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Conversaciones "abajo" y a la izquierda

El Gobierno de Bachelet, las alternativas y el espectro de las futuras luchas

Fuentes: Punto de Vista Internacional

El espectro de las luchas Ya el nuevo Gabinete de la presidenta Bachelet está formado, lo que anunciamos en estas páginas, con muchos otros más (1), sólo se confirma: este gobierno será de corte social-liberal o más bien «transformista» y «progresista neoliberal», con algunas reformas modernizadoras, intentando canalizar y domesticar la calle pero, fundamentalmente, en […]

El espectro de las luchas

Ya el nuevo Gabinete de la presidenta Bachelet está formado, lo que anunciamos en estas páginas, con muchos otros más (1), sólo se confirma: este gobierno será de corte social-liberal o más bien «transformista» y «progresista neoliberal», con algunas reformas modernizadoras, intentando canalizar y domesticar la calle pero, fundamentalmente, en la continuidad del modelo impuesto a sangre y fuego hace 40 años por el golpe de estado. A menos que después de esta segunda vuelta electoral y reajuste en las alturas de sistema institucional, una tercera vuelta -social y popular- venga a poner de nuevo las rupturas a la orden del día.

De todo eso hemos querido conversar con algunos militantes de la izquierda anticapitalista chilena: esta conversación no pretende ser exhaustiva, y menos aun objetiva. Este conversatorio estará seguido de otras entrevistas con otros colectivos y tendencias. Sólo se trata de iniciar un dialogo plural para esbozar algunas perspectivas y escenarios posibles, favoreciendo el debate político en la filas de un espacio político-social todavía fragmentado, pero lleno de potencialidades disruptivas del orden hegemónico.

FG

Neoliberalismo y luchas de clases hoy en Chile  

Entrevista con Rafael Agacino, investigador de la Plataforma Nexos

¿Cómo calificarías el programa económico de Bachelet; sus principales ejes y las relaciones de la candidata con el empresariado?

Desde el punto de vista del contenido el centro de gravedad está en las denominadas «Reformas de Fondo»: la reforma educativa, la reforma tributaria y la nueva constitución. Salvo respecto de la primera – y sólo por efecto de las movilizaciones estudiantiles- el nuevo bloque en el poder se ha visto obligado a ceder y ampliar el ámbito social de los consensos. Respecto de las otras dos, los disensos continúan y lo más probable es que resulten en algo así como una «política del espectáculo». Si bien una política gatopardista no ha sido ajena a los Gobiernos de la Concertación -recuérdese la reforma constitucional del 2005 que dio origen a la «Constitución Lagos-Pinochet» o la nueva Ley General de Educación del 2009 que sustituyó a LOCE de la dictadura- esta vez las maniobras deberán hacerse sobre bases menos firmes. Y esto por dos razones: primero, porque luego de 40 años el modelo impuesto por la contrarrevolución neoliberal ha hecho aflorar las contradicciones nuevas y propias de un patrón de acumulación maduro, y segundo, porque el proyecto neoliberal no logró generar una institucionalidad política complementaria al mercado capaz de procesar tales contradicciones cuyo alcance supera las posibilidades de arbitraje entre privados del propio mercado. En efecto, la composición social de las recientes luchas así como el carácter de las demandas, muestra que se trata de fisuras del modelo funcionando y no de un modelo atravesado por una crisis financiera o económica con altas tasas de desempleo o pobreza extrema. La explosión social de los últimos años en Chile, por ejemplo, se diferencia de la explosión de las masas en la Argentina del 2001, como tampoco se asemeja a las masivas luchas de trabajadores en la Grecia sometida al ajuste estructural en la crisis actual. Del mismo modo, la utopía neoliberal extrema aplicada en Chile suponía la disolución de la política, de lo colectivo, por lo cual desarmó y deslegitimó el sistema de partidos políticos como medios representativos capaces de anticipar y procesar los malestares sociales antes que éstos se transformaran en demandas colectivas; esa función la cumpliría el mercado. Lo más notable de la situación actual es que mientras los dos principales (y únicos) partidos políticos de la derecha atraviesan una crisis política gravísima, la patronal, la «derecha económica», sigue funcionado sin contratiempos, pactando directamente ora con el Gobierno saliente, ora con la coalición entrante de Bachelet. A la par, aunque todavía incipientemente, franjas cada vez mayores de trabajadores y sectores populares, enfrentan directamente al capital, sin mediación de partidos o del Estado. Y el Gobierno – cuando interrumpe su rol de gendarme represivo- concurre más bien como ministro de fe de acuerdos no gestados bajo las reglas del sistema político convencional. La política real, de facto, tanto para la burguesía como para franjas populares y de trabajadores organizados – muy ajenos al sindicalismo clásico- parece desplazarse de las instituciones político-estatales y apela a la negociación directa.

