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El legado de Kirillov

Fuentes:

Presentamos aquí la traducción directa del ruso de un texto de Geidar Dzhemal, sería el primer texto, hasta donde sabemos, que sale en español después de la muerte de Arturo Marián Llanos. Esperamos que este texto sea de alguna utilidad para todos.

1. El «superhombre» como el principal mito de la Modernidad

En el siglo XX, la humanidad ha demostrado ser un sujeto colectivo principalmente orientado por el mito. Paradójicamente, los pueblos orientales al igual que habitantes de comunidades arcaicas de los grandes imperios coloniales, han sido alabados con pasión como los guardianes de un conocimiento sagrado por los Tradicionalistas Occidentales. De pronto para la Modernidad ellos resultan ser más racionales y auténticos que sus mentores «blancos». La mentalidad de la burguesía nacional de Egipto a la India, de Burma a Vietnam, sorprendentemente coincide con los pilares de las doctrinas ilustradas, los racionalistas que creían en el triunfo de la razón, la felicidad unánime de todos los seres humanos lograda por medio de un contrato social entre todos. 

Por otro lado, el hombre Occidental del siglo XVIII demostró su dependencia de una «doctrina» militante, la cual daba una explicación positivista y mecanicista del universo cuyo sería el principal objetivo en la historia era proporcionarle a la burguesía consuelo. Finalmente, este filisteísmo Occidental se fracturó y dio paso a las formas malditas del romanticismo que rechazaban cualquier horizonte de explicación racional. 

De esto modo podríamos decir que, la destrucción de la Gran Guerra, desencadenada el14 de agosto, fue un monstruoso sacrificio de la humanidad europea al Destino. De estos fieros tornados y tempestades de acero la civilización de los ferrocarriles y los telégrafos fue transformada y como resultado aparecieron los poetas del existencialismo crudo como Ernst Jünger y Céline a la derecha, Camus y Sartre a la izquierda. 

En este sentido, la Gran Guerra difiere fundamentalmente de las no menos épicas guerras napoleónicas del siglo anterior y de la subsiguiente Segunda Guerra Mundial (aunque la Segunda Guerra Mundial fue en muchas formas una continuación racionalizada de la Primera Guerra Mundial). La «lucha de los pueblos» napoleónica, o la lucha por Europa entre los bloques de E.E.U.U-U.R.S.S (democracia-totalitarismo) tenían obviamente propósitos y motivaciones propios. Después de haber vivido pacíficamente los unos al lado de los otros, la población europea se descuartizo mutuamente por sus monarcas, quienes eran entre sí primos, tíos y sobrinos. Su espectacular furia solo puede ser comparada con las guerras fratricidas de las tribus nómadas de la Gran Estepa quienes poseían un mismo origen, o con la hostilidad de las razas montañesas que hablan un mismo idioma, adoran las mismas rocas y árboles, dando como resultado la más cruel autodestrucción mutua. Sin embargo, no estamos hablando de tribus y clanes, sino de personas de países civilizados, quienes presumen haber llegado a la fase final del desarrollo humano. 

En nuestra opinión, la esencia de esta explosión, la cual dejó una huella indeleble para todas las épocas siguientes, no puede ser explicado desde las esferas de la economía política o las doctrinas sociales; la Gran Guerra fue provocada por una crisis en el espíritu Occidental, para ser más precisos, como una «espiritualidad» de la hipostasis femenina. Esta «espiritualidad» estaba embarazada por la idea del «Superhombre», quien fue tediosamente amamantado por cuatrocientos años, pero en el último momento fue incapaz de nacer, rompiendo la matriz de este monstruo radiante. La Primera Guerra Mundial termino siendo una «operación de cesárea», la cual dio a luz al bebe, pero su padre no era Nietzsche… El «Superhombre» fue concebido en los albores del Renacimiento, y desde el comienzo tuvo muchos aspirantes a la paternidad: Agrippa von Nettesheim y Paracelso, Giordano Bruno y Cardano. Pero, por supuesto, el primer lugar lo ocupaban Marsilio Ficino y Picco della Mirandola. Toda esta galaxia de «humanismo mágico» impregnó la «espiritualidad» europea con la semilla de hierro de la voluntad de poder, y seguramente Schopenhauer, Dostoievski y Nietzsche no fueron sino intelectuales impotentes que dejaron caer sus anteojos cuando vieron el hinchado abdomen de la pecadora. Estos sabios no eran aptos para ser comadronas; ese rol les correspondió a los terroristas serbios que llenaron de confusión a las dinastías de principios del siglo XX. 

No obstante, somos deudores en nuestro interior (¡en un cierto sentido, por supuesto!) de Dostoievski y Nietzsche. No sería posible entender sin estas dos lumbreras las profecías tempestuosas de los titanes del Renacimiento acerca de Adam, quien adquirió el conocimiento de las posibilidades mágicas, para elevarse por encima del universo visible hasta los niveles del «Gran Ser». 

2. La «dignidad humana» del ángel caído  

El siglo XV en la historia de Europa se caracteriza por la afirmación misma de la europeidad. El «Renacimiento» no es una descripción exacta de este período. Pareciera que mil años después de la profesión de fe en la religión solar iraní hecha por las tradiciones de lenguas semíticas, Europa comenzó a volver a sus raíces greco-romanas. Primero que todo, Europa no era la «Europa» de la época de la antigua Roma y el helenismo. Nadie en sus cabales se hubiera atrevido a llamar a la Roma de los Cesares, que aplastaba a todo el mundo desde los dacios a los pictos, porque, Europa, es un nombre de la mitología griega; el derecho cultural para nombrar a un continente solo se consiguió como el resultado de una gran síntesis de todas las tribus que la habitaban después de una reflexión meta-histórica. Fue durante el siglo XV que esa reflexión se hizo realidad. 

