Tras las elecciones municipales, con una marca histórica de abstención superior al 60 por ciento y la pérdida de municipios clave para la coalición gobernante, la agenda política y mediática ha dado inicio al proceso presidencial del año entrante. En contrapartida, es también el inicio del protocolo de despedida del gobierno en funciones. A poco […]
Tras las elecciones municipales, con una marca histórica de abstención superior al 60 por ciento y la pérdida de municipios clave para la coalición gobernante, la agenda política y mediática ha dado inicio al proceso presidencial del año entrante. En contrapartida, es también el inicio del protocolo de despedida del gobierno en funciones.
A poco más de un año de la celebración de las próximas elecciones presidenciales, que se realizarán el 17 de noviembre de 2013 junto a las de diputados y senadores, el actual gobierno sólo suma derrotas y tropiezos. Pese a haber tenido a toda la gran prensa empresarial a su favor, la percepción en la opinión pública no puede ser peor: ha marcado los más bajos niveles de apoyo ciudadano desde el inicio de la transición en 1990. Aun cuando hay factores nuevos que se han sumado a la agenda política de los últimos veinte años, como son las movilizaciones estudiantiles y sociales contra el modelo neoliberal imperante, el gobierno de Piñera también se las ha arreglado para contribuir por sí mismo en esta debacle perceptiva. Sólo en los últimos meses hallamos una panoplia de torpezas que se han amplificado a través de los medios, las que van desde los arreglos de las cifras de pobreza de la encuesta Casen, los datos distorsionados en el censo de población, la inscripción de fallecidos en los registros electorales hasta el descalce en sus resultados. Un repertorio de desaciertos al que se suman los sobreprecios en las adquisiciones del Ministerio del Interior y las relaciones con narcotraficantes en la policía.
Piñera ha podido mantenerse a flote -hasta el momento- por la economía. Hasta la fecha, intenta destacar como los últimos logros de su gobierno la estabilidad macroeconómica, el crecimiento del producto y las bajas cifras en el desempleo, las que marcaron a septiembre un 6,5 por ciento. Una exhibición que parece haber llegado a su fin. Los datos económicos de septiembre han comenzado a incorporar la crisis internacional, lo que en una economía globalizada como la chilena sólo era cosa de tiempo.
FUERTE CAIDA EN LA PRODUCCION
A septiembre pasado, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) publicó que la producción manufacturera bajó un 5,6 por ciento, con fuertes caídas en la mayoría de sus ramas productivas. Si este indicador ya es claro, en el comercio se sienten los primeros efectos: tras crecer a dos dígitos durante los últimos meses, pasa ahora a un moderado 6,8 por ciento, con freno en bienes de consumo durable por primera vez en el año. Es también interesante observar lo que está pasando con la construcción, el sector que ha mantenido a la economía a plena marcha durante los últimos meses. Durante septiembre, la superficie total autorizada de construcción se redujo en 23 por ciento respecto a la cifra registrada en 2011. En relación a la edificación habitacional, la construcción de obras nuevas mostró una disminución de 22 por ciento, mientras que las ampliaciones exhibieron un descenso de 28 por ciento en doce meses. Dentro del destino no habitacional, tanto el sector industria, comercio y establecimientos financieros, así como el sector servicios, mostraron disminuciones en sus variaciones anuales del 27 y 23 por ciento. Con estas cifras en la mano, podemos tener claro que en todas las áreas hay una clara disminución.
El economista Hernán Frigolet, de Nueva Economía, afirma que hay un claro freno en la demanda interna, que es consumo e inversión. «La minería presenta una modesta expansión de 2,3 por ciento, sostenida por el cobre que crece 4,3 por ciento». Frigolet señala también que el Indice Mensual de Actividad Económica (Imacec) debiera marcar una desaceleración importante a futuro, y es probable que su variación esté en el rango del cuatro al cinco por ciento. «En el ámbito laboral la desaceleración se viene percibiendo desde hace más de un trimestre, ya que no se ha observado creación de empleo, en tanto las remuneraciones reales sólo reflejaban el rezago inflacionario del primer semestre. La demanda interna inicia su ciclo de desaceleración y probablemente se mantenga más bien estacionaria, pues se han alcanzado elevados niveles de gasto per cápita en materia de durables y consumo habitual en general».
