Tres oficiales colombianos han acusado al general en retiro Mario Montoya, ex comandante del Ejército y hoy embajador de Colombia en República Dominicana, de haber participado en la planificación de la Operación Fénix, conducida en la región de Urabá y culminada con la que se conoce como Masacre de San José de Apartadó. Exactamente hace […]
Tres oficiales colombianos han acusado al general en retiro Mario Montoya, ex comandante del Ejército y hoy embajador de Colombia en República Dominicana, de haber participado en la planificación de la Operación Fénix, conducida en la región de Urabá y culminada con la que se conoce como Masacre de San José de Apartadó.
Exactamente hace cinco años, el 21 de febrero de 2005, en San José de Apartadó, ocho personas pertenecientes a la local Comunidad de Paz fueron brutalmente asesinadas. Cinco adultos y tres niños, Natalia y Santiago Muñoz, respectivamente de 6 años y 18 meses y Deiner Guerra de 10 años, fueron degollados con machetes después de haber asistido al homicidio de sus padres. Deiner era hijo de Luis Eduardo Guerra Guerra, el más importante líder de la comunidad, asesinado bárbaramente aquel mismo día.
Según la confesión de los tres oficiales del Ejército, presentada durante el juicio que justo en estos días ve implicados a 10 militares por responsabilidades directas en la masacre, habría sido el propio Montoya, a la época comandante de la Primera División, el encargado de enviar la autorización a la Brigada XVII de valerse de guías paramilitares, unos 60 hombres, para la exploración de la zona.
Todos, desde los primeros días siguientes al hecho, desde el mismo Presidente de la República hasta el último funcionario, hicieron su parte para garantizar la impunidad de los militares implicados en la matanza y para desviar las investigacciones. Aunque ya el día siguiente el sacerdote jesuita Javier Giraldo y los miembros de la Comunidad de Paz habían denunciado las responsabilidades del Ejército y de un grupo de paramilitares, el mismo presidente Álvaro Uribe inculpó públicamente a la guerrilla de las FARC. También fue negada la presencia de tropas del Ejército en la misma zona el día 21 de febrero, presentando mapas y documentos militares sucesivamente demostrados como falsos. El proceso a los diez militares implicados ha corrido riesgo de cancelación por vencimiento de términos, en cuanto que las audiencias se han tenido con algunos meses de retraso por la desaparición de unos documentos relativos a las pruebas contra los militares en la Fiscalía Nacional de Medellín dónde estaban custodiados.
Fue justo el paramilitar Diego Fernando Murillo Bejarano, alias «Don Berna» quien dio inicio al juicio confesando, en mayo del 2008, que su grupo «Bloque Héroes de Tolová» junto a militares de la XVII Brigada del ejército colombiano habían realizado la masacre en San José de Apartadó.
Confesión avalada por otra que fue presentada tres días después por el capitán en retiro Guillermo Armando Gordillo Sánchez, detenido en noviembre del 2007, quien ha admitido su participación a la operación Fénix.
Mario Montoya, después de los hechos de San José de Apartadó fue nombrado comandante del Ejército de Colombia y el paramilitar «Don Berna» y «Salvador Mancuso» fueron extraditados por Uribe a los Estados Unidos por temor a ulteriores revelaciones.
Ahora, después de que Montoya ha entregado recientemente su renuncia por el escándalo de los «falsos positivos», (más de 2000 jóvenes asesinados por militares y presentados como guerrilleros caidos en combate), y después de su «promoción» como embajador en República Dominicana, la ulterior confesión de otro paramilitar, Daniel Rendón Herrera, alias «Don Mario», ante la Unidad de Justicia y Paz (el programa de desmovilización de los paramilitares), agrava ulteriormente su posición. «Don Mario» acusa el ex general de haber recibido 1.500 millones de pesos de Miguel Arroyave, dinero que le fue entregado para conseguir, en la guerra contra otro grupo paramilitar, el apoyo del Ejército al Bloque Centauros al que él pertenecía.
