (del inconsciente) son así inseparables. En términos de Lacan: «un significante representa un sujeto para otro significante», mientras que un «signo» es aquello mediante lo cual un sujeto representa una cosa para otro sujeto.

Castillo del Pino, irónicamente, hablaba de Charlacán y Alan Sokal y Jean Bricmont, con cuidado y matizadamente, criticaron en Imposturas intelectuales algunos abusos lógico-metafóricos, en su opinión, de Lacan y también de otros autores y autoras franceses. ¿Qué opinión te merecen estas aproximaciones críticas?

Chomsky lo definió como «un brillante charlatán consciente de serlo». Yo creo que Lacan no lo desmentiría, pues siempre afirmó que su prosa hablada representaba la posición del analizante que aplica la regla fundamental del psicoanálisis, la libre asociación. Hablar como el inconsciente es hablar como un charlatán. Sin embargo, las aproximaciones críticas de Sokal y Bricmont son burdas simplificaciones. Conste que la broma literaria de Sokal me parece divertida y su éxito es índice del grado gigantesco de pedantería y papanatismo de que hacen gala muchos intelectuales de la izquierda. Por lo demás, estoy convencido de que la Etica de Spinoza habría sido incluida por estos señores entre las «imposturas intelectuales». Y es que existe una relación bastante estrecha entre la Etica more geometrico demonstrata de Spinoza y el discurso deliberadamente barroco de Lacan: en ambos casos se trata de impedir un reconocimiento inmediato del lector en lo que dicen; el lector tiene que trabajar sobre lo leído y lo leído tiene que trabajar en él, para producir un concepto. Es lo contrario de la concepción empirista del conocimiento -y de la lectura- que es habitual, y para la que existen hechos y datos transparentes que hablan por sí mismos y que basta leer en la realidad como en un «libro abierto». Esta concepción empirista es considerada por Lacan como una posición imaginaria: Spinoza lo dijo en los mismos términos.

Dejo aparte lo que conjeturas sobre la Ethica de Spinoza. Sokal y Bricmont, de hecho, no la incluyeron en ninguna serie de imposturas y es altamente probable que tuvieran noticias de ella. Broma literaria, dices, sus Imposturas intelectuales. No lo pensaron ellos así, no lo parece cuanto menos. ¿Por qué su éxito es índice del grado gigantesco de pedantería y papanatismo del que hacen gala muchos intelectuales de izquierda? ¿No inviertes la crítica? Es eso precisamente lo que ellos critican a Lacan y a otros autores: que, en ocasiones, en ocasiones que ilustran con referencias y selección de textos, hablan, por ejemplo, del axioma de elección o del teorema de incompletud gödeliano sin tener ninguna idea consistente y fructífera de lo que están hablando. ¿No habías dicho tú mismo antes que ser materialista era no contarse cuentos?

Es también una forma de papanatismo negar a cualquier otro discurso la utilización de temas y de resultados de la ciencia. Insisto, no sólo Spinoza, sino Platón y tantísimos otros caerían bajo la crítica de Sokal y Bricmont. El planteamiento inicial de Sokal y Bricmont es una broma, una broma tomada en serio como todas las buenas bromas, pero una broma, ni más ni menos. Hacer un collage de textos de filósofos postmodernos y presentarlo como artículo a una publicación de la universidad de Duke sometida a «peer review» me parece una humorada excelente, sobre todo porque la cosa coló.

Sí, sí, de acuerdo, ese es el origen del libro.

Todo chiste nos hace reír señalando un punto de realidad que no queremos aceptar conscientemente, que reprimimos. En este caso, se trata de la pedantería de cierto discurso progre que hace que algunos respondan aprobativamente de manera pavloviana a lo que huela a políticamente correcto, sin preguntarse por la coherencia del texto. Tal vez, sin embargo, el texto tuviera más coherencia de lo que los propios autores del pastiche pensaron y no haya que ser tan severos con el comité editorial de la revista. Es muy fácil hacer un pastiche de grandes filósofos con aspecto verosímil. En la Edad media eran frecuentes los textos como el Liber de causis que mezclaban alegremente temáticas aristotélicas y platónicas. Lo fascinante es que los textos tenían su coherencia y sirvieron incluso de inspiración a toda la filosofía árabo-musulmana clásica. Pensar que el hablante o el escribiente es dueño del significante es una ilusión de la que el psicoanálisis lleva más de un siglo intentando liberarnos.

