«Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras toman a las gentes siempre desprevenidas»
Albert Camus, La peste (1947)
Nunca como ahora se habían correlacionado tanto los conceptos “normal “y “patológico”, entendiendo este último como un estado de enfermedad física y/o psíquica que experimenta un individuo o comunidad. En términos llanos, por enfermedad se puede entender, de acuerdo la Organización Mundial de la Salud (OMS), la “Alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias partes del cuerpo, por causas en general conocidas, manifestada por síntomas y signos característicos, y cuya evolución es más o menos previsible”. La anterior es una definición convencional de la medicina occidental alópata que generalmente atiende los síntomas, pero no las causas de una determinada enfermedad (para abundar en el tema véase: Georges Canguilhem, Lo normal y lo patológico, Siglo XXI, Buenos Aires, 1971).
Sin embargo, una de las características de la Covid-19 consiste en que se desconocen con certeza las causas que la producen —a lo sumo se han esgrimido algunas probables hipótesis— y cuya evolución es prácticamente impredecible, a no ser por los resultados de la aplicación de modelos matemáticos exponenciales que pueden “predecir” trayectorias a futuro, como se puede apreciar en la actual pandemia mundial de coronavirus que, habiendo emergido de una localidad de China en diciembre de 2019 y declarada pandemia en marzo de 2020, se expandió por el mundo hasta alcanzar y constituir su actual epicentro en Estados Unidos que arroja todos los días miles de casos y de muertes como nadie se hubiera imaginado unos meses antes de su estallido. En el período anterior a este, existía y se desarrollaba una “normalidad capitalista” plenamente identificada que, a la par que determinaba la vida cotidiana, a la vez se encaminaba —y se encamina si no se corrige el rumbo— a la devastación ecológica del planeta y, por consiguiente, de la humanidad.
Los conflictos sociales, las luchas de clases, el desempleo, la miseria, la precarización del trabajo, la criminalidad, las guerras y los genocidios, las recolonizaciones de territorios y países por parte del imperialismo, particularmente norteamericano; las crisis estructurales, comerciales, productivas y financieras y el enriquecimiento inusitado de una fracción de la burguesía mundial conformada por no más del 1% de la población global, forman parte de esa “normalidad” cuya abolición o superación no figura en las agendas de los gobiernos y de los empresarios que pregonan la urgente apertura de la economía y el establecimiento de una presunta “nueva normalidad” que se ajuste a las vicisitudes y circunstancias de los “nuevos tiempos” post-pandémicos.
En este contexto, en las dos últimas semanas la prensa internacional de orientación mayoritariamente conservadora y de derecha ha venido difundiendo —y sembrando— la idea de que la pandemia está “cediendo” y, por tanto, es plausible dictar a los gobiernos y empresarios la posibilidad de “abrir” sus economías (capitalistas) mediante el desconfinamiento paulatino bajo el eufemismo de avanzar hacia el establecimiento de un presunto “estado de nueva normalidad” que no es otra cosa más que reciclar los procesos de explotación, acumulación y reproducción del capitalismo depredador en función de la rentabilidad y la obtención de ganancias. Significa, también, abrir los cines, los museos, los centros recreativos, las discotecas, los bares, los antros, las fábricas, los servicios, los gimnasios, los clubes de fútbol, las estéticas, las plazas comerciales o shoppings, los aeropuertos, las depredadoras urbanizaciones en construcción y las escuelas; reanudar la devastación ambiental y todo tipo de negocios lucrativos, lícitos e ilícitos, “castigados“ por la pandemia; las gigantescas aglomeraciones humanas y la segregación social y espacial; en pocas palabras, la cotidianeidad capitalista, en un contexto grave e incierto donde el mundo se aproxima a los 5 millones de casos declarados de la epidemia.
