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El «fujimorazo» colombiano

Fuentes: Rebelión

La crisis de Colombia a la fecha (junio 2019) sigue girando en torno a la lucha entre las fracciones oligárquicas contrainsurgentes de Uribe Vélez y J M Santos, que se disputan de manera zafia desde hace varios años la hegemonía por el control del Estado contrainsurgente colombiano. Uribe y Santos quienes durante el «octenio Uribe» […]

La crisis de Colombia a la fecha (junio 2019) sigue girando en torno a la lucha entre las fracciones oligárquicas contrainsurgentes de Uribe Vélez y J M Santos, que se disputan de manera zafia desde hace varios años la hegemonía por el control del Estado contrainsurgente colombiano.

Uribe y Santos quienes durante el «octenio Uribe» no tuvieron grandes contradicciones en la ejecución de la estrategia Contrainsurgente ordenada en el Plan Colombia desde Washington (recordemos además de la ofensiva militar antisubversiva, los Falsos Positivos oficiales para fusilar más de 5 mil civiles discapacitados en indefensión). Con la elección presidencial de Santos en el 2010, surgió la discrepancia de como liquidar la guerrilla de las Farc: si por la vía del «engaño negociado» (perfidia) o por la vía de la derrota total y el exterminio, lo que sacó a flote otras contradicciones más profundas que en el seno de la estructura económica se estaban dando, generadas por la acelerada financiarización neoliberal de las enormes masas de dineros procedentes del narco paramilitarismo y sus repercusiones en los agro negocios (en las 8 millones de hectáreas de tierra fértil despojada a los 8 millones de víctimas campesinas) y que llevaron a que se rompiera el «consenso» oligárquico contrainsurgente que hasta ese momento se traía.

De ahí en adelante, dos caminos nunca opuestos, aunque si distintos para liquidar las guerrillas insurgentes tanto la fariana como la elena y, recuperar la legalidad y la legitimidad del mandato weberiano para que el Estado colombiano definitivamente tomara y ostentara «el monopolio de las armas», se tomaron el campo político ideológico y cultural de la sociedad colombiana dominada y manipulada totalmente por la falsimedia institucional: Una, la llamada negociación pérfida con ambas insurgencias (que no una verdadera Solución Política al conflicto, que contemplaba una Asamblea Nacional Constituyente amplia y democrática) Y otra, la redición insurgente sintetizada en la vieja aspiración oligárquica contrainsurgente contenida en la sigla DDR.

Sin embargo, la orientación general del Estado, es decir tanto la dirección como la dominación, valga decir la Hegemonía gramsciana sobre las clases subordinadas, que también conviene no olvidar son explotadas, siguió siendo la contrainsurgencia dictada en Washington. Asunto supraestructural que fue descendiendo lentamente en incontenible cascada político-ideológica y ético cultural sobre las clases subordinadas, y así, al desconocimiento de la teoría marxista leninista y gramsciana del Estado; paulatinamente se le fue induciendo una «polarización» artificial entre dos maneras de liquidar las insurgencias, pero, identificándolas con dos gobiernos diferentes; el octenio Uribe contra el octenio Santos. Lográndose finalmente y para dolor de cabeza de los birlados, identificar gobierno con Estado.

Pero el asunto tampoco paró allí: se avanzó aún más hacia la identificación de Acuerdo de la Habana 2016, con el supremo bien universal y general de la «Paz», envolviendo todo ello en la ficción del Estado Social de Derecho vigente en los países capitalistas desarrollados y que sirvió de justificación para que J.M Santos ganara el premio Nobel (universal) de la Paz en 2016, incluso antes de firmar el Acuerdo con Londoño. Y por eso, hoy en día, son los seguidores de Timoleón Londoño quienes en lugar de pedir simplemente como lo pide Santrich un procedimiento judicial normal y justo, al montaje que le montaron el fiscal NHM y el embajador Whitaker; se hayan convertido en los defensores de la monstruosa ficción de llamado Estado Social de Derecho colombiano, que lleva a la fecha más de 500 líderes sociales y guerrilleros reinsertados fusilados en la impunidad, que continúa bombardeando guerrilleros descuidados, y, envenenado la naturaleza colombiana con Glifosato Monsanto en su prolongación de la «War on Drugs». Es decir que continúa desarrollando su estrategia contrainsurgente sin modificar una sola línea, sin que el llamado conflicto colombiano se haya resuelto. Una cosa es pedir un juicio justo y normal y otra cosa es defender con una rosa roja en la mano y una tierna sonrisa en los labios, un inexistente Estado social de Derecho en Colombia. ¡Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa! Como diría el filósofo de Buga

Pero hay más: La situación social conflictiva colombiana no solo ha llegado a sus fronteras, con Ecuador (recordemos los periodistas asesinados por Guacho) sino más que todo con Venezuela, donde traspasando en profundidad sus límites se ha desbordado en el interior venezolano infiltrando suficientes narco-paramilitares colombianos como para generar zozobra e inquietud en el gobierno Bolivariano. Entonces, es cuando aparece en la escena mediática el filósofo «cosmopolita» Sergio Jaramillo, uno de aquellos artesanos de la política, especialista en construir trampas como plenipotenciario de J M Santos en las «negociaciones» de la Habana y quien, si tiene suficiente meollo geoestratégico como para darse cuenta de las implicaciones que para la clase social que él representa, tiene o tendría un agravamiento de las tensiones con el gobierno bolivariano de Venezuela. Y en una entrevista concedida al oligopolio mediático imperial de CNN, habla del «entrampamiento» que el gobierno Uribe/Duque ha hecho a la paz de Colombia con el conocido caso de Santrich. Obviamente no es tanto para defender a su antiguo y recio contradictor de la mesa de la Habana, Santrich, lo cual obviamente hay que agradecérselo; sino por sobre todo, para defender a su jefe JM Santos quien en su mudez, finge (como siempre) un interesado e hipócrita silencio.

Así y todo, seguimos dando vueltas y revueltas, «entrampados» eso si en la riña Santos /AUV, pasando por encima de los análisis concretos de la situación concreta colombiana, y olvidando los viejos conceptos sobre el carácter de clase del Estado capitalista avanzado que la inolvidable y siempre presente Marta Harnecker nos enseñó a varias generaciones de latinoamericanos, los que nos sirvieron de base para poder desenmarañar los intrincados pero fundamentales e innovadores aportes que Gramsci hizo al marxismo sobre el Estado Fascista italiano, que lo pudrió hasta la muerte en una mazmorra para que no pensara.

Mientras tanto. Desaparecidas o liquidadas las Farc-EP, la contrainsurgencia no ha desparecido, ni va a desaparecer. Por el contrario, con el vacío generado por la liquidación en campos y ciudades, y contando con los inagotables recursos de la Hegemonía y la Coerción que le suministra el Estado contrainsurgente colombiano, cipayo de los EEUU, se ha hecho más fuerte, agresiva y sigue a la ofensiva aplastado sin sentimentalismos a todos aquellos que se le opongan o potencialmente se le vayan a oponer, incluso a los que le piden clemencia de rodillas. Ya abrió la hoja de ruta de su objetivo cercano de salir de la situación en que está encharcada:

Referendo para modificar la Justicia especial para la Paz (JEP) Unificación de las altas Cortes. Reducción del Congreso y, Estado de Opinion obduliano del Montesinos colombiano. Es obvio que como referendo no tiene futuro, sino como hoja de ruta para ambientar y ejecutar el fujimorazo que están fraguando para salir de la crisis, extraditar a Santrich y atacar a Venezuela. ¡Cosas de la confusión! Sancho.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.