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Discurso del Presidente del PDA en la inauguración del II Congreso del Polo Democrático

«El hecho de que hoy cese para mí toda responsabilidad en la conducción del Partido, me otorga mayor libertad para opinar por mi cuenta y riesgo «

Fuentes: Rebelión

Permítanme que comience mi reflexión inaugural de este Segundo Congreso del Polo Democrático Alternativo, con un par de citas elocuentes de sendos discursos de dos de nuestros más ilustres dirigentes.I La unidad de la izquierda democrática. ¨Por primera vez, desde 1819, hace 187 años, la esperanza de lograr una Patria para todos, se materializa. La […]

Permítanme que comience mi reflexión inaugural de este Segundo Congreso del Polo Democrático Alternativo, con un par de citas elocuentes de sendos discursos de dos de nuestros más ilustres dirigentes.

I La unidad de la izquierda democrática.

¨Por primera vez, desde 1819, hace 187 años, la esperanza de lograr una Patria para todos, se materializa. La unidad de toda la izquierda democrática que ahora se sella y se consolida, es el primer paso para que los pobres y los oprimidos, los marginados y los desechados, los obreros y las clases medias, los intelectuales y los empresarios eficientes puedan ver luz al final de este larguísimo túnel que ha sido la vida de ésta nuestra República de Colombia.¨

Así comenzó su excelente intervención ante el Primer Congreso del Partido, el 30 de Noviembre de 2006 nuestro dirigente histórico Antonio Navarro Wolff, aclamado luego como primer Secretario General del PDA.

¨Si Uribe va a la reelección, es inevitable poner un bloque democrático al frente. Y como yo creo que no gana la reelección por diversas circunstancias, porque sus propios amigos se le vuelven todos los días más sus enemigos, el Polo Democrático debe ir con su propio candidato, con su propia propuesta. Creo que ese escenario nos va a permitir acceder a una segunda vuelta total. Y si el candidato es usted doctor Gaviria, le cargo la maleta todas las veces que sea necesario.¨

Así concluyó su discurso Lucho Garzón, en la sesión inaugural de la Dirección Nacional del Partido, hace precisamente un año. Todo era optimismo, convocación a la unidad y confianza en que el Polo, con su unidad consolidada, con su propia propuesta y su propio candidato, sería capaz de derrotar el proyecto retardatario, conservador y autoritario de Alvaro Uribe Vélez.

Antonio habló sin reticencias de toda la izquierda democrática que confluye en el Partido, sin distinguir la vieja de la nueva, por tanto, sin enredarse en el berenjenal de proponer criterios artificiosos y de conveniencia para discernir la una de la otra, anatematizar a los unos y hacer la apología de los otros.

A Lucho me permití recordarle, en tono cordial, y aludiendo a afirmaciones suyas hechas en otro contexto, que ¨ no hay en el Polo un sector revolucionario… y otro reformista… sino una colectividad pluralista con diferencia de matices… empeñada en la construcción de una sociedad democrática, pacífica, menos inicua e injusta que la que hoy tenemos, en el marco de un Estado de derecho, con la soberanía recobrada, que haga valer su dignidad en el concierto de las naciones.¨

Dejo de lado la referencia amable de Lucho Garzón a una posible candidatura mía, que no sólo no busco sino que declino de antemano, para insistir de nuevo en la urgencia de buscar la unidad, de profundizarla y de consolidarla para presentarnos como una opción seria de gobierno, y asumir de ese modo la responsabilidad que la coyuntura histórica nos adjudica y de la que no podemos claudicar: cambiarle el rumbo a Colombia, mediante la construcción de una sociedad decente.

II El repudio a la lucha armada.
Cuando se dice que en la conformación del Polo han confluido todos los sectores de la izquierda democrática, se quiere significar que se ha suscrito entre todos ellos un acuerdo intangible e irrevocable; queda proscrito el empleo de las armas, o la adhesión a quienes las emplean, en la búsqueda de las hondas transformaciones que a nuestro juicio requiere la sociedad colombiana para materializar lo que la Carta del 91 establece: la democracia, el pluralismo, el pluriculturalismo, la vigencia de los derechos y la protección a la dignidad humana, como axiomas inconcusos, a partir de los cuales es imperativo construir un país, a contramano del vergonzoso que hoy tenemos.

