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El mago de la palabra: Pedro Albizu Campos

Fuentes: Rebelión

«Albizu Campos es un símbolo de la América Latina todavía irredenta, pero indómita». -Che Guevara Al llegar a Cienfuegos el 7 de diciembre de 1927, Pedro Albizu Campos probablemente rememoró de inmediato su ciudad natal, Ponce, Puerto Rico. Pocos lugares en estas dos islas antillanas se asemejan tanto. De entrada, se trata de urbes caribeñas […]

«Albizu Campos es un símbolo

de la América Latina todavía irredenta, pero indómita».

-Che Guevara

Al llegar a Cienfuegos el 7 de diciembre de 1927, Pedro Albizu Campos probablemente rememoró de inmediato su ciudad natal, Ponce, Puerto Rico. Pocos lugares en estas dos islas antillanas se asemejan tanto. De entrada, se trata de urbes caribeñas localizadas frente al mar Caribe que, aunque poseen una cultura marina, son más bien ciudades señoriales.

Se puede afirmar, en muchos sentidos, que basta con visitar una para conocer la otra. Esto era aún más cierto en 1927, cuando la economía de ambas ciudades estaba dominada por el monocultivo de la caña de azúcar, orientado completamente hacia la exportación. Para esa fecha, por ejemplo, era muy poco el terreno que se dedicaba en Ponce y en Cienfuegos a otros cultivos. A esto ayudaban la fertilidad natural del suelo y las grandes extensiones de las llanuras, que bordean las dos urbes.

La caña de azúcar sirvió de base en ambas ciudades al desarrollo de una burguesía criolla económicamente pudiente y culturalmente sofisticada. Nada refleja mejor lo dicho que la arquitectura y el diseño urbano. La siguiente descripción de Cienfuegos, tomada de la edición de Cuba en la mano: Enciclopedia popular Ilustrada, puede aplicarse casi mecánicamente a Ponce:

«Indiscutiblemente, es la ciudad de mejor trazado que existe en la República, de calles anchas y rectas, de bellos paseos y parques, de edificios modernos y antiguos que responden totalmente al conjunto que la rodea. Hay en Cienfuegos armonía de todo. A la magnificencia del paisaje ha correspondido la obra del hombre, y el espíritu de sus habitantes ha sabido en todo tiempo mantenerla aderezada, atrayente, cautivadora. Se la ha calificado de Perla del Sur, cuando en realidad es la Perla de Cuba».

Curiosamente, a Ponce también se le ha conocido siempre (en Puerto Rico) como la Perla del Sur. Lo que habría que añadir a la descripción citada de Cuba en su mano es algo en que también Cienfuegos y Ponce se parecían mucho en la primera mitad del siglo XX: la presencia de una clase trabajadora de ascendencia africana. En la explotación de esa gran masa proletaria estaba en realidad el secreto de la riqueza e intensa vida comercial de ambas ciudades coloniales. Cultural y socialmente, son dos ciudades hermanadas.

Sea como sea, el 7 de diciembre de 1927 Albizu Campos llegó a la ciudad de Cienfuegos. Pero este no era un día cualquiera. Por toda Cuba se conmemoraba, de manera solemne y patriótica, la caída en combate del general Antonio Maceo y Grajales; hecho ocurrido, precisamente, tres décadas antes en Punta Brava, durante la conocida acción de San Pedro de Avanto. Albizu mismo habló con mucho fervor de su visita a Cienfuegos (San Juan, El imparcial, 29/9/1930, p. 6).

En noviembre de 1927, él estuvo en La Habana, donde compartió con varios de los intelectuales cubanos más prominentes, entre ellos, con don Enrique José Varona, Alejo Carpentier, Juan Marinello y Jorge Mañach. Este último fue condiscípulo de Albizu en Harvard, y fue la persona que sirvió de contacto entre el líder nacionalista puertorriqueño y la intelectualidad patriótica de Cuba. Además de la amistad estrecha que mantenía con Albizu, Mañach levantó fondos para la causa nacionalista puertorriqueña (La Habana, Bohemia, núm. 46, pp. 89-90; núm. 47, pp. 73 y 88).

El 7 de diciembre de 1927 Cienfuegos, como toda Cuba, amaneció con clima bueno y cielos despejados. Según el principal rotativo de Cuba, El diario de la marina (La Habana, 8/12/1927, p. 12), la celebración de la efeméride en Cienfuegos tuvo dos momentos. Durante las horas del día, se llevó a cabo un acto de ofrenda floral ante el monumento a José Martí, y se homenajeó a otros mártires de las Guerras de Independencia.

Por la noche se efectuó una velada en que participó Albizu. La misma fue en el teatro Luisa y fue auspiciada por la Sociedad Minerva de Cienfuegos. El diario La Correspondencia (Cienfuegos, 8/12/27) publicó la siguiente reseña de la actividad:

«En la Velada de Anoche se les rindió apoteosis no común a los héroes y mártires de la Patria. Ese solemne y brillante acto constituyó un hermoso triunfo de la Sociedad Minerva y del alcalde Sr. Aragonés. La palabra de los oradores parecía tocada de Maravilloso Poder en conmemoración de la caída del héroe máximo de nuestras epopeyas, Antonio Maceo. A ambos lados del Sr. Antonio Aragonés que ocupaba la presidencia estaban el notable pensador puertorriqueño y prominente orador y conferencista, doctor Pedro Albizu Campos, el doctor Santiago Rey Perna, doctor Carlos Trujillo, Señor Florentino Pascual, presidente de ‘Minerva’ y doctor Lorenzo Arrechea Ayala. El alcalde, Señor Aragonés inició los discursos. Luego presentados por él, hablaron los doctores Lorenzo Arrechea, Santiago Rey Perna, Carlos Trujillo, Roque E. Garrigó y el mago de la palabra: el doctor Pedro Albizu Campos».

La visita de Albizu a Cienfuegos fue una parada importante en la peregrinación que emprendió nuestro líder patriótico entre 1927 y 1930. Además de Cuba, visitó Perú, México, Panamá y Venezuela. El significado de este viaje por las repúblicas de América Latina en lo que toca a la evolución de su pensamiento político y social ha sido muy poco estudiado. Tres meses después de su regreso, el 11 de mayo 1930, Albizu es elegido presidente del Partido Nacionalista de Puerto Rico y enseguida anunció la necesidad de «organizar la patria para el rescate de su soberanía».

Sin dudas, el contacto directo con la realidad social y política imperante en nuestra América hizo que Albizu comprendiera más a fondo la especificidad del coloniaje en su isla natal. Puerto Rico, concluyó él, se encontraba atrapado por la fuerza en las fronteras del imperio estadounidense, pero no había perdido, ni perdería nunca, su pertenencia natural a las naciones de El Caribe y de América Latina. Nuestra lucha no era más que un momento más en la gesta emancipadora iniciada por Bolívar, y por la cual Antonio Maceo y Grajales ofrendó su vida. El «mago de la palabra», Pedro Albizu Campos, había encontrado la base empírica de su misticismo libertador…

Agradezco la ayuda de los amigos investigadores de la Biblioteca Nacional de Cuba, en La Habana, y de la Dirección Provincial de Cultura, en Cienfuegos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una  licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.