La esencia del espíritu europeo se encuentra en la sabiduría tradicional de los augures, de la antropología introspectiva de los griegos, de la teología «gótica» de los primeros místicos germanos que sintetizaron el mito del hombre. No se trata de mitos sobre los dioses y los héroes, ni sobre una cosmogonía grande y sensual nacida de la percepción del infinito, sino la realización de un proyecto estricto y racional, el cual esta basado en la voluntad, en la intención, en una afirmación categórica que en el mejor de los casos merecería ser llamada hipótesis. Ficino, y también Pico della Mirandola, reformularon la doctrina oriental de Adam-Gilgamesh en una extraña síntesis de informática y existencialismo. Agreguemos que estos conceptos aparecieron en una época donde se creía que eran imposibles y nada los podía probar. 

Por el otro lado, no hay otra alternativa que darle a un concepto un nombre para poder afirmar un orden, para así darle un acto de voluntad, y manipular el espacio de información nacido de él para subordinarlo a una realidad invisible. En el centro de todas estas posibilidades – desde las más sutiles sensaciones, que escapan a la percepción de los órganos de los sentidos, hasta lo más grotesco y bajo que es indigno de ser percibido por estos órganos – está el Alma, con su fuerza asciende, y lo voluble, que por el contrario se condensa hacia abajo. Esta Alma se suele describir como una persona que posa en la forma de la letra judía «Aleph»: la mano derecha apunta al cielo; la mano izquierda apunta al suelo, las piernas se separan un poco para significar la doble serpiente del caduceo. En esta forma, Adam (al cual constantemente se refieren los textos florentinos como el «Alma») es simplemente la copia del «Gran Ser», el cual fue conocido por los antiguos como el «Hijo del Cielo y la Tierra», el Logos, la primera creación… 

En conclusión, el «Gran Ser» es Lucifer, quien fue el ángel más cercano a Dios. Estrictamente hablando, nadie discute que el mito europeo del hombre es un mito necesariamente luciferino. Este es un proyecto integral, de acuerdo al cual se conecta el arquetipo de Adam (el microcosmos), cada uno de nosotros (con tal de que hayamos sino elegidos) podemos convertirnos en un espejo del «todo. ¿Cábala? ¿Babilonia? Sin lugar a dudas; pero, antes que nada – una nueva Europa. La proclamación esotérica de Pico de la Mirandola es esta: «Discurso sobre la dignidad humana». De este texto hermético proviene «La declaración de los derechos del hombre y del ciudadano» de la Revolución Francesa y «El manifiesto comunista» de Marx. 

Fue este mito-matriz el que sembró las semillas de los subsiguientes modelos de rebelión en contra de un hombre mortal desvencijado y enfermo, el cual tortura al alma europea hasta hoy. 

3. La voluntad de morir  

No es necesario explicar que el pecaminoso luciferismo vive en el alma de la magia de Adam, este había sido incorporado en los primeros versos del Génesis colocados en el Antiguo Testamento de Dios: «Y dijo: He aquí Adam, como se ha hecho uno de nosotros sabiendo el bien y el mal: ahora pues, porque no alargue quizá su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre» (Génesis 3, 22). La cosa obvia que han señalado los infinitos comentaristas de este texto, es que el Dios del Pentateuco Mosaico habla al estilo del panteón Olímpico; celoso de los mortales, y que asume que cualquier criatura hecha de polvo puede transformar su naturaleza violando sus prohibiciones – esto ha sido excluido de la idea de Dios que nos dieron los profetas abrahámicos. 

En cualquier caso, no estamos interesados en la distorsión babilónica de la revelación mosaica, sino en las consecuencias culturales que tuvo este texto bíblico. En esta cita esta contenida toda la guerra de Occidente contra Dios hasta la proclamación de la Muerte de Dios de Nietzsche. El mito del hombre, formulado por los neoplatónicos florentinos, no es otra cosa que la rehabilitación del pecado de Adam, quien no sólo no le pidió perdón a Dios, sino que planeaba ir más lejos – «alargando su mano hacia el árbol de la vida y comiéndolo» … La profunda integridad de toda la cultura europea se concentra en este drama de la desobediencia descrito en la personalidad de Kirillov uno de los héroes de los «Demonios» de Dostoievski. Esta novela esta escrita de tal modo que cualquiera de los personajes que habitan sus páginas puede volverse central, dependiendo del ángulo en que se lea. No solo personajes principales como Stavrogin, sino también Peter Verkhovensky e incluso Shatov… Y Kirillov con su fenomenal mensaje dedicado a un suicidio sacral (un mensaje que fue explorado hasta sus ultimas consecuencias e interpretado por Nietzsche y su más grande interprete Heidegger). Este o aquel personaje es consistente, según los deseos de Dostoievski. 

El programa de Kirillov es una especie de desarrollo paradójico del contenido de los versículos citados del Génesis. Paradójico porque en vez del árbol de la vida, el «superhombre» de Kirillov debe estirar su mano hacia los frutos del árbol de la muerte (de acuerdo con algunas leyendas apócrifas preservadas en las tradiciones de la masonería operativa, en el jardín del Edén crecían no dos sino tres arboles: la distinción entre el bien y el mal, la vida y la muerte). 