Estas dos características del modelo neoliberal maduro genera un marco de incertidumbre que la intelligentsia del bloque en el poder aún no logra dilucidar para enfrentarla estructuralmente. No tiene un proyecto de país para un Chile post neoliberal o neo-neoliberal. Por ello, al gatopardismo del Programa habrá que agregarle el espectáculo: efectos de luces y música incidental, pan y circo para las masas mientras se arregla la carga y se define una estrategia para el nuevo ciclo que se abre. La tramoya en esta ocasión estará a cargo de la alta dirigencia del PC que logró incluirse en la nueva coalición y en el gobierno.

¿Cuál es la situación de los trabajadores hoy en Chile, en particular de la CUT y del movimiento sindical?

El sindicalismo clásico, aquél que surgió y se expandió en el patrón de acumulación desarrollista, anterior a la contrarrevolución neoliberal, desde hace años viene chocando con una realidad de una organización industrial y del mercado de trabajo ostensiblemente diferente. La fragmentación productiva por medio de la extensión de la maquila y subcontratación, por una parte, y la flexibilización del mercado de trabajo respecto del empleo, salarios y funciones, por otra, ha generado una gran masa de fuerza de trabajo que circula sin empleo fijo entre puestos de trabajo, oficios, empresas, ramas e incluso territorios como nunca antes. Esta alta movilidad se ha traducido en precariedad del empleo, en un empleo muy diferente al empleo típico en torno al cual se desarrolló; en el siglo pasado, el sindicalismo clásico bajo la forma de sindicatos de empresa. Una de las diferencias notables es que la relación jurídico-laboral se ha escindido de la relación económica de explotación, generando una cuasi inutilidad de facto de las garantías que supone el derecho laboral. En efecto, la subcontratación implica que quién explota la fuerza de trabajo no es quién la contrata, ni quién establece la relación contractual, por cuanto las contrapartes efectivas de la relación económica no son objeto el derecho laboral que se refiere a las contra partes formales. Es obvio entonces, que esta separación hace tan inútil del derecho laboral como lo ha hecho también la fragmentación de las empresas en decenas de unidades jurídicas (personas jurídicas empresariales) que, sin embargo, operan centralizadamente bajo una misma dirección económica. Así, de poco sirve a los trabajadores, sean subcontratados o contratados por esas unidades productivas empequeñecidas, el derecho a sindicalizarse y a negociar colectivamente.

El sindicalismo clásico, sea que se agrupe en la CUT o en otras centrales, ha tenido dificultades hasta hoy para adecuar sus formas organizativas a esta nuevas condiciones estructurales del capitalismo chileno. Por ello mismo, la CUT ha perdido influencia en el mundo del trabajo, y paradojalmente, hoy se sostiene principalmente por el control de las asociaciones gremiales del sector público con una muy reducida presencia en los sectores productivos y de servicios privados que concentran el empleo. En el sector privado, las franjas más activas de los trabajadores, generalmente por fuera de la CUT, se han constituido innovando en las formas organizativas, en sus tácticas de lucha e incluso caracterizándose por gran presencia juvenil. El caso paradigmático es el de los portuarios que, organizados federativamente y sobrepasando todas las restricciones objetivas por medio de una adecuada combinación de huelgas ilegales y llamados a la negociación, han logrado obligar al gran capital, usuario de los servicios de estiba pero no su empleador directo, a intervenir de facto en la negociación de las condiciones salariales y de trabajo. El gran capital, sin ser su contraparte jurídica, sometido a la acción inteligente y decidida de las organizaciones de trabajadores, ha debido ordenar a las empresas contratistas o de servicios que negocien y resuelvan los conflictos; y el Gobierno, como entidad administrativa, no ha hecho más que sancionar tales acuerdos directos como ministro de fe. Estas prácticas, si bien favorecidas por una serie de condiciones especiales, han tendido a reproducirse en otros sectores y sobre todo se han constituido en ejemplo de acción para muchas franjas de trabajadores, especialmente para los más precarizados.

Pero también, el sindicalismo clásico chileno se caracterizaba hasta hace poco por una casi total influencia de los partidos políticos en su vida interna y gremial. Tales relaciones entre partidos y gremios se fundaban en una separación radical entre lo social-reivindicativo y lo político, entendiéndose que los partidos son los representantes de las demandas gremiales en la esfera de la política. Esta separación, sin embargo, ha ido lentamente superándose por la propia práctica de ciertas franjas de trabajadores que asumen su propia representatividad y evitan la mediación. Ha sido determinante de esta no generalizada pero creciente tendencia, la destrucción por parte de la dictadura y de los gobiernos post-Pinochet, del antiguo «estado de compromiso» que tejió una densa institucionalidad de mediación, amén que por esta misma razón, según ya lo resaltamos, el mismo sistema de partidos ha perdido su capacidad mediadora.

