El colectivo El Kintral se sitúa en el norte semiárido de Chile, territorio que abarca las cuencas de Huasco, Elki, Limarí y Choapa. Siguiendo los ritmos y las rutas del agua -que nacen en la cordillera de los Andes y desembocan en el océano Pacífico- las poblaciones locales han desarrollado la criancería cordillerana, trashumancia estacional […]
El colectivo El Kintral se sitúa en el norte semiárido de Chile, territorio que abarca las cuencas de Huasco, Elki, Limarí y Choapa. Siguiendo los ritmos y las rutas del agua -que nacen en la cordillera de los Andes y desembocan en el océano Pacífico- las poblaciones locales han desarrollado la criancería cordillerana, trashumancia estacional de ganado caprino, en un circuito de la cordillera de los Andes a las costas del Pacífico, pequeña minería, agricultura familiar, pesca y recolección a orillas del mar.
Actualmente, estos territorios están bajo la presión de la mega-minería, la agroindustria, proyectos viales y portuarios que refuerzan las dinámicas de saqueo. Si bien en la región prima un ‘consenso extractivista’, avalado por el Estado, cada día son más visibles las nuevas y viejas resistencias.
¿Quiénes integran este colectivo?
K : Somos investigadoras militantes que viven la marginalidad en el Chile neoliberal. Pertenecemos a familias campesinas y a las que habitan las periferias de la ciudad. Estamos políticamente comprometidas con la producción de conocimiento crítico latinoamericano. Somos un colectivo anticapitalista, enfocado en el análisis crítico del extractivismo desde una perspectiva anticolonial y des-patriarcalizadora.
¿Por qué escogieron ese nombre?
K : Vivimos en ‘tierras secas’ y la monotonía de este paisaje se rompe con los kintrales, muérdagos de color rojo. Se cree que son la flor del cactus, pero en realidad son parásitos y se utilizan para curar úlceras y aliviar dolores. La fuerza de los kintrales nos conecta con el territorio, con esa fertilidad de los paisajes en apariencia inhóspitos.
Cuando pensamos en un nombre, los recuerdos familiares trajeron esta imagen, creímos que era propia de nuestro territorio, pero en Wallmapu con un paisaje verde, encontramos «kintrales» que son los parásitos de una planta denominada maqui.
Los kintrales nos recuerdan que las apariencias engañan. Hemos escuchado que la ‘teoría’ es pasiva, que es ‘solo teoría’ y no estamos de acuerdo, nuestro trabajo es una forma de ‘acción directa’: criticamos la ciudadanía neoliberal y los consensos adaptativos. La critica no es pasiva ya que puede romper estructuras.
Uno de sus objetivos es contrastar la información hegemónica que circula. No obstante, su lenguaje es accesible para personas con cierto nivel intelectual, aunque este no sea institucional. ¿Cómo transmiten ese mensaje a la comunidad?
K : A veces escribimos académicamente, pero no somos académicas. Estudiamos en la universidad para apropiarnos de algunas de sus herramientas: sus teorías, sus metodologías, sus lenguajes son armas que necesitábamos usar, ‘recuperar’ para nuestras luchas.
Hemos transitado esos espacios, pero no nos reconocemos ahí. A veces hacemos informes y usamos ese lenguaje para llegar a ciertos sectores y disputar legitimidad, pero nuestro trabajo se gesta y difunde en colectivo, en conversatorios y mateadas, nos hemos reunido con mucha gente que ha escrito canciones, «rapeado», hecho videos con los mensajes que construimos en colectivo.
Realizamos intervenciones callejeras en espacios urbanos, producimos material de propaganda; volantes informativos, panfletos, vamos a radios comunitarias, etc. Las ‘conversas’ son nuestro espacio, mantenemos ese vínculo, conversatorios sin grabaciones ni fotos. Viajamos lo más que podemos, cada vez que nos invitan a conversar sobre el extractivismo o del IIRSA-COSIPLAN.
Reivindicamos los conversatorios como espacios subversivos . Recientemente, nos han invitado a las ‘tomas universitarias’, allí hemos participado en las ‘Pijamadas estudiosas’ (conversatorios nocturnos), donde se ha apropiado la universidad para instalar la crítica.
La conversa permite que los lenguajes transiten, revindicamos los lenguajes cotidianos, sin renunciar al académico.
Promueven la producción colectiva de conocimiento: ¿Cómo incorporan el de los más humildes, impactados directamente por el extractivismo, en qué trabajos se evidencia la inclusión de su conocimiento?
K : Nuestras familias y nosotras mismas somos impactadas directamente por las políticas extractivistas. Tenemos en el cuerpo la experiencia de la falta de agua porque no hay o porque no hubo para pagarla. Reivindicamos la producción colectiva del conocimiento porque crecimos viendo que así se hacía.
