La historia del subdesarrollo latinoamericano es la historia del desarrollo del sistema capitalista mundial. RUY MAURO MARINI ¡Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto! Graffiti en Medellín El acto de desobediencia como acto de libertad es el comienzo de la razón. ERICH FROMM Si se quiere ahondar en […]
del desarrollo del sistema capitalista mundial.
RUY MAURO MARINI
¡Cuando los que mandan pierden la vergüenza,
los que obedecen pierden el respeto!
Graffiti en Medellín
El acto de desobediencia como acto de libertad es el comienzo de la razón.
ERICH FROMM
Si se quiere ahondar en las razones históricas que han incidido en lo que hoy se llama Colombia, desde el ascenso del nazismo, feb/1933, en Alemania, hasta las luchas de hoy en el país, bien vale hacer un recuento histórico, para poder ver lo que va dejando el Paro Nacional que se inició el 21/nov/2019 (21N), desde ya un hecho histórico incontrastable: así, se recurrirá, en primera instancia al libro El miedo a la libertad, Cap. VI: La psicología del nazismo, de Erich Fromm, en el que se da la coincidencia histórica de que, en ambos casos, durante el nazismo y el uribismo, la clase media terminó por ser la cama en la que se consumó la boda entre una clase política corrupta/perversa y una población cómplice/masoquista. Bastarían unos cuantos vistazos a dicho texto y el croquis brota sin dificultad con todos los rasgos de fanatismo, crueldad, violación, violencia y muerte, para mostrar, de paso, que la historia del desarrollo del capitalismo está montada sobre la tragedia del subdesarrollo latinoamericano, a partir de la injusticia social, la exclusión, la marginalidad, el racismo, la xenofobia, la intolerancia, dejando como resultado un genocidio cuyas cifras jamás podrán ser conocidas con precisión. Y no lo serán porque ya han sido sepultadas en las cuevas de la desmemoria a contrapelo, del negacionismo a ultranza, del meimportaunculo mediático, de la desidia judicial, en fin, del consciente autismo del Poder o, más bien, de los «poderosos», esos responsables de nunca que toda la vida han gravitado sobre los sospechosos de siempre.
Para nadie es un secreto que los contradictores (gratuitos) del Paro Nacional, para poder contrarrestarlo, han buscado inocular el miedo entre la población a como dé lugar, valiéndose para ello, incluso, de métodos retorcidos y vulgares, como los de amenazar con vándalos la tranquilidad de los conjuntos residenciales. Hubo, incluso, el caso de quien se adelantó a las autoridades para «prevenir a la comunidad» a que buscara seguridad, vendiendo la idea del miedo: la senadora Cabal. Ella, el 22/nov tuiteó: «Atención Ciudadanos: Hay órdenes de los promotores de la violencia, de ocupar todos los conjuntos, saquear y destrozar vehículos y motocicletas. Deben organizarse en las entradas, buscar elementos de defensa y rodear a los vigilantes, mientras llega la policía.» Y uno, cualquiera, lícitamente podría preguntar, ¿cómo y para qué hacer eso, si los que llegaban eran amigos de la policía? Tal vez por eso, Guillermito Huesos o Billy Bones, sin querer le contestó a la Cabal, esta vez sí a cabalidad: «Los ladrones de Bogotá son muy giles. Tienen todos los centros comerciales y los bancos de la ciudad para desocuparlos y prefieren irse a las casas de los barrios de estrato 2 y 3 a recoger chécheres usados. #ReportoEnCity TODO ES UN MONTAJE DEL ESTADO.
