El simbólico ex juez Juan Guzmán, quien procesó al ex dictador Augusto Pinochet por crímenes perpetrados durante su régimen militar (1973-90), dijo que no se puede gobernar, legislar, juzgar mirando el cargo que se ostenta. El servidor público debe servir al cargo y no servirse de el».Guzmán quien recibió el miércoles por la noche el […]
El simbólico ex juez Juan Guzmán, quien procesó al ex dictador Augusto Pinochet por crímenes perpetrados durante su régimen militar (1973-90), dijo que no se puede gobernar, legislar, juzgar mirando el cargo que se ostenta. El servidor público debe servir al cargo y no servirse de el».
Guzmán quien recibió el miércoles por la noche el premio a la «Coherencia» entregado por la Fundación Laura Rodríguez, señaló que «el que administra, legisla y juzga debe hacerlo con el absoluto respeto a los mandantes, es decir a la gente», en clara señal a los escándalos de corrupción que vive la administración pública en Chile y que ha involucrado a parientes del presidente Ricardo Lagos.
Dijo en su clase magistral de ética, que todos aquellos que ostentan algún trabajo pública, deben hacerlo con responsabilidad y coherencia, porque todos somos servidores y los «accesorios y adornos que a veces existen con algunas obligaciones, deben servir al cargo y no para servirse de él».
El premio a la Coherencia es un reconocimiento a aquellos hombres y mujeres que impulsan los modelos de equidad y cuyos valores enriquezcan el quehacer político y social de Chile, distinguiendo cada año a un personaje público del país.
El magistrado haciendo recuerdo de una de las cualidades de la extinta ex diputada, humanista verde, sostuvo que entre sus máximos valores que dejó a los chilenos, se encuentra la humildad, «ella sostuvo que entre los hombres y mujeres que tienen poco o mucho poder, se les introduce un veneno. Éste es el virus de altura».
Ejemplificó con la célebre frase: «Los detenidos desaparecidos me tienen curco», del ex presidente de la Corte Suprema, Israel Borquez.
«Es una expresión del virus de altura y que no quedó inscrita en el bronce, sino en los pedazos de rieles que yacen sumergidos en las profundidades del pacifico», sentenció el magistrado, en alusión a los cientos de chilenos que fueron asesinados y luego sus cuerpos arrojados al mar.
En su alocución, fustigó a algunos jueces, al decir que «pasan la mirada sobre la gente» y no se preocupan de hacer justicia.
Sostuvo que el servidor público que está contaminado con el vértigo de altura, intenta torcer la ley, pero éste a su vez tuerce a la razón, es decir, la razón de su existencia y daña el bien público en que se comprometió a defender».
Aclaró que lo importante de la coherencia en plano público es gobernar, legislar, juzgar y dirigir bien. «Ser coherente en general, significa vivir respetando al prójimo y las instituciones que dignifican al ser humano».
Al finalizar su razonamiento, reiteró que no se puede gobernar, legislar ni juzgar, mirando el cargo que ostenta «cada persona tiene el derecho a exigir un buen gobierno, buenas leyes, ser bien juzgado y ser bien dirigido».
Por último, reiteró que ser coherente es sinónimo de actuar en conciencia, porque la razón una constante interior.
Hirsch entregó premio a la Coherencia
En tanto, el candidato presidencial del pacto Juntos Podemos Más, Tomás Hirsch, dijo sobre el jurista chileno que es un «hombre que saltó por sobre las presiones y los prejuicios, que puso por sobre el prestigio personal los derechos humanos de quienes sufrieron la cárcel, tortura, el exilio y el asesinato».
«El juez Guzmán es una persona que actúa en base a lo que se piensa y a lo que se siente. Hoy no fácil ser coherente en un contexto de injusticia, de violencia y de discriminación», sostuvo el militante humanista.
El candidato presidencial, graficó que el magistrado es un hombre justo y honesto en medio de la hipocresía que reina en Chile: «El modelo que representa Juan Guzmán, es lo que queremos para nosotros mismos y para las nuevas generaciones».
Explicó que la coherencia es una acción solidaria, destinada a superar el sufrimiento de quienes la viven y esa es la acción de vida en que se reconoce al juez Guzmán.
Premiamos a un héroe, dijo Hirsch, «a un hombre que siendo juez fue hasta el limite de sus funciones propias, atando su destino a una decisión justa. El hace como juez lo que la gente sencilla busca, emplear la justicia, como lo hizo para procesar a Pinochet».
El magistrado de 61 años, hijo del poeta Juan Guzmán Cruchaga, ingresó al Poder Judicial en 1970, tres años antes del golpe militar que derrocó al presidente Salvador Allende.
Bien considerado entre sus colegas, su nombre salió por primera vez a la palestra pública a mediados de la década del 90, cuando acogió un recurso de protección que impidió la exhibición en Chile de la película La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese.
Tras esa polémica fue encargado de las investigaciones en la ex Colonia Dignidad, un enclave de alemanes en el sur del país, donde se investiga sobre torturas y cementerios para sepultar a opositores a la dictadura.
A partir de ese acontecimiento, Guzmán fue adentrándose cada vez más en los temas relacionados con las violaciones a los derechos humanos durante el régimen castrense.
Pero su nombre quedó definitivamente vinculado al tema cuando en enero de 1999 resultó designado como ministro (juez) especial por la Corte de Apelaciones para que acumulara en un solo proceso todas las querellas presentadas contra Pinochet.
El 6 de marzo de 1999, Guzmán pidió al tribunal de alzada el desafuero del ex general golpista para privarlo de su inmunidad como senador vitalicio y enfrentarlo a las acusaciones. Pudo procesarlo en dos causas separadas (Caravana de la Muerte y Operación Cóndor).
Siempre se mostró partidario de que Pinochet fuera juzgado en Chile y reconoció que la investigación que llevó fue «una causa relevante desde el punto de vista jurídico, social e histórico».
Hace unos dos meses, Guzmán se retiró del Poder Judicial.