Los empresarios y capitalistas, dueños de los negocios y de los medios de producción y de consumo, así lo están demandando en todo el mundo sin importar la vida de las personas e invocando falsas ideas y teorías fatalistas como la de la “inmunidad de rebaño” del epidemiólogo sueco, Johan Giesecke, que reza que: “El coronavirus se propaga como un incendio y no importa lo que uno haga, todos se van a contagiar” e ilustra con la figura mediática de que: “El virus está tratando de infectar a la población, eso es lo que el virus quiere hacer. Si la suficiente cantidad de gente está inmunizada alrededor de alguien con el virus, entonces el virus no puede infectar. Esa es una forma de explicar la inmunidad de rebaño” que, agregamos, ha sido un fracaso en ese país como lo muestran las cifras cuando las comparamos con otros países exitosos a nivel mundial en el control de la pandemia como Cuba y Venezuela —esta con 290 casos activos y 10 muertos en todo lo que va de la pandemia, a pesar del criminal acoso, de las amenazas y el bloqueo económico, marítimo, financiero y comercial impuesto a esta nación soberana por el gobierno norteamericano— y que están muy alejados de aquella teoría. Así, por ejemplo, mientras que en Cuba, con poco más de 11 millones de habitantes, y Suecia con 10; en el primer país, han fallecido al día de hoy (20 de mayo) 79 personas con 270 infectados o activos, en el segundo los números son: 3,831 y 22,721 respectivamente. Pero el sistema y los medios hegemónicos de comunicación y sus ideólogos prefieren seleccionar como “ejemplo” o “modelo” a Suecia, y publicitarlo, aunque sea el menos adecuado ocultando, al mismo tiempo, las advertencias de la OMS de que cundan rebrotes”, como en Estados Unidos en los estados que abrieron de manera precipitada e irresponsable como en Europa.
Bajo el eslogan: “es un momento de preparación, no de celebración”, la OMS advirtió que hay muchas probabilidades de que se pueda registrar un peligroso segundo brote de la epidemia Covid-19 en las próximas semanas, aún más mortífero que el de la primera etapa y que pudiera coincidir con el sarampión y la gripe estacional. Asimismo el organismo internacional de la salud señaló que, aunque se ha registrado una relativa disminución de casos de la Covid-19 en países como Francia, Italia (este último anunció que va a abrir sus fronteras) y Gran Bretaña, ello no significa, de ningún modo, que la pandemia esté llegando a su fin, y puso como muestra el hecho de que el epicentro del brote europeo se ha trasladado hacia el este europeo con crecimientos exponenciales en Rusia, Ucrania, Kazajistán y Bielorrusia. Por ello, en su 73 Asamblea celebrada el 18 de mayo de 2020 de manera virtual, el director de la OMS insistió y alertó sobre el peligro de la apertura precipitada de las actividades económicas y lucrativas que pudieran causar rebrotes con consecuencias desconocidas para las poblaciones.
En el caso de México, por ejemplo —a pesar de que el país registra más de 49 mil contagios y 5 mil 177 fallecidos— después de 75 días en que se registró el primer caso de coronavirus (28 de febrero de 2020), el gobierno reclasificó y catalogó como “actividades esenciales” para reactivarlas a las industrias de la construcción, la minería y la fabricación de equipo de transporte (fabricación de equipo e industria automotriz y de autopartes mayoritariamente propiedad de empresas trasnacionales, justamente las que requieren y demandan las cadenas y procesos productivos de valor y de plusvalía de Estados Unidos para “reactivar” su economía a costa de los trabajadores mexicanos y de su segura exposición a la infección del coronavirus (Forbes, “México inicia reapertura presionado por EU y con promedio elevado de contagios”, 18 de mayo de 2020, en: https://www.forbes.com.mx/economia-mexico-inicia-reapertura-presionado-por-eu-y-con-promedio-elevado-de-contagios-coronavirus/).
Es importante destacar que esta apresurada “apertura” se da en el marco de la próxima entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, conocido como T-MEC, que el gobierno de la llamada Cuarta Transformación (4T) asumió incondicionalmente. Para lo anterior, el 13 de mayo del presente dio a conocer el Plan de Reactivación Económica que contempla la imposición de la “nueva normalidad” en el marco de una política sanitaria supuestamente enmarcada en el inicio del “aplanamiento de la curva”, aunque las infecciones y fallecimientos vayan in crescendo (el detalle en: https://www.adn40.mx/noticia/poder/notas/2020-05-13-06-58/amlo-presenta-el-plan-de-reactivacion-economica https://www.adn40.mx/noticia/poder/notas/2020-05-13-06-58/amlo-presenta-el-plan-de-reactivacion-economica).
