Después de la Segunda Guerra Mundial, el ser humano se va poco a poco sorprendiendo a sí mismo de su capacidad para desarrollarlas y llegar tan lejos en la utilidad de sus tecnologías. Y piensa, allá por los años 50 y 60, según se describía y se divulgaba en los periódicos y en algunos libros, que llegar tan lejos supondría con el paso del tiempo, en el futuro, que el ser humano podría hacer una vida cómoda y casi regalada; que pocas cosas habría que no hiciese la máquina. Pues bien, ese futuro ilusionante y de ensueño que se perfiló, ya lo tenemos aquí. Puede que las tecnologías cubran todas las expectativas de progreso y de molicie calculadas e incalculables de aquel entonces, para más o menos grandes porciones de población. Sin embargo, las tecnologías también van a ser, están siendo, nuestro verdugo. Verdugo, al menos para otros no menos grandes sectores de población, en un sistema económico de por sí socialmente injusto, en el que la ley de la fuerza, del más fuerte y del más inescrupuloso es implacable.
Y digo esto porque después de venir acariciando aquel futuro prometido, y de ufanarse ese ser humano desde hace tanto tiempo de sus logros, resulta que ahora se muestra manifiestamente incapaz de combinar la profusión de máquinas y tecnologías, con la posibilidad de que todas las personas puedan beneficiarse de las tecnologías y al mismo tiempo puedan llevar una vida digna y no una vida incierta encaminada a la pobreza y a la inanición porque las tecnologías están devorando los puestos de trabajo…
Razón por la cual, aparte el sobrante de mano de obra de la población pasiva, los ancianos, los pensionistas, día a día y cada vez más, se va extendiendo la supresión de empleos y la disminución vertiginosa de la población activa en todos los países, a la que a su vez, cada día será más difícil que el Estado y las organizaciones filantrópicas cubran sus necesidades básicas. De modo que de las tecnologías se beneficiarán unos cuantos, pero una importante mayoría, cada vez más creciente será, de rechazo, su principal víctima.
En resumen, a ver cómo se las arreglan las Christine Lagarde y los Aro Taso para cuadrar el círculo y eliminarnos sin tretas ni disimulos. Hay dos recursos auxiliares muy importantes. Uno es poner al alcance de cualquiera, sin trabas ni mucho protocolo, la eutanasia. Así se facilitará la desaparición masiva de personal, harto de estas condiciones cada vez más insoportable de vida, aun para gente sana que irá contrayendo enfermedades cada vez más raras. La otra, campañas intensivas para no procrear, para no tener hijos… Creo que es preciso pensar que este gravísimo conflicto de intereses de la economía de occidente y parte de oriente podrá ser “resuelto” por la inteligencia artificial cargada de racionalidad. Pero quizá tampoco por aquí ha de venir la solución. En este sistema económico quienes lo manejan dicen que sobramos los ancianos. Pero, por el papel decisivo que están jugando las tecnologías, parece sobrar también una gran parte de la población. Si a todo esto se suman los efectos catastróficos del cambio climático, sea debido éste a la torpe intervención del ser humano o sea por cambio de ciclo, al desafío que tiene ante sí la Humanidad, y ya que hablamos de tecnologías y de inteligencia artificial, creo que solo puede responderle alguna de las soluciones a los trasuntos abordados por la mitología griega. Por ejemplo, el deus ex machina…
Queda otra incógnita: ¿cómo resuelven las paradojas que a buen seguro han de solventar los países del socialismo real?
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