El Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, fundado en 1889 para formar a los profesores de la enseñanza secundaria, tenía cerca de seis mil alumnos al momento del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Estaba situado en un vasto y florido campus junto a las avenidas Macul y Grecia, en la […]
El Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, fundado en 1889 para formar a los profesores de la enseñanza secundaria, tenía cerca de seis mil alumnos al momento del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Estaba situado en un vasto y florido campus junto a las avenidas Macul y Grecia, en la comuna de Ñuñoa, rodeado de antiguas casas pertenecientes a la tradicional clase media chilena. Allí se alojaban también las sedes de carreras como sociología, arqueología, filosofía, periodismo y educación parvularia, además de centros de estudios como el griego y el árabe. El Pedagógico era en esos tiempos un hervidero político e ideológico, donde predominaban las juventudes comunistas, socialistas, el MIR y algunas corrientes anarquistas.
Aquella mañana del martes 11 los dirigentes de los centros de alumnos, encabezados por los comunistas Martín Pascual y Carlos Cerda, se reunieron muy temprano para evaluar el alzamiento de los militares. Uno de los dirigentes de historia había sido advertido en la madrugada desde Valparaíso sobre tropas que copaban los principales accesos al puerto, mientras los marinos silenciaban las radioemisoras afines a la Unidad Popular. El alumno llamó a Angela Jeria, una amiga que estudiaba antropología, casada con Alberto Bachelet, general de la Fuerza Aérea, simpatizante del gobierno del presidente Salvador Allende. El matrimonio despertó sobresaltado por el teléfono a mitad de la noche. La pareja no sabía nada de movimientos militares en Valparaíso.
Profesores, alumnos y funcionarios de la Unidad Popular en el Pedagógico tenían un sistema de vigilancia nocturno desde hacía tres meses, adoptado luego de varios ataques de miembros de las brigadas derechistas de Patria y Libertad y del Comando Rolando Matus. En uno de ellos tuvo que intervenir incluso el director del Departamento de Historia, Hernán Ramírez Necochea, para impedir que los asaltantes les dispararan a algunos alumnos.
A eso de las cinco de la mañana, María Eugenia Horvitz, profesora de la carrera de historia, también supo del movimiento de tropas en Valparaíso y salió presurosa al Pedagógico, donde llegó como a las seis y media. Junto con otros docentes y varios alumnos empezaron a retirar documentos comprometedores, fotocopiadoras y otros materiales que llevaron a la casa de unos colegas que vivían en la calle Doctor Johow, que une a la Plaza Ñuñoa con Avenida Grecia, en la parte de atrás del campus, muy cerca del edificio donde estaba la Escuela de Periodismo.
A las ocho de la mañana ya había mucha gente y a través de radios portátiles se escuchó el primer discurso de Allende.
PAÑOLETAS COLOR SALMON
Los alumnos del Pedagógico tenían una apariencia característica: pantalones de mezclilla gastados, morral artesanal, casaca verde oliva, pelo largo y barba incipiente. En la avenida Macul, en la entrada principal de la sede, frente a la calle Juan Gómez Millas, seguían ingresando decenas de estudiantes que venían de distintas direcciones. La mayoría empezó a concentrarse frente al viejo edificio que albergaba a la Escuela de Filosofía.
Pasadas las nueve de la mañana se situó frente al campus un camión con soldados de la Fuerza Aérea en tenida de combate, fuertemente armados, con brazaletes blancos y pañoletas color salmón en sus cuellos. Algunos estudiantes creyeron que se trataba de tropas leales al gobierno. No era así.
La Escuela de Sociología se ubicaba en una casa vecina al Pedagógico, lindando por uno de sus costados con el Comando de Apoyo Logístico de la Fuerza Aérea. En los techos de aquellas instalaciones militares se observaba un piquete de soldados junto a una ametralladora punto 30 orientada hacia los jardines del campus. El centro de alumnos de esa escuela lo controlaba el MIR y era presidido por el alumno nicaragüense Bayardo Salmerón.
Los dirigentes estudiantiles decidieron permanecer en la sede al igual que muchos profesores y funcionarios. Un pequeño grupo de alumnos hizo una fogata en el patio, frente al centro de alumnos del Pedagógico, y procedió a quemar documentos que los pudieran comprometer cuando los militares allanaran el lugar. Un estudiante de literatura miraba cómo sus compañeros hacían desaparecer una lista de militantes de las Juventudes Comunistas que viajaría a Moscú en el próximo octubre, al Festival Mundial de Juventudes Progresistas. La lista incluía su nombre.