La gente piensa en colectivo, el capitalismo no ha logrado romper eso, pero le niega el espacio. Hacemos muchos conversatorios, van saliendo los temas y las herramientas académicas nos sirve para sistematizar el trabajo. En los conversatorios, las palabras circulan, la reflexión es colectiva . Esto es como una cadena: en las charlas nos pidieron información, conceptos, teoría, la sistematizamos y la pusimos a disposición de las personas, pero con una mirada crítica que surge en las charlas.
Nos tomamos en serio la rigurosidad metodológica, somos muy disciplinadas. Por ejemplo el texto sobre ‘Paisajes hídricos neoliberales’ es producto de un trabajo etnográfico sistemático en la cuenca del Elki, mucha nota de campo, entrevistas transcritas.
El trabajo sobre Responsabilidad Social Empresarial salió de los conversatorios como tema y de ahí pasamos a un trabajo etnográfico con entrevistas y participación observante. En la forma como se construye el problema y en la producción de información están los conocimientos de las personas con quienes compartimos el territorio y estamos vinculadas. Por eso gran parte de nuestros trabajos no llevan autoría, pero algunos informes sí, como los de IIRSA. Ahí pusimos autoría porque pensamos disputar la legitimidad académica del saber que se producía sobre ese tema. No somos investigadoras externas, somos parte de procesos de resistencia.
¿Cómo se concreta esa lucha contra el «capitalismo académico» y «el saber de los consultores, qué distingue sus investigaciones de las suyas?
K : El capitalismo académico entiende el conocimiento como mercancía. En Chile las universidades funcionan bajo la lógica empresarial y de allí egresan los ‘cuadros’ técnicos e intelectuales del neoliberalismo. Las empresas universitarias generan conocimiento para el extractivismo. (Habrá excepciones… esperamos). En ese contexto, las preguntas ¿Qué se investiga? ¿Para qué se investiga? ¿Cómo se investiga? las responde el empresariado minero, forestal, etc. Las empresas universitarias son símbolos del colonialismo, reproducen saberes, coloniales y colonizadores, tienen un precio y su pertinencia se define en el mercado, incluso la ‘vinculación con el medio’ es una estrategia de marketing.
En el Kintral le tenemos pánico al extractivismo cognitivo . Nuestras investigaciones son auto-gestionadas. No valoramos monetariamente nuestro trabajo, no respondemos al mercado, somos un colectivo autónomo que se resiste a producir conocimientos serviles. Respondemos a las necesidades de nuestros territorios, de los procesos de resistencia de los que somos parte, producimos conocimiento colectivo para nutrir nuestras luchas y hermanarnos con otras.
¿Cuáles actividades realizaron el año pasado?
K: El año pasado, la Biblioteca Popular Liberada Mente nos invitó a su ciclo de conferencias sobre ‘Infraestructura en los tiempos del capitaloceno’. Con el Colectivo Neltume estuvimos en un conversatorio sobre IIRSA y el Proyecto Dominga (que es una mega-minera que quiere instalarse acá). Hicimos un ciclo de conversatorios sobre Investigación militante y descolonización. Participamos durante dos meses en la ‘Toma feminista’ de la universidad pública local, donde se problematizó la relación entre patriarcado y violencia extractivista.
Junto a otros colectivos populares participamos en las jornadas de agitación por el asesinato del weichafe Camilo Catrillanca, contexto en el cual vinculamos la plataforma IIRSA-COSIPLAN con el Plan Araucanía . Llevamos la feria contra-informativa a eventos en el Valle de Elki, La Serena y Santiago.
Fuera de la región, estuvimos en el ciclo de descolonización organizado por estudiantes, en la ciudad de Santiago, participamos en encuentros de redes y organizaciones en Wallmapu donde se trató el avance de IIRSA-COSIPLAN en esas tierras. Producimos muchos volantes informativos en colaboración con Kiltrx Subalternx y otros colectivos. También con Kiltrx Subalternx, preparamos un ciclo itinerante llamado ‘La geopolítica del extractivismo y las luchas territoriales’ con el que recorreremos el sur de Chile. El miércoles 9 de enero empezamos con la Presentación de los ‘Cuadernos del capitaloceno‘ en la ciudad de Santiago (Región Metropolitana), luego seguimos al sur. Todas han sido actividades auto-gestionadas por nosotras o los grupos que nos invitan.
¿Qué conceptos manejan los habitantes de la región y en qué se diferencian de la noción de eco-territorialidad propuesta por ustedes?