Así, podemos afirmar que la situación actual del movimiento de trabajadores es de una debilidad general producto de 40 años de neoliberalismo y por la persistencia de una visión equivoca de la dirigencia del sindicalismo clásico. En este marco general, no obstante, comienzan a emerger franjas de trabajadores organizados que ensayan formas de organización heterodoxas y tácticas de acción directa y negociación, que pueden inaugurar un camino para un nuevo movimiento de trabajadores, adecuado a las condiciones de una contrarrevolución neoliberal madura. En este proceso las direcciones de la CUT han tenido un papel secundario, sino directamente retardatario. Por ello mismo, con excepción de la incansable lucha del pueblo mapuche, no es extraño que fueran los estudiantes, los deudores habitacionales, las organizaciones comunales y no la clase trabajadora, los que abrieran este nuevo ciclo de movilizaciones sociales.

Dentro de las luchas sociales ¿cuáles son las que son destacables, según tu análisis, y podrían anunciar un nuevo ciclo de conflictos durante el mandato del nuevo gobierno?

Esto lo he dejado entrever en la respuesta anterior. De todos modos algunas precisiones. En primer lugar, destacar que las luchas de los estudiantes secundarios expresan una fisura mucho más profunda incluso de lo que ellos mismos creen. Mientras los estudiantes universitarios reclaman mejores condiciones de acceso y financiamiento a la educación superior, los secundarios, si bien claman por la gratuidad y mejores condiciones materiales, su reclamo real es contra la propia comunidad escolar, contra la escuela, un espacio invivible porque cada día en sus patios campean el autoritarismo, la mediocridad y tedio de profesores colapsados; campea la presión permanente por el éxito y la competencia individual, un camino forzoso que no tiene sentido salvo el oponer unos adolescentes a otros. No podemos detenernos aquí pero es por ello que fue el movimiento secundario – y no el universitario- la base de la explosión que logró trizar los consensos de las clases dominantes y la paz social que los gobiernos civiles mostraban al mundo como el exitoso modelo chileno. Y el malestar no es posible domesticar estructuralmente, apelando a simples políticas clientelares y redistributivas. Aquí hay una contradicción profunda: se trata de los hijos de un neoliberalismo maduro y que por tanto no reclaman resistiendo las reformas, sino precisamente por el funcionamiento pleno de aquellas; en rigor son ellos el resultado de un modelo que ha realizado todas sus potencialidades y generando una profunda crisis de la comunidad escolar, de la escuela, frente a la cual ellos reaccionan espontánea y sistemáticamente desde el «mochilazo» del 2001 y la «revolución pingüina» (2)   del 2006 . Y esta fisura continuará porque el nuevo bloque dominante carece de un proyecto educativo que resuelva dicha crisis.

En segundo lugar, hay que poner atención a la emergencia de un nuevo movimiento de trabajadores como el que ya hemos señalado. Este movimiento, aún muy incipiente, si logra madurar, lo hará a partir de bases totalmente diferentes a las que sirvieron al sindicalismo clásico. Una de ellas será la consideración que el movimiento sindical no agota la historia, ni el futuro, del movimiento de trabajadores, pues el sindicalismo y los sindicatos de oficio o de empresa, fueron y son una forma particular de organización típicas del desarrollismo. Hubo antes formas mutualistas, sociedades en resistencia, mancomunales, etc. que, en ausencia de cualquier legislación laboral, organizaron grandes masas de trabajadores y enfrentaron directamente al capital, sentando las bases de los derechos que serían codificados en la legislación laboral posterior al amparo de la cual se desarrolló el sindicalismo clásico. Otro tema muy importante es que frente a un «capital extendido», es decir, que ha penetrado y sometido a su racionalidad muchas actividades que antes estaban fuera de la producción capitalista, surge la necesidad de concebir también de manera «extendida a la clase trabajadora». Esto implica que ni las formas de pago, ni de contratación -directa o indirecta; parcial o completa; temporal o permanente- o el carácter material o inmaterial del trabajo o de su resultado, puede ser criterio para definir a la clase trabajadora. Lo que importa es la relación social, y por tanto, si el capital ha convertido a los servicios antes públicos y comunitarios en actividad productiva, o sometido a otras actividades antes personales y realizadas como no trabajo, a la lógica de la acumulación, entonces los que allí se desempeñen vendiendo su talento al capital constituyen parte de la clase trabajadora. Esto ha sido resistido por el sindicalismo clásico que sigue apegado a la estética de los obreros mineros e industriales del siglo XX. Sin embargo, las prácticas organizativas y de lucha de las franjas precarizadas que hemos mencionado, han avanzado rompiendo barreras discriminadoras al interior de la propia clase trabajadora. Sabemos que esto es un largo proceso, pero esta tendencia de reconstitución objetiva y subjetiva de un nuevo movimiento de trabajadores sobre estas bases, continuará y eventualmente se acelerará, sea por el éxito de las luchas o sea por la agudización de las condiciones de precarización de un modelo económico que enfrenta costos crecientes para mantener su dinámica expansiva.