«La vida es dolor, la vida es miedo, y una persona es infeliz… Si una persona comienza a amar la vida, es porque comienza a amar el dolor y el miedo. Un nuevo tipo humano aparecerá, feliz y orgulloso… Dios será hombre y cambiara físicamente» (1), ese es el mensaje de Kirillov, en el que se logra la síntesis europea moderna entre luciferismo y neo-budismo, y además con una considerable cantidad de psicoanálisis mediando entre ellos. De hecho, conociendo la doctrina de este sombrío «joven ruso» no es difícil recordar al príncipe Gautama, quien después de pasar treinta años en los cuidados celestiales de su palacio de «Edén» descubrió repentinamente que la realidad consiste en dolor y miedo y, más importante, la inevitable tragedia humana del apego del hombre a sus experiencias negativas. En realidad, la llamada de Kirillov para decidirse por la muerte (en su caso, física) y así despertar es una traducción al lenguaje ruso de la doctrina de la liberación budista. Pero solo es posible entender el significado de la personalidad de Kirillov, con todas sus consecuencias nietzscheanas, gracias a la interpretación babilónica del Antiguo Testamento, 

4. El «Superhombre» y la revolución  

Antes mencionamos que las «semillas» de estos modelos de superación del hombre habían madurado en la matriz del mito abrahámico. La observación de estos modelos revela con obviedad que todas las formas de superar la naturaleza mortal perecedera del hombre son también formas de liberación de la sociedad, ese espacio social omnicomprensivo, que Aristóteles creía que era el garante de la genuina naturaleza humana. Para ser más precisos, todas las vías de realización del superhombre son vías de escape de la sociedad, a la cual el espíritu europeo (¿»espiritualidad»?) descubre de repente como una prisión. 

Esta experiencia de la sociedad como un «lugar de detención» se extiende a la naturaleza humana, a la humanidad misma. La humanidad es una prisión porque está ligada al valle de lágrimas. El «ídolo humano», la condición humana, es una expresión bíblica que denota el valle de sufrimiento y vanidad al que fue desterrado Adam después de la caída. Pero este valle no es tanto un lugar externo al cual el antepasado de la raza humana se ha movido (algo así como de un palacio a un barrio pobre), sino que se trata más bien de una nueva esencia del hombre al cual es imposible salvar por medios simples. Por lo tanto, para los planificadores del proyecto del «superhombre», la sociedad es como la organización visible de la naturaleza humana oculta y esta naturaleza es la misma odiada esclavitud. 

Ahora bien, paralelamente al mismo tiempo que apareció el mito del hombre, y a pesar de él, el «mito de la sociedad» comenzó a nacer. Tuvo su origen en el mismo corpus intelectual de las ideas neoplatónicas. «El mito de la sociedad» se declara de forma abierta como mito, mucho más que el «mito del hombre», el cual, como se vio, insinúa un conocimiento oculto. «El mito de la sociedad» se declara como una utopía. Campanella es el más brillante representante de esta línea de pensamiento, y es bastante obvio que la utopía social es desde el principio tan impía y luciferina como el «mito del hombre». Después de todo, la «Ciudad del Sol» es obviamente una respuesta a la «Ciudad de Dios» de San Agustín. 

El carácter utópico del mito social pierde su valor frente a las ideas positivistas y racionalistas. El pathos solar de las ideas socialistas neoplatónicas adquiere con rapidez un aspecto anti-individualista y, por supuesto, un carácter «anti-superhombre», cuya dinámica amenaza con degenerar en un anti-humanismo absoluto. Entre los socialistas franceses del siglo XVIII y los intelectuales rusos como Cherneshevky se llega a esto: el falansterio socialista no oculta su naturaleza de ser una cárcel para el individuo. El pathos de la socialización total es que la sociedad se ve como una maquina ideal optimizada para maximizar los beneficios de todas las esferas de la realidad humana. Hacia el final del Siglo XVIII uno de estos polos lo ilustra los Iluminati quienes soñaban con hacer a la gente simples «vasijas» de barro adecuadas para cualquier oficio; al otro extremo se encontraban los heraldos del naciente romanticismo que adoptarían la moda del luciferismo y el culto a la masculinidad. Byron y Lermontov se convirtieron en los apóstoles de este demonismo popular de las clases instruidas, en las cuales la figura del tirano y usurpador Bonaparte convergía paradójicamente con la imagen del luchador por la libertad y el aspirante a la muerte. La encarnación práctica de esta corriente fue Bakunin, el «superhombre» de las barricadas europeas, que sistemáticamente desobedecía a la sociedad a pesar de su supuesto socialismo; Bakunin arremetió con pasión contra Dostoievski y Herzen, rompió con Marx en la Primera Internacional… Su vida fue más consistente en sus pensamientos y en su espíritu con la de «Zaratustra» que la de Nietzsche. 

Aquí tocamos un punto importante y profundo, no considerado por muchos expertos en este tema: el «superhombre» puede actuar así en la «derecha» – como un misántropo, un aristócrata, un luciferino; pero también puede actuar del mismo modo virando a la «izquierda». Bonaparte, quien provenía de los elementos revolucionarios, fue percibido por el pueblo como el líder de una renovación radical. Quizás es imposible llamarlo de «izquierda» después de su coronación… Pero detrás de su figura un grupo de despiadados radicales como Robespierre, Saint-Just y otros ya se habían posiciona claramente como «Superhombres». Agustín Blanqui, quien paso dos tercios de su vida en las mazmorras de Francia sin luz ni aire sirvió de prototipo para el abad Faria, el maestro del futuro «Conde de Montecristo» en la famosa novela de Dumas. El extrajo la energía de su odio y su fe inexorable en la conspiración del círculo de los elegidos, también como su experiencia de su propia «naturaleza de superhombre». ¡Y aquí podemos por fin arrojar luz para determinar este complicado fenómeno del «superhombre»! Primero es la combinación del tipo antisocial y sacrificado. Su segundo componente es su aislamiento interno, su rechazo a compartir el destino colectivo de sus hermanos. Esto se da igualmente en la derecha que en la izquierda. La convención jacobina consistía en individuos, no hablaba de sociedad y ciudadanos. Bakunin, a quien mencionamos antes, era un solitario. En este sentido, él – y dicho sea de paso el controvertido Nechayev – no se diferenciaban mucho del demoniaco Byron, cuyos actos sentaron las bases culturales del «superhombre» de derecha (¡sus numerosos escándalos en la alta sociedad y su participación en la guerra de Independencia de Grecia!). 