Lo mismo ha ocurrido en Europa donde, para muchos, apresuradamente España, Italia y Alemania, entre otros, han procedido a “flexibilizar” las medidas de cuarentena y de sana distancia. Por su parte, mientras que en América Latina, de acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en la última semana los contagios por Covid-19 aumentaron 14%, alcanzando 2 millones y más de 120 mil defunciones, en lo que fue el “modelo” del FMI, Chile, donde el gobierno represivo y neoliberal de Sebastián Piñera —que desde un principio desdeñó la pandemia y convocó a que todo mundo se infectara para acabar con ella en la misma tónica esquizoide de Bolsonaro y Trump— se vio urgentemente obligado, a su pesar, a decretar completamente la cuarentena a raíz del incremento en más de 60% de las infecciones de un día para otro entre la población. De este modo en este país el número total de contagiados pasó de 37,040, el 14 de mayo del presente, a 47,781; y el de muertes de 369, en el primer año, a 450 unos días después. Este caso, junto con el desastre de Brasil y de Estados Unidos que se han convertido en el cenit de la pandemia mundial con miles y miles de muertos e infecciones activas, es un magnífico ejemplo de la rotunda quiebra del capitalismo (en su fase neoliberal) impuesto desde la época de la dictadura de Pinochet y continuado a través de los sucesivos gobiernos civil-autoritarios hasta la actualidad y donde más de un millón de trabajadores han perdido sus empleos en las últimas semanas, al mismo tiempo que muchedumbres hambrientas marchan diariamente por las calles de Santiago exigiendo al gobierno comida y atención sanitaria que nunca llega.
El mundo post-pandémico, que se está publicitando como la “nueva normalidad”, y que ya han emprendido muchos países aún sin haber superado la epidemia, ciertamente no será el mismo que el de la post-crisis de 2008-2009 y el preexistente a la pandemia. Pero tampoco el que pregonan muchos análisis equivocados que entrevén dejar atrás el neoliberalismo, pero sin abandonar el capitalismo, adoptando al mismo tiempo una suerte de “capitalismo más humano” o con rostro humano; una especie de utópica socialdemocracia keynesiana con un Welfare state providencial políticamente “neutral” en el conflicto de clases sociales.
Hay que aclarar que el capitalismo crea el neoliberalismo, pero no a la inversa, por lo que aún en el incierto supuesto de que el gran capital decida asumir “otros modelos de desarrollo“ o más bien de des-desarrollo al estilo del proteccionismo de Donald Trump o del “modelo” británico del Brexit, al prevalecer el modo de producción capitalista sustentado en la explotación del trabajo asalariado, en la propiedad de los medios de producción, en la acumulación y valorización del capital y en el objetivo persistente de operar fundamentalmente en función de la obtención de cada vez mayores ganancias y rendimientos, prevalecerán la desigualdad social, la precarización del trabajo, la pobreza y los sistemas de dominación política represivos garantes de la “gobernabilidad “ del orden capitalista burgués en escala planetaria.
En virtud de lo anterior,
“…millones de empresas quebrarán, cientos de millones de personas quedarán sin empleo, los salarios caerán, aumentará la concentración monopólica, la miseria y la desigualdad. Esto ya está sucediendo: según la OIT, la mitad de la fuerza laboral del mundo verá destruido su modo de vida, es decir, 1.600 millones de personas. De 3.300 millones de trabajadores, 2.000 millones son informales. Solo en EEUU más de 20 millones de trabajadores perdieron sus empleos en abril, llevando la tasa de desempleo al 14.7%, 33.5 millones de desempleados en dos meses. A comienzos de año el desempleo era de 3.5%” (Patricia Lee, “Desglobalización en marcha: ¿China podrá salvar al mundo otra vez?”, Sputnik, 18 de mayo de 2020, en: https://mundo.sputniknews.com/authors/patricia_lee_wynne/).
La “nueva normalidad” reestablece el funcionamiento
del capitalismo en crisis, lo ajusta a las nuevas circunstancias del mundo
post-pandemia y profundiza sus rasgos destructivos y de barbarie. Por ello, será peor e indefectiblemente prevalecerá por un tiempo más
(¿meses, años, décadas?), a menos que el
capitalismo deje de existir. Pero este no es, por ahora, el caso en esta
trágica coyuntura devastadora e inmisericorde debido a que, hasta la fecha en
nuestro tiempo histórico, no se observan los sujetos revolucionarios del cambio
organizados para acometer esa tarea. Sin embargo, el futuro está abierto para
la humanidad, principalmente para la trabajadora que conforma la mayoría de la
población del planeta.
Adrián Sotelo Valencia, Sociólogo, investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) de la FCPyS de la UNAM.