Cambio de tercio. ¿Tienes alguna predilección por algún autor del marxismo italiano? ¿Gramsci sigue siendo un pensador a tener muy en cuenta? ¿Te interesa algún otro pensador o pensadora? ¿Lucio Magri, Rossana Rossanda?

Gramsci es para mí un autor fundamental en cuanto es el gran pensador marxista de la lucha de clases ideológica y, aunque no utilice este término, sino el de hegemonía, de la dictadura del proletariado. Gramsci nos permite mejor que ningún otro gran marxista -desde luego mucho mejor que Lenin- comprender la complejidad de los dispositivos de poder de clase. En ello es un poco reconocido precursor de Michel Foucault. En cuanto a Rossana Rossanda, como lector del Manifesto y de sus magníficos artículos, la admiro como periodista y como intelectual, pero no es un personaje comparable a Gramsci.

Déjame que te pregunte por autores que tienen actualmente gran o una notable influencia en amplios sectores de la izquierda europea y mundial. Empiezo por Negri. ¿Qué opinión te merece su obra y su resurgimiento?

Negri no sólo es Negri. Poco se entiende de su obra si se la separa del marxismo autónomo italiano donde antes del propio Negri destacan las obras de Panzieri y sobre todo de Tronti. Es fundamental para el marxismo de finales del siglo XX el doble vuelco que da el autonomismo al marxismo de la Tercera Internacional: 1. en primer lugar la afirmación del carácter determinante de la estructura interna del proletariado, su composición de clase: obrero profesional, obrero masa, obrero social; 2. la afirmación de la subjetividad obrera como elemento determinante de la lucha de clases, frente al pasivismo, victimismo y consiguiente mesianismo y milenarismo propios de la izquierda. Para Negri, la lucha de clases no es mera lucha contra la explotación, sino expresión de una potencia que al afirmarse se abre paso frente a la explotación. Nada que no esté ya dicho en Spinoza. El propio concepto de «multitud» utilizado en sentido positivo a la manera de Spinoza, frente al concepto negativo de multitud de la tradición política occidental, desempeña un papel fundamental en la teoría y en la política de Negri. La multitud describe la pluralidad interna de un proletariado desterritorializado, precario, fuertemente marcado en su nueva identidad a través de las nuevas formas de trabajo por la centralidad del lenguaje y de la comunicación. La multitud es asimismo la clase sin clase que despliega, que produce y reproduce los comunes productivos: a diferencia del pueblo de la filosofía política que era unificado por el Estado o de la clase obrera del marxismo de la IIa y IIIa internacionales que se veía unificada por el Partido, la multitud no necesita ninguna instancia representativa para acceder a su unidad, pues su unidad está siempre ya dada en los comunes productivos. Los conceptos de Negri son, para un spinozista político, pero también y por lo mismo, para un marxista, fundamentales si se quiere comprender algo del caos social y político del capitalismo tardío.

En cuanto a Zizek. ¿Es tan interesante su obra, su cada vez más voluminosa obra, como suele afirmarse entre algunos sectores de la izquierda marxista?

La obra de Zizek es interesante en la medida en que aplica de manera sumamente creativa la teoría psicoanalítica al análisis de la realidad social y política. Aprecio mucho la radicalidad con que reivindica conceptos como el de dictadura del proletariado o sus análisis sobre el terrorismo y la violencia. Sin embargo, Zizek tiene también una dimensión espectacular y comercial que me resulta cargante. Desde el punto de vista filosófico, su intento de conciliar la dialéctica hegeliana con la enseñanza de Lacan -a pesar de lo que afirma el propio Lacan sobre Hegel- me parece condenado al fracaso.

Te pregunto en la próxima sesión por Deleuze, Derrida y Foucault.

De acuerdo, aunque hay que distinguir entre los nombres que citas.

Nota.

[1] Entrevista a John Brown (I). «El comunismo es la libre producción de los comunes, sin Estado, sin clases, sin mercado y sin derecho». http://www.rebelion.org/noticia.php?id=121710

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.