El artículo 2 de nuestros estatutos fue aprobado por unanimidad, sin reticencias de ningún sector, por la dirección Nacional del Partido, y reza de manera inequívoca; ¨ El empleo de las armas para la resolución de los conflictos, contradice los métodos y los propósitos que propugna el Polo. ¨

El principio allí establecido, que en otro país o bajo otras circunstancias resultaría superfluo, entre nosotros cobra renovada vigencia, pues las FARC y las demás organizaciones guerrilleras supérstites, persisten en los genocidios, en los secuestros y en los más atroces crímenes de guerra, y de lesa humanidad, en función de propósitos brumosos que, por la forma como se buscan, ninguna persona de bien podría rescatar como altruistas.

Reiteramos, más allá del cansancio, que todos los sectores políticos que conforman el Polo repudian y condenan el crimen como instrumento vitando, deslegitimante aun de resultados que podrían juzgarse deseables, buscados por otros medios.

III El gobierno que enfrentamos. Es esa fortaleza ética, la que nos adjudica autoridad indiscutible para condenar al gobierno cuando siguiendo los mismos caminos tortuosos de su contraparte, y mediante actos horrendos al margen de la moral y el derecho, se obstina en que en función de su política de seguridad todo se vale, incluso los ¨ falsos positivos,¨ expresión eufemística usada para no llamar por su nombre, atroces asesinatos cometidos por miembros de la fuerza pública, para merecer ascensos y gabelas dentro de la institución. Y saber que al responsable político directo de semejantes atrocidades lo designaron algunos medios periodísticos ¨ el personaje del año ¨ y sus conmilitones esperan que renuncie para ungirlo como aspirante a la Presidencia de la República, si su jefe absoluto da por satisfecha su insaciable ¨ libido imperandi. ¨

Nos tocó en suerte, o mejor, nos cupo la desventura de enfrentar un proyecto político inteligente y coherentemente dirigido a consolidar un statu quo injusto, inequitativo y excluyente, previa anestesia de los damnificados, que en su gran mayoría aun le prestan apoyo porque ha prometido quien lo encarna, poner término a un viejo conflicto (cuya existencia niega), que por la crueldad que reviste, se ha convertido en la prioridad primera de la opinión nacional. La guerrilla, digámoslo con claridad, con sus secuestros, genocidios y demás crímenes universalmente repudiados, ha abonado el terreno donde hoy florece un gobierno narcisista y mesiánico que por eso mismo necesita de ella para perpetuarse.

Qué razones, si no, podrían explicar su visible molestia por el empeño heroico de Piedad Córdoba y demás ¨ Colombianas y colombianos por la paz ¨ que se han propuesto tercamente la liberación segura de las personas secuestradas en poder de la guerrilla. Prefiere la ¨ operación jaque ¨ con sus riesgos y truculenta estrategia, porque puede invocarla en provecho de su prestigio y consiguiente afianzamiento en el poder, constitutivo de su interés primario.

Permítanme a modo de digresión, hacer una descabellada conjetura. Si supusiéramos que en virtud de un insólito acto de taumaturgia, el país sufriera una venturosa transformación radical que comportara el fin de la guerra, la abolición de la pobreza y de la iniquidad, la integración social de todos los sectores segregados, su acceso a los bienes sociales en circunstancias de equidad, pienso que nuestro presidente repudiaría el nuevo y feliz estado de cosas, por dos potísimas razones: Una, porque esa no es la sociedad que él desea, y dos, porque esa milagrosa transformación no habría sido obra suya.

IV El PDA y su reto. A ese proyecto, cuidadosamente pensado y diestramente diseñado, es al que debemos oponernos con toda la fuerza dialéctica, pedagógica y democrática de que seamos capaces, condúzcalo quien lo conduzca, porque en él, Uribe puede ser la cabeza más visible, pero hay a su lado pintorescos clones o caricaturas suyas, ansiosos de empuñar las mismas impúdicas banderas.