Un brasileño, a quien llamaban «El Pantera Negra» por usar un corte de pelo al estilo de Angela Davis, acusaba a unos alumnos comunistas de que su partido y el gobierno no habían tenido los cojones suficientes para dar de baja a los generales golpistas. La discusión cesó cuando anunciaron que otro camión con soldados se había ubicado en Avenida Grecia, frente a la Facultad de Ciencias.
Leopoldo Muñoz de la Parra, era el único hombre inscrito en la Escuela de Párvulos de la Universidad de Chile. Tenía 20 años. «La vida política era intensa, con presencia de muchos grupos políticos, pero con hegemonía comunista manifiesta. En el Pedagógico había otros grupos minoritarios, adversarios políticos de la Unidad Popular: los anarquistas que estaban en filosofía, y los miristas, en historia. Pero, en definitiva, el grueso del Pedagógico era la Jota», recuerda. También tenían una gran presencia en la sede los integrantes del movimiento de pintores muralistas y de la Brigada Ramona Parra, encabezados por dirigentes como «El Mono», el Pato Madera y el «Gitano» Bahamondes.(1)
EL «PABELLÓN J»
Fernando Ortiz, miembro de la comisión política y encargado universitario del Partido Comunista, llegó a eso de la 11 de la mañana y se dedicó preferentemente a tranquilizar a los dirigentes y a los estudiantes. En aquellos años el Pedagógico tenía un internado que albergaba a estudiantes de Brasil, Uruguay, Perú, Argentina y de otros países. Los dormitorios estaban en el denominado «Pabellón J», detrás de historia y casi al lado de periodismo, con sus ventanas de cara a la calle Máximo Jeria y a la cordillera. Muchos de aquellos jóvenes terminaron detenidos en el Estadio Nacional.
Juan Carlos Skewes cursaba segundo año de la carrera de antropología. Era presidente de su curso y había tenido severas contradicciones entre ser anarquista o apoyar a la Unidad Popular. Poco antes del golpe se incorporó a la Unión Socialista Popular (Usopo). Cuenta que en su carrera se hacía clases sólo en las tardes y que sus compañeros tenían tres referentes sociales importante: Los Cisnes, restaurante de Macul; el Café Pushkin, en Grecia; y el restaurante Las Lanzas, en Plaza Ñuñoa.
«El Pedagógico era una Vicerrectoría de sede en ese momento y había mucha disputa política interna, ya sea por los centros de alumnos o las autoridades universitarias o los sindicatos de los funcionarios. La gran pelea era entre el Movimiento Anarquista de Liberación, que lideraba Juan Rivano, profesor de filosofía, y John Pattillo-Hess, alumno de la misma carrera, que encabezaba a otra fracción anarquista. En el campus la política era intensa y esencial, aunque con una fragmentación muy fuerte al interior de la Izquierda, con la presencia de trotskistas, del PC Bandera Roja, los Elenos, grupo fraccionado del PS, grupos maoístas, el MIR, el MAPU, la Izquierda Cristiana», recuerda.(2)
El 11 en el Pedagógico hubo mucha gente que quería resistir. Incluso se analizó en el Departamento de Química qué materiales podrían servir. Un profesor hizo un cálculo de los ácidos que había para fabricar bombas incendiarias. Finalmente, tras varias asambleas, se llegó a la conclusión que se debía pactar la salida de la gente que allí estaba. Para negociar la retirada se armó un grupo encabezado por el vicerrector de la sede, Eduardo Ruiz; la secretaria ejecutiva del campus, Graciela Uribe; Mario Planet, decano de Ciencias Sociales y algunos profesores, entre los que estaban Renato Julio, Fernando Ortiz Letelier y María Eugenia Horvitz. Esta última rememora: «Juntos caminamos por el borde, por donde estaban las escuelas de sociología y sicología, salimos por una puerta que ya no existe porque ahora hay un solo acceso. Ahí hablamos con los militares, que eran de la Fuerza Aérea y finalmente se permitió que la gente pudiera salir por la puerta de Periodismo, la que daba a la calle Los Aromos».
