El gobierno impone una agenda y el Frente Amplio le sigue el juego. Esto en los hechos debilita la posibilidad del fortalecimiento de las próximas marchas, y por lo tanto, de la apertura de movilizaciones contra los ataques. Piñera busca cambiar la agenda e instalar la discusión sobre los 5 «grandes acuerdos nacionales» (Infancia, Seguridad, […]
El gobierno impone una agenda y el Frente Amplio le sigue el juego. Esto en los hechos debilita la posibilidad del fortalecimiento de las próximas marchas, y por lo tanto, de la apertura de movilizaciones contra los ataques.
Piñera busca cambiar la agenda e instalar la discusión sobre los 5 «grandes acuerdos nacionales» (Infancia, Seguridad, Desarrollo económico, paz en la Araucanía y Salud), para evitar que la discusión de educación, pensiones y trabajo esté en el centro del debate.
Apuesta por un lado mediante estas maniobras que intentan descolocar a la «oposición parlamentaria», evitar que «la calle» vuelva a hablar e imponga una agenda favorable a estudiantes, mujeres, mapuche y trabajadores, y por otro, realiza gestos hacia sectores de la oposición para ganar una mayoría parlamentaria en votaciones claves.
De fondo, sabe que no está en condiciones de atacar abiertamente y se prepara para pasar definitivamente a la ofensiva, para realizar sus contrarreformas de peso y cerrar definitivamente el ciclo de cuestionamientos a los pilares de la herencia de la dictadura militar abierto por las movilizaciones del año 2011.
Por eso realiza ataques por vía administrativa y puntuales (lucro en los controladores de instituciones de educación superior, objeción de conciencia, Ley Antiterrorista), que no son más que un preámbulo de lo que sería una derecha a la ofensiva totalmente. Y mientras tanto, instala un discurso de unidad nacional frente a otras problemáticas menos «complejas de abordar».
La oposición moderada que fortalece a la línea de Piñera
Y el Frente Amplio, frente a este escenario, se muestra como una oposición dialogante, moderada. En pocas palabras, tibia.
Deciden asistir a la Comisión de Infancia con Boric y Castillo. Y por otro lado, mientras escribo esta columna, Sharp se reúne con la Comisión de Seguridad, junto a pesos pesados de la represión y la persecución política, como Jorge Burgos y Felipe Harboe.
El problema del Frente Amplio no sólo pasa porque nada se resolverá en esas comisiones. Es que es evidente que no habrá solución para los niños más vulnerables que salga de las manos de la derecha, que quiere criminalizar más a la juventud pobre, ni de la DC, que tiene responsabilidad en la crisis del SENAME (tienen directivos en diversas fundaciones como León Bloy o Rodelillo) y un representante «de elite» en la Comisión, Patricio Walker.
Más de fondo, el Frente Amplio con esta decisión le entrega oxígeno al gobierno, valida su línea de acuerdos, le da un espaldarazo y pone al centro de la agenda el debate de la comisión. ¡Es prácticamente de lo único que se habló en el debate de la «opinión pública» esta semana! ¿Alguien mencionó la marcha del 19 de abril?
Buscan mostrarse como una «oposición seria, responsable». Ya lo decía Beatriz Sánchez, «la gobernabilidad no es propiedad exclusiva de la derecha o de la Nueva Mayoría». Quieren demostrar que son capaces de ser gobierno, a su manera.
La estrategia general detrás de esta política
La estrategia de fondo, es que se preparan para las elecciones del 2020 y del 2022.
Apuestan a un gobierno frenteamplista. Y evidentemente no descartan alianzas con la Nueva Mayoría en ese terreno. Incluso lo ven como una necesidad. Ya lo decía Octavio González, presidente del Partido Humanista, quien sostuvo que sin los votos de la Nueva Mayoría el programa frenteamplista no puede cumplirse. Esa declaración no es sólo un «sumar y restar», es, de fondo, una definición política, de una línea y de una orientación de los principales dirigentes de hacerles guiños a la Nueva Mayoría.
Los gestos son múltiples, desde la votación en las dos cámaras a favor del Partido Socialista, hasta diversas declaraciones, entre ellas las de Claudia Mix, de Partido Poder, augurando que los acuerdos administrativos con la Nueva Mayoría pronto podrían ser políticos. O de Carla Amtmann, que hace meses ya vaticinaba un posible gobierno junto a la centroizquierda de la Nueva Mayoría.