Y aquí cómo no referir la teoría del pánico, desarrollada por el sociólogo inglés Stanley Cohen, quien acuñó la expresión «pánico moral», con la que desarrolló la siguiente teoría acerca del concepto. Pánico como el que se quiso inocular entre la población de distintas ciudades colombianas, entre ellas Bogotá y Cali, al día siguiente del 21N, con el fin de causar el derrumbe anímico de una muchedumbre indignada por la nula gestión del (des)Gobierno de un subpresidente que cada día cuenta con una mayor desaprobación popular, hoy del 69%: 1. El Estado aplica una acción que afecta los derechos, entre ellos los DDHH, y/o el bienestar ciudadano: como lo hacen hoy las próximas reforma laboral y pensional, que el Gobierno niega de forma empecinada, aunque ya cruzan su camino los proyectos en el Congreso. 2. El Estado genera pánico, violencia y saqueos: hechos, todos, que luego niega para que el pueblo siga creyendo en sus engaños. 3. Muchos piden aplicar la fuerza del Estado (Policía y Ejército, en campos y ciudades), para restablecer el orden. 4. El Estado entra con sus fuerzas: incluyendo a infiltrados, que son recogidos en camiones particulares parqueados en cercanías a estaciones de Policía: como ha ocurrido durante el paro, en la localidad de Kennedy. 5. El Estado aparece/funge como ‘salvador’ al restablecer (supuestamente) el orden y la seguridad. 6. Regresa la paz (que jamás ha estado, porque nunca se busca la justicia social, sino apenas alcanzar un Nobel, jejeje) y la (teórica) tranquilidad. Se olvida, así, el origen del problema. 7. Se decreta el toque de queda y se militariza el país, para mantener (en apariencia) la paz social y, de ese modo, nadie protesta ni se manifiesta: salvo para obtener algún privilegio. (No solo) Cohen afirma que dicho «pánico moral» fue utilizado en Europa durante el siglo XX. Lo más evidente que se puede concluir aquí, es que el miedo social es la mejor forma de control. Tal vez por ello, Chomsky sostiene: «Cuanto más se logre aumentar el miedo al crimen, más se controla a la gente». Y el miedo es directamente proporcional al control.
En tal sentido, cabe traer a colación al senador Gustavo Petro y su idea del miedo, ese hijo natural de la dictadura, como estrategia de dominación/manipulación para excluir al pueblo de la producción y del reparto de la riqueza, de la subordinación de toda una sociedad a lo injusto, a la sinrazón, a la adoración irracional de la muerte misma, al [hecho de] matarse entre sí, a la corrupción: «La sociedad sin miedo es la posibilidad concreta, inmediata, de la sociedad democrática. El miedo ha sido el instrumento fundamental con el que una casta política hereditaria ha podido gobernar sobre una mayoría de la población, a la que ha excluido de las decisiones fundamentales y de la producción y el reparto de la riqueza. Esa casta política se ha hundido, hoy, en una corrupción sin límites y ha llegado a niveles de incapacidad extremos, para solucionar los problemas fundamentales que aquejan [a] nuestra sociedad. Desde el pasado, el miedo ha sido el instrumento de la dominación, con el miedo buscaron quitarle las mayorías a Gaitán, tildándolo de comunista [por un lado, y, por otro, de fascista: eso lo hizo el embajador gringo de la época, John C. Wiley, entre 1946 y 48], y al final lo asesinaron cuando él logró, a pesar de las masacres desatadas, la movilización nacional de las mayorías desposeídas y las clases trabajadoras que representaba. Posteriormente, con el miedo desatado por el chulavismo [por los chulavitas, mejor, que, de acuerdo con Gloria Gaitán, los echó a andar el coronel Virgilio Barco, abuelo de quien fuera presidente, homónimo, entre 1986 y 90], lograron paralizar la energía del pueblo gaitanista que buscaba las reformas democráticas prometidas desde el gobierno de [López] Pumarejo. El país fue gobernado durante 12 años, por los aliados de Hitler, Mussolini y Franco, sin siquiera un tribunal que condenara los crímenes cometidos. Un verdadero genocidio.