Y finalmente no podemos dejar de consignar que la acción de la izquierda puede ser un factor no despreciable en el itinerario que siga este nuevo ciclo de luchas. Aquí es necesario distinguir entre la «izquierda desconfiada» y la «izquierda confiada«, cuyas tácticas hoy como ayer han sido muy distintas. La izquierda confiada, la más fuerte y estructurada, ha puesto el acento en fortalecer su orgánica partidaria tradicional y en el «regreso al Estado» buscando acceder al gobierno y al parlamento por medio de alianzas electorales ad hoc, lo cual ha logrado finalmente este año. Esta izquierda confía que desde allí podrá impulsar la reconstitución del movimiento obrero y popular. Contrariamente, la otra izquierda, aún muy fragmentada y dispersa, a la luz de las profundas transformaciones neoliberales en la sociedad chilena y de las experiencias de los regímenes socialistas, ha puesto el acento en la re-construcción de los sujetos sociales privilegiando nuevas formas organizativas, democráticas y de base – colectivos, grupos de apoyo mutuo, asambleas, etc., todas formas diferentes y refractarias a las clásicas orgánicas partidarias y sindicales. La táctica se orienta a la construcción de un sujeto colectivo que confíe en sus propias fuerzas y no en el Estado o en la burocracia que se inclina a «institucionalizar» o a sustituir al propio movimiento obrero y popular. Poco a poco las franjas de esta izquierda maduran en un sentido estratégico que tiende a negar la separación entre lo político y lo social; a rechazar la asignación del monopolio de la política al Estado y sus instituciones y a criticar la separación entre representantes – los profesionales de la política- y representados. Se trata de una izquierda que llama a politizar lo social, a construir formas organizativas de soberanía popular – paralelas y enfrentadas al Estado- y al diseño de mecanismos de auto representación en los espacios vitales en función de las necesidades populares. La metáfora de la «desconfianza» evoca una crítica a la concepción liberal burguesa de la política y de las instituciones a que ésta dio origen, no sólo defendida por la derecha sino también por aquella izquierda republicana y estatalista que confía en ella. El ingreso del PC a la coalición gobernante, marcará aún más estas diferencias y es probable, como ya se nota en la disputa por «capitalizar» el impulso de las movilizaciones estudiantiles y de trabajadores, tomará ribetes más definidos y agudos que influirá en el curso de los conflictos que caracterizarán el nuevo ciclo de luchas.

Balance crítico de la elección de Bachelet y las perspectivas anticapitalistas  

Entrevista con Marco Álvarez, militante de Libres del Sur

Si puedes presentar en pocas palabras Libres del Sur y su historia

El Movimiento Libres del Sur es una organización que surge públicamente la primera semana de abril del año 2012. Es una herramienta anticapitalista en construcción, que tiene como horizonte la revolución socialista. En su corto caminar, ha ido abrazando la lucha ecosocialista, feminista e internacionalista. Su domicilio permanente es al interior de las trincheras del poder popular, impulsando la «otra educación», para ir forjando desde abajo una nueva sociedad. En menos de dos años, Libres del Sur ha crecido a nivel nacional, encontrándose presente en gran parte de las regiones del país. Hoy camina rumbo a su primer congreso nacional.

¿Cómo comprender la importancia de la abstención electoral y cómo defender desde la izquierda lo que llamaste «abstención bulliciosa»?

Los altos niveles de abstención en las elecciones 2012 y 2013, son una expresión más de la crisis de legitimidad del actual modelo y su democracia neoliberal. Más del 56% de las y los chilenos decidieron no participar en las últimas dos elecciones, siendo parte de una abstención pasiva y silenciosa muy difícil de interpretar, más allá del descontento claro que tiene la sociedad con nuestra desacreditada clase política nacional.

En ese escenario, he planteado la «abstención bulliciosa» en momentos muy específicos. Las dos ocasiones en la cuales he hablado de «abstención bulliciosa», fue en la antesala de las elecciones primarias del 30 de junio del 2013 y en la segunda vuelta presidencial del 15 de diciembre del 2013. El común denominador de ambas elecciones, fue la participación exclusiva de las dos caras del duopolio político chileno: La derecha y la «nueva mayoría» (ex Concertación)

Por tanto, la abstención en sí es un mero reflejo de la crisis del Chile actual, que al final del día se convierte en un dato estadístico electoral más. Mientras tanto, la convocatorio a una «abstención bulliciosa» en las instancias donde solo participan las candidaturas sostenedoras del modelo neoliberal, es un acto político de propuesta-protesta. Es no esperar los resultados de la «fiesta democrática neoliberal» en la casa, ocupando esa instancias para incrementar los niveles de ilegitimidad de nuestra «democracia», a través de las acciones directas bulliciosas y mediáticas.

