Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano. Nos habíamos quedado aquí. Qué es entonces el marxismo desde tu punto de vista? Perdona la insistencia en el tema El marxismo […]
Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano.
Nos habíamos quedado aquí. Qué es entonces el marxismo desde tu punto de vista? Perdona la insistencia en el tema
El marxismo no es un epistemologismo sino una ontología histórica del ser humano, una ontología que define al ser humano como ser comunitario, práxico, sin naturaleza predeterminada, capaz de auto crear su propio mundo, su vivir; esto es, un ser histórico. Y por ello, recoge la experiencia histórica, «recuerda» cómo se produce el cambio histórico, cuando éste se produce. Recoge esa experiencia como argumentación para defender la posibilidad de volver a realizar ahora tal tarea, y anima a la organización activa y a la creación de otro mundo en el seno del existente. Marx no cree que vivamos como vivimos, aceptando esta sociedad, porque un gran hermano, desde su panóptico, nos controle, nos engañe con sus ideas. Marx no cree, en consecuencia, que la tarea de salvación, la soteriología, dependa de la agudeza de los intelectuales que nos despierten de las añagazas intelectuales del «sistema». No es cuestión de episteme, de nuevo pensamiento, de «pensamiento crítico», sino de «causa eficiente», de auto constitución de un onton, un ser, nuevo práxico, que, además, de su experiencia nueva, fruto de su nuevo hacer, sabe sacar consecuencias para la nueva práctica.
Por eso Marx y Engels, cuando definen al comunismo, no lo explican como un conjunto ordenado de teorías que propone una alternativa de sociedad y una serie de prescripciones para ordenar la acción que lleva al mismo, sino que escriben: «Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado actual de cosas…» creación de onton, de nuevo ser práxico, por parte de la razón práctica, frente a la creación de discurso, de lenguaje, por parte de la razón epistémica.
¿De dónde procede el texto que has usado?
De las primeras páginas de La Ideología Alemana.
Marx no es un «filosofo de la sospecha», que cree que todo saber, toda filosofía es instrumento del poder, mentira, y que esa es la causa de que no nos liberemos. Quizá Nietzsche y Freud puedan ser considerados tales, yo no me meto. Pero Marx no está en esta estela de pensamiento.
No es, pues, en contra de lo que suele decirse, un filósofo de la sospecha, uno de los miembros de la «tríada sospechosa»
No, no lo es. Sí me atrevo a señalar que si se acepta este plano, esa interpretación según la cual el problema está «en la mente» capturada por el pensamiento teórico elaborado y difundido por los medios de comunicación -sean éstos el púlpito o la televisión-, y en «el sistema panóptico», el «soter», el salvador epistémico de la humanidad, que nos hace ver que estamos en el error debido a que estamos siendo engañados, deberá justificar su propio discurso, su creación nueva de lenguaje, su nuevo giro lingüístico, su episteme o teoría fuerte, y explicar cómo es posible que dentro de un sistema tan totalitario sea posible crear un discurso nuevo que no sea nuevamente parte del sistema, «funcional».
Tu respuesta
Mi respuesta: todo pensador que nos vende el camelo de que se cambia el mundo «descubriendo» la falacia del discurso, y sacando de la fragua de vulcano nuevo discurso, nueva episteme, nueva teoría liberadora, nuevo giro lingüismo, es «funcional» al sistema.
Tocados y hundidos
Marx no considera que el cambio de la sociedad dependa de la genialidad de los debeladores del pensamiento anterior, sino de la praxis que genera un nuevo sujeto social, praxis material, que crea, no nueva teoría, sino nuevo vivir, nuevo mundo, nueva «causa eficiente» organizada, capaz de crear con su actividad nueva realidad. La crítica de Marx, como ya he dicho, su obra crítica, va contra quienes intentan justificar que este mundo existente es inconmovible, que el capital es el modo de producción óptimo, porque coincide con la antropología humana, y, por ello, Marx trata de salir al paso de estas teorías legitimadoras. Pero va también contra quienes han tratado de parir alternativas de sociedad desde la teoría.
