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El fracaso de Uribe en las elecciones

Fuentes: ANNCOL

Los corifeos del régimen narcoparamilitar -entre ellos el vocero oficioso El Tiempo- nos quieren hacer tragar la píldora de que Uribe Vélez fue el gran triunfador de la jornada electoral del pasado domingo 12 de marzo. Nada más reñido con la realidad si analizamos los resultados sin ningún apasionamiento y sin interés de ningún tipo. […]

Los corifeos del régimen narcoparamilitar -entre ellos el vocero oficioso El Tiempo- nos quieren hacer tragar la píldora de que Uribe Vélez fue el gran triunfador de la jornada electoral del pasado domingo 12 de marzo.

Nada más reñido con la realidad si analizamos los resultados sin ningún apasionamiento y sin interés de ningún tipo. En primer lugar hay que señalar que la abstención aumentó en relación con los comicios del 2002, pasando del 58% al 69% en el 2006, es decir aumentó 11% en cuatro años. Si sumamos los votos nulos -882.703-, las tarjetas no marcadas -251.463- y los votos en blanco -218.778-, lo cual representa el 5% del padrón electoral, este porcentaje aumenta.

Ahora bien, si sumamos las votaciones de los opositores a Uribe Vélez, el Partido Liberal -1’392.805 votos- y el Polo Democrático – 867.185 votos-, lo cual representa el 9% del padrón electoral y le sumamos el 5% anterior, tendríamos 14%, que restado al 32% de los electores que participaron en la jornada de ayer, entonces tendríamos que solamente el 18% del padrón electoral «apoya» la política uribista. Resultado pírrico si lo comparamos con las últimas elecciones en Venezuela, en Bolivia y en Chile. Entonces, ¿de qué triunfo hablan?

Si lo anterior lo analizamos a la luz de la exhortación del presidente Uribe a los colombianos de votar masivamente para «vencer al terrorismo», comprobaremos que la capacidad de convocatoria del presidente realmente deja mucho que desear. Las grandes masas no le comen cuento al discurso uribista y no se volcaron a las urnas como pretendía el presidente. El pueblo colombiano está cansado de la politiquería, de la política de miseria y hambre que se adelanta desde la Casa de Nariño, de la guerra traducida en masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, y cansada de los abusos y tropelías que cometen diariamente los «aliados naturales» del presidente, es decir, los narcoparamilitares de todos los pelambres.

Por otra parte, mirando las «toldas» uribistas, verificaremos que el narco-candidato-presidente carece de base política propia y sólida. Ya no pertenece al Partido Liberal y su contendor por este partido será Horacio Serpa, reconocido dirigente con gran capacidad oratoria, de la cual carece precisamente Uribe que con su vocecita a-paisa-nada a nadie convence. Germán Vargas Lleras y el «aguacate» Juan Manuel Santos -el otro Santos de El Tiempo, el primero es Facho- son aliados de conveniencia y politiquería. El Partido Conservador es también un aliado de ocasión, es decir, que ante la carencia de un proyecto propio se «arrima» al presidente, pero ante un eventual «candidato propio» podría dejar en la estacada al «aliado» ocasional. Quizá la única base que tiene Uribe en estos momentos sean los grupos conformados por políticos con nexos profundos con el narcoparamilitarismo o que son narcoparamilitares directamente.

También ha quedado develado el cuento de la «democracia profunda». En Colombia no hay democracia ni es profunda, a menos que se mida la democra-tadura por la profundidad de las fosas comunes de los desaparecidos por las fuerzas militares-narcoparamilitares o por la profundidad de las tumbas de las víctimas de masacres y asesinatos selectivos. No se puede hablar de «democracia» en un país en que sólo el 18% del padrón electoral «apoya» el proyecto político del narco-candidato-presidente.

De igual manera se demuestra el profundo desinterés que a los colombianos le causa la elección de parlamento -senado y cámara-, quizá por el convencimiento de que independiente de su sentir la maquinaria estatal impondrá el resultado que más convenga a la oligarquía tradicional y mafiosa. Por ello el accionar político de las grandes mayorías colombianas se da por fuera de la participación electoral y se manifiesta en forma de paros, marchas campesinas, marchas indígenas, manifestaciones estudiantiles, paros obreros y, claro está, en el accionar de la insurgencia armada.

Quizá lo verdaderamente trascendental que muestran los resultados de las pasadas elecciones es la significativa votación obtenida por el Polo Democrático con 867.185 sufragios -escrutadas el 90% de las mesas- y la elección de 11 senadores y 8 representantes, que son evidencia de los profundos deseos de los colombianos por un verdadero cambio que aboque la solución al conflicto económico, político, social y armado que padece Colombia por cuenta de la oligarquía -tradicional y mafiosa- y del imperio estadounidense.

Igualmente es necesario enfatizar que fue derrotado el proyecto de guerra en Colombia. Las grandes mayorías abstencionistas y los electores del Partido Liberal, del Polo Democrático y de los votos en blanco y no marcados, han manifestado con sus diferentes posiciones que no apoyan el proyecto guerrerista de Uribe y el Pentágono, el cual pretende lanzar a los colombianos por el despeñadero de la guerra fratricida y demencial. Ayer los colombianos mostraron su inmenso sentir por la Paz sin condicionamientos ni cortapisas.

Es también una falacia difundida desde los voceros oficiosos de la mafia de la Casa de Nariño, lo de la «derrota a las FARC». Que se sepa, la organización insurgente no declaró un saboteo a las elecciones del 12 de marzo. Lo que sí hubo fue la continuidad de su operatividad militar la cual se reanudó con inesperado ímpetu desde el año pasado, después de enfrentar durante más de dos años la arremetida de las tropas oficiales y gringas del Plan Patriota, y todos los planes de guerra del gobierno colombiano y estadounidense, incluída la «seguridad democrática», planes en los cuales invierten 17,5 millones de dólares diarios. Por todo lo anterior, la propuesta de un Nuevo Gobierno de Reconstrucción y Reconciliación Nacional trascendió las elecciones -como ya lo habíamos planteado- y se convierte en base de encuentros para ir tejiendo las redes sociales y políticas necesarias para las ansiadas transformaciones que exige el pueblo colombiano.