5. «La estrella de la esperanza»  

Antisocial, auto-sacrificio (redundancia pasional) y solitario – este es el paradigma del superhombre que existe realmente en la trama histórica europea! – y no como una hipótesis neoplatónica de herméticos florentinos. 

Llegamos a otra distinción del paradigma del «superhombre». Ya sea religioso o impío metafísicamente, es decir, religioso-metafísico, es siempre una versión negativa. Esta claro que ambas versiones tienen su raíz en el luciferismo. El análisis hermético del hombre procede de su «singularidad» casi divina, la presentación del macrocosmos como microcosmos, esa realidad sin fin en el centro de lo que es. El pensador neoplatónico no declara específicamente que este arquetipo está fragmentado en una miríada de partículas, dividido como un activo común entre las criaturas mortales que habitan en la tierra. El discurso de ese pensador sobre Adán es extremadamente abstracto y patético, y no podemos vincular de ninguna manera los convenios y grandiosos prospectos, relacionados con la percepción de Pico della Mirandola, con el hombre, con aquellas criaturas perecederas y vanas que conocemos y que nosotros mismos somos. El Zaratustra de Nietzsche es demasiado cercano a esta humanidad física, de la cual el se retira con disgusto y a la que desea superar; a pesar de todo, la dignidad cósmica del «hombre» de los metafísicos del renacimiento y del «superhombre» de Nietzsche tienen una base metafísica común – su expansión hacia el más allá, más allá de los limites. 

Tomaremos la estrella de cinco puntas como la imagen cabalística del Adam arquetípico. A continuación, exploraremos todas las versiones de escape del valle de lágrimas humano – entendido como la superación de algo «demasiado humano» o la liberación de la esclavitud del destino – que se ubican a lo largo de sus cinco rayos y representan las cinco formas principales de escapismo, que desde cierto punto de vista se pueden considerar estrategias antisociales con una motivación metafísica. 

La primera y más radical, y la más antigua de todas las variantes, es la vía tradicional de «liberación» por medio de rituales iniciáticos y conocimientos secretos. Esta perspectiva lleva hacia la identificación con el Principio del Universo y es conocida por todos los sistemas metafísicos sacerdotales – desde el hinduismo hasta la masonería operativa, basados en las doctrinas babilónicas y egipcias. Para nosotros es importante observar que, al realizar este camino, una persona supera sucesivamente todos los niveles de restricciones que determinan su naturaleza mortal y finita. No obstante, este camino de la realización espiritual es inconcebible sin el apoyo de los conocimientos y técnicas tradicionales que existen específicamente como institución, además de la necesidad de un maestro espiritual, sin el cual el tránsito por este camino también es imposible, el camino de la liberación iniciática se realiza en la soledad, la cual enfatiza la práctica de la ermita, el autoaislamiento físico, el silencio absoluto y otras técnicas contra-organizacionales generalizadas en diversas tradiciones. 

En esta perspectiva metafísico-religiosa, no se usa el termino «superhombre», y no tendría base lógica para hacerlo, porque el objetivo al que se dedica en este caso es «El Gran Todo», pero no para superar los límites de la humanidad banal. A pesar de esto, los adherentes a la tradición original, al menos, la que es accesible a la observación de los profanos, manifiestan todas las características del síndrome del «superhombre» que encontramos en las versiones modernistas de la realización espiritual. Ermitaños, ancianos, gurús y jeques que descubren los aspectos esotéricos de sus religiones los cuales combinan con aspectos de asocialidad e incluso anti-socialidad con marcado aislamiento incluso de otros en este camino (soledad), que a los ojos de las personas que se extienden hacia ellos están más que compensados por su mayor «temperatura existencial» – un sacrificio apasionado, que en la tradición se llama «amor» (ágape). 

La segunda versión modernista de esta vía de realización metafísica esta conectada con el espacio del adamismo luciferino, que se bifurca en dos: por un lado, el humanismo mágico del Renacimiento, por el otro el existencialismo romántico y radical, del cual ya hemos dado ejemplos. Es difícil separar estos dos caminos, porque en los tiempos actuales hay tradicionalistas esotéricos para los que el discurso nietzscheano esta completamente integrado en la visión «mágico-hermética». Entre estos, en particular, hay un representante prominente de la escuela de pensamiento tradicionalista, el barón Julius Évola: a pesar todo, el esoterismo «ortodoxo», considera el concepto del «superhombre» como bastante legítimo y útil. 

Las dos versiones analizadas, como se puede ver, están relacionadas la una con la otra, pero sus vectores, o rayos, divergen como en un pentagrama invertido. Las otras dos están conectadas, pero, en cierto sentido, son antítesis la una de la otra : camino del Santo y el Héroe. 

Es obvio que el camino de la santidad, y la imagen del Santo en general, esta alejada de las prácticas parecidas de realización espiritual, las cuales se encuentran entre los eremitas, los ancianos y los jeques. En la santidad se acentúa el lado de la pasionalidad sacrificial espontánea, la cual de hecho es una auto-redundancia de género antisocial y solitaria. La santidad desciende como un rayo, puede bendecir a un niño o un hombre común que están muy lejos de cualquier metafísica intelectual. Juana de Arco pertenece a este tipo de Santos y su llegada al campamento del rey no se contradice con su ser anti-social y solitario, la cual fue la razón detrás de la conmoción y respeto que causó en la sociedad francesa, y, por el contrario, la persecución obsesiva de una bruja por parte de los ingleses. 

El aspecto sobrehumano de la santidad a menudo produce una espesa sombra oscura o negativa, que hace énfasis en la ambivalencia del principio solar (luciferismo). Uno de los más cercanos compañeros de Juana de Arco en la guerra fue el mariscal y condestable francés Gilles de Rais, el cual fue conocido por su apasionado deseo de ser un superhombre, que lo llevo al satanismo, al fanatismo, y finalmente puso a este complejo personaje frente al tribunal de la Inquisición Francesa. ¡Es asombrosa la simetría que comparte con Juana de Arco, la portadora de la luz adorada por él, la cual fue extinguida por el tribunal de la Inquisición inglesa! No queda claro si el superhombre hizo parte de las reflexiones personales de Gilles de Rais, pero para los modernistas que si utilizaban este término, ¡el «mariscal maldito» resulta ser una figura muy atractiva! 

