Para que la posibilidad de Frente Amplio tenga éxito es imperioso construir un discurso. Esta no es una tarea técnica, como muchas veces lo hemos pensado, sino una tarea propiamente política. El discurso de una alternativa debe saber recoger los hilos de «buen sentido» que existen en el sentido común del chileno actual, que combina […]
Para que la posibilidad de Frente Amplio tenga éxito es imperioso construir un discurso. Esta no es una tarea técnica, como muchas veces lo hemos pensado, sino una tarea propiamente política. El discurso de una alternativa debe saber recoger los hilos de «buen sentido» que existen en el sentido común del chileno actual, que combina un malestar que se expresa a través de ideas contradictorias, de orden y más autoridad, hasta la necesidad de mayores derechos sociales y más democracia.
«Los principios están claros, pero su aplicación es incierta.» GuyDebord
El Frente Amplio es un desafío. Un desafío que aún no comienza, pero que aparece como una necesidad en el escenario político actual. Necesidad no puesta por la «ansiedad» u «oportunismo» de tal o cual organización política, sino mas bien por la urgencia de dotar de espacios de representación del malestar larvado en la sociedad chilena actual y que puedan rearmar un puente entre lo político y lo social en pos de dar un cauce progresista a la actual crisis de la política.
Es necesario aclarar entre todos un diagnostico que es común, pero que los medios han tergiversado (1). Cuando se habla de Frente Amplio efectivamente se habla de alianzas políticas de aquellas orgánicas que se encuentran fuera del duopolio. Eso es lógico, pero es claro que no es suficiente. Aún si hoy nos juntamos todos quienes nos organizamos políticamente y levantamos un espacio de disputa hacia la política, seguramente no se tendrá la capacidad de alterar la correlación de fuerzas. A lo más mostrará la «correlación de debilidades» como decían en España (2).
Por lo mismo, reducir el Frente Amplio a la alianza de fuerzas como Nueva Democracia (ND), Revolución Democrática (RD), Movimiento Autonomista (MA) e Izquierda Libertaria (IL) es un despropósito. Es necesario reconocer que hoy el espacio alternativo al duopolio es más grande y diverso de lo que había sido en los años anteriores de la transición. Se extiende desde sectores liberales hasta posiciones izquierdistas de todo tipo. La crisis de la política golpea también por abajo y genera efectos en los subalternos. No por nada se han dado diversas crisis internas en las fuerzas alternativas. El escenario está lleno de complejidades y dificulta posiciones vanguardistas o de verdades absolutas.
Ante esto, es necesario resituar el rol de la política como un espacio urgente y absolutamente necesario para las fuerzas que disputan al modelo y sus representantes. El momento del «arte estratégico» como decía Daniel Bensaid (3). Ante tal dispersión de fuerzas y los constantes quiebres, agrupamientos y reagrupamientos que se dan, y se seguirán extendiendo, es necesario potenciar fuerzas que pongan por delante la política. En la actual coyuntura es decisiva la capacidad de lograr generar amplios consensos contra el duopolio y el modelo neoliberal, que permitan agrupamientos más amplios. Coaliciones políticas que enfrenten estas coyunturas y se proyecten. Esto, en términos prácticos, significa que ante las ansias de acumulación «propia», se pongan intereses superiores por delante, que ante la tentación de fortalecer «mi orgánica» sobre la de mi vecino, se ponga un espíritu unitario y de buena vecindad sobre la mesa, que ante el riesgo de que mi herramienta no mantenga su legalidad hacia el futuro, se ponga la buena voluntad para que todos avancen. Para complejidades de estas características se necesitan buenos liderazgos y adecuados instrumentos que destraben los puntos de sectarismo que todos tenemos en nuestras pequeñas trincheras.
Entonces, el gran desafío es saber hacer emerger una fuerza política y social que sea capaz de interpretar las teclas adecuadas del momento actual despertando las energías de los chilenos que se indignan ante el escenario actual, pero que no han podido canalizar sus fuerzas desde la calle a la política. Se trata en el fondo de trasladar un escenario de crisis hacia el corazón de la política transicional. Esto significa aprovechar las disputas electorales venideras para hacer emerger un proyecto que traduzca el malestar social en crisis de la política y sus instituciones. Con esto podríamos hablar de un cambio de ciclo, no solo desde las subjetividades y las movilizaciones callejeras, sino instalando el conflicto en el interior del andamiaje político e institucional chileno. Es grande el desafío, pero tenemos la seguridad de que existe un escenario de oportunidad política que está abierto desde hace algunos años.
El Frente Amplio viene a ser el vehículo que nos permita realizar el asedio. Para dicho movimiento contamos en las consideraciones que no somos suficientes. El desafío primero, por lo tanto, es lograr convocar a miles tras un discurso. En este sentido es urgente un acuerdo político de las fuerzas fuera del duopolio, para que de inmediato se pueda generar un llamado nacional que permita territorializar una alternativa. Esto significa que en cada región, ciudad y pueblo de este país y donde exista gente dispuesta a levantar banderas, esas personas puedan tener la oportunidad de participar e involucrarse. Se trata de conmover, motivar y construir un actor que nos permita llevar adelante el desafío. Esta es la primera y, a mi juicio la tarea de las tareas, para que este Frente Amplio tenga la posibilidad de emerger. Si entendemos esto, veremos que el Frente Amplio excede con creces a las fuerzas políticas ya existentes y debe asumir como proyecto vida propia. Esto, sin duda, generará desorden y un proceso de anarquía en las orgánicas ya constituidas, pero se necesita de una catarsis, una anarquía para que avancemos, si es que de verdad queremos hacerlo. Hacen falta líderes políticos, sindicales, vecinales, estudiantiles, etc. y aun así con la convicción de que eso no basta. Cada ciudadano chileno que tenga la voluntad de movilizarse con mucho o poco, debiese tener su espacio y debe tener la posibilidad de levantar la bandera de una alternativa.
