La trascendencia de los Beatles en la música popular contemporánea no es tema de discusión. El significado y la magnitud del legado que testaron a la cultura universal hace más de treinta años son tan conocidos que ya aburre hablar de ello. Tanto desde el punto de vista musical como desde la perspectiva de fenómeno […]
La trascendencia de los Beatles en la música popular contemporánea no es tema de discusión. El significado y la magnitud del legado que testaron a la cultura universal hace más de treinta años son tan conocidos que ya aburre hablar de ello. Tanto desde el punto de vista musical como desde la perspectiva de fenómeno cultural, los Beatles han pasado de una generación a otra con la misma fertilidad y fuerza espiritual con que impactaron a la juventud de los 60, y quedaron perpetuados entre los fenómenos musicales más sólidos de la segunda mitad del siglo xx.
A pesar de su analfabetismo musical, los Beatles tuvieron talento suficiente para sumergirse en cuanto estilo les vino en gana. Quisieron experimentar con timbres y ritmos de latitudes diferentes a la suya y no lo hicieron tan mal. En su relativamente corta carrera musical, exploraron el más puro rock and roll y rhythm and blues norteamericanos, la balada y la música clásica, la vanguardia experimental y la música hindú. Y en ese viaje, que no sabría si considerar largo y tortuoso o mágico y misterioso, no pasaron por alto importantes elementos musicales cubanos.
Debo aclarar que no es mi intención sobreestimar la influencia que la música cubana pudo haber tenido en los Beatles. Incluso, la definición de «música cubana» pudiera interpretarse como «música latina», pues la música latinoamericana y caribeña de países como Cuba, México, República Dominicana, Puerto Rico, e incluso Brasil, ha estado estrechamente interrelacionada debido a las raíces históricas y culturales que los han unido. Sin embargo, no se debe pasar por alto que la música cubana siempre ha resaltado por su representatividad en el área.
Desde principio de los años 30, nuestros ritmos se hicieron muy populares en el mundo, sobre todo en Nueva York, París y Londres. A partir de entonces se hizo bastante común que muchos músicos aprovecharan ciertos elementos de la música cubana para incorporarlos de una manera u otra a sus repertorios. A pesar de que, en sus inicios, los Beatles bebieron directamente de las fuentes del rhythm and blues, el rock and roll y las ingenuas baladas «I love you, you love me», una buena cantidad de ritmos y elementos de percusión cubanos florecen bien definidos en sus canciones. Para entender cómo sucedió, vamos a hacer un poco de historia.
La aparición del jazz dejó una huella imborrable en el panorama musical de la primera mitad del siglo xx. La segunda mitad se favoreció con el boom del rock and roll y, casi inmediatamente después, de los Beatles. Pero los años que transcurrieron entre la epopeya del jazz y el frenesí del rock and roll no fue una etapa de pasividad musical. Las décadas de los años 30, 40 y 50 estuvieron muy marcadas por el impacto de músicos y ritmos cubanos en la arena internacional. Los tríos, septetos, y orquestas cubanas comenzaron a traspolar nuestras fronteras y a exportar nuestros ritmos, no sólo en discos, sino también en directo.
Entre los músicos cubanos que alcanzaron una gran difusión se cuenta Miguel Matamoros, que contribuyó a la internacionalización del son y el bolero. Don Azpiazu irrumpió en 1930 en Broadway con exitosas rumbas a golpe de tumbadoras, bongoes, claves, maracas, timbales, güiros y cencerros. Desi Arnaz aportó su conga y su indudable carisma latino. Mario Bauzá, Machito Grillo y Chano Pozo contagiaron al jazz con la tremenda fuerza de elementos afrocubanos. Pérez Prado dejó literalmente boquiabierto al mundo con el frenesí del mambo. La orquesta Aragón no quedó nada atrás con su distintivo sello de chachachá. Toda una ola de ritmos cubanos que, en tres décadas consecutivas, pusieron a prueba el calibre de nuestro potencial y contribuyeron a un cambio en el concepto de música popular bailable. Resultaba difícil resistirse al hechizo de una música tan exótica, y muchas de las mejores estrellas del mundo del espectáculo asimilaron estos elementos y los incorporaron a sus repertorios.