¿Cómo analizar la integración del PC a la Nueva mayoría y sus efectos políticos a corto y largo plazo?

La integración de la organización política más longeva de Chile a la «la nueva mayoría» la podemos analizar desde tres esferas. Una es la histórica, donde en distintos momentos de la historia, los comunistas chilenos han sido parte de coaliciones amplias, cohabitando con sectores domiciliados fuera de las izquierdas. Esto ha respondido a su política clásica de «revolución democrática burguesa» y «etapista». La otra, es la «solución pragmática» que le dan a su ostracismo político institucional durante 36 años. Para los comunistas, es fundamental la acción parlamentaria y apostaron por negociar con la concertación el 2009 y la nueva mayoría el 2013 por escaños parlamentarios seguros, que hoy los tiene con 6 diputados en el congreso. La tercera, es la afinidad real que tienen con la «ofertona» progresista programática del nuevo gobierno de Bachelet, que se amolda bastante a su estilo conservador desde la izquierda.

El PC chileno en su política histórica de colaboracionismo siempre ha salido trasquilado, su pragmatismo político ya le ha generado un gran desprestigio en el mundo social y su reciente decisión de participar en gabinete del gobierno neoliberal de Michelle Bachelet lo coapta a ser parte de las luchas populares y ciudadanas venideras, siendo destinado a ser el pelo de la cola de la nueva mayoría. Pelo de la cola inserto en un aparataje estatal bastante lucrativo.

A corto plazo, sus efectos han sido abandonar un espacio dentro de la izquierda en las últimas elecciones. Otro ha sido como ya mencioné, el desprestigio dentro del mundo social, dando como principal ejemplo que las juventudes comunistas han perdido la totalidad de las federaciones estudiantiles que tenían el año 2011. El efecto más importante a mi juicio, es que la integración del PC al nuevo gobierno, le ha quitado el monopolio de la izquierda y se han ido visibilizado la alternativas anticapitalistas con mayor claridad

Sus efecto a largo plazo, dependerán de su accionar en el próximo gobierno de Bachelet. Lo que sí es seguro, es que su giro a la derecha cuando era fundamental bifurcar a la izquierda, le traerá consecuencias negativas dentro de los sectores que se jactan representar.

¿Cuáles son las perspectivas para la re-organización de una izquierda anticapitalista amplia en Chile, cuando parece primar todavía la fragmentación y la marginalidad?

La reconstrucción del movimiento popular y la construcción de alternativas anticapitalistas serias, es el gran desafío que tienen las izquierdas comprometidas con transformaciones radicales para Chile. Este desafío no es fácil, entendiendo el nivel de atomización y desconfianzas al interior de las izquierdas chilenas. En el caso particular de la izquierda anticapitalista, se incrementa por la transmisión de «rencillas» de generación en generación, entre las matrices políticas culturales y al interior de estas mismas.

Las perspectivas deben girar en encontrar los puntos de convergencia para articular las luchas multisectoriales. Entre más se encuentren las organizaciones y la militancia de la izquierda anticapitalista, existen más posibilidades de superar la atomización vigente de nuestro sector. Esta unidad se debe forjar en tiempos no electorales, desde las luchas concretas. Las confianzas políticas encontrarán ahí el espacio ideal para forjar mayores niveles de lazos.

Otra gran tarea medular al interior de la izquierda anticapitalista, es fomentar el debate teórico entre las organizaciones y sus militantes. Un debate fraterno, en torno a las cuestiones estratégicas. Un debate de ideas, carente en las últimas dos décadas. Un debate, que abra las posibilidades de deliberar colectivamente en el futuro.

La fragmentación y la marginalidad política son herencia de las izquierdas del siglo XX. La gran tarea es construir una izquierda anticapitalista para el siglo XXI, con vocación de unidad en la diversidad, con vocación de mayorías en su convocatoria y con vocación de poder real, no sólo discursivo, sino que inteligente y sediento de derrotar al capitalismo y sus sostenedores.

El movimiento de pobladores y las futuras convergencias desde «abajo»  

Entrevista con Roxana Miranda , ex candidata a la presidencia de la Republica y presidenta del Partido Igualdad y Cristian Cepeda, miembro del Partido Igualdad

Si puedes presentar en pocas palabras el Partido Igualdad y su historia

El Partido Igualdad inicia su proceso de legalización el año 2010 y se transforma en Partido de carácter nacional recién en mayo del 2013. Legalmente está presente en las regiones 8 regiones a nivel nacional; Arica, Iquique, Antofagasta, Coquimbo, Metropolitana, Valparaíso, Concepción, Coyhaique.

