La dimisión, en final de Abril de cuatro generales colombianos Jairo Duvan, Luís García, Roberto Pizarro y Hernán Cadavid -abrió una crisis grave en las fuerzas armadas de aquel país. Estos generales, que ejercían comandos importantes, fueron separados por haber criticado la estrategia del Plan Patriota impuesta por los Estados Unidos. El influyente diario El […]
La dimisión, en final de Abril de cuatro generales colombianos Jairo Duvan, Luís García, Roberto Pizarro y Hernán Cadavid -abrió una crisis grave en las fuerzas armadas de aquel país. Estos generales, que ejercían comandos importantes, fueron separados por haber criticado la estrategia del Plan Patriota impuesta por los Estados Unidos.
El influyente diario El Tiempo, de Bogota, muy ligado a la oligarquía, aprovecho la oportunidad para publicar en el primer aniversario del Plan Patriota un suplemento en que algunos de sus redactores especializados proceden al balance del proyecto ideado por el Presidente Álvaro Uribe para destruir a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejercito del Pueblo.
La editora en jefe, Maria Alejandra Villamizar, después de recordar que ese Plan «es la operación militar más ambiciosa de la historia de Colombia y fue por algunos mese uno de los secretos de Estado mejor guardados», señala que «nunca antes se había movilizado una fuerza de 18 000 hombres para una sola misión» y que «Los EEUU nunca antes se habían involucrado de manera tan directa en la guerra contra la insurrección del país».
El alto comando del Ejército reacciono mal a la iniciativa de El Tiempo por tratarse este de un periódico con gran prestigio entre la oligarquía, y sobre todo porque el Suplemento ilumina el fracaso de la estrategia de Uribe, apoyada por la Casa Blanca y por el Pentágono y confirma una evidencia: las FARC, lejos de haber sido aniquiladas, mantienen intacta la capacidad combativa en los 60 frentes en que sus 17 000 guerrilleros combaten.
En el artículo principal, firmado por Judith Bedoya Lima, El Tiempo aporta al público pormenores inéditos sobre el desarrollo del Plan Patriota. Revela, por ejemplo, que uno de los objetivos de la Operación JM -homenaje al ex comandante del ejército, general Jorge Mora- era la captura del comandante Jorge Briceño, jefe del Bloque Oriental de las FARC y miembro del secretariado del Estado Mayor.
Tiene interés esclarecer que Briceño, conocido como el Mono Jojoy, es el gran estratega de las FARC y un guerrillero legendario cuya muerte ya fue anunciada muchas veces por diferentes gobiernos colombianos.
El organigrama de la Operación, elaborado en atmósfera de secretismo, esclarece que, en una primera fase, seria establecido un cordón militar intransponible que aislase un área de 300 000 km² (tres veces y media Portugal), englobando los Departamentos de Caquetá, de Meta, de Guaviare y parte de Putumayo, en el Oriente del país.
En tres meses fue instalado en la Base Militar de Larandia, en Caquetá, un centro de operaciones sofisticado que recibía informaciones de satélites de los EEUU y de helicópteros Black Hawk. Tres centros similares fueron montados en San Vicente del Caguan, en Solano y en San José, este en el Departamento de Guaviare. Diez brigadas móviles, bajo el comando del general Castellanos, apoyadas por unidades de elite de la Marina y de la fuerza Aérea, comenzaron a echar las tenazas del cerco. Sucesivamente fueron ocupados Miraflores, en Guaviare, y Puerto Cachicamo, en Caquetá y municipios de Meta donde elementos de las FARC aparecían con frecuencia.
Hubo combates, más las FARC no defienden el terreno. Las perdidas del Ejército fueron pesadas, a pesar de la enorme superioridad de su armamento. La guerrilla disponía apenas de unos fusiles comunes, de ametralladoras y utilizo cilindros explosivos montados con material de oleoductos, minas y trampas rusticas de tipo vietnamita.
En junio del 2004, el Presidente Uribe recibió la información, luego comunicada a Washington, de que estaba inminente una gran victoria, un golpe susceptible de quebrar la columna vertebral de las FARC.
Los helicópteros de los servicios de inteligencia con la cooperación de satélites estadounidenses habían localizado el campamento de Jorge Briceño en lo más denso de selvas impenetrables. Una fuerza de elite poderosamente armada, se interno en las grandes matas rumbo al local cuya latitud y longitud era conocida con precisión de minutos y segundos. El campamento fue bombardeado y después ocupado. Más el resultado fue decepcionante.
El Mono Jojoy, al frente de 70 guerrilleros -otros tomaron direcciones diferentes – dejaron a tiempo el lugar. La tropa invasora llego a estar a 12 metros de su escondite, en la margen de un rió. «¿Será que Dios también es comunista?» vociferaban algunos militares, según El Tiempo. El gobierno y el Ejército presentaron la ocupación del campamento como un gran éxito, pero los comunicados oficiales omitieron que El Mono Jojoy no fue siquiera localizado.
En un ambiente quemante la segunda fase de la Operación JM tuvo inicio en Septiembre, transcurridos tres meses. Objetivo: perseguir y capturar a los comandantes de las FARC en un área más reducida de 150 600 km², de pura selva, de acuerdo con el Ejército.
La ofensiva, que aún prosigue, fue desde el comienzo un fracaso. La moral de las tropas es bajísima. El Tiempo revela episodios esclarecedores del estado del espíritu de los soldados lanzados para el infierno amazónico. Un ejemplo: 18 militares de la V Brigada, después de dos meses de combate en El Billar, en Caquetá contra un enemigo casi siempre invisible, secuestraron un helicóptero que llevaba abastecimientos. Aprehendieron a los pilotos y los obligaron a transportar el grupo a San Vicente del Caguan al Batallón de Cazadores. Ahí, declararon a la psicóloga de aquella unidad: «¡No queremos permanecer allí más tiempo, la selva esta enloqueciéndonos!».
