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El gabinete de la incertidumbre para el pueblo, con certezas para la oligarquía

Fuentes: Rebelion

Más interrogantes políticas que respuestas y certezas genera el gabinete recién nominado del presidente electo Gabriel Boric.

Certezas sí, pero para ese ente antropomórfico que son “los mercados” donde se mueven capitales (de bancos, AFP, Isapres, financieras, paraísos fiscales, grandes empresas mineras, de la energía, forestales, pesqueras, exportadoras, etc) al que se le dan atributos humanos como la irritabilidad, el descontento, la capacidad de vivir la incertidumbre; y un poder omnímodo para jugar con el destino de los pueblos. Certezas momentáneas, pero para la oligarquía empresarial, es la evidencia. El puesto clave en los gabinetes de la “transición”, como bien se sabe, es el de ministro de Hacienda. Que con  Gabriel Boric recae en un tecnócrata socialista y neoliberal como Mario Marcel quien fuera hasta ahora la cabeza del Banco Central, figura clave del modelo, guardián de la fe. Signo de los tiempos: se le rinde pleitesía al modelo instaurado a sangre y fuego y se le otorga a la economía neoliberal imbricada a los centros mundiales de poder económico la lógica de sentido común hegemónico desde un conglomerado donde el Frente Amplio y el Partido Comunista se declaran programáticamente “anti-neoliberales”. Pudo ser diferente. Innovar y no repetir.

El ministerio de Hacienda entonces, será el eje del Gobierno con predominancia en el gabinete de ministras (14 mujeres y 10 hombres). Marcel será el filtro de todas las políticas públicas sociales y de género importantes y el factótum del viejo consenso concertacionista. En efecto, la falta de conflictos internos será en razón de que este gobierno se habrá sometido a los dictados implacables de la poderosa oligarquía económica y financiera responsable directa de la depredación ambiental, de la degradación del sistema de salud y de educación pública, del endeudamiento del CAE, de pensiones miserables para los adultos mayores. Hacienda será responsable que se desarrolle o no una política fiscal progresiva necesaria para enfrentar los desafíos de la desigualdad social y del enriquecimiento extremo de las grandes fortunas empresariales chilenas, enriquecidas durante la pandemia. Interrogantes serias, acerca de si las grandes reformas impostergables podrán ser llevadas a cabo con una coalición que integra a la vieja política que se reveló impotente en el pasado.

Vemos un pacto amplio en acción con fuerzas recompuestas en torno al nuevo gobierno para obtener apoyos en un parlamento que vive aún en medio de la crisis de legitimidad. Es un pacto del PC y el FA con las fuerzas concertacionistas que ya gobernaron, y que lograron durante los gobiernos de Bachelet I y II acumular los agravios, sin resolver problemas y aumentar las frustraciones en el pueblo… y de ahí a Piñera II. De Bachelet II y la Nueva Mayoría, con un ministro de Hacienda también socialista y neoliberal como Gonzalo Arenas no se avanzó de un ápice en la democratización del país y en el bienestar de las clases trabajadoras y populares, sino todo lo contrario, el espectáculo político de las cocinas y de la corrupción contribuyó a consolidar la ruptura de confianza del pueblo con la misma casta política que hoy ocupará ministerios claves en Chile. De ahí, directo, vino el 18/O del 2019 y las demostraciones de fuerza del pueblo y la clase trabajadora. Fue esta ofensiva transformadora a la que respondió el Acuerdo transado el 15 de noviembre del 2019 con la firma de Gabriel Boric que permitió la elección de una CC empoderada. Hasta ahora, por un tiempo, en que asistimos a la actual coyuntura de recomposición de los partidos reformistas del régimen. No hay “generación dorada”, pero sí hubo pueblo rebelde. Que los propagandistas del FA dejen de hacerse pasar por politólogos para escamotear las realidades históricas.

Mientras que la derecha chilena clásica demostró estar dispuesta a adoptar posiciones y temas neo fascistas enarbolados por su candidato, el gobierno electo corre el riesgo de ser percibido como el de Bachelet II, que se dio la tarea de “rebajar las expectativas” y renegar de su programa.

Es la vieja institucionalidad la que vuelve y se reinstala. En un clima donde producir certezas es una cuestión más subjetiva que objetiva. Son los poderes constituidos de un sistema de dominación que cruje los que buscan consolidarse en medio de una profunda crisis civilizatoria para tranquilidad de los actores del consenso neoliberal. Y cabe constatar, que quien fuera poder constituyente por mandato del 18/O 2019  – la Convención Constitucional – alimentado en sus inicios por la energía popular, luego se enfrió y sometió como Convención Constitucional a los poderes constituidos (Parlamento, corte Suprema), al aceptar las reglas impuestas por el parlamento y la orden de los 2/3 de quórum para aprobar las normas constitucionales. Así fue como la Convención Constitucional se transformó en un corto correr del tiempo en un poder constituido más al negarse a asumirse ella misma como Asamblea Constituyente con mayoría simple (1/2 + 1). Y sin embargo todo puede ser un gran artificio, pues el depositario del poder constituyente sigue siendo el pueblo soberano, que el 19 de diciembre pasado, fue a votar y se sacó de encima el neo fascismo de J.A. Kast, pero no es seguro que haya sido para volver atrás; para ser nuevamente espectador y cruzarse de brazos.      

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