Para que esta posibilidad de Frente Amplio tenga éxito es imperioso además, construir un discurso. Esta no es una tarea técnica, como muchas veces lo hemos pensado, sino una tarea propiamente política. El discurso de una alternativa debe saber recoger los hilos de «buen sentido» que existen en el sentido común del chileno actual, que combina un malestar que se expresa a través de ideas contradictorias, de orden y más autoridad, hasta la necesidad de mayores derechos sociales y más democracia. El discurso y el llamado deben construir los elementos necesarios para que cualquier persona entienda en palabras muy sencillas las diferencias entre nosotros y ellos y que, fuera de eso, pueda ir generando un mito en torno al proyecto. Es sabido que la política no es tan solo un conjunto de decisiones racionalistas sobre los problemas materiales o económicos que nos afecten, sino que por sobre todo es un conjunto de elementos simbólicos, culturales e ideológicos que conforman y ordenan una visión del mundo particular. La pasión en torno al proyecto debe buscar activarse. El mito de que la alternativa de transformaciones puede triunfar. Todo esto debe ser sintetizado políticamente en un discurso que demarque el proyecto. Se deben saber interpretar los ritmos actúales del momento y los elementos más sensibles sin buscar incorporar con fórceps elementos extemporáneos. En su momento Lenin resumió en tres ideas simples el programa y la idea bolchevique lo que permitió que ganarán en el lapsus de pocos meses una influencia en millones de campesinos que despertaban a la vida política: «Paz, Pan y Tierra». Lenin tuvo la audacia y la capacidad de interpretar de mejor forma y dar una salida, a un momento trágico de la historia mundial. Nuestra situación es claramente distinta, pero existen hilos rojos que deben ser tocados para llegar al corazón del ciudadano que hoy siente la frustración de vivir en el Chile actual.
Por último, llaman la atención las diferencias abstractas que se pueden llegar a realizar a nivel programático. ¿Existe la posibilidad de escindir con tanta facilidad las tareas anti neoliberales de las anticapitalistas? El hecho es que esto es posible, pero a condición de considerar la historia del siglo XXI como una posible repetición a estadios propios del siglo XX. La lógica neoliberal no se asemeja al liberalismo clásico del siglo XIX, más que por un alcance de nombres. La forma neoliberal no es sino la forma de acumulación de capital en la etapa actual, caracterizado por la preponderancia de la financiarización en la economía. La lucha por derechos sociales y democracia no significan por si mismos una (im) posible vuelta al estado benefactor, sino el enfrentamiento directo con el capital y sus formas de acumulación en el Chile de hoy. Pueden parecer tímidas reformas el exigir derechos sociales para Chile, pero nos ponen en colisión directa con el empresariado chileno y los intereses imperialistas. En última instancia, la gran misión de quienes queremos cambiar el mundo de raíz es lograr levantar al pueblo como actor central en la vida política. Para esto es vital partir de las tareas que demanda el momento para buscar construir un sujeto capaz de hacer avanzar ciertas transformaciones, pero por sobre todo hacerlo capaz de plasmar transformaciones desde lo cotidiano, el territorio, hasta las problemáticas mayores.
Necesitamos un programa de transformaciones que vayan en dirección antineoliberal y que busque aperturas democráticas en todo nivel trasladando soberanía al pueblo chileno. Esto es clave pues marcará el rumbo y los márgenes de todo espacio alternativo que pueda surgir en Chile.
En síntesis es clave trabajar por la constitución de un espacio político y social que se muestre como alternativa al duopolio, que tenga un discurso claro y que demarque posiciones, con un programa y medidas que se hagan cargo de las contradicciones del presente. Todo esto en vistas del 2017 donde se deben aprovechar las tribunas de las presidenciales y parlamentarias.
Sin estos grandes elementos construidos en un plazo breve, es imposible pensar en la posibilidad de disputar seriamente el 2017. Toda ansiedad electoral o caminos propios no tienen sentido, pues ponen la carreta delante de los bueyes. En este sentido el Frente Amplio aún es un desafío, una posibilidad aún no concretada. Los próximos meses son claves si buscamos de verdad impulsar dichos esfuerzos. Las fuerzas transformadoras debemos poner toda la voluntad para que la incertidumbre tome forma.
Referencias
1/ Ver por ejemplo el siguiente artículo: http://www.quepasa.cl/articulo/politica/2016/01/jackson-y-boric-dan-los-primeros-pasos-para-formar-un-frente-amplio-de-izquierda.shtml/
2/ «las élites de la izquierda clandestina casi sólo contaban con legitimidad; Vázquez Montalbán, con su fina ironía, llamó a esto «correlación de debilidades». En Pablo Iglesias, Una Nueva Transición. En: http://elpais.com/elpais/2015/07/18/opinion/1437241765_050702.html
3/ Daniel Bensaid, La política como arte estratégico. http://www.danielbensaid.org/La-politica-como-arte-estrategico,1633?lang=fr
Sebastian Farfan es Encargado político de Valparaíso, Nueva Democracia.
http://www.eldesconcierto.cl/debates-y-combates/2016/12/06/el-frente-amplio-desafio-a-construir/