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La ignorancia contamina

El fracking responsable, una estupidez propia del analfabetismo ambiental

Fuentes: Periferia

«Alguien dijo que hacer fracking responsable es como decir que a una mujer se la puede violar responsablemente o que le van a dar garantías para ser violada». Carlos Andrés Amaya, Gobernador de Boyacá.   En los últimos meses hemos escuchado una letanía de estupideces de boca de individuos de las clases dominantes o sus […]

«Alguien dijo que hacer fracking responsable es como decir que a una mujer se la puede violar responsablemente o que le van a dar garantías para ser violada». Carlos Andrés Amaya, Gobernador de Boyacá.

 

En los últimos meses hemos escuchado una letanía de estupideces de boca de individuos de las clases dominantes o sus voceros, que denotan su analfabetismo ambiental, tales como decir que para combatir el cambio climático no hay que hacer el amor en días calurosos (afirmación de un funcionario de la Alcaldía de Santa Marta) o que el glifosato es benigno y debe volverse a emplear contra los cultivos de hoja de coca (como lo ha dicho el ahora flamante Embajador ante la OEA Alejandro Ordoñez). Analfabetismo aparte, esta estupideces se inscriben en el ámbito de justificar la destrucción de nuestro patrimonio ambiental, bajo el pretexto que el «desarrollo» y el crecimiento exigen extraer bienes comunes de tipo natural para mantener su ritmo insaciable, el cual finalmente se materializaría en dinero.

En este artículo recogemos uno de esos embustes, que ilustran el «elevado» nivel intelectual de ciertos personajes que, sin inmutarse y con plena impunidad, contaminan el ambiente con sus barrabasadas. Ese embuste es el del pretendido fracking responsable, una afirmación de la nueva Ministra de Minas y Energía, que no pasaría de ser una anécdota cantinflesca, un chiste de mal gusto, sino fuera porque legitima acciones que destruyen los ecosistemas y la biodiversidad del territorio colombiano.

La recién posicionada ministra de Minas y Energía, María Fernanda Suárez Londoño, formada en prestigiosas universidades de los Estados Unidos, inauguró su gestión declarando que el país debe emprender el fracking (fractura hidráulica) para auto-abastecerse de petróleo en los próximos años. Esta afirmación no tiene nada de extraño, puesto que está claro que el proyecto extractivista que impulsa el bloque de poder contrainsurgente en Colombia no se va a detener en su carrera suicida por extraer hasta la última gota de petróleo y de gas que se encuentre en nuestros suelos, para entregar gran parte del mismo a las compañías multinacionales.

Lo «novedoso» de la afirmación, como expresión de un seudo-lenguaje políticamente correcto de tipo ambiental, estriba en que se agrega que puede desarrollarse el fracking de «manera responsable» y «segura» con el medio ambiente, sin «poner en riesgo las fuentes hídricas». Decir esto, que ya es todo un «descubrimiento» intelectual sobre la extracción de petróleo, se encubre con una retórica en la que se asegura, sin tartamudear, que » el mundo se está moviendo hacia energía más limpia, y tenemos que trabajar en esa misma vía. Es un compromiso con el cuidado del medio ambiente y con el cambio climático». ¿Cómo así? Que tal el galimatías de afirmar que se implementa el fracking, una tecnología contaminante que incrementa la temperatura del planeta, y al mismo tiempo se piensa cuidar el medio ambiente y combatir el cambio climático. ¡Seguro que Cantinflas o la Chimoltrufia habrían sido más brillantes y sin necesidad de ser ministros!

El fracking, recordemos, es una tecnología destructora, que arrasa con los ecosistemas, contamina el agua (de la cual precisa de enormes cantidades), produce terremotos y alteraciones geológicas, como ya está demostrado en Estados Unidos, Canadá, China… Requiere de costosas inversiones en tecnología para hurgar a varios kilómetros de profundidad en las entrañas de la tierra y hacer explotar las rocas que estén untadas de petróleo. Libera gases tóxicos (como el radón, un radiactivo de origen natural) que producen enfermedades, entre ellas cáncer de pulmón y problemas cardiacos, que afectan directamente a las personas que viven cerca. Esto se ha comprobado en Colorado, donde un estudio demostró que aquellas madres que habitan en zonas próximas a los sitios de fracking son un 30% más propensas a engendrar bebés con defectos congénitos del corazón.

Para quienes hablan de fracking sustentable y amigable con el clima y el medio ambiente, a la cabeza de los cuales están las empresas multinacionales del petróleo y el automóvil, debe recordárseles que con el fracking se libera el metano, que es un gas de efecto invernadero más contaminante que el dióxido de carbono (CO2), con lo cual la fracturación hidráulica resulta siendo peor que quemar carbón.

Claro que el mal chiste del «fracking responsable» (sustentable ambientalmente) se entiende como parte de la historia de cierto oxímoron que han promovido funcionarios del Estado colombiano y convertido en propaganda corporativa como la de los «barriles limpios», cien por ciento ecológicos, por lo que se da a entender que puede existir un «barril de petróleo» producido «sin accidentes, sin incidentes ambientales y en armonía con los grupos de interés», tal y como lo anuncia Ecopetrol. ¡En ningún lugar del mundo no ha habido ni habrá nunca un barril de petróleo limpio, y mucho menos en Colombia, donde cada gota de petroleó está untada, además de agua contaminada y de los ecosistemas destruidos, de la sangre de las comunidades arrasadas por la extracción de hidrocarburos!

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.