Gran Bretaña fue uno de los primeros países que recibió el impacto de los ritmos cubanos. La propia reina María hizo incluir El manisero en el baile real del Palacio de Buckingham en 1931. Por esa misma fecha, la estrella de vaudeville norteamericana Marion Sunshine, cuñada de Don Azpiazu, lo interpretó en una plaza tan importante como el teatro Prince of Wales, en Londres.
Músicos latinos no cubanos como Edmundo Ros y José Norman, o músicos cubanos que vivían entonces en Londres, como Marino Barreto, pronto formaron sus propias orquestas rumberas y comenzaron a sonar auténtica música cubana en la BBC y en importantes salones de baile. Afamadas orquestas inglesas, como la de Ted Heath, la de Eddie Calvert o la de Stanley Black, desbordaron sus pentagramas con anotaciones para bongoes, claves, maracas y tumba-doras. Importantes líderes de bandas, como Philip Green, Bill Godfrey, Billy Duffy o Geoff Love, se hacían cambiar sus nombres y los de sus orquestas por nombres artísticos más latinos: Don Felipe and his Cuban Caballeros, Bill Godfredo and his Rumba Band, Ramón López and his Latin-American Music, y Manuel and his Music of the Mountains. Existe un montón de ejemplos de músicos ingleses que tuvieron tremendo éxito gracias a la música cubana, demasiado rica, exótica y exitosa como para dejarla pasar por alto.
Luego del boom de El manisero -o The Peanut Vendor, como se conoció en el mundo anglófono-, la música cubana en Inglaterra dejó de ser una novedad para convertirse en una moda. Los periódicos, la BBC, los salones de baile, las casas discográficas desde la Decca hasta la Parlophone, y los músicos que la interpretaban, se encargaban de promoverla y mantenerla viva. No era raro que las orquestas británicas interpretaran piezas de Ernesto Lecuona, Eliseo Grenet o Moisés Simons. Las tiendas de discos vendían tanta música de Armando Oréfiche y los Havana Cuban Boys, el Trío Matamoros o Los Guaracheros de Oriente, que, en los años 30, la RCA comenzó a prensar discos cubanos en Londres. En 1956 la disquera criolla Panart (Cuban Plastics & Record Corp.) firmó un contrato de distribución de música cubana con la EMI; así explotaban aún más el exitoso potencial de la música cubana en Inglaterra y otros países donde la EMI tenía casas subsidiarias.
A pesar de que en Gran Bretaña nunca se establecieron comunidades de cubanos y latinos con la misma fuerza que en los Estados Unidos, la música cubana siempre se mantuvo con vitalidad propia, y los músicos británicos no tenían por qué estar inmunes a la influencia de una música rítmicamente más rica que la de ellos.
En los años 60 los Beatles fueron uno de esos ejemplos, aunque obviamente no el más importante. Liverpool, la primera ciudad portuaria del país, representaba un soberbio puente de entrada de música desde los Estados Unidos y el resto de Europa. Buscando al azar entre unos periódicos Melody Maker de 1946 en la Biblioteca Británica de Londres, encontré una breve reseña sobre el éxito de la Mario Girls´ Rumba Band, una orquesta rumbera de mujeres que imitaba a la Anacaona, y de su primera presentación televisiva en un espectáculo en el Grafton Rooms, en Liverpool.
Desde 1961 los Quarrymen, con McCartney a cargo de la batuta vocal, tenían la antológica Bésame mucho, de Consuelo Velázquez, uno de los boleros más memorables de la música latina, incluido en su repertorio. Bésame mucho fue la primera canción de esa línea que llevaron a su estilo, y fue también la primera canción que grabaron para la Parlophone, el 6 de junio de 1962. Pero la influencia cubana es tan evidente que la versión que grabaron para la Decca en enero de 1960 comienza y termina con un distintivo «cha cha bum», para los anglosajones una incierta onomatopeya para referirse a cualquier cosa que sonara a chachachá, conga, rumba o el exotismo del Caribe.