K : Nosotras tomamos ese concepto de Maristella Svampa porque tenía sentido con nuestra experiencia y la de la gente en los conversatorios. Acá coexisten tensamente diferentes visiones del territorio, las visiones netamente ecológicas son recientes. En la memoria larga y corta, el territorio sigue vinculado a la supervivencia, al lugar donde se produce la comida, donde se tiene historia, donde la memoria está de cierta forma materializada, donde lo natural y sobrenatural coexisten; a eso se suma ahora un discurso ecológico, pero apropiado quizás como herramienta de defensa. Se defiende el territorio no para contemplarlo o conservarlo inalterado sino porque del territorio depende la vida.
¿Cómo armonizan la mirada de ustedes con la de comunidad?
K : No la armonizamos, ponemos nuestra mirada ahí, en el debate, en la conversa. En cambio nos preguntamos: ¿Cómo armonizamos nuestra mirada con la de la academia? Eso nos resulta difícil, vivimos esa contradicción. La academia muchas veces infantiliza a la gente que no es ‘experta’, claro después de ‘extraer’ sus saberes.
Muchos investigadores académicos aprenden de la gente cuestiones complejas y después las procesan y las ‘devuelven’ simplificadas ‘para que la gente entienda’. La verdad no somos muy tolerantes con esa academia (debe haber excepciones). En los últimos años interactuamos en esos espacios, por un tema estratégico, nos apropiamos de sus lenguajes y los vamos re-significando, subvirtiendo, reciclando, nos encanta hacer eso.
Aprendimos de nuestras abuelas a ‘mirar’ con curiosidad, sospecha y a sacar provecho de lo ‘recuperable’. No armonizamos nuestra mirada con la de la academia neoliberal chilena, solo usamos lo que nos sirve, que no es mucho tampoco, nos nutrimos más de autorxs de otros lugares de América Latina, quienes transitan las fronteras de esas academias.
¿Se ha visibilizado lo suficiente el IIRSA?
K : Cuando empezamos con el tema IIRSA-COSIPLAN, este era muy desconocido en el norte semiárido y en Chile. En unos conversatorios conocimos a Pipilen Negro y eso cambió nuestra historia.
Lxs Pilpilen tenían un periódico comunitario, trabajaban en la Revista Mingako y hacían videos. Lxs Pilpilen hacen un trabajo comprometido, con ellxs aprendimos de contra-información. Se hizo un taller de video y de ahí salió el documental ‘IIRSA: La infraestructura de la devastación‘. (Ver documental: https://www.youtube.com/watch?v=qDw8pHuc4cI&feature=youtu.be)
El documental que visibilizó IIRSA se encadenó a una serie de conversatorios que continúan. Fue un trabajo auto-gestionado que siguió la tradición de solidaridad anarquista. Lxs Pilpilen han sido claves, aprendimos tanto de ellxs.
Hablar de extractivismo, supone hablar de IIRSA, no desconocemos el trabajo de otros grupos, pero el video llegó a muchos espacios y empezó el debate, todavía marginal, pero que sigue ramificándose. En ese taller también estuvieron lxs Kiltrx Subalternx, quienes generan contra-información sobre IIRSA-COSIPLAN. El tema se va visibilizando más en los últimos meses, sobre todo, en el sur de Chile.
¿A quiénes favorece el desconocimiento de este engranaje?
K : Que IIRSA-COSIPLAN sea invisible es funcional a los grupos de poder que promueven la iniciativa: la banca internacional, principalmente el BID, los Estados que avalan su expansión y los particulares que se beneficiarán con esta infraestructura la cual acelerará sus dinámicas de saqueo. Mientras menos se entienda la geopolítica, que materializa las obras IIRSA-COSIPLAN, más fácil es para el capitalismo depredador desarrollar esta nueva ofensiva colonizadora, por eso es tan importante socializar el problema. Si el engranaje se entiende en su conjunto, entonces la articulación de las luchas se hace necesaria y posible.
Finalmente, ¿Cómo se puede colaborar con su proyecto desde otras partes de Latinoamérica?
K : Nos sirve la difusión. Hay amenazas compartidas y difundir nuestro trabajo nos acerca a otras experiencias. Ojalá podamos compartir con otras resistencias de América Latina, tratamos de estar informadas, pero no es lo mismo que conocerse, estamos abiertas a invitaciones. También están las redes sociales, valoramos sus posibilidades, nos pueden colaborar contactándonos para hacer trabajos conjuntos, hay mucho que aprender de las luchas de América Latina, tenemos ganas de seguir aprendiendo.
*Para contactar al colectivo: [email protected]
*Primer número de ‘Los Cuadernos del capitaloceno‘ (Tema IIRSA).
http://www.mapuexpress.org/wp-content/uploads/2018/11/CapitalocenoI.pdf
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.