Como organización política ha participado de la elección municipal del 2012 y de la elección presidencial del año 2013.

El Partido Igualdad se define a sí mismo como un instrumento de los movimientos sociales para generar una transformación revolucionaria desde abajo. Es anticapitalista y su lema es: «Que el Pueblo Mande».

¿Cuál es el balance que hacen de la candidatura y de los resultados de Roxana Miranda?

Lo primero es señalar que desde el inicio asumimos que la presentación de nuestra candidatura no se enmarcaba en una lógica electoralista. Es decir, el éxito o fracaso de la campaña no se podría medir en votos. Y lo segundo es que tampoco nos interesaba hace «un saludo a la bandera» o levantar una candidatura testimonial.

Nuestro objetivo político, en este contexto electoral, era usar la coyuntura para poder proyectar a nivel nacional una alternativa política revolucionaria, que quebrara tanto con los discursos como con las prácticas de la izquierda tradicional.

Levantar y sostener la candidatura de Roxana Miranda tenía como objetivo poner al Protagonismo Popular como uno de los elementos estructurales de este nuevo período.

Por ello, en términos de balance, si bien somos absolutamente conscientes de que un resultado en cifras de 1,3% es bajo, o marginal, como se ve desde quienes leen la política con las lógicas del poder, también asumimos que la instalación de nuestra propuesta fue mucho más allá de lo que esperábamos.

El discurso de Roxana Miranda logró impactar por su simpleza y sinceridad, quebrando los marcos «tecnocráticos» del restringido «Club» de los autorizados para hacer y hablar de política en Chile. Se encaró a los poderosos y se develó la crueldad con la que este sistema económico trata a millones de chilenos. No se buscó teorizar, ni templar los discursos sino develar que un segmento de esta población está cansada del sistema de partidos políticos y su rol servil ante los grandes empresarios.

La sencillez, pero fuerza, de la candidatura permitió instalar en la cabeza y el corazón de cientos de miles de chilenos la «loca» idea de que tal vez el pueblo pueda mandar en este país. Un germen de rebelión que aún está por desarrollarse, pero en el cual desde ya el Partido Igualdad es visto como un actor relevante.

Desde el punto de vista negativo, uno de los objetivos políticos del Partido Igualdad era ser parte de esta coyuntura electoral en el marco de una Convergencia Política con todos aquellos actores anticapitalistas que estuvieran fuera del eje Concertación + Partido Comunista, (incluido el PRO). Claramente este objetivo no pudo cumplirse, ya que el conjunto de las fuerzas anticapitalistas carga aún con la pesada mochila de las desconfianzas y los objetivos propios. La apuesta por el protagonismo popular no fue aceptada por muchos de los colectivos y movimientos de la izquierda anticapitalista, quienes priorizaron viejas concepciones de la política y se enmarcaron en apuestas electoralistas.

Otro elemento negativo fue la incapacidad de la propia estructura del Partido Igualdad de acumular el tremendo impacto comunicacional de la candidatura a nivel nacional. Igualdad, que aun no finaliza su proceso de legalización y articulación nacional, pudo solo en algunos lugares proyectarse como una fuerza político-organizativa real, quedando como tarea pendiente el desarrollo de una estructuración nacional real.

¿Cuál es el papel que podría jugar en los próximos meses el movimiento de pobladores para la reactivación de las luchas sociales pero también en vista a la constitución de un movimiento anticapitalista en Chile?

El recién acabado proceso electoral ofrece muchas claves sobre aquello que es preciso superar para lograr una verdadera convergencia entre los distintos colectivos anticapitalistas. Y sin duda lo primero es ponernos de acuerdo en algunos elementos que son centrales para el próximo período.

Nosotros creemos que en el período que se viene, el rol que le cabe a los movimientos sociales es central. Las promesas de Bachelet y de la Nueva Mayoría no serán cumplidas y por lo tanto nos cabe el rol de encabezar el descontento y deslegitimar no solo un gobierno, sino todo el sistema de partidos.

La confianza para la generación de alianzas con los sectores en lucha del pueblo mapuche, los estudiantes secundarios, los trabajadores, los pobladores se dará en la práctica concreta de la movilización. Necesitamos de un proyecto común que surja de estos procesos de lucha y que sea en ellos en donde los liderazgos y las legitimidades se construyan.

Las mesas políticas son útiles, pero dejan mucho espacio para los discursos estériles y las viejas y malas prácticas.

Las futuras convergencias tienen que ser construidas teniendo como base a todos aquellos sectores que encabecen las luchas por venir. Ahí es donde apuesta a estar el Partido Igualdad y los movimientos que los componen.