El Santo se opone al Héroe, pero no porque el sea menos apasionado o solitario. El Santo esta desprovisto de dramatismo, su naturaleza sobrehumana esta inicial y completamente establecida en el mismo nivel de su ser; el Héroe representa una salida a la superficie de una crisis fundamental, la cual es inseparable del origen de la realidad. Digamos simplemente: un héroe es aquel que se dio cuenta de la ilusión de la iniciación y la inutilidad de la santidad, pero no se convirtió en un hombre común roto, sino que, por el contrario, profundizó su oposición al valle de lágrimas humano y al principio de «fatalidad». 

6. El origen de la tragedia no proviene del «espíritu de la música»  

Sin lugar a dudas, el Arquetipo del Héroe no es menos antiguo que el modelo metafísico del sacerdote dedicado. El Héroe como modelo existe en el folclor de todas las civilizaciones antiguas, pero casi todos excepto en el Cáucaso y en la Helada, fueron «integrados al sistema» (en el lenguaje moderno). En otros mundos, en la India, en Irán, entre los Celtas, el sabio se eleva sobre el Héroe; en las civilizaciones sacro-sacerdotales el concepto de Héroe no se corresponde con el que existe en Europa, en realidad, no son «superhombres», sino únicamente guerreros con poderes supernaturales. Esta es una diferencia fundamental, incluso a nivel épico entre la Odisea de Homero y la saga irlandesa de Cú Chulainn (los poderes supernaturales de un personaje no deben ser confundidos con el «superhombre». Tal confusión se manifiesta al nivel de la conciencia ordinaria: ¡el «superhombre» es un estado existencial, y seres tan ordinarios como Byron y Bonaparte no pueden competir con las manifestaciones corporales extraordinarias de Cú Chulainn o Kirgirz Manaz!) 

Es en el espacio caucásico-balcánico donde nació la imagen de una personalidad que no se mide por su correspondencia a la armonía universal, sino, por el contrario, por su capacidad de oposición inflexible a lo ilimitado, es decir al Destino. En las sagas de los nartos (2) del Cáucaso y en los héroes helénicos, no se paran sobre ellos sabios. Los Héroes desafían al cielo, cuestionan el significado positivo del ser. Podría decirse que ya desde tiempos lejanos el centro de la existencia del «superhombre» fue planteada y llevado a su clímax rompiendo con la «norma». Esto, de hecho, se llamó «tragedia». Aquí se encuentra la singularidad del Héroe con respecto a las otras tres versiones del mito del «superhombre: no hay nada de luciferino en el Héroe. El Héroe no es una criatura solar. Los seres solares son los Olímpicos, cuyo poder y legitimidad ontológica es cuestionado por el Héroe. El Héroe es la única modalidad del «superhombre» que no es una manifestación de Lucifer en la tierra, por el contrario, lo desafía, poniéndose del lado de Dios, aunque desconocido para él. 

Finalmente, enfaticemos esto: El Héroe es la audiencia potencial del Profeta. Por lo tanto, es la comunidad de héroes, la hermandad heroica, como la expone Homero, aunque también se han dado varios casos en la práctica política de hoy, que no son inferiores en grandeza a la épica antigua. 

Por supuesto, al principio el Héroe está solo. La destrucción moderna de la casta militar condujo al surgimiento de una categoría especial de marginados: «los héroes solitarios». Sin embargo, estos marginados están relacionados entre sí por el sacrificio mutuo que esta implicado en las palabras de Cristo: «Ninguno tiene mayor amor que este, que es dar su vida por sus amigos» (Evangelio Según San Juan, 15, 13). 

Por cierto, después de la Unión de los Aqueos conocida por los Helenistas, es en el Cáucaso donde encontramos el modelo de «hermandad de personas solitarias», en el paradójico fenómeno de las alianzas militares de los Abreks (3). «La comunidad de los Abreks» es casi un síndrome de «superhombres» que se ha convertido en una institución especial, la cual tiene los atributos del Zaratustra de Nietzsche. El abrek rompe con los fundamentos éticos de la existencia del hombre «ordinario». Rechaza la autoridad de su padre, rechaza los valores de su familia, reconoce que el Ser es fundamentalmente injusto y va a las montañas para crear en su soledad una nueva ética que combata el Destino, una ética de la confrontación. Lamentablemente el Abrek fue generalmente malinterpretados por la tradición rusa, comenzando por Lermontov; él no es una figura demoniaca. ¡No es un nihilista! El abrek niega el Ser como un error en el nombre de la obligación y la justicia, la cual solo existe en su corazón. El abrek del Cáucaso – el heredero directo de la epopeya homérica – trae a los días de hoy el elemento heroico a través del cual el hombre, elevándose hacia el infinito, finalmente se libera de la tentación de ser un espejo de lo «alto» … 

7. El riesgo del «infrahumano»  

Por último, el quinto rayo de nuestro pentagrama apunta hacia abajo. Aquí nos encontramos con un muy complejo y contradictorio fenómeno, que puede llamarse condicionalmente como huida a la naturaleza. Este rayo del pentagrama del «superhombre» es el escapismo, porque, con excepción del vector heroico, podemos encontrar solidaridad con la naturaleza en los otros tres rayos. Zaratustra llama a ser fiel a la tierra (y el Adam mágico de los florentinos trabaja con sustancias ásperas y sutiles y reconstruye la naturaleza para sí mismo). Los maestros metafísicos penetran solitarios en el seno de la naturaleza – en el desierto, donde se alimentan del acre, o en las cuevas del Himalaya, donde los novicios los alimentan con queso duro de cabra. Bueno, los Santos reciben miel directamente de los osos y vuelven a colocar en sus ulceras los gusanos que se les caen. Es decir, la naturaleza en sus diferentes formas, es importante para el «superhombre»: si el rompiera la maldición de este valle de lágrimas, entonces abriría la brecha para ver la forma del Jardín del Edén antes de la caída (el Héroe niega o ignora la naturaleza. Para Odiseo, el mediterráneo es una extensión cartesiana en cuyo centro el pensamiento del «Yo» supera todos los obstáculos), 