El general Ospina, comandante en jefe, comento que la mitad de los militares empeñados en la Operación JM esta exigiendo el regreso. En diciembre próximo pasado la Brigada Móvil 10 tenia ya fuera de combate a 884 hombres, esto es 76% de sus efectivos. Solamente de Guaviare fueron evacuados 671 soldados victimas del paludismo.
La lista oficial de bajas, para no alarmar a la población, es falsificada todos los meses.
El general Castellano, fue además substituido en el comando de la fracasada Operación por el general Carlos Fracica. Castellano responde ahora a acusaciones de «extorsión y secuestro» en el Departamento de Huila.
LA INTERVENCIÓN DE LOS EEUU
En el contexto de la estrategia que contempla el control de la Amazonia por los EEUU, el Plan Colombia fue concebido como instrumento indispensable para el financiamiento de la lucha contra la insurrección armada.
Oficialmente, ese Plan -cuyo texto en castellano es una traducción del original ingles, redactado en Washington- fue elaborado para promover el desarrollo económico y social y combatir al narcotráfico. Pero el objetivo real era otro. Para el sistema imperial la sobrevivencia en Colombia hace décadas de una organización guerrillera con un aura de invencibilidad configuraban un desafió intolerable. Las FARC demuestran que en condiciones históricas, geográficas y sociales muy peculiares es posible en América Latina resistir por las armas al poder de un Estado oligárquico aliado de Washington. Destruir una organización guerrillera que se asume como partido marxista leninista pasó a ser una prioridad primero de Clinton y después de Bush.
La mascara cayo cuando el Congreso aprobó la transferencia de importantes sumas del Plan Colombia para acciones militares de combate a la insurrección.
Las Fuerzas Armadas de Colombia son hoy, con aproximadamente 300 000 hombres, las más poderosas de América Latina, disponiendo de armas y tecnologías que los EEUU solo suministran a Israel. El poder de fuego de la Fuerza Aérea de Colombia es superior al de sus equivalentes de Brasil y de México juntos.
El Plan Patriota apareció como complemento del Plan Colombia. En el inicio del año 2003, una misión militar colombiana se traslado al Comando Sur de los EEUU para pedir ayuda. La visita fue secreta. Se trataba de asestar «el golpe de misericordia» en las FARC, atacando y destruyendo sus «santuarios».
El proyecto y el lenguaje -inspirada en los generales norteamericanos de Vietnam- sensibilizaron a Washington.
El general James Hill, entonces jefe del Southcom, informo a Bush de que «la situación en Colombia llegaba a un punto critico y el Plan Patriota puede ser decisivo en la lucha contra los narcoterroristas».
Según El Tiempo, Washington contribuyo en una primera fase con 100 millones de dólares para el Patriota, en armas, transportes, material de comunicaciones y entrenamiento de personal. Posteriormente el general Bantz Cradock, sucesor de Hill, pidió al Congreso más fondos para ayuda a los «aliados colombianos», alegando que el apoyo logístico de los EEUU era imprescindible para la obtención de «nuevas victorias del Plan Patriota». La próxima rebanada de 50 millones, debe ser de 50 millones.
Se torno necesario superar un obstáculo. El alto mando colombiano concluyo que el número de asesores militares de los EEUU era insuficiente. Pidió un refuerzo porque los militares y contratistas cuya presencia en el país fuera autorizada estaban ocupados en diferentes misiones del Plan Colombia.
El general Hill, en un memorando enviado al Congreso, solicito la ampliación del contingente. «Cuando me mostraron el Plan (Patriota) y vi como era complejo y grandioso, vi que teníamos que aumentar nuestros equipos de planeamiento, darles apoyo logístico para la planificación de combates en tierra permanentes, en comunicaciones, inteligencia y transportes».
El estilo del general es tosco, pero funciono. El Congreso autorizo el aumento de la presencia militar norteamericana en Colombia en el ámbito de la Joint Planing Assistance Teams. El eufemismo no engaña. En el inicio de este año el número de militares de los EEUU en el país ascendía a los 800 -elementos de las fuerzas especiales, pilotos, ingenieros- y los contratistas eran 600. «Los pedidos de Colombia se dispensan casi con la misma atención que merecen los del propio ejército de los EEUU»- declaro un analista militar entrevistado por El Tiempo.
El Plan Patriota cuenta ahora con técnicos de que dominan las comunicaciones vía satélite y consiguen obtener imágenes que permiten localizar campamentos de las FARC y los movimientos de sus columnas.
A intervenção militar dos EUA no conflito é inocultável.
El suplemento de El Tiempo, como era inevitable, tuvo profundo impacto en la opinión pública.
Casi coincidió con la visita a Bogota de la señorita Condolezza Rice, conocida en América Latina como la «Bruja Imperial».
La dimisión de los cuatro generales colombianos no les facilito la misión. Viene a confirmar que la crisis en las fuerzas Armadas resulto del fracaso del Plan Patriota.
Las FARC desencadenaron a final de Abril una ofensiva en el Sudoeste del país y la Operación JM en el Frente Oriental inspira anécdotas en Bogota.
Es significativo que hasta hoy los únicos comandantes de las FARC que cayeron en manos del gobierno -Simón Trinidad y Rodrigo Granda- hayan sido secuestrados en el extranjero con ayuda de la CIA.
La solidaridad con la organización revolucionaria de Manuel Marulanda es una exigencia internacionalista en el combate para la globalización de la lucha de los pueblos contra la globalización neoliberal
Serpa, 10 de mayo del 2005
El original de este artículo se encuentra en http://resistir.info
Traducción: Pável Blanco Cabrera