El 29 de diciembre de 2009 dos artefactos explosivos detonaron en el supermercado Unimarc de Temuco. Nadie vio al autor del hecho, a excepción de un cuidador de autos que a la postre se transformó en el testigo clave de la Fiscalía y cuyo testimonio permitió condenar al comunero mapuche Waikilaf Cadin Calfunao. Fue el pasado […]
El  29 de diciembre de 2009 dos artefactos explosivos detonaron en el  supermercado Unimarc de Temuco. Nadie vio al autor del hecho, a  excepción de un cuidador de autos que a la postre se transformó en el  testigo clave de la Fiscalía y cuyo testimonio permitió condenar al  comunero mapuche Waikilaf Cadin Calfunao. Fue el pasado 18 de enero, cuando el Tribunal de Juicio Oral de Temuco, en fallo dividido, lo condenó a 4 años y medio de presidio por el delito de tenencia ilegal de artefactos explosivos.
Fue  el típico juicio celebrado al sur del Bío Bío, con policías como  principales acusadores, pericias perdidas y con un testigo con reserva  de identidad incurriendo en diversas contradicciones. Si a eso añadimos  los testigos de la defensa, que situaron a Cadin en Santiago el día de  los estadillos, la teoría del montaje cobra mayor fuerza.
Frente a este escenario su abogado Lorenzo Morales recurrió  de nulidad ante la Corte Suprema esperando que el máximo tribunal del  país acoja los medios de prueba que permitirían sustanciar un segundo  juicio oral, esta vez con nuevos jueces… pero con los mismos testigos.
«La  condena es en extremo discriminatoria. Se vulneraron los derechos de mi  representado, debido a que fue condenado con pruebas de cargo feble  manejadas de manera abyecta por el fiscal acusador, en donde primaron  testimonios en base a información de inteligencia y monitoreo lo que,  claramente, vulnera el debido proceso«, parte explicando Morales.
El  fallo que condenó a Cadin se sustenta en el testimonio del -presunto-  único testigo presencial del hecho. Un cuidador de autos que aseguró  haber visto al comunero el día de las explosiones. Fue el típico juicio  celebrado al sur del Bío Bío, con policías como principales acusadoresNo  solo eso. En su declaración aseveró haber observado a Cadin en  bicicleta, en el mismo supermercado, al día siguiente del incidente, es  decir el 30 de diciembre, misma fecha que Waikilaf se encontraba en  Santiago, según confirmaron en estrado 3 de los testigos de la defensa.
Dentro  de los medios de prueba, Morales presentó, además, una factura firmada  por Cadin con fecha 30 de diciembre que demuestra que ese día el  comunero se encontraba haciendo negocios en Santiago a contracorriente a  lo expuesto por el testigo protegido que lo sitúa en el supermercado  donde explotaron las bombas.
Para  comprobar si la firma estampada en la factura era del puño y letra de  Cadin, en el curso de la investigación se efectuó un peritaje  caligráfico que arrojó resultado positivo. La escritura era de Waikilaf,  sin embargo el peritaje se perdió y no fue presentado en juicio lo que  generó un arduo debate.
¿Cuáles son los argumentos jurídicos que demostrarían que el juicio que condenó a Waikilaf fue un montaje?
Primero,  no se pudo comprobar de manera efectiva y de acuerdo a un racional y  justo procedimiento, que el material encontrado el día del allanamiento  era a lo menos mero tenedor de Waikilaf. A eso hay que agregar que la  fiscalía escondió dos peritajes que fueron parte de un arduo debate. La  guinda de la torta fue la incautación de la película Reds, ganadora de  tres premios Oscar en 1981, que a juicio del fiscal Omar Mérida era  parte del material subversivo encontrado. En uno de ellos se comprobó  que Waikilaf no tenía domicilio ni dominio sobre el inmueble donde se  encontraron los explosivos. Lo que sí quedó claro, es que los oficiales  de Carabinero, tanto de inteligencia como del Labocar, tienen grandes  intereses en tener a Waikilaf recluido, es por ello que el grueso del  recurso de nulidad es en contra de la garantías procesales de un justo y  racional procedimiento, cuestión que aparece de manifiesto en el actuar  de la fiscalía y carabineros.
¿Existen motivaciones políticas?
Existieron  motivaciones políticas para acallar la voz de los mapuches que están  fuera de la zona de conflicto. Hablo de Arauco y Malleco,  principalmente. Era peligroso que el movimiento se extendiera con fuerza  en la capital de La Araucanía, donde Waikilaf es un actor político  reconocido.
¿Qué se busca con esta condena, entonces?
Lo  que busca la fiscalía es dar un ejemplo, que el que no acepta sus  procedimientos simplificados y sus acuerdos, que en la práctica son  amenazas no condicionales, termina siendo condenado sin beneficio  alguno. Ahora en este caso la fiscalía era más ambiciosa todavía en sus  presiones, pero sobre ello hablaré en la Corte cuando corresponda alegar  el recurso.
¿Confías que la Corte Suprema revierta el fallo?
De  verdad, no. Los dos últimos casos, con una sala que uno podría llamar  progresista, se tuvo grandes reveses. Hablo de los casos de Cañete y de  Matías Catrileo. Si uno evalúa la proyección de la actual composición de  la segunda sala penal de la Corte Suprema, este año es mucho más  conservadora, incluso que en años anteriores. A eso hay que sumar que  nuestro caso no tiene mayor presión mediática.
¿Buscarán otras instancias?
Vamos  a evaluar si acudimos a la Corte Interamericana de Derechos Humanos,  pero antes de eso presentaremos un recurso de revisión con los peritajes  escondidos por el Ministerio Público.
	    
            	
	