Quieren mostrarse como una oposición parlamentaria seria y dialogante, que ofrezca gobernabilidad, para ganar para su línea a sectores de la Nueva Mayoría, fortaleciéndose electoralmente hacia las próximas elecciones.
¿Negociación versus movilización?
Y para eso, asisten a las comisiones, porque quieren evitar «mezquindades», dice Boric. Por el contrario, mezquino es concentrar sus fuerzas parlamentarias en la negociación en dichas comisiones y dejar de lado a posibilidad de fortalecer cualitativamente las próximas movilizaciones desde las tribunas que tienen en el Parlamento. ¿No se fortalecería acaso, si la bancada completa sale con todas sus fuerzas a convocar a dicha movilización, en lugar de estar dando explicaciones a la derecha y a la prensa?
Por lo tanto, por un lado oxigenan a la derecha, le entregan en bandeja la agenda política, y por otro, debilitan tremendamente la posibilidad de una oposición en la calles, movilizada, de amplios sectores sociales.
Porque no sólo sus parlamentarios, hasta ahora, no han tenido en el centro las movilizaciones venideras: 19 de abril (convocada por CONES, CONFECH, Colegio de Profesores) y 22 de abril (convocada por No + AFP), sino que sus propios «dirigentes sociales» han tenido un discurso tremendamente tibio y moderado.
Alfonso Mohor, presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile y militante de Movimiento Autonomista, es el claro reflejo de esta línea.
Cuando el gobierno retiró el proyecto del CAE y se abría la puerta a un mayor financiamiento de parte del Estado hacia instituciones privadas, en desmedro explícito de las Universidades estatales, Mohor dijo que esto «los preocupaba», que «les generaba incertidumbre» y cuestionaba si acaso se recogerían las demandas estudiantiles respecto al financiamiento y la eliminación de la lógica de créditos del sistema.
¡La línea de la derecha está más que clara! No verla es de ciegos. Y el Frente Amplio ya tiene experiencia política a su haber. No es que no la vean, es que su estrategia es otra.
Quieren capitalizar las fuerzas sociales que se expresaron en las calles los últimos años (movimiento estudiantil, No+AFP, por los derechos de las mujeres) para desde el Parlamento y el Gobierno, realizar las transformaciones sociales que consideren necesarias (y que ya Nicolás Grau precisó bastante: sacar el mercado de la Salud, la educación, entre otras).
¿Qué oposición necesitamos en este momento para frenar a la derecha?
Ahora está en cuestión qué oposición se necesita para frenar a la derecha. Una oposición dialogante, amable, timorata, sólo le ha entregado la agenda política en bandeja, y consciente o inconscientemente, ha debilitado la capacidad de resistencia de los «movimientos» y de la calle.
Una oposición de ese carácter probablemente se gane la mirada y los votos de la Nueva Mayoría. Pero no frenará la ofensiva de la derecha. Y menos re fortalecerá a quienes fuimos la verdadera oposición a Piñera: estudiantes y trabajadores movilizados.
El 19 de abril hay mucho en juego. O será un pie de apoyo para la negociación parlamentaria de una oposición amistosa y dialogante, que le sirve como «balón de oxígeno» a los defensores del modelo y del sistema, o funciona como un puntapié inicial para desarrollar un gran plan de movilizaciones que haga que las calles retomen la agenda política, y ponga a estudiantes y profesores a la ofensiva.
Para lo primero, la marcha debe ser testimonial. Masiva, pero testimonial. Un «hito» más. Que se copen las calles. Pero que no llegue más allá.
Para lo segundo, hay que prepararla fuertemente con acciones previas, con movilizaciones que sumen a más y más, junto a docentes y funcionarios, y que luego de esa jornada se propongan nuevas fechas de luchas y se abra la discusión de fondo de cómo frenar a la derecha en los principales organismos estudiantes y docentes.
Estudiantes, profesores, y el «movimiento social» en general tiene dos alternativas: o se convierte en un actor político nacional nuevamente, imponiendo una agenda propia mediante la movilización, o se transforma en un espectador pasivo, que cada tres meses sale a la calle, para que sean otros los que negocien por arriba, esperando a unas elecciones un poco menos desfavorables para el 2022.
Eso se juega en la discusión del carácter de la oposición que debemos levantar para enfrentar a Piñera.