Los desafíos del movimiento estudiantil y la lucha por la reconstrucción de la izquierda radical  

Entrevista con Sebastián Farfán Salinas , ex miembro de la mesa ejecutiva de la Confederación de Estudiantes de Chile ( CONFECH), encargado nacional de la Unión Nacional Estudiantil (UNE) y candidato a Diputado por el movimiento » Todos a la moneda » y Carla Amtmann Fecci , ex Presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica de Valparaíso (2008-2009) y Vocera de Marcel Claude durante la campaña presidencial

¿Cuál es el balance que hacen de la candidatura y de los resultados de Marcel Claude y del movimiento «Todos a la Moneda»?

El movimiento «Todos a la Moneda» significó un gran aprendizaje político. Las condiciones de este proyecto eran particulares ya que surgían en un momento en que los movimientos sociales comenzaban a levantar la cabeza con un programa y contenidos rupturistas con el modelo neoliberal instalado en nuestro país. Bajo esa óptica, existía la posibilidad política de que levantásemos nuevas referencias políticas con el objeto de proyectar una izquierda protagónica en vistas al escenario que se abriría con el nuevo gobierno a partir del 2014. Nuestros objetivos por tanto eran muy concretos para el escenario que enfrentábamos, sobre todo considerando que este proyecto seria enfrentado sin el Partido Comunista, luego de su viraje hacia la Concertación. En primer lugar, buscábamos visibilizar un programa de transformaciones sociales profundas que dejara en claro que lo expresado en los últimos años en las calles, tiene un contenido de ruptura con el modelo. En segundo lugar, queríamos referenciar una alternativa en el escenario político nacional. En tercer lugar, buscábamos un espacio de construcción para la izquierda revolucionaria chilena que nos permitiese fortalecer lazos y proyectos.

Como proceso político, creemos que los objetivos se cumplieron en la medida que esto significó un gran aprendizaje, la construcción de un programa, posibilidad de levantar liderazgos, etc. Sin embargo, estos avances se vieron opacados con los resultados electorales que a nuestro juicio fueron un fracaso. El 2.8% significó un duro choque con la realidad, sobre todo considerando que las expectativas de todos los sectores políticos, los medios de comunicación y de nosotros mismos eran mucho más altas.

Dentro de esto hay un importante proceso de evaluación que debemos realizar, que dice relación con las causas de este bajo porcentaje. Para nosotros es clave no focalizar las razones en responsabilidades externas -las condiciones objetivas siempre serán más desfavorables en comparación con las candidaturas del bloque dominante- y hemos de lograr focalizarnos en lo que se hizo mal. La carencia de un análisis electoral certero, la débil claridad en la focalización del nicho programático al cual se buscaba apelar, el bajísimo despliegue orgánico, como también las dificultades en los necesarios procesos de convergencia, son algunos de los ejes relevantes que nos permiten entender el resultado. Por consiguiente, nos quedan importantes aprendizajes y desafíos en el plano electoral que hay que saber enfrentar de mejor manera, entendiendo que este proyecto se levantó en su mayoría por organizaciones sin experiencia electoral, o con experiencias previas incluso muy por debajo de los resultados hoy obtenidos.

Esto nos deja la difícil tarea de sobreponernos a este hecho, buscando levantar una izquierda protagónica, sobre todo al calor de las próximas luchas sociales que se avecinan. Cargamos hoy con una gran mochila de experiencias, así también con nuevos liderazgos como nuestro compañero Sebastián Farfán o el luchador por el agua Luis Soto, que en las disputas parlamentarias sacaron buenos porcentajes.

Después del intenso ciclo de luchas estudiantiles del 2011-2012, ¿cómo ven el programa de «profunda» reforma educacional prometido por Bachelet y la llegada al parlamento varios líderes del movimiento?

Sobre las reformas de Bachelet, pensamos que el nuevo gobierno de la Concertación, hoy bautizado como Nueva Mayoría, representa un intento de cooptación por parte de la elite hacia los movimientos sociales. Fundamentalmente lo que buscan es «echarse al bolsillo» a los movimientos sociales, aislar a la izquierda y bajar los niveles de conflictividad social que se han levantado en el país. En conclusión, el principal objetivo de Bachelet es recuperar el consenso de la elite. Por esta razón también, el gobierno de la Nueva Mayoría es quien da mejores expectativas a los grandes empresarios y por eso muchos la apoyaron. Teniendo esto claro es que se comprende él porqué las propuestas de Bachelet han estado llenas de titulares pomposos, pero sin contenidos, algo que ya ha denunciado la CONFECH. No nos hacemos ilusiones con el gobierno de Bachelet y decimos claramente que el gobierno de la Nueva Mayoría no es nuestro gobierno.