Por todo ello, en contrapartida, para los marxistas, toda filosofía anterior es valiosa y dice verdad; encierra verdad, no es superchería, no es viejo saber engañoso. Encierra verdad en la medida en que ha sido capaz de conectar con la praxis histórica de su época; toda filosofía anterior es valiosa -puede serlo- en la medida en que es la elaboración mediante la que nos llega la experiencia del sentido común de otra época -que, por desgracia, no fue recogido directamente, por escrito, tal como nos recuerdan Hegel y Gramsci. Aristóteles es valioso y dice verdad porque conecta con los problemas de su mundo, da expresión a la experiencia práxica, a los interrogantes, necesidades del ethos de su mundo; y lo mismo otros muchos filósofos. No hay suspicacia de principio contra todo pensamiento. El mismo pensamiento religioso histórico, incluso, es ámbito intelectual en el que se puede recoger pensamiento valioso; porque, recordemos, la religión es, lo mismo que el pensamiento Ilustrado, simplemente, pensamiento humano, sólo pensamiento humano histórico que recoge experiencia histórica humana. Los marxistas, no le tememos al pensamiento teórico, a la episteme, ni creemos que sea la instancia decisiva. Explicamos historizadamente, eso sí, ese pensamiento y el mismo modo de organizar el pensamiento, por ejemplo, que se exprese en códigos religiosos. Pero no es el pensamiento epistémico fuerte, por ejemplo, la religión o la ciencia, el que determina la experiencia social humana. No es la ciencia lo que crea el laicismo. El laicismo, el materialismo o el ateísmo -o el escepticismo religioso: «dioses en los intermundos», al estilo de Epicuro- es, como el pensamiento religioso, consecuencia de una experiencia de vida, la cual es resultante, a su vez, de unas relaciones sociales que organizan la actividad y generaban en consecuencia, esa experiencia. La experiencia de vida que genera el laicismo es la experiencia que revela que la vida depende del hacer de la comunidad controlado por ella misma. Esa experiencia antropomórfica, recogida por el sentido común, de que el ser humano es el creador de su propio destino, es la que pone las bases del inmanentismo intelectual; esto es, de las reflexiones que explican nuestro mundo como consecuencia de nuestro hacer, sin intervención divina. Y estas son las explicaciones que ponen las bases del pensamiento filosófico y del científico. Fueron las relaciones sociales que organizaban a las comunidades de comerciantes de ciertas islas jonias, las que les hacían comprender experiencialmente que su destino no dependía de ninguna fuerza exterior, y que, por ejemplo, las estrellas no podían ser creación de un ser superior inexistente, sino que debían ser, a modo del fuego de las fraguas, materialidad; así nos lo explica el gran Benjamin Farrington.
Y esta forma de enfocar la explicación de estos saberes, ¿vale, es efectiva, también en otros casos? Por ejemplo, con la geometría euclídea, la lógica polivalente, la física de partículas o la biología molecular
Es válida para explicar el desarrollo del laicismo, el inmanentismo en la consciencia. Y, creo, es la razón por la cual las ciencias hoy son laicas. No es que no haya científicos religiosos -pocos-; sí es cierto que la comunidad científica, en su mayoría, no acepta que la ciencia sirva, ni en un sentido ni en otro, para dirimir asuntos religiosos. Anteriormente, en la historia de lo que hoy consideramos que es ciencia, tal como ya habíamos señalado antes, los sirios podían calcular las posiciones de los astros, mediante sistemas válidos de cálculo, el sistema sexagesimal, pero seguían pensando que los planetas y los astros eran divinidades. Por supuesto el antropomorfismo laico de los jonios no es un ejemplo para las ciencias, y mucho menos para las físicas, las biológicas, las matemáticas, etc. que han dejado muy atrás toda relación con las percepciones del sentido común. Esa experiencia histórica jonia, por cierto, es la que da origen a la filosofía, al valor de tratar de pensar cómo debe uno vivir sin aceptar que el vivir, el vivir en comunidad, deba ser impuesto por la tradición, por la religión…
Hablas también de la única frase de su obra que sugiere qué hacer. ¿Por qué una única frase?
Porque declara en ella que el futuro será lo que decidan que sea los explotados, y eso es incognoscible por adelantado. Será algo que surja del hacer creativo de los mismos, algo por venir, por suceder, que no puede ser previsto, ni pronosticado. Sí se trata de eliminar la causa de lo que los explotados, actualmente ya, sabemos, percibimos, que es el origen de nuestros males, la explotación. Cómo se elimine eso, es algo que será creado, que surgirá del hacer, que no es elucidable por medio de la teoría. Algo que surgirá, si surge, de la razón práctica, de la creación por parte de los explotados de un nuevo vivir y de un movimiento organizado que lo cree en lucha con la clase dominante.
Perdona que insista en un tema del que ya hemos hablado. ¿Me defines o explicas brevemente qué es eso de la tradición filosófica de la praxeología? ¿Una tradición que pone el foco, sobre todo o básicamente, en la praxis, en las prácticas humanas de cualquier tipo?