Militantes de las Juventudes Comunistas que no podían volver a sus hogares intentaron refugiarse en una casa provista por las Juventudes Socialistas en las cercanías del Pedagógico, pero debieron regresar porque la vivienda estaba rebasada. Muchos buscaron cobijo en el Pabellón J hasta el jueves 13, cuando se produjo la salida final al levantarse el toque de queda. No hubo allanamiento. Los militares entraron después que los estudiantes y profesores habían abandonado el lugar.
ARRASAN CON SOCIOLOGIA
Decretado el cierre de Sociología el martes 11, las instalaciones no fueron devueltas al Instituto y se entregaron a una rama administrativa de la universidad. La casa fue demolida. La planta de sesenta profesores fue reducida a tres: Orlando Sepúlveda, Fernando Durán y Julián Rodríguez-Cano, a quienes se encargó la reestructuración del instituto. El resto fue exonerado. Entre los nuevos profesores contratados en 1974 estaba Inés Tardel, casada con un coronel de la Fuerza Aérea, que se preocupaba de amenazar, clase tras clase, a los pocos alumnos que habían sobrevivido a la razzia. Eran más de 300 y quedaron cerca de 30.
Entre los alumnos expulsados destacan Josefa Errázuriz, actual alcaldesa de Providencia, y Ramón Griffero, quien se fue a Inglaterra y abandonó para siempre la sociología y enriqueció el teatro nacional a su regreso. Otros alumnos, como Jaime Buzio, Jaime Robotham y Claudio Thauby, fueron detenidos y desaparecidos entre junio y diciembre de 1974.
En Periodismo había unos sesenta profesores hasta el momento del golpe, entre ellos Ricardo Lagos Escobar y Anselmo Sule. Quedaron doce. De los casi 150 alumnos, se mantuvieron unos 40. Los últimos meses de 1973 la escuela se mantuvo cerrada.
CAMPUS LIRCAY
El desmantelamiento del «Campus Lircay», bautizado así por la dictadura, estuvo acompañado de una importante represión que se extendió hasta avanzados los años 80. Los aparatos de seguridad se instalaron en las dependencias de Macul 774. Guardias y civiles infiltrados tenían una misión: garantizar que aquel espacio combativo, cultural y político dejara de llevar ese sello. La organización estudiantil fue suprimida. Se prohibió el uso de los campos verdes que hasta el día de hoy caracterizan al «Peda» y se persiguió a militantes, estudiantes y profesores que tuvieran relación con las fuerzas de Izquierda. Según el Informe Rettig, el Instituto Pedagógico tuvo 42 víctimas mortales. De ellas, los estudiantes del MIR fueron los más golpeados. Entre los caídos figuran Agustín Reyes González, filosofía; Eduardo Ziede Gómez, sociología; Jorge Espinoza Méndez, filosofía; Miguel Angel Acuña Castillo; Héctor Garay Hermosilla, historia; Alfonso Chanfreau Oyarce, filosofía; Mauricio Jorquera Encina, sociología; Carlos Salcedo Morales, sociología; María López Stewart, historia; Claudio Rodríguez Muñoz, Claudio Silva Peralta; Félix de la Jara Goyeneche, historia; Luis Fuentes Riquelme, biología; Patricia Peña Solari, biología; Luis Núñez Rojas, filosofía; Rodrigo Medina Hernández, filosofía, entre otros.
La represión tendría como corolario la separación de la Universidad de Chile en 1981, en virtud del decreto con fuerza de ley (DFL) número 1 de la dictadura, que reestructuró la educación chilena y eliminó la gratuidad vigente hasta entonces en el nivel superior.
El DFL número 7, del 17 de febrero de 1981, transformó la Facultad de Educación de la Universidad de Chile en el Instituto Profesional Academia Superior de Ciencias Pedagógicas. Lo mismo sucedió con su sede de Valparaíso, que en 1985 fue transformada en la Universidad de Playa Ancha de Ciencias de la Educación. Un año después la sede santiaguina tomaría su figura actual de Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE)(3).
Notas:
(1) Acuña, María Elena: Las huellas de un acecho ; Anales de la Universidad de Chile; Tinta Azul. Ediciones de la U. de Chile; 2013
(2) Montecinos, Sonia: Los murmullos de la memoria ; Anales de la Universidad de Chile; 2013.
(3) Ex alumnos y docentes reivindican legado del Instituto Pedagógico . Marco Fajardo y Nicole Cardoch. 30 de abril del 2014. radioUdeChile.cl
Publicado en «Punto Final», edición Nº 861, 30 de septiembre 2016.