«La huida de la naturaleza» tiene un antecedente, en cuyo telón de fondo, la naturaleza del «superhombre» hace parte de su estrategia central. Esta claro que en esta estrategia no hay lugar para el sacrificio pasional – lo abandona. Sin embargo, aquellos que pueden ser llamados «ecologistas existenciales» – Thoreau, Longfellow, o héroes literarios como el teniente Glan (4) – de alguna manera continúan reclamando ser partícipes del «superhombre». Conservando al menos dos de sus atributos – la asociabilidad y la soledad – que en su caso comienza a jugar un papel importante. 

Sin embargo, la «versión ecológica» de Zaratustra del teniente Glahn está lejos de agotarse. Existe también el «buen salvaje» de Rousseau, que en la práctica intento encarnar Gauguin. Además, existe el mito de las habilidades sobrenaturales de los indígenas cuya «autenticidad» cósmica es incomprensible para los «civilizados» (el desarrollo último de este mito esta representado por los trabajos de Castaneda). 

Ahora bien, fuera del carisma literario de Longfellow y Knut Hamsun, y de la mezcalina de chaparral de los yaquis de Castaneda, existen tribus reales que viven en la Edad de Piedra en las selvas del Amazonas, las junglas filipinas y las montañas australianas. Parecería que estos últimos ya habrían abandonado el discurso del «superhombre». A primera vista se trataría de que esta realidad rustica de las tribus indígenas es una excentricidad racial de algunos antropólogos de monte que creerían haber encontrado una poderosa antítesis de su ideal: si el «superhombre» no puede ser alcanzado directamente, entonces se vuelve menos improbable encontrar las evidencias virtuales del «infra-hombre». El problema (para todos estos racistas) es que los grandes estructuralistas e investigadores de los arquetipos folclóricos como Frazer, Levi-Strauss, A. David-Neil, Mircea Eliade, que estudiaron el pensamiento de los «salvajes», fueron incapaces de alcanzar el alfabeto trascendental en el cual la vida espiritual de la humanidad está escrita. 

Y, sin embargo, después de todo… esta «quinta vía» representa el colapso de la idea del «superhombre», ya sea en la versión del teniente Glahn, o en la versión de Don Juan (5), sin mencionar a los pobres madereros ilegales que son cazados desde helicópteros por las estructuras criminales. Después de todo, según los tradicionalistas, las tribus de salvajes son los restos de quienes una vez se opusieron a las civilizaciones antiguas, pero su proyecto antisocial fue derrotado, como resultado las hermandades heroicas de estos renegados degeneraron en las asociaciones de quienes sostienen su existencia a través del cuenco verde de intercambio de sustancias naturales. 

8. Después de todo, ¡el Héroe!  

Estas cinco vías de escape, forman el pentagrama de las posibles modalidades del «superhombre», y no hay duda de que, al menos para el espíritu europeo, la sociedad rebajada a un nivel instintivo es la maldad pura (estrictamente hablando, la tradición profética del monoteísmo realiza las mismas criticas hacia este fenómeno, solo en este contexto se entiende el conflicto entre el Profeta y la civilización tradicional, a la cual él dirige su mensaje). 

La sociedad es malvada, y no solo porque en el contacto más natural y primario con la persona es un «presidio», un sistema de alienación que funciona con la preciosa sangre de su existencia finita. Marx redujo este problema al máximo, sosteniendo la ilusión de que, en principio, existe una versión de la sociedad «falsa» y otra «verdadera», en la «verdadera» seria posible superar la alienación… 

Primero, no es «superable», porque toda sociedad consiste en un juego de dos jeringas, una de ellas se clava en el corazón del hombre y extrae las cualidades de su substancia – «la sangre del espíritu» -, la otra jeringa, por el contrario, penetra hasta su cerebro llenándolo de mentiras y sustitutos, que siempre y en todo momento constituyen el contenido mental de la humanidad ordinaria. Sin este sistema de dos jeringas, o, si se quiere, bombas (que se parecerían más bien a un mediador espacial, que se inclina algunas veces hacia arriba y otras hacia abajo), la sociedad no funcionaria, ¡la sociedad no sería posible! 

Por lo tanto, el «superhombre» siempre fue el proyecto de las élites de todos los tiempos, para «seleccionar» específicamente a una parte de la humanidad – a través de una estrategia exitosa de emancipación de su miserable destino colectivo. Tomemos primero el camino explorado por los maestros esotéricos. Estando, por supuesto, sentados en su cueva o celda, ellos como prueba de su autenticidad el arremeter contra la tradición exotérica que se le presenta a un mundo despreciable e indigno. Es la presencia secreta del sabio la que constituye la fuerza oculta del orden mundial, que no elimina las crueles pisoteadas sobre las heridas de los hombres derrotados. ¿Recuerdan la conversación entre Smyarkov y Fiodor Pavlovich mientras el primero servía la mesa? ¡Hablan sobre los últimos Santos verdaderos que viven en algún lugar del desierto, cuyas oraciones salvan al mundo! El muy cínico y perceptivo Fiodor Pavlovich arremete en contra esta «creencia popular» … 

Hay en Babilonio (hoy día una ciudad a cien kilómetros de la bombardeada Bagdad) una impresionante escultura antigua, situada cerca de la carretera principal al templo de la diosa Ishtar. Sobre una enorme esfera, la cual simboliza la Tierra, un hombre yace en la tierra tirado de espaldas, con sus brazos extendidos, mientras un león presiona su pecho en una pose abiertamente erótica, rugiendo con frenesí, golpeando sus músculos con una fuerza monstruosa. El espectador no le quedan dudas de que el león esta realizando un acto de abuso sexual sobre el hombre. Pero sobre la espalda del león en un imperturbable trance, con las manos extendidas y con su rostro hacia el cielo, ¡Ishtar se alza! Este conjunto escultural fue tallado en piedra hace más de tres mil años, y de forma más clara y precisa que en «El Capital», se describe toda la metafísica social. El león, si alguien no entendió, es el Estado. 