Y la pregunta ineludible es, entonces, ¿cómo tenemos que hacerlo? La respuesta no puede ser, a mi juicio, otra que ésta: con un programa sólido cuyas metas esenciales no es difícil identificar y a cuya construcción final tienen que concurrir todos los sectores conformantes del partido en el marco de su ideario de unidad.

En una enunciación, a mero título de ejemplo, tiene que incluir: 1. Un cambio de modelo económico, que se compadezca con la necesidad de materializar y universalizar los derechos sociales fundamentales (salud y educación en primerísimo lugar), no sólo por el imperativo ético de justicia y de equidad que ellos comportan, válido y urgente independientemente de cualesquiera circunstancias históricas, sino también como factor eficiente en la superación del conflicto cuyas raíces sociales parece necio ignorar.

En la pasada campaña presidencial enarbolamos esa bandera, pero hoy la urgencia de abrogación del modelo neoliberal, resulta corroborada por hechos de dimensiones mundiales.

2. Una reforma al campo, que tiene que partir de la elemental exigencia de justicia de restituir a los desplazados la tierra de que han sido despojados brutalmente por los grupos armados irregulares y sus aliados, ¨ los señores de la guerra. ¨ En sentido, precisamente opuesto, algunos miembros de la bancada uribista en el Congreso han intentado reducir los términos y las condiciones de la prescripción adquisitiva para los predios rurales, con el evidente propósito de legitimar el despojo. Una revisión responsable, desde una óptica social de equidad de la ley 1152 de 2007, conocida como estatuto rural, muchas de cuyas disposiciones resultan lesivas de los propietarios campesinos, es necesario que se haga bajo un gobierno de nuestro partido, así como la implantación de un sistema impositivo que permita gravar progresiva y significativamente los feudos ociosos, y que respete sin reservas los resguardos y las tierras sagradas de las comunidades indígenas, las de los afrodescendientes y que haga de la defensa del ecosistema, y de nuestra biodiversidad una meta prioritaria.

3. Tendría que proponer el Polo, y llevar adelante con el respaldo de sectores progresistas del Congreso, apoyados por un fuerte movimiento de opinión nacional, la reforma tributaria estructural, tan anunciada pero tan temida, que satisfaga a plenitud el principio de progresividad establecido en la Constitución no sólo como instrumento fiscal, sino, y en primer término, como mecanismo redistributivo.

4. Una política de pleno empleo que les permita a las colombianas y a los colombianos tener ingresos dignos como producto del ejercicio de un derecho y no conllevar una existencia precaria y miserable con limosnas repartidas por el caudillo a modo de favores que han de ser electoralmente retribuidos. Restituir al trabajo y a los trabajadores la dignidad que les ha sido usurpada mediante leyes denominadas de flexibilización laboral, correlativas a normas de seguridad jurídica para los inversionistas, no puede ser contradictorio con lo anterior, sino su corolario obligado.

5. Consecuencia de todo lo anteriormente señalado, tiene que ser una política de verdadera seguridad ciudadana que, ratificando el derecho y el deber del Estado de ejercer la fuerza que por definición es monopolio suyo y de no cejar en su empeño de combatir a los grupos armados al margen de la ley y a todos los violentos, ostente autoridad política y moral por su respeto escrupuloso a los Derechos Humanos, para reducir a quienes persistan en su renuencia a incorporarse a la vida civil, sometiéndolos al imperio del derecho, pero simultáneamente creando espacios idóneos para buscar soluciones políticas al conflicto.

6. Finalmente, pero no menos importante, tiene que ser la tarea de recuperar la soberanía del Estado, enajenada sin escrúpulos por el proyecto del doctor Uribe.

Porque si la globalización parece un proceso de curso inexorable, es justamente la hora de reivindicar el espacio que aun queda de ejercicio soberano del poder, para rescatar la dignidad nacional.

