La alegría cunde por todo el territorio. Han sido «dados de baja 22 guerrilleros». ¿Dar de baja significa algo diferente de asesinar, matar, eliminar? Casos idénticos ocurren todos los días, en lugares dispersos de la geografía colombiana. ¿Por qué cuando los guerrilleros «dan de baja» a un soldado o policía enemigo lo que cometen es […]
La alegría cunde por todo el territorio. Han sido «dados de baja 22 guerrilleros». ¿Dar de baja significa algo diferente de asesinar, matar, eliminar? Casos idénticos ocurren todos los días, en lugares dispersos de la geografía colombiana. ¿Por qué cuando los guerrilleros «dan de baja» a un soldado o policía enemigo lo que cometen es el cruel asesinato de un héroe o patriota? Los guerrilleros también son patriotas. En ambos casos se trata de seres humanos, de personas, de gente comprometida con el país. Si la guerra es la guerra, no son necesarias tales distinciones. Que los unos son legales y los otros ilegales, es cierto. Pero ambos, desde ópticas distintas, pelean por un país mejor.
Los primeros, desde la visión burguesa, con mínimo conocimiento de causa u obligados por sus apremiantes necesidades básicas insatisfechas, creen estar sacrificándose por una patria de la cual no son poseedores, pues los dueños son una minoría detentadora del poder estatal. Creen estar defendiendo sus legítimos intereses cuando lo que de verdad hacen es ayudarle a esa minoría a arrebatarles el país que les pertenece igualmente a los excluidos, a los pobres y miserables. Los militares de Colombia ni siquiera intuyen el mal que le hacen al 90% de sus compatriotas ni comprenden que son idiotas útiles de los usurpadores del país. Engañados con una acomodada explicación de los sublimes conceptos de libertad, democracia, ética, patria, etc., son echados al monte a defender a los terratenientes, a los explotadores, a los corruptos de todos los pelambres, enquistados en los tres poderes del Estado, en los GREMIOS, en los BANCOS, en las MULTINACIONALES.
Los segundos, los tratados como delincuentes, criminales, terroristas, bandidos, por tratar de construir un país democrático e igualitario para todos los colombianos, incluyendo a la misma burguesía, escogieron el camino de las armas, obligados por la antidemocracia, por la corrupción e intransigencia burguesas. Cansados de estar excluidos, marginados, sin posibilidades de mejorar, se jugaron su última carta, la de vida o la muerte. Tuvieron que aplicar el Preámbulo de la Declaración Universal de los derechos Humanos que dice :» Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión» .
Acabo de escuchar que «el mono Jojoy fue dado de baja en un bombardeo». Los medios no cesan de difundir la noticia como si fuera un triunfo de todos los colombianos. La burguesía y sus fuerzas militares están felices y lo único que lamentan es la muerte de una perra que, según su lógica, era más valiosa que la persona dada de baja.
¿Y por qué no hay alegría cuando matan un general corrupto o un violador de los derechos humanos o un autor de «falsos positivos», es decir, un ejecutor extrajudicial, asesino de civiles indefensos? Porque en Colombia predomina esa moral tramposa, según la cual quienes no comparten las ideas burguesas, quienes desaprueban la explotación del hombre por el hombre, quienes no están dispuestos a dejarse mamar gallo o padecer la miseria durante toda su vida, no tienen derecho a vivir.
¿Si la solución de los problemas la tiene el gobierno y su clase, por qué no la dan? Porque no quieren bajarse de sus fortunas, de sus privilegios, porque son enemigos de la igualdad social, de la democracia de verdad.
Entresacando ideas de los diez puntos propuestos por las FARC en 1993 para la conciliación nacional, encontramos: «El Estado debe ser el principal propietario y administrador de los sectores estratégicos», pero la burguesía hizo todo lo contrario, privatizarlos; «El 50% del Presupuesto Nacional será invertido en el bienestar social, teniendo en cuenta al colombiano, su empleo, su salario, salud, vivienda, educación y recreación como centro de las políticas de Estado…..» «Explotación de los Recursos Naturales como el petróleo, el gas, el carbón, el oro, el níquel, las esmeraldas, etc. en beneficio del país y de sus regiones…..» «Proteccionismo estatal frente a la desigual competencia internacional» Todas las leyes se hicieron en contra de estas propuestas sanas y en lugar de poner el Estado al servicio del pueblo colombiano, lo han hipotecado más al Imperialismo. Hasta esperan la aprobación de un Tratado de Libre Comercio que nos venda a los Estados Unidos.
En El Caguán se expusieron cientos de propuestas sobre todos los sectores de interés nacional, durante unas 30 larguísimas audiencias, con el fin de buscar la paz, la democracia y la justicia social, pero el Gobierno prefirió inventar trampas que truncaron las posibilidades de negociación. La burguesía quiere la paz, pero arrodillando a los de abajo, sometiéndolos sin condiciones y negándoles la posibilidad de la justicia social.
De modo que las quejumbres de los de arriba son injustificadas. Los derechos humanos de los colombianos de abajo no están garantizados y mientras ello no ocurra, seguirá la guerra entre las dos clases antagónicas. Surgirán y morirán muchos más combatientes, armados y desarmados, en favor y en contra del Estado actual. Buena parte de los compatriotas le apostamos a otro mundo posible, con igualdad social, y por tanto, democrático de verdad. Algún día arrebataremos a los usurpadores este Estado injusto, antidemocrático, corrupto, excluyente, que han detentado todo el tiempo, y lo transformaremos en uno justo, democrático, limpio e incluyente. Por las buenas o por las malas, haremos predominar el bien común sobre el particular. Del mismo modo que fueron derribados el esclavismo y el servilismo del pasado, así también caerán las formas contemporáneas de opresión y malestar.
De la guerra en Colombia nadie se escapa; es un asunto de todo(a)s. No existen colombiano(a)s al margen de la guerra. Querámoslo o no, la sociedad civil también es parte del conflicto, consciente o inconscientemente. La guerra no es exclusiva de unos tales «actores armados». No! Aquí todos tenemos intereses y estamos obligados a participar, aunque no portando fusiles sí opinando y blandiendo soluciones. Los enemigos nos acusarán de una supuesta «apología del delito», pero corresponde a la opinión analizar objetivamente cómo transcurre la lucha de clases en Colombia.
Armenia, 23 de Septiembre de 2010
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