El Zaratustra de Nietzsche, por supuesto, pasa de la sociedad a las montañas. Pero solo para enseñar a los elegidos – «sus hermanos» – la voluntad de poder. La huida efectiva de la sociedad es, de hecho, una estrategia de dominación sobre todos los que no han huido. ¡El proyecto del «superhombre» hoy es tan real como siempre y está muy cerca de completarse!… ¡Quizás en la forma de la sociedad de la información! La información es la última prisión del espíritu, de la cual una persona común no tiene ninguna posibilidad de escapar. Sera la más grande de las mentiras, una «jeringa» que se clavara en el cerebro de la humanidad. Estará más allá de las ilusiones de épocas pasadas, que dejaban espacio para la interpretación individual, la reflexión y la asimilación aun nivel personal. La información no deja espacio para la interacción, rechaza la retroalimentación. No existe brecha entre la cosa y el «Yo» del hombre. Pero es en esta sociedad de la información donde ocurre la liberación a gran escala de las élites de los mecanismos del destino social. El hombre común reconoce que la primera característica de la Realeza de hoy es «reinar, pero no gobernar», y en segundo lugar aparecer en Cannes junto a los más bellos modelos. En este sentido, los respeta incomparablemente más que sus bisabuelos esclavos y fanáticos, que murieron en los campos de Verdún y Przmyl por los monarcas. Para ellos el monarca era un símbolo de la presencia divina. Para sus presentes bisnietos la «alta sociedad», cuya glamorosa gracia beben de la prensa sensacionalista, es la grandeza en su forma pura, la vida bella, el hecho mismo que justifica la existencia de la civilización. ¿No es por su triunfo por el que enloqueció el profesor de filosofía clásica? 

La alta sociedad de hoy no tiene par, algo que sorprendió a Byron. Esta «negó», en un sentido hegeliano, este problema de Byron. El club de la nobleza, que constituye hoy el polo de la dominación, es un «neobyronismo» colectivo el cual ha sufrido una reestructuración postmoderna. En ella, todas las vías del «superhombre», representadas en el pentagrama, se realizan, con excepción por supuesto, del heroísmo. 

¿El camino de los Sabios? ¡Sin duda! Los maestros e interlocutores del «Club» son sabios. Los jeques sufíes le enseñan al heredero del trono británico el conocimiento secreto de Ibn-Arabí, y los eremitas del Monte Athos tienen una celda preparada para él. El movimiento neo-sufí, que une a toda la elite de Europa, fue organizado por Frithjof Schuon bajo la fachada de la «Orden de Maryamiya» … 

¿Y el camino del «romanticismo mágico» de Zaratustra? Este camino es el que sigue toda la nueva generación de la nobleza aristocrática, que conforma la conciencia de los líderes del mundo postdemocrático, los nuevos señores que regresan a las fuentes tradicionales del poder y la sumisión. Los abuelos de muchos de ellos – con orígenes en la Europa continental – se vestían con uniformes negros con hombreras bajo los estandartes del Fuhrer, pero a ninguno de ellos después de Nuremberg se les toco un solo dedo. Fueron culpados por todo los sucedidos los hijos de los tenderos y los campesinos. 

¿Y qué paso con los Santos? Bueno, la santidad tiene una enorme demanda en el club de la super-élite. En el mundo moderno esta representada por dos paradigmas: la liberación espiritual de los Lamas tibetanos y los aspectos místicos milagrosamente conservados del catolicismo tradicional. Ambos se encuentran hoy en una simbiosis dentro de la casta intelectual más cercana a la aristocracia. Sin embargo, no se puede decir que nada de esto sea nuevo. Desde la Contrarreforma, el catolicismo y la aristocracia políticamente más conservadora van de la mano. El budismo llego a ella en vísperas de la Primera Guerra Mundial por medio de los aristócratas ariosofistas. 

Finalmente, el «escape a la naturaleza». El tema ecológico ha sido ocultado por la aristocracia contemporánea. Solo los descendientes de los cruzados se dedican a la protección de los tigres y loros, no los pobres. En general, la naturaleza como tema de debate se ha convertido, por un lado, en un tópico elitista, refinado y exótico, solamente para los individuos respetados que son capaces de desembolsar su dinero cada vez que se necesite gastar; por el otro, la ecología es la plataforma favorita para la mafia global, un excelente modo de lavar dinero, y un arma de chantaje que se usa contra los países y empresas obstinados… Pero en los líderes de la mafia, e indirectamente en los representantes de las compañías trasnacionales, encontramos los mismos apellidos de la clase alta de la Vieja Europa. 

