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Caída gradual en la educación técnica

El Estado no asegura la educación superior para todos los jóvenes

Fuentes: Argenpress

La mayoría de los jóvenes chilenos prefieren ingresar a la universidad antes que estudiar carreras técnicas, provocando que en la última década se hayan cerrado 63 centros de formación tecnológica. Pese a que el número de matriculados en instituciones técnicas va en aumento, este crecimiento ha estado muy por debajo del alza registrada por las […]

La mayoría de los jóvenes chilenos prefieren ingresar a la universidad antes que estudiar carreras técnicas, provocando que en la última década se hayan cerrado 63 centros de formación tecnológica.

Pese a que el número de matriculados en instituciones técnicas va en aumento, este crecimiento ha estado muy por debajo del alza registrada por las universidades o institutos profesionales.

Para fines de este año, según cifras oficiales, 22 centros de formación tecnológica dejarán de funcionar, los que llegarán a 85 en los últimos 10 años, argumentando para su cierre el descenso en las matrículas.

Un informe del Consejo Superior de Educación señala que en la actualidad existen 87 de estos centros con una matrícula de 78.826 estudiantes, lo que representa un alza de 45 por ciento respecto a 2004, pero no se logró completar las vacantes ofrecidas por este sector de la educación superior, que eran 49.160.

En Chile se ofrecen 31 carreras técnicas donde los estudiantes se gradúan de Técnico Superior, con estudios de hasta seis semestres en las especialidades de Agropecuaria, Arte y Arquitectura, Ciencias Básicas, Ciencias Sociales, Ciencias Jurídicas, Humanidades, Educación, Tecnología, Salud, Administración y Comercio.

A juicio de analistas locales, la causa de esta caída paulatina de la educación técnica se debe a la poca valoración social que tiene este tipo de enseñanza frente a la profesional, que aportan las universidades.

La oferta de carreras universitarias se ha expandido hacia los segmentos socioeconómicos que solían abastecer a los centros de formación tecnológica, gracias a que no exige requisitos de puntuación para el ingreso y los créditos para el financiamiento de la educación se han masificado.

Paralelamente, las universidades, cuyo número supera las 60 en el país, han aumentado el número de carreras técnicas en oferta en 214 por ciento en los últimos cinco años.

En la época de la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990), la educación se privatizó bajo la Ley Orgánica Constitucional de Educación (LOCE), reduciendo el papel del Estado en este sector y eliminando la enseñanza gratuita que durante décadas había regido en Chile.

El gobierno de la presidenta Michelle Bachelet impulsa una reforma educacional que incluye la derogación de esta ley por un nuevo marco regulatorio, y ha llegado a un acuerdo con la oposición de derecha con la intención de mejorar la calidad de la educación, aunque sin eliminar el lucro en el sector. El Instituto Nacional de Capacitación Profesional es una de las principales instituciones de educación superior chilena para capacitación técnica y profesional, con sede en varias partes del país.

Fundado en 1966, como una iniciativa gubernamental para la formación de técnicos mediante la cooperación de los gobiernos de Francia, Dinamarca, Inglaterra, Italia, Bélgica y Suiza, actualmente es privado y tiene tres niveles de enseñanza: Universidad, Instituto Profesional y Centro de Formación Técnica.

El Estado no asegura educación superior para todos los jóvenes

‘El Estado ha sido capaz de aumentar la educación, asegurando la educación media a todos los chilenos, pero todavía no es capaz de asegurarle una educación posterior’, dijo la pedagoga Marta Lagos, quien dirigió el ‘Barómetro de la Educación Superior chilena’, dado a conocer esta semana.

El ‘Barómetro’ consiste en una encuesta anual que monitorea la evolución de las opiniones, actitudes, comportamientos, imagen y valores hacia la educación superior, auscultando desde la opinión pública a universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica.

El estudio puso en evidencia un verdadero monopolio en el mercado de las universidades lideradas por la Universidad Católica y la Universidad de Chile, esta última estatal, en detrimento del resto de los centros de educación superior, incluidos los de formación técnica.

Otros analistas consideran que el problema principal de la educación superior chilena, es que, si bien hay muchas nuevas universidades, el ‘producto’ resultante, el profesional, es de ‘mala calidad’, porque se ha privilegiado el negocio educativo, frente a la urgencia del país de fomentar el desarrollo de su capital humano.

Existe el criterio de que si no implementan mejores políticas correctivas para paliar la necesidad de profesionales y técnicos en Chile, el futuro se ve cada vez más oscuro.

Sin desconocer los esfuerzos gubernamentales en la educación, hay consenso en que el financiamiento público no alcanza para asegurar una buena formación técnica o profesional y, si no destinan parte de sus ingresos actuales, muchas familias pobres tendrán que resignarse en sus aspiraciones de un mejor futuro para sus hijos.

En la educación chilena se manifiesta claramente la desigualdad social. Las clases altas y medias escolarizan a sus hijos en colegios privados, que cuentan con mejores condiciones de equipamiento y una variada oferta curricular, posibilitando que accedan con más facilidad y oportunidades a la educación superior.

En cambio, los estudiantes de sectores populares tienden a asistir a instituciones educativas con mayores carencias en términos de infraestructura y recursos en general, reduciendo sus posibilidades de llegar a las universidades o centros de formación técnica.

Difícil panorama para el empleo juvenil

En Chile, como en el resto de los países de América Latina, a los jóvenes les cuesta trabajo encontrar empleo, incluso si son técnicos y profesionales.

Un reciente estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que incluyó a unos 3 millones de jóvenes entre 14 y 24 años, ubicó a Chile en el último lugar entre los países latinoamericanos.

Hay muchos periodistas, sociólogos y otros de numerosas carreras, que no encuentran trabajo y cada año salen miles graduados de los centros de educación superior sin esperanza de empleo, debido a que no existen posibilidades en el país.

Este resultado se explica en parte por la positiva cobertura educativa lograda en la última década, pero también confirma las dificultades que enfrentan los jóvenes para insertarse en el mercado laboral.

Entre las recomendaciones de la OIT para reducir el desempleo juvenil están el establecimiento de contactos entre los sectores educativo y laboral, una mejor coordinación en el ámbito privado y el público, y rearticular las actuales políticas para fomentar el trabajo para los jóvenes, así como favorecer su inserción en negocios.