Hechos auspiciosos acaecidos en el concierto internacional, tienen que servir de estímulo a la inmensa y ponderosa tarea que nos hemos propuesto: la conformación de gobiernos de izquierda democrática en América Latina, tienen que ser ejemplo de que nuestros propósitos no son quiméricos. Que en Ecuador, Brasil, Venezuela, Bolivia, Uruguay y Paraguay, Chile y Argentina organizaciones y partidos políticos progresistas, con el apoyo decidido y valeroso de movimientos sociales populares, hayan llegado al gobierno con el proyecto inabdicable de construir sociedades democráticas de verdad, es un hecho que muestra de modo contundente, que la materialización de nuestro anhelo es ardua y desafiante pero alcanzable.

Y no pasemos por alto un episodio histórico reciente: en los Estados Unidos, país donde el sentimiento racista y segregacionista tiene aún vigencia inocultable, un hombre joven, mestizo, de piel oscura y origen africano, ha llegado al poder con intenciones democráticas renovadoras, a contrapelo de vergonzosos prejuicios centenarios y venciendo la resistencia de los sectores más reaccionarios del Imperio. Nuestro entusiasmo, por elementales motivos de sindéresis, no puede ser desbordado, pero el hecho hay que registrarlo también como auspicioso para nuestro empeño.

Parece oportuno, a estas alturas de mi exposición dar respuesta a un interrogante que debe estar flotando en el ambiente, a saber: ¿Con quiénes aspiramos a llevar a cabo nuestra empresa? La respuesta tiene que ser tan contundente como elemental; con todas las ciudadanas y ciudadanos que compartan nuestro proyecto. Justamente por eso, la necesaria tarea de pedagogía y de persuasión que nos incumbe, debe hacerse con base en un programa sólido, coherente, aspiracional pero a la vez realista, que transmita de modo inequívoco el mensaje de lo que se busca: una sociedad democrática, pluralista y pluriculturalista, incluyente, en la cual los derechos se universalicen y se materialicen, para que la comunidad que conforma el pueblo pueda ser beneficiaria de las ventajas que se derivan de una vida social civilizada y mediante la materialización de la equidad y de la justicia, puedan disfrutar de un bien tan apetecible como la libertad, que hoy, sin duda, es privilegio de una élite afortunada.

Esto absuelve la duda de si el Partido debe ser abierto o cerrado. Claro que abierto, porque en él son bienvenidos todos los que compartan la idea de una sociedad como la que queremos, tanto mejor mientras más grande sea el número de adherentes.

En lo que no podemos incurrir es en la contradicción de afirmar que también son bienvenidos quienes tienen proyectos contradictorios con el nuestro, pues esto equivaldría a aseverar que también son del Polo los que no son del Polo.

Llamo la atención sobre lo que parece una perogrullada, porque he visto con preocupación que en ocasiones a la coherencia se la anatematiza como fundamentalismo.

A quienes tienen proyectos diferentes al nuestro o incluso opuestos a él, los reconocemos como legítimos adversarios (y no como enemigos) como ocurre en las democracias maduras, y les extendemos la invitación amistosa a someter nuestras respectivas propuestas al veredicto popular sobre un acuerdo esencial e inamovible: el respeto más riguroso a las reglas que hayamos convenido, en un certamen agonal, inherente a la política, y el acatamiento a los resultados que se obtengan como culminación de un proceso intachable.

Esta concepción de la política democrática no descarta, desde luego, la posibilidad de alianzas o coaliciones con partidos o sectores políticos con los que tengamos afinidad en puntos específicos y en vista de algún objetivo de esa misma índole.

A lo que soy reacio es a acuerdos gaseosos, encubridores de apetitos burocráticos, reveladores de proyectos ambiguos o de ausencia de proyectos, que llevan a la opinión el falso mensaje de que aquí no pasa nada puesto que estamos de acuerdo en todo, segando de esa manera canales necesarios y legítimos de expresión de la inconformidad popular. En síntesis, no más reviviscencias del Frente Nacional que lo más positivo que tuvo fue desvelar que, en Colombia, la política no ha sido otra cosa que impúdica rapiña burocrática.

En síntesis, lo digo pensando con Chantal Mouffe y Emilio Laclau: de la verdadera política no puede erradicarse el antagonismo, y ese hecho no niega el pluralismo sino que lo confirma.

