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Entrevista a Mario Amorós, autor de "Después de la lluvia. Chile, la memoria herida"

«El Gobierno de Lagos maniobra para garantizar la impunidad de los asesinos y los torturadores»

Fuentes: Cambio 16

Mario Amorós, historiador y periodista (Alicante, 1973), bucea desde hace años en la historia reciente de Chile. Su libro Después de la lluvia. Chile, la memoria herida (editorial Cuarto Propio) es un viaje a la memoria herida de las víctimas del horror a través de los testimonios de sus familiares y compañeros y de una […]

Mario Amorós, historiador y periodista (Alicante, 1973), bucea desde hace años en la historia reciente de Chile. Su libro Después de la lluvia. Chile, la memoria herida (editorial Cuarto Propio) es un viaje a la memoria herida de las víctimas del horror a través de los testimonios de sus familiares y compañeros y de una minuciosa documentación, un exhaustivo análisis de la política de exterminio de la dictadura militar y un recorrido por las tres décadas de lucha por la verdad y la justicia.

¿Qué hay «después de la lluvia» y cuándo va a llegar a Chile ese momento?

Afortunadamente el futuro no está escrito. Cuando Pinochet fue sobreseído en julio de 2002 en el caso «caravana de la muerte» por su supuesta demencia, creí que la posiblidad de juzgarle se había clausurado de manera definitiva. Y sin embargo ahora, en una victoria histórica del movimiento de derechos humanos y la izquierda, ha sido desaforado por la Operación Cóndor. El problema de fondo, en todo caso, es que la dictadura impuso un legado muy difícil de anular porque no se circunscribe sólo a una impunidad lacerante, sino que también tiene una expresión institucional, económica y cultural.

¿La cobardía y la pretensión de «pasar página» han amparado la impunidad? ¿Hasta qué punto el olvido o la omisión de la Concertación y Lagos han impedido que se haga justicia?

La Concertación ganó las elecciones presidenciales en 1989 con Patricio Aylwin con un prograna que prometía derogar el decreto-ley de amnistía. Este compromiso duró sólo hasta que en marzo de 1991 Aylwin presentó el Informe Rettig, que fue un avance porque sentaba una verdad oficial indesmentible sobre una parte de los crímenes de la dictadura. Desde entonces todo lo que ha hecho la Concertación en materia de derechos humanos ha sido maniobrar para garantizar la impunidad de los asesinos y los torturadores. En agosto de 2003, por ejemplo, Ricardo Lagos pronunció un importante discurso en el que ignoró la anulación del decreto-ley de amnistía y habló de reducción de penas para los militares involucrados en crímenes contra la humanidad que aportaran información a los tribunales. Todos los avances se deben a la lucha incansable de las agrupaciones de familiares de las víctimas, al compromiso de los abogados de derechos humanos y a la consecuencia de la izquierda, que no ha renunciado nunca a esas demandas.

Tras el desafuero de Pinochet hace escasos días, el abogado Hugo Gutiérrez aseguró que la sociedad chilena estaba por fin madura para juzgar a Pinochet. ¿Cree que es así?

El juicio a Pinochet es imprescindible porque sus terribles crímenes no pueden quedar en la impunidad, pero va a ser complicado llegar hasta la condena en firme. Hace cuatro años el caso «caravana de la muerte», por el que llegó a ser procesado, se alargó muchísmo y el Gobierno de Lagos hizo lo imposible hasta lograr el sobreseimiento del tirano, como reveló el propio juez Juan Guzmán. Los abogados de Pinochet recurren a todo tipo de artimañas y seguramente volverán a insistir en su inventada demencia para librarle del juicio, a pesar de que los propios familiares de Pinochet se han encargado en los últimos años de sostener que no está loco.

Pero Pinochet está más acorralado que nunca: las cuentas secretas, la «Operación Cóndor», el caso Víctor Jara, las nuevas denuncias del Partido Comunista… ¿La gente se escandaliza más por los robos que por las masacres?

En la derecha sí, se han distanciado más de él por su condición de ladrón que por su condición de cómplice e inductor de crímenes terribles. Pinochet, que siempre exaltó la supuesta austeridad militar, antes del golpe de estado tenía una casa de clase media y un cochecito y desde entonces, con el único sueldo de general de la República, ha logrado adquirir varias mansiones en los sitios más caros del país y tiene millones de dólares en el Banco Riggs. Su recién descubierta condición de ladrón se suma a su ya conocida trayectoria como criminal.

Siempre es una incógnita saber cómo respira el ejército chileno en este sentido. ¿Ha cambiado algo?

No, lo comprobamos el pasado 23 de agosto cuando el ejército tributó un homenaje a Pinochet. Y el general Emilio Cheyre, comandante en jefe del ejército (involucrado por cierto en los crímenes de la «caravana de la muerte» en La Serena en octubre de 1973), exige cada cierto tiempo la impunidad para las decenas de oficiales procesados. Los militares chilenos aún reivindican el golpe de estado y justifican sus crímenes porque creen que se produjeron en el contexto de una «guerra» para «salvar» a su país del comunismo.

Una parte de la derecha ha quedado anquilosada en el tiempo de la dictadura, pero ¿no le ha pasado también a buena parte de la izquierda, obligada a desgastarse en batallas por la justicia del pasado y la limpieza de la memoria, sin poder dedicarse de lleno a mirar hacia adelante?

La lucha por la verdad y la justicia en Chile es parte esencial de la lucha por la democracia, si la izquierda aceptara la impunidad, estaría renunciando a conquistar una verdadera democracia. En todo caso, no es fácil para la izquierda chilena hacer frente a una derecha cerril pero millonaria y a una Concertación que hace muchos años que asumió el vigente modelo de «democracia cautiva»; la ley electoral vigente, aprobada por la dictadura, exige obtener en torno al 30% de los votos en una circunscripción para obtener un parlamentario. Y los grandes medios de comunicación están en manos no ya de la Concertación, sino de la derecha pinochetista.

La abogada Carmen Hertz dice en su libro que el caso Pinochet ayudó a relanzar el proceso de transición política. ¿Cree que la transición es real?

En Chile no ha habido transición, se produjo el cambio de modelo de una dictadura militar a una democracia tutelada por las Fuerzas Armadas y los conglomerados financieros. La herencia totalitaria se mantiene después de 14 años y la Concertación se ha acomodado a un sistema que seguramente le permitirá continuar gobernando tras las presidenciales del año próximo, pero al precio de asumir un modelo diseñado por personajes tan siniestros como Jaime Guzmán, principal asesor político de Pinochet.

En su libro alguien define a Pinochet como «cadáver político», mientras que él se describe a sí mismo como un «buen ángel». ¿Qué es hoy por hoy?

Es un paradigma universal de la infamia, de la cobardía, de la ignominia, de la traición. En 1978 un juez italiano condenó a un policía por llamar «Pinochet» a su superior. Eso es Pinochet, un insulto.