Paul McCartney no copió solamente a otros artistas con ritmos latinos; también escribió sus propios temas con influencia cubana. A principios de 1962 compuso PS I Love You, la futura cara B del primer disco de los Beatles. Como podrán notar, la base rítmica es un patrón de chachachá muy bien definido, acentuado con las notas del bajo de McCartney, el golpe de baquetas en el aro de la caja de la batería de Andy White y las maracas de Ringo Starr.
Till There Was You, el sexto surco del LP With The Beatles, de 1963, es otro buen ejemplo del impacto de la música cubana en McCartney. La canción no es de los Beatles, la escribió el norteamericano Meredith Willson para una obra de Broadway titulada The Music Man, y la inspiración fue la versión de Peggy Lee, pero aún así es un buen bolero. Con la excepción del bajo eléctrico de McCartney, los Beatles utilizaron un formato instrumental acústico, al que agregaron unos bongoes. Till There Was You es indudablemente una de las piezas más elegantes de su repertorio, conocida en Cuba, durante los años 60, como «el bolero de los Beatles».
El 6 agosto de 1963, el programa de radio Pop Goes The Beatles, de la BBC, transmitió otro ejemplo de la influencia del bolero en ellos: The Honeymoon Song, una pieza escrita por el compositor griego Mikis Teodora-kis en los años 50 como el tema instrumental del filme Honeymoon. A Paul le llegó la versión en inglés de Marino Marini y su Cuarteto, de 1959; sin embargo, en Cuba se conoció más la versión al español del venezolano Mario Suárez, Nunca sabré o Luna de Miel.
En julio de 1963, pocos días antes de la transmisión de The Honeymoon Song, el propio programa Pop Goes The Beatles había radiado Lonesome Tears In My Eyes, una canción original de los hermanos Johnny y Dorsey Burnette, e interpretada por Johnny Burnette y su Rock and Roll Trio seis años atrás. Aunque los Beatles no lograron cuajar lo que quizás trataron que fuera una conga, está clara la acentuación del ritmo en el aro de la caja de la batería de Ringo, algo parecido al estilo que adoptaron en PS I Love You meses atrás; pero como fue una presentación en vivo, le falta el toque mágico de las maracas y las claves. Para no dejar duda en cuanto a la influencia, la culminan con el mismo «cha cha bum» que utilizaron en la versión de Bésame mucho de la Decca y de The Honeymoon Song de la BBC. Con esta canción los Beatles se pasearon por los más importantes ritmos musicales cubanos.
En el LP A Hard Day’s Night incluyeron otro bolero, And I Love Her, un fino producto original de Paul McCartney. Lo comenzaron a grabar con guitarras eléctricas y batería -en el primer volumen de la Anthology aparece la toma 2, bastante diferente a la versión final-, pero probó ser una canción más complicada de lo que inicialmente se imaginaron. Sólo luego de 21 intentos, en tres días consecutivos, quedaron satisfechos con el resultado. Lo lograron cuando se dieron cuenta de que la canción necesitaba un formato totalmente acústico: guitarras acústicas con cuerdas de nylon, bongoes y claves, la primera vez que usaron ese formato instrumental en su carrera.