No puedo concluir esta reflexión sin hacer referencia a un hecho de la mayor significación: pudiéramos llamarlo el de nuevos sujetos y nuevas causas acogidas fervorosamente por un partido político colombiano: el Polo Democrático Alternativo.

Los jóvenes: después de un largo período de escepticismo con respecto a la política electoral, y a la manera inmoral y antiestética de la política tradicional, han vuelto su mirada de esperanza hacia el Polo por presentarse como el portador de una propuesta ideológica distinta, coherente y creíble, y con el propósito de cambiar el estilo y los métodos protervos que han informado desde siempre la lucha política en nuestro país.

Yo que he pasado la mayor parte de mi vida en los claustros universitarios teniendo como interlocutores a los jóvenes, veo en ellos el aporte potencial más significativo a nuestro Partido. No vamos a desilusionarlos desdiciendo de nuestros propósitos ideológicos o abdicando de nuestra decisión de moralizar la política, que por el estado de degradación a que ha llegado ha espantado de su ejercicio a inmensos sectores pensantes y decentes de los que el país requiere con urgencia para enderezar su rumbo.

La comunidad de las lesbianas, los gays, los bisexuales y los transexuales, han llegado también con la esperanza dibujada en sus rostros, a ver si es cierto que el Polo se hace cargo de su causa y, en su compañía repudiamos y conseguimos erradicar el trato ignominioso que una sociedad imbuida de prejuicios irracionales y de hirsuto dogmatismo les ha deparado, reduciéndolos a ciudadanas y ciudadanos de segunda, si no se avienen a adoptar como forma de vida la hipocresía y el escamoteo de su autenticidad.

Cuánto ha tardado la izquierda en entender que esa causa libertaria tiene que hacer parte de su proyecto de construir una sociedad democrática y decente, orientada por pautas de conducta racionales y honorables. Porque en la democracia está implícita la promesa de que de la veracidad no pueden seguirse desventajas y, en consecuencia, las personas que hacen parte de la comunidad LGBT han de tener derecho de organizar su vida según sus tendencias naturales y sus opciones, sin tener que ocultar una condición que a nadie daña y a nadie deshonra, y que no puede, por tanto, invocarse para que no gocen de la plenitud de sus derechos.

La mujer no es un nuevo actor en la política colombiana, pues hace ya 55 años que la Asamblea Nacional Constituyente, convocada por el General Rojas Pinilla como Presidente de facto, les reconoció los derechos políticos, y tras una ardua lucha librada por dirigentes femeninas como Josefina Valencia, Esmeralda Arboleda, Ofelia Uribe, Blanca Ochoa, María Currea, Rosa Turizo y muchas otras que no alcanzo a nombrar, lograron un objetivo que hubiera debido alcanzarse mucho antes, si entre la gran mayoría de los hombres no se hubiera mirado esa lucha con escepticismo, renuencia y apatía. Lo que han conseguido es una conquista suya, que poco ha trascendido del derecho en el papel pues el país sigue siendo fuertemente machista, y desventuradamente ese sentimiento, derivado de un ambiente conservador y patriarcal y de una educación sesgada, aun lo comparte por desgracia una buena parte de la población femenina. Es tarea del Polo con su dirigencia de mujeres a la cabeza, continuar esa lucha, que permita mostrar cuán recortada y parcial es una democracia que le regatea a la mujer su participación y representación en las más altas responsabilidades del Estado.

Los indígenas, los afrodescendientes y los miembros de otras etnias que tienen presencia en el país (pienso, por ejemplo, en el pueblo Rom), en proporción significativa, han visto en nuestro partido la mejor opción para librar la lucha por sus derechos, sin renunciar a sus formas de organización y a sus especificidades culturales, pues el Polo ha reiterado, en múltiples ocasiones su adhesión al pluriculturalismo como factor de cohesión social y catalizador positivo de la unidad nacional.

Si nos proclamamos, sin rubor, un partido de izquierda, es porque hemos decidido que nuestra causa es la de los débiles, la de los marginados, la de los excluidos, la de las víctimas del conflicto, la de los desplazados – dentro y fuera de Colombia – y la de los que con mayor o menor conciencia del rumbo que lleva el país, tienen que sumarse a nuestra lucha dirigida a erradicar la miseria, a reducir la pobreza y a garantizar que no haya una sola persona excluida de la educación, de la salud, de la vivienda digna y de la alimentación congrua.

