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Aproximación a Peter Handke

El hombre que no opina demasiado

Fuentes: Rebelión

En el año 2012, cuando en España se publicó la primera edición de mi novela El hombre no mediático que leía a Peter Handke, aún no conocía en persona al escritor protagonista del libro. Durante los años que desarrollé la investigación de su obra, tuve aproximaciones al pensamiento del autor a través de sus traductores […]

En el año 2012, cuando en España se publicó la primera edición de mi novela El hombre no mediático que leía a Peter Handke, aún no conocía en persona al escritor protagonista del libro. Durante los años que desarrollé la investigación de su obra, tuve aproximaciones al pensamiento del autor a través de sus traductores y amigos. Si algo aprendí de aquellas lecturas de libros y entrevistas es que el pensamiento del escritor austríaco estaba alejado de la realidad como noción cuadrada. Ya en el libro Preguntando entre lágrimas Handke hablaba de la necesidad de conseguir «ese otro lenguaje» para comunicarnos en un espacio distinto al de la saturación de los códigos.

El pasado 23 de mayo, cinco años después, en el inicio de una serie de actos en homenaje a la relación del autor de La pérdida de la imagen o Por la sierra de Gredos con España, tuve la ocasión de conocer en persona a Peter Handke. Después de una rueda de prensa compartimos palabras sobre gustos literarios; la ficción fue la protagonista del encuentro. Por esas cosas del mundo editorial, Handke conoció primero la edición en italiano del libro (L’uomo non mediatico che leggeva Peter Handke). De alguna manera me resultó familiar escuchar al autor que había protagonizado mi ficción, como si hace años la literatura hubiera hecho posible esa comunicación. No me resultó extraño percibir que el siempre relativo conocimiento de un ser humano se diversifica cuando nos acercamos a sus ficciones. Lo que sí me pareció extraño fue la pretensión de «realismo y Handke» que poco antes se escenificó en la rueda de prensa.

Handke, literatura y periodismo

Peter Handke nunca se sumó a la creciente moda de escribir historias que convaliden la realidad dominante. Eso, unido a sus críticas a «la parcela informativa» imperante en la llamada guerra de los Balcanes, los premios negados tanto como los rechazados, lo convirtió en un escritor incómodo para una industria abocada a hacer de la literatura un medio más de entretenimiento. La nueva información que descubrí en la rueda de prensa es que, en la era de la opinadera, este hombre cultivara el cada vez más escaso don de la no opinión.

Los periodistas hicieron su trabajo: intentar aproximarse a la llamada realidad, pretender que el protagonista opine de todo, principalmente de España. El doctorado honoris causa de parte de la Universidad de Alcalá de Henares, el nombramiento como Visitante Ilustre de Aranjuez y la publicación de un libro homenaje a la relación de Handke con España, centraron la atención de los periodistas en el tema. Por el aire surcaron preguntas como «¿Por qué se siente identificado con el alma española?», «¿qué lugar de España le gusta más?», y la infaltable «¿qué piensa del intento soberanista de Catalunya?» Por su parte, Peter Handke también hizo su trabajo, como es mantenerse en el espacio abierto de la ficción. La literatura como fuerza implosiva de la realidad. Desde la mesa que ocupaba el austríaco regresaron sonrisas, muestras de asombro y aclaratorias: «No soy una autoridad», «no soy periodista», «en las entrevistas a veces uno dice tonterías» y «me da miedo opinar».

El miedo a opinar, su asombro ante la pretensión de obtener sus certezas sobre la realidad, me hizo pensar en el silencio como otra forma de valentía. En lo que llevamos del siglo XXI la opinión ha adquirido un rango de verdad absoluta. La verdad ya no se busca sino que se opina. Incluso me atrevo a opinar que, desde «la voz» que otorgan las redes sociales, vivimos una guerra de opiniones. Poco hay de comunicación y casi nada de argumentos. La prudencia ante lo desconocido ha sido desplazada por el atrevimiento a opinar de todos los temas. En esta batalla resulta admirable descubrir que existe alguien interesado en hablar solo de aquello que sabe. «Aspiro a ser un escritor universal, no internacional, y de todas las almas y versiones de las lenguas, la mía es la versión alemana… Lo de la Torre de Babel no fue una gran catástrofe; al contrario, que existan miles de lenguas es uno de los grandes tesoros de la humanidad», dijo. En medio de los distintos silencios que dividieron preguntas y no respuestas, tuve tiempo de especular sobre la experiencia literaria que acontecía en la mente de Peter Handke. Un escritor que alcanza el sosiego a través de una frase potente y misteriosa: «Lectura: sésamo en el pecho, ábrete».

Edgar Borges es escritor.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.