«El miedo ha sido el instrumento de la dominación, de la subordinación de toda una sociedad a lo injusto, a la sinrazón, a la adoración irracional de la muerte misma, al [hecho de] matarse entre sí, a la corrupción. Tras el miedo nos han hecho odiar [a] la paz, al otro diferente, a la diferencia, a la posibilidad del cambio, a quienes nada tienen y andan sin nada por las calles. [lo que ahora se llama aporofobia o miedo al pobre puesto que fobia = miedo y miedo = violencia oficial: v. gr., la del ESMAD] El miedo produce la desconfianza al cambio y la aceptación pasiva de la ignominia. Así han podido impedir que se configure una mayoría democrática en Colombia. Han construido en la clase media, el miedo al campesino y al joven de la barriada popular. Le tienen más miedo al de abajo, que ven como amenaza, que a los dueños de los bancos que [a dicha clase media] la dejan sin pensión, sin casa, sin trabajo.
«Con el miedo han impedido que [las y los] trabajadores se organicen [e] incluso lleguen a odiar la organización. Con el miedo silenciaron al campesino y le quitaron su derecho de ciudadanía. Con el miedo desataron un genocidio político sin resistencia en el país. Ante la desaparición de las guerrillas y la lucha armada en Colombia, las castas políticas corruptas necesitan urgentemente una nueva razón para el miedo. De eso depende su continuidad en el poder. Con la ayuda de los medios de comunicación [sin exagerar, Petro: de desinformación o de incomunicación] más importantes, cuyos propietarios también necesitan del miedo, para vender más noticias, han encontrado la nueva bandera que aterroriza: el Gobierno de Maduro, su política económica [más bien, la que ha intervenido EEUU y cuyo estado actual es producto de un bloqueo comercial y la retención de cuentas en y por EEUU, precisamente]. O como la han denominado últimamente, el llamado ‘Castrochavismo’. Aun con Castro y Chávez ya muertos. La estrategia consiste en llenar la conciencia de la gente, con imágenes de un Gobierno vecino que permita el odio [y con lo que, de paso, se fomenta la xenofobia institucional, mediante la cual se busca llenar de inmigrantes distintos países y a su vez conseguir mano de obra pauperizada y barata], la indignación generalizada y, logrado el efecto, los dueños de la estrategia proceden a señalar a todos los que plantean un cambio en Colombia, como imitadores de ese modelo del Gobierno vecino [modelo no propio sino impuesto por EEUU, mediante bloqueo comercial y de cuentas en el exterior] en Colombia.
«Así, de nuevo, surge el miedo. Y lo usan para generar la desconfianza contra todos los que plantean el cambio. Esperan, así, que ese miedo lleve a la gente a votar por los mismos, para que continúe lo mismo [el típico gatopardismo: que todo cambie, para que todo siga igual]: la violencia, la desigualdad social, la economía raquítica y fósil y, sobre todo, el pillaje. La incapacidad, la injusticia y la corrupción, quedan ocultas con el nuevo miedo. Por tanto, hay que desnudar la mentira del miedo, si queremos, en realidad, la transformación de Colombia. Si queremos un país que pueda dotar igualitariamente de capacidades a su gente y permitirle usarlas en libertad. Y si queremos una democracia profunda en nuestro país.» La verdad, estoy convencido de que los colombianos nos contentaríamos con una democracia, a secas.