El empleo de elementos cubanos en el repertorio de los Beatles no es escaso. Algunas veces es más directo, como en los ejemplos anteriores. En otros, está vinculado de cierta manera a otro patrón musical. Por ejemplo, la pieza A Hard Day´s Night, del disco del mismo nombre, resulta ser una fusión interesante. Mientras John, Paul y George tocan sus instrumentos eléctricos, Ringo los acompaña con un cencerro y un par de bongoes, y no se trata de una canción con aire latino. Algo parecido sucede en el mismo disco con You Can´t Do That, sólo que Ringo toca las tumbadoras y no los bongoes. I Call Your Name, la cara B del single Can´t Buy Me Love, tiene el mismo efecto: Ringo toca el cencerro en un tiempo de 4/4, igual que hizo en You Can´t Do That. El espectro estéreo de You’re Gonna Lose That Girl, el sexto surco del LP Help!, muestra a Ringo por el canal derecho golpeando, con mucho entusiasmo pero bastante mal, los bongoes. En I Feel Fine, la cara A de She’s A Woman, los Beatles no tocan ningún instrumento cubano de percusión, pero Ringo levanta la canción «tocando los platillos al estilo latino y los tontones altos como si fueran tumbadoras».
You Know My Name, la cara B de Let It Be, el último disco sencillo de los Beatles, es un collage de diferentes secciones con cambios de ritmos, y una de ellas es una interesante descarga cubana a base de maracas y bongoes. En Hello Goodbye tocaron tumbadoras, bongoes y maracas: conviértanla en un guaguancó y verán cuán fácil es. En Strawberry Fields Forever, una canción que aparentemente no tiene nada que ver con la música cubana, usan bongoes y maracas. En A Day In The Life, uno de sus temas más clásicos, incluyeron tumbadoras y maracas.
Aparentemente, McCartney fue el Beatle que más interés tuvo por la música cubana. Pero una mirada más profunda revela que Lennon también sentía inclinación. Grabaciones piratas de alrededor de 1966 que en la actualidad circulan entre los fans, contienen varios experimentos de Lennon en su casa tocando el melotrón. El tema Down in Cuba es el más evidente. Lennon canta: «In down Cuba we’ve got many bananas / we’ve got the coffee too / we don’t have many cigars because we sold them all» (En Cuba tenemos muchos plátanos / también tenemos café / no tenemos muchos tabacos porque ya los vendimos todos).
En septiembre de 1968, durante las sesiones de grabación del White Album, Paul McCartney, apoyado por el siempre humorista John Lennon comenzaron a improvisar este tema que luego quedó registrado como Down In Havana.
Y, en enero de 1969, mientras ensayaban el material para las sesiones de grabación del Let It Be en Twinckenham Studios, grabaron Malagueña, de Ernesto Lecuona, y nada menos que el mismísimo Manisero de Moisés Simmons.
Si se les presta oídos a los ejemplos mencionados será más fácil darse cuenta de que, luego de la influencia directa del rhythm and blues y el rock and roll norteamericanos, la próxima puerta que abrieron fue la música nuestra, pues usaron más elementos musicales cubanos en su repertorio que de cualquier otra región no anglófona, incluso más que de su propio país. John Winston Lennon (Liverpool, Reino Unido; 9 de octubre de 1940 – Nueva York, Estados Unidos; 8 de diciembre de 1980) fue uno de los más famosos músicos y compositores de música pop y rock del siglo XX, tanto en los años 60, al frente del grupo The Beatles, probablemente el más influyente de la historia de la música popular, como en los setenta, ya en solitario. El 22 de abril de 1969 añadió el apellido de su esposa Yōko Ono al suyo, llamándose John Winston Ono Lennon.
Con The Beatles, Lennon cantaba y tocaba principalmente la guitarra rítmica, la armónica y el piano, además de otros instrumentos de teclado y, por ejemplo, el banjo, y firmó además la mayor parte del material junto a su compañero Paul McCartney, aunque en realidad en la mayoría de los casos trabajaron por separado. Muchas de estas composiciones, dada la repercusión mundial del grupo, se han convertido en algunas de las melodías más conocidas del siglo XX. Lo mismo puede decirse de las canciones de su etapa en solitario, entre las que cabe destacar «Imagine», convertido desde el principio en un himno pacifista conocido en todo el mundo. Lennon fue asesinado por cinco disparos realizados por Mark David Chapman, un fanático que estaba obsesionado con él, el 8 de diciembre de 1980.
http://www.cubadebate.cu/opinion/2009/12/08/joya-musical-aniversario-muerte-lennon-el-manisero/