Por eso los sindicatos, todos los trabajadores campesinos y urbanos, los maestros, los servidores de la justicia, y en general los servidores públicos maltratados y denostados por quien debía ser modelo de respeto, de consideración humana y de equidad en su función de empleador, que es (el Estado), los empresarios colombianos industriales y agrícolas relegados por el gran capital transnacional, que el gobierno protege por encima de los intereses nacionales, tienen que encontrar en el Polo Democrático Alternativo el partido que interprete sus necesidades y haga valer sus propósitos, como ingrediente indispensable para la construcción de una sociedad democrática, meta que sintetiza y justifica nuestra lucha.

Más de uno estará pensando, como algún sector del Polo lo había anticipado, que las anteriores precarias reflexiones constituyen la plataforma de lanzamiento de mi candidatura. Nada tan alejado de la realidad y de mis intenciones. Más bien como pienso que estoy cumpliendo el último acto oficial dentro del Partido, me he animado a poner en consideración del Congreso unas pocas iniciativas que creo que pueden ser útiles para la discusión de un programa que tiene que ser el resultado de un debate colectivo en el que tienen que participar todas las organizaciones, tendencias y fuerzas políticas que integran el Polo, que recoja y sintetice a cabalidad los objetivos ideológicos que nos cohesionan dentro del Ideario de Unidad.

Soy consciente de que muchas de las cosas que aquí digo son opiniones que no gozan de aceptación unánime dentro del Partido y justamente lo que pretendo es que sean objeto de controversia, pues es ésta la que acendra y perfecciona la que deba ser propuesta definitiva nuestra al electorado de todo el país.

Justamente, el hecho de que hoy cese para mí toda responsabilidad en la conducción del Partido, me otorga mayor libertad para opinar por mi cuenta y riesgo teniendo, eso sí, el cuidado de que tales opiniones no vayan en desmedro del Ideario y, por ende, de nuestra unidad, que al decir de un preclaro dirigente del Frente Amplio del Uruguay, Roberto Conde, (pensando en su propia organización política) debemos cuidar como la vida.

Ante este auditorio que recoge la suprema instancia de dirección del Partido me permito reiterar una tesis a la que adhiero con toda convicción: En una democracia el Estado tiene que renovar sus gobernantes y los partidos tienen que renovar sus cuadros. Yo ya he cumplido, bien o mal, mi ciclo dentro del Polo Democrático Alternativo. Alguien debe relevarme en la Presidencia y otra persona distinta de mí debe asumir la candidatura del Partido en las próximas elecciones presidenciales. Por fortuna, es amplia la lista de dirigentes idóneos para enarbolar con dignidad nuestra bandera, y muchos líderes hay, deseosos, además, de cumplir esa tarea.

Alejado de esas responsabilidades, ratificaré mi lealtad al Partido cumpliendo el rol que las bases del Polo y las instancias competentes me asignen, que espero sea el que más anhelo, el de soldado sin galones.

Finalmente, un deseo fervoroso en relación con el Congreso que hoy se inicia: consolidemos la Unidad, que lo es todo para nuestra esperanza.

Desterremos todo dogmatismo de nuestra controversia, recordando que somos demócratas y que lo que está en juego en nuestro debate no son verdades inamovibles sino opiniones que debemos sustentar con razones capaces de persuadir a nuestro contrincante. Y si no logramos ponernos de acuerdo, apelemos a la regla de oro de la democracia, teniendo presente lo que de manera magistral y hermosa sentenció Bertrand Russell:

¨ Un demócrata no tiene por qué creer que la mayoría decidirá siempre sabiamente, lo que tiene que creer es que la decisión de la mayoría, sabia o no, tiene que ser aceptada hasta que llegue el momento en que la mayoría decida otra cosa. ¨

Declaro formalmente instalado el segundo Congreso del Polo Democrático Alternativo.

Febrero 26 de 2009