La pregunta que me propones como inciso o excurso es importante. Mucho. Porque permite ir un poco más allá sobre el asunto del estatuto epistemológico, no solo de la filosofía, sino de la propia praxis, y sacarle punta.
Adelante pues
Tradición invoca a una continuidad. Creo haber dicho ya que el fundador de la praxeología es Aristóteles. Precisamente mi libro trabaja sobre este asunto. Los filósofos de la praxis, parten de Aristóteles. Hegel reelabora este filosofar a la luz de la experiencia histórica con la que surge la Contemporaneidad, la Revolución Francesa, etc. Con la palabra praxis recojo tanto lo que Aristóteles denomina praxis como poiesis, o hacer productivo de medios, cuyo uso requiere de un saber usar distinto del saber hacer con el que se los ha producido. Que nos refiramos a una filosofía que es de la Praxis quiere decir que el pensamiento filosófico al que nos referimos es reflexión, consciencia que se genera al reflexionar sobre la actividad; al reflexionar sobre el pensamiento, que dirige la producción de la actividad y sobre el pensamiento experiencial que surge de la acción.
Sobre ambos
Quiero dejar claro que para este filosofar, la actividad es producto de la Razón práctica. La actividad es generada en comunidad, a partir de los fines comunes, y del saber hacer, que se van creando, o elaborando también en interacción con los demás y a partir de los resultados y expectativas que va generando la propia acción creada. La actividad, sus fines, no preexisten al mismo proceso práctico, no están «antes» definidos y prescritos en ningún papel. La mayor dificultad que encuentra la praxis, una vez se va elaborando el nuevo proyecto práxico, es actuar subsumiendo el saber hacer anterior, práxico, al nuevo hacer; un saber hacer que puede ser modificado. La Razón Práctica no es gobernada por un pensamiento extraño a ella, extraño a la razón práctica. Y esta es la tesis primera de la filosofía de la praxis, de la que se concluyen todas las demás. Prioridad ontológica de la razón práctica…y de sus características.
De la praxis surge la experiencia individual. Y no solo esto.
¿Qué más surge?
De la praxis surge la nueva antropología, las nuevas expectativas subjetivas, las nuevas necesidades individuales, tan históricas, tan concretas y tan fruto del hacer como el mundo material humano, el mundo objetivado por la actividad. De hecho, la experiencia que posee el individuo y a partir de la cual se genera el filosofar, lo es de esa totalidad: de la percepción que los individuos elaboran desde su antropología, desde sus capacidades y facultades, sus expectativas y necesidades, creación práxica, puestas en relación con el mundo social y objetual producto de su acción práxica.
El filosofar es saber segundo, poseído por todo sujeto humano, porque se elabora como reflexión a partir y sobre la propia experiencia práctica, algo que ningún ser humano puede decir que no ha hecho. Consiste en usar de la propia experiencia para entender o darnos explicación del «por qué de las cosas» -por ejemplo: «nunca nada está tan mal que no pueda estar mucho peor»; «no se puede obtener todo en esta vida»; «no hay justicia», «el pez chico se come al grande»…etc-, y también para repensar el hacer, de forma que en las siguientes ocasiones de praxis, nunca iguales, podamos reelaborar nuestra acción, y ser creativos, encontrar soluciones creativas, alternativas. Y sobre este esquema que va de «abajo a arriba» -primer lugar la razón práctica, en segundo el pensarla-, podemos reflexionar sobre todo ello. Ese pensamiento que reflexiona sobre cómo nos reflexionamos, reflexión de la reflexión, es la filosofía «escrita».
Parece que describes un metasaber, como decías, un saber de segundo orden
Desde ella podemos denominar a un saber hacer, praxis; a otro, poiesis; a la reflexión segunda de todo sujeto sobre la experiencia surgida de retorno de su actividad en comunidad, la podemos denominar «frónesis»… y por tanto a esta tercera instancia reflexiva, capaz de catalogar el saber hacer en capacidades éticas y dianoéticas -que, repito, no define su contenido; no, repito, no prescribe su contenido- se le denomina filosofía. Pero ya es filosofar la frónesis, desde luego.
Por eso todo ser humano sería filósofo
Exacto, por eso todo hombre es filósofo. ¿A qué viene toda esta insistencia mía, prolija, acríbica, casi «pelmaza»?
Pues sobre eso te voy a preguntar en la próxima si me permites
Te permito por supuesto.
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