DISMINUYE LA VENTA DE AUTOS
Veamos el caso de la venta de autos nuevos. Hacia 2010 la tasa promedio de crecimiento de las ventas era superior al 60 por ciento mensual; hacia 2011 tuvo cierta moderación, en tanto durante el año en curso aparecieron números negativos. Tras crecimientos bastante discretos, en septiembre las ventas cayeron un doce por ciento.
Durante los últimos años, ha sido el consumo la variable que ha permitido crecer a la economía chilena a altas tasas, con efectos favorables en el empleo, los salarios y la actividad de sectores productivos, servicios y el comercio. Pero esta variable parece haber tocado su techo e iniciado su descenso. Si en 2010 la demanda interna (consumo e inversión) crecía a un ritmo de casi 15 por ciento, al segundo trimestre del año en curso creció sólo un siete por ciento y es muy probable que las futuras estadísticas muestren una mayor contracción. Si aquí es notorio el descenso, aún peor es en el consumo, que pasó desde un diez por ciento en 2010 a poco más de un cinco por ciento el segundo trimestre de 2012.
Según el último boletín mensual del Banco Central, la tasa de expansión de las importaciones, que en 2010 mantuvo un ritmo superior al 40 por ciento, bajó a poco más del 20 por ciento en 2011 y a cifras de un dígito durante el año en curso. En septiembre, consigna el boletín, las importaciones de bienes de consumo, en línea con lo que sucede con la venta de automóviles, cayeron un 8,6 por ciento, tendencia que también mantuvo la importación de bienes intermedios y de capital. Estos últimos bajaron más de un diez por ciento en septiembre pasado.
Hay otra variable que también exhibe su deterioro. La cuenta corriente ha comenzado a mostrar números negativos desde 2011, tendencia que se mantiene y amplifica durante 2012. Pese a la disminución de las importaciones, el déficit es creciente.
El proceso en el que ha ingresado la economía chilena es un acoplamiento con la economía global, la que lleva un rumbo descendente. Los cálculos de los organismos internacionales señalan que el PIB de la economía mundial mantiene una clara contracción desde inicios de la década, pasando desde una expansión del 5,2 por ciento para 2010 a una del 3,5 durante el segundo trimestre de este año. Lo mismo para las economías de los principales socios comerciales chilenos, cuyo PIB promedio bajó desde un ritmo del 6,1 por ciento hace dos años a un 3,6 en la actualidad. Este sensible freno a la actividad económica de los socios chilenos ha conducido a un fuerte deterioro de los términos de intercambio, el que cayó desde casi un 20 por ciento en 2010 a cifras de un dígito en la actualidad.
SEÑALES CONTRADICTORIAS
En un análisis de la situación económica interna y externa plasmado en un documento publicado hacia finales de octubre por el Banco Central, se advierte sobre el vuelco que está viviendo la economía mundial. En el documento se afirma que «la debilidad en el crecimiento del mundo desarrollado persiste. En los emergentes, los signos de desaceleración se han atenuado», sin embargo, dice, que «en ciertas economías emergentes se están viendo algunas señales de que la desaceleración de la actividad podría estar entrando en un punto de quiebre». Las cifras, pese al énfasis, no son tan claras.
Es el caso de China, y con aún más ímpetu, de Brasil. Las ventas minoristas en la economía china cayeron desde una variación anual del 18 por ciento el año pasado a un 14 por ciento durante los últimos meses, en tanto la producción industrial tuvo un tremendo tropiezo este año, pasando de una variación interanual del 22 por ciento a un escaso seis por ciento. En el caso de Brasil la tendencia es aún más marcada, con una evidente reducción de la producción industrial.