« El general Mario Montoya, gran general, ejemplo de eficacia, un hombre espontáneo, que no tiene nada escondido, que todo lo que piensa y cree, lo dice, con la espontaneidad que lo caracteriza, hombre de iniciativa, presentó renuncia, sin que nadie le hubiera pedido esa renuncia… General, no renuncie, estas dificultades, lo bueno es que todo esto se está haciendo público, ha sido la norma del Gobierno desde el principio: que nada de esto permanezca oculto. No renuncie, mi general, esto lo superamos».
Ésta fue la defensa pública del general Montoya de parte del presidente de la República Álvaro Uribe, que es también Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas de Colombia.
Los familiares de las víctimas de San José de Apartadó han pedido la inmediata orden de captura para Mario Montoya, «ejemplo de eficacia y hombre que no tiene nada escondido». Probablemente muy pronto él será obligado a renunciar a su cargo cómo diplomático y a volver a Colombia para responder a estas graves acusaciones.
Son las extrañas paradojas colombianas. La justicia a veces funciona y eminentes delincuentes políticos y militares tarde o temprano caen en sus redes. Por medio de la prensa nacional se develan sus crímenes y sus vínculos con el paramilitarismo. La prensa es casi enteramente de propiedad de la oligarquía colombiana representada en este caso por la familia Santos, la misma a la que pertenecen el vicepresidente de la República, (acusado por Salvatore Mancuso de estar vinculado con el paramilitarismo) y el ex ministro de la Defensa Juan Manuel Santos. Los eminentes delincuentes, vinculados de diversas maneras a los paramilitares muchas veces quedan presos y recordamos el caso del ex jefe del DAS, (la inteligencia colombiana), Jorge Noguera Cote, también ex cónsul en Milán, acusado de haber entregado la estructura del DAS a los paramilitares, a quienes presentaba listas de personas incómodas que tenían que ser eliminadas.
Algunas veces, antes de que se inicien formalmente los juicios contra estos para-paramilitares, ellos son promovidos con cargos diplomáticos, consulados y embajadas en varios lugares del mundo, algunos considerados «estratégicos» por los servicios de seguridad colombianos.
El mismo Montoya fue enviado a República Dominicana a reemplazar a Juan José Chaux, detenido en mayo 2009 en el aeropuerto de Bogotá con la acusación que se había encontrado en más de una ocasión con algunos de los más importantes jefes paramilitares colombianos. Éste probablemente no fue el único objetivo de la designación de Montoya en la embajada en Santo Domingo. En República Dominicana la inteligencia colombiana, junto a la CIA y la inteligencia israelí, ha intentado al menos dos veces organizar planes para atentar contra la vida del dirigente comunista dominicano Narciso Isa Conde, siempre solidario con los diferentes formas de lucha de liberación del pueblo colombiano y fuertemente crítico del gobierno de Uribe, quien lo ha acusado públicamente en varias ocasiones de ser «un terrorista». Pero todavía hay más …
La República Dominicana se está volviendo en estos últimos años el paso caribeño de todo el tráfico de estupefacientes procedentes de Colombia, un narco-estado en donde la corrupción, justo como en Colombia, impera en las estructuras políticas y entre las altas cumbres militares del país, que quedan impunes a pesar de algunos escándalos recientes que han visto militares involucrados en asuntos de narcotráfico junto a criminales colombianos. Existen vínculos criminales entre hombres de la inteligencia colombiana, militares y generales dominicanos, (unos de ellos pertenecientes a la Dirección Nacional de Control de Drogas y a la Marina de Guerra) y el mismo general Montoya.
Volviendo a Colombia, extrañas paradojas, decíamos. Todos saben todo, las noticias son de dominio público por lo menos al interior del país y algun criminal a veces queda preso. Listas de hombres para destrozar con motosierras, jueces poco maleables obligados a renunciar, paramilitares utilizados como guías turísticas en matanzas del horror, soldados borrachos jugando a fútbol con las cabezas de los campesinos… pero el Maestro Uribe, el titiritero, el mandante, queda todavía impune, más bien se hace reelegir, fraudulentamente, y piensa cómo hacerlo por tercera vez… Por el bien de todos los colombianos, no lo logró.
Y se obstinan en llamarla democracia…
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