Por ello, específicamente la reforma educacional es por sobretodo una consigna, pero que en el plano de contenidos no ataca el problema central que desde el movimiento estudiantil se denuncia y que dice relación con la prevalencia de un sistema privatizado y de lucro por sobre uno público, como también de un Estado subsidiario por sobre uno garante. Podemos alcanzar ciertos porcentajes de educación gratuita, pero si aquello no va acompañado con una política de fortalecimiento del sistema público, con la entrega de recursos a dichas instituciones sin fuga hacia el sistema privado, como a su vez con un sistema de ingreso y de calidad que proyecte al sistema público, la gratuidad terminará siendo sólo una formalidad y un nuevo tipo de traspaso de dineros hacia privados, y el programa de Bachelet solo una distorsión mal intencionada de lo que se ha manifestado desde las calles y aulas universitarias.

Ahora bien, la llegada de varios ex dirigentes estudiantiles al parlamento tampoco es garantía de avances, puesto que tanto Camila Vallejo como Giorgio Jackson llegaron de la mano de la Nueva Mayoría al parlamento con apoyos explícitos a Bachelet. Solo Gabriel Boric llegó de manera independiente al parlamento, pero su soledad en ese espacio será brutal y su rol por sobretodo será central en la vinculación con el movimiento estudiantil. En este sentido el hablar de una «bancada estudiantil» es una ilusión -y el mismo PC ya le cerró puertas a esa posible articulación-, puesto que ellos responden a sus conglomerados y si bien hoy se sirven un buen plato de comida deberán pagar la cuenta. Aun con esta visión crítica, creemos que la llegada de estos nuevos liderazgos al parlamento, y el respaldo ciudadano que tuvieron, es signo de los nuevos aires que recorren Chile. Implícitamente la gente voto con ellos con la ilusión de cambios, por lo que también es una señal política.

¿Cuál es el papel que podría jugar en los próximos meses el movimiento estudiantil para la reactivación de las luchas sociales anticapitalistas?

Inevitablemente el 2013 la contienda electoral se «comió» la agenda política, algo que habíamos advertido que sucedería en un país como Chile, haciendo aún más relevante y necesario el participar de esta contienda levantando nuestras banderas como izquierda, coyuntura que no se podría entender si no es con el ciclo de movilizaciones previos. El 2011, fuimos capaces de cambiar el eje de debates de nuestro país y luego del reacomodo de fuerzas en las alturas, con la llegada de Bachelet al gobierno, es el momento de que los movimientos sociales vuelvan a tomar la palabra. En esto, el movimiento estudiantil inevitablemente será clave.

Ahora tenemos, nuevamente, el desafío que los siguientes años la palabra la vuelvan a tener los movimientos sociales y los trabajadores.

Se deberán levantar con mucha más fuerza la bandera de la educación como derecho ante los peligros de cooptación y aislamiento, buscando que seamos nosotros quienes tengamos la agenda en nuestras manos y no el gobierno. Junto con eso se debe tener mucho mejores lazos con diversos movimientos sociales que se levantan en el país y que, también, comenzarán a salir con fuerzas a las calles. Ya el movimiento de recuperación de las aguas, con el gran liderazgo de Rodrigo Mundaca, ha anunciado una primera movilización en Abril del 2014. El movimiento estudiantil debe hacerse presente. Los trabajadores del cobre y portuarios se han constituido en una fuerza política con un gran nivel de organización y presión sobre los empresarios. Los estudiantes deberán estar junto a ellos.

Por último, la correlación de fuerzas interna en la principal organización estudiantil para el 2014, que es la CONFECH, permite señalar que una orientación de lucha contra el gobierno de Bachelet está asegurada. En esa tarea la Unión Nacional Estudiantil, tendrá un rol importante por ocupar roles relevantes en la CONFECH. En este sentido, nos jugaremos con todas nuestras fuerzas por impulsar la lucha estudiantil, para fortalecer la lucha popular y que eso nos permita proyectar, en mejores condiciones, las posibilidades de levantar una alternativa anti capitalista, más consolidada y que este en el centro del escenario político de Chile.

 

Notas

1/ Ver: «Domingo de elecciones en Santiago de Chile», Le Monde Diplomatique, www.rebelion.org/noticia.php?id=178394 y «La presión de las luchas impulsa un gobierno social-liberal», Viento Sur, www.vientosur.info/spip.php?article8613

2/ Denominaciones populares a las movilizaciones de estudiantes secundarios. La primera deriva de la pequeña maleta (mochila) que usan en sus espaldas para transportar sus útiles escolares, y la segunda, evoca la semejanza entre las multitudinarias marchas de niños y adolescentes con uniformes escolar (de color azul y blanco) y las bandadas de pingüinos.

 

Fuente: http://puntodevistainternacional.org/articulos-y-noticias/internacionalismo/271-bachelet-alternativas-luchas.html