El Banco Central, pese a exhibir esas cifras, las que alarman a economistas independientes, no quiere advertir sobre esos riesgos ni llamar tan abiertamente a la alerta. Para esta institución «autónoma», las cosas están en buen pie, muy en línea con los intereses del gobierno, que enfrenta un año de cruciales elecciones. Chile, como hemos escuchado desde hace ya más de dos décadas, es una isla, un modelo en medio de la tormenta planetaria. Chile, como leemos en la prensa del duopolio, está en un virtual pleno empleo.
Hacia finales de octubre el presidente del Banco Central, Rodrigo Vergara, presentó un informe en el que elogia el comportamiento de la economía nacional ante la crisis externa. Pero pese a esa extrema discreción en el lenguaje, hay ciertas ideas que alertan. En la presentación de Vergara hay evidente satisfacción por el desempeño económico. «En Chile, los efectos del debilitado escenario externo han sido tenues. La economía sigue mostrando un sólido desempeño, donde destaca el mayor dinamismo de los indicadores de consumo». Agrega que el crecimiento de la demanda interna se ha sostenido por la fortaleza de la inversión y el consumo. Incluso los indicadores más recientes muestran un mayor dinamismo del consumo, «el que se ha apoyado en los ingresos laborales, los que han tenido aumentos relevantes, dado el casi pleno empleo».
Hasta ahora, los efectos de la crisis externa sobre la economía chilena han sido tenues, afirma. Las exportaciones se han resentido levemente. Comparado con la crisis de 2008-2009, el efecto ha sido mucho menor, aun cuando desde inicios de 2012 hay un sostenido descenso, el que se mantiene hasta las últimas estadísticas publicadas en septiembre. Hasta aquí, según el Banco Central, las grandes estadísticas económicas no ofrecen grandes novedades. Pero la alerta surge con el aumento del gasto interno, que ha llevado al incremento en el déficit de la cuenta corriente. «Este se ha dado, además, con favorables términos de intercambio (relación entre exportaciones e importaciones), lo que plantea un riesgo hacia adelante». Una vez que los términos de intercambio se deterioren, lo que ya está en curso, los riesgos de una amplificación del déficit serán inminentes.
La economía chilena es sólida y dinámica, subraya esa presentación. Pero inmediatamente dice: «Sin embargo, el escenario macroeconómico actual plantea riesgos relevantes con respuestas de política en distintas direcciones: en lo externo con sesgo a la baja, en lo interno con sesgo al alza». Para el Banco Central, «la reducción de los riesgos internos pasa por una necesaria moderación de la demanda interna. No podemos asumir que las condiciones externas favorables para Chile se mantendrán para siempre». Para el gobierno, y ante un año electoral, seguir esta recomendación es dejar que la economía se descomprima, afectando el empleo y el consumo. Por el momento nada de ello está en el horizonte. Como tampoco en el discurso, que una vez más coloca a la economía chilena como si fuese un caso aislado en el mundo. Esa es la percepción que nos deja el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, que aun cuando ya no asegura que Chile será un país desarrollado hacia finales de esta década, como fue el eslogan de inicios de este gobierno, sí dice que la economía chilena vive un «círculo virtuoso». Con la soberbia propia de los titulares de Hacienda chilenos, Larraín dijo en un seminario ante empresarios: «Con una desocupación acercándose al pleno empleo y una potente creación de nuevos puestos de trabajo, con salarios reales en ascenso y una inflación controlada, es una situación que muy pocos países en el mundo pueden exhibir y que, por lo tanto, debemos valorar y cuidar. En pocas palabras, nuestra economía vive un círculo virtuoso».
Bien sabemos que la realidad económica chilena es una de las más desiguales del planeta, por tanto cuando se habla en aquellos círculos políticos empresariales sobre las bondades de esta economía, las referencias son a las ganancias de la gran empresa. El resto, es el equilibrio macroeconómico, o cómo mantener el statu quo .
El estado de las cosas es malo, lo que está más que demostrado en infinidad de encuestas acerca del modelo económico y permanentes protestas a lo largo y ancho del país. Es un hecho. La otra realidad, es el empeoramiento de la macroeconomía, que gatillará y hará estallar contradicciones hasta el momento más o menos controladas.
Publicado en «Punto Final», edición Nº 770, 9 de noviembre, 2012