Tenía una ambición de conocimiento insaciable. Del conocimiento que crea desafíos, que intranquiliza, que cuestiona, no el de las vulgatas, las doctrinas. Le gustaban las palabras nerviosas, activistas, palabras de vigilia como impaciencia, brecha, bifurcación, intempestivo… Fue marxista por el estudio permanente y por la convicción, abierto y arriesgado, dispuesto a enfrentar los textos clásicos […]
Tenía una ambición de conocimiento insaciable. Del conocimiento que crea desafíos, que intranquiliza, que cuestiona, no el de las vulgatas, las doctrinas. Le gustaban las palabras nerviosas, activistas, palabras de vigilia como impaciencia, brecha, bifurcación, intempestivo…
Fue marxista por el estudio permanente y por la convicción, abierto y arriesgado, dispuesto a enfrentar los textos clásicos al salto mortal de la realidad.
Fue trotskista de «un cierto trotskismo, sin duda insuficiente, pero no menos necesario para deshacer la amalgama entre estalinismo y comunismo, liberar a los vivos del peso de los muertos y pasar la página de las desilusiones».
Construyó un pensamiento político original, basado en una cultura enciclopédica, en el que tuvo tanta influencia Lenin como Walter Benjamin.
Cada decenio post-68 protestaba por la obligación de escribir textos conmemorativos que pudieran sonar a añoranza de «ex-combatientes». Pero siempre fue leal a aquel despertar que mostró la vigencia de las bifurcaciones «a la izquierda de lo posible».
Fue, por encima de todo, un militante internacionalista. Esa era la fuente de la enorme energía que desplegaba más allá de su frágil salud, escribiendo un libro tras otro, viajando de aquí para allá, siempre a disposición de sus camaradas, antes de la LCR, ahora del NPA.
Tenía una idea cálida, vitalista, fraternal de la militancia. Se sentía a gusto en las distancias cortas, en la convivencia, en el debate con gentes diversas, críticas, inteligentes, como las que le acompañaron en la revista Contretemps.
Probablemente se encontrarán entre sus papeles cuatro o cinco libros en marcha, no sé cuántos viajes en su agenda, lecturas pendientes de Sacristán o de Robert Louis Stevenson. Nos deja irremediablemente solos a los que le quisimos.
http://www.publico.es/culturas/285069/revolucion/pierde/estratega