A primera vista, el conjunto de la casta del «Club» contradice los tres aspectos mencionados anteriormente del «superhombre»: anti-socialidad, sacrificio y soledad. Pero esto es solo aparente sino no tomamos en cuenta el factor postmoderno, que traslada todo esto a un formato plano, sin profundidad y perspectiva. La anti-socialidad se transforma en permanecer en la cima de todos (escapando finalmente al destino colectivo), el sacrificio apasionado se convierte en el cubrimiento del cuidado de los niños que quedaron discapacitados en las minas, o a la denuncia de los avestruces cuya carne se convierte en sandwich, y su piel adorna los mocasines de los traficantes de droga. En cuanto a la soledad, se manifiesta mejor a través de su vívida antítesis: la supuesta «imposibilidad» de permanecer a solas consigo mismo, fuera del campo de visión de la prensa amarillista. Nada sirvió más a la promoción de las tareas sociopolíticas del «Club» que el destino de la princesa Diana. La posmodernidad transforma las vías de escape del valle de lagrimas en el mecanismo político de administración del rebaño humano por los últimos titanes de los «superhombres» europeos, liberando a los adeptos de la nueva aristocracia de la desunión feudal de sus antecesores. 

Sin embargo, la postmodernidad no ha logrado dominar al Héroe, el único punto de autenticidad en el espacio sin dimensiones del Simulacro. Por lo tanto, el «Club» le declara a este quinto rayo del pentagrama, no integrado al resto, una guerra despiadada. En el mundo moderno, el Héroe esta fuera de la ley. El es privado de su estatuto tradicional y «reclasificado» como radical y extremista. Los representantes del Partido Verde Global-Ecologista, las minorías y otros desechos parapolíticos, que se presentan como parte de la democracia representativa, pero que en realidad trabajan para la criptotiranía del «Club» (hasta ahora criptica…), piden la destrucción de definitiva del Héroe, a veces en la forma de ataques bastante exóticos contra el «principio masculino», hasta las extrañas propuestas medicas de «bajar la fuerza» de la testosterona de la humanidad a la mitad. La idea se centra en que, si el hombre es más débil, será menos problemático. Preguntamos: ¿para quién? Para el jefe de la prisión y sus hijos con llaves y palos en la cintura. Hoy día la democracia no habla en un lenguaje menos extraño que el de los utopistas ilustrados que soñaban con surcar los océanos en los lomos de los delfines. No obstante, el resultado es el mismo, tanto ayer como hoy, para estas extravagancias intelectuales: «falansterios» con muros de piedra, domos de aluminio rodeados con alambre de púas, cada vez más impenetrables, y mientras los esclavos arrastran una carretilla de color rojo hacia las puertas verdes, con lemas de disculpa. 

En la «Internacional» se canta: «Nadie nos dará la redención – ni Dios, ni un rey, ni un héroe» (6). Con los reyes es comprensible, pero sobre los otros no somos tan categóricos. Por supuesto, no queda claro quién es «Dios» en este viejo himno proletario, lo más probable es que se trata de «Cristo» en su versión oficial de la Iglesia. Si este es el caso, entonces estamos de acuerdo. Pero sobre el Héroe… la humanidad no tiene otra alternativa que confiar en los héroes. Nadie, excepto ellos, pueden escapar de la prisión social sin los demás. Para esto, sin embargo, es necesario entender algo: la imposibilidad de estar de acuerdo con el Destino, este solo puede ser destruida. 

 

Notas del Traductor: 

1. Estas líneas son extraídas de la novela «Los demonios» de Dostoievski, pronunciadas por Kirillov a Anton Lavrentyevich en su dialogo nihilista. 

2. Las sagas de los Nart son una colección de cuentos del Cáucaso que conforman la mitología básica de las tribus de la zona. Los osetios, abjasos, circacianos y ubijé poseen versiones propias de estas leyendas y mitos. Muchos de sus temas son comunes a los mitos griegos, como el encadenamiento de Prometeo o la búsqueda del Vellocino de Oro. Recordemos que muchos de estos mitos comparten geográficamente el Cáucaso como su punto de origen y los héroes griegos se involucraron en muchas de sus aventuras en esta zona del mundo. Varias tragedias, como las de Medea, Jason y Helena tienen como teatro de fondo al Cáucaso Norte y Sur. 

3. La palabra abrek es usada en el Cáucaso Norte para designar a los hombres que renuncian a tener cualquier contacto con sus familiares y amigos y se vuelven devotos de vivir en lugares inhóspitos. Abrek significa, en la Biblia, aquel que «se postra ante Dios». Los abreks eran famosos por sus rebeliones contra los invasores de sus tierras. En ruso y osetio, esta palabra significa «ladrón». Sin embargo, el autor se refiere a los abrek como esos defensores del Cáucaso que combatieron al imperio ruso durante el siglo XIX, cuando los zares invadieron la región y tuvieron que enfrentar la rebelión de los chechenos dirigidos por el Imán Shamil y sus seguidores. El imperio ruso necesito de un millón de hombres para sofocar la rebelión. 

4. El teniente Tomas Glahn es un personaje del escritor Knut Hamsun, de su famosa novela Pan. La novela trata sobre la vida del teniente Glahn en la soledad de su cabaña de verano en Nordland, en ella se exalta la naturaleza, la nobleza de los animales y la vida lejos de la civilización. 

5. Aquí se hace referencia a la novela de Carlos Castaneda Las enseñanzas de don Juan . Don Juan es un chamán yaqui que inicia a Castaneda en los secretos psicodélicos de la droga y la ampliación de las «puertas de la percepción» por medio de narcoticos con el fin de alcanzar estados superiores de conciencia. 

6. El himno oficial de la Internacional socialista, que es usado por el Partido Comunista de España, reza así: « Ni en dioses, reyes ni tribunos, está el supremo salvador». Esta traduce al español la siguiente estrofa del himno en «Il n’est pas de sauveurs suprêmes : Ni Dieu, ni César, ni tribun». En la versión rusa de la Union Sovietica se dice « Ни бог, ни царь и не герой. Добьёмся мы освобожденья» , siendo la palabra tribuno traducida por la palabra герой, que significa héroe. Hemos elegido esta última traducción para verter el significado del texto porque es consistente con las ideas del autor, pues la palabra tribuno no tiene esta connotación en español, a pesar de que los revolucionarios siempre se consideraron a sí mismos «tribunos del pueblo». 

Traducido de kontrudar.