Sobre el magro papel desempeñado por el alcalde de Bogotá, Kike Peñalosa, cómo no citar su declaración, exenta de responsabilidad/tino, en la que habla de un «complot organizado», según él por no se sabe quién: «Tenemos que unirnos, estamos enfrentando un complot organizado». Con razón, alguien decía que el montaje fue «tan chimbo, que hasta Peñalosa se dio cuenta». En igual sentido, otra persona en las redes sociales dejó su sentencia: «Estudien, para que no estén aplaudiendo, ni agradeciéndole a la Policía, por salvarlos del terror que ellos mismos ocasionaron». O lo que viene a ser lo mismo: «Me volví viejo viendo cómo cada nuevo Gobierno es más corrupto que el anterior». Como anota el Che: «Cuando los pobres [bueno, empobrecidos] tomen conciencia y abran los ojos, ese día se convertirán en el terror de los ricos, de los corruptos y de toda la clase explotadora». Estos tres, los mismos que urden montajes tan burdos, como los de sembrar pánico entre la población, a fin de obtener obediencia ciega y sumisión incondicional. A ellos, alguien les salió al paso: «El montaje les salió mal, un falso positivo les quedó al descubierto y los ciudadanos no tenemos miedo. Gobierno miserable engañabobos. Al lado de la estación de policía de Kennedy, ya llegaron los camiones que llevan a los policías infiltrados»: la foto aparece en redes sociales.
Detrás de todo esto, hay dos asuntos que requieren ser aclarados hasta tanto se deje de violar la Constitución, por parte de los mismos que la crearon y que la deberían emplear respecto al derecho de reunirse en plazas públicas y a protestar, sin peros de por medio: funcionarios del Gobierno, alcaldes, gobernadores, autoridades; y el uso indebido, arbitrario e ilegal de sustancias químicas como los gases lacrimógenos, prohibidos por la Convención de París, de 1993. En efecto, el Art. 37 de la Constitución Política de Colombia, «reza»: «Toda parte del pueblo puede reunirse y manifestarse pública y políticamente. Sólo la ley podrá establecer de manera expresa los casos en los cuales se podrá limitar el ejercicio de este derecho». (1) Pregunta Perogrullo: ¿Y por qué no puede hacerse en la Plaza de Bolívar, si es una plaza pública y la que, por sí sola, garantiza que el Art. 37 tenga la posibilidad cierta de cumplirse?
Los gases lacrimógenos están prohibidos, ya no por los Convenios de Ginebra de 1954 sino por la Convención de París de 1993, por ser un tipo de arma química vetada en guerras: ¿y en las marchas, por qué no? (2) Lo anterior, para decir que en un informe de revista Semana, sobre el estudiante Dylan o Dilan Mauricio Cruz Medina, quien no alcanzó a graduarse de bachillerato en el Colegio Público Ricaurte IED, se dice: «El sábado [23/nov] hacia las cuatro de la tarde, cuando Dilan junto a un grupo de manifestantes se expresaba pacíficamente al tiempo que avanzaban hacia la plaza de Bolívar, sobrevino un choque con el Esmad». Lo cual no es cierto y para ello basta ver el video de quien capturó el instante en que se produjeron los hechos en la Avenida 19 con Carrera 4ª. (3) Luego agrega Semana: «Tanto la Procuraduría como la Fiscalía General han abierto investigaciones. El Ministerio Público -cerca de cuya sede ocurrió la tragedia- emitió un comunicado en el que llama la atención una constancia que resaltó: ‘El Escuadrón Móvil Antidisturbios no estaría permitiendo las concentraciones, lo que constituiría una violación al artículo 37 de la Constitución Política’.»
Debido a todo esto y al caso específico del asesinato, por un agente del ESMAD, de Dylan Cruz Medina, quien luchaba por una educación de calidad y pretendía estudiar administración (la U. Pedagógica le ofreció, aún en vida, un cupo gratuito), la gente en Colombia sigue exigiendo el desmantelamiento del cuerpo policial que, antes que antidisturbios, es productor de ellos. Dylan iba circulando sin hacer ninguna provocación y de pronto recibió el impacto de una bala aturdidora en la cabeza, lo que le causó un trauma cráneo-encefálico penetrante: al filo del tiempo, y luego de varias operaciones, de entrar en coma profundo inducido y recibir ventilación mecánica, se le diagnosticó, primero, muerte cerebral y, luego, pasó a un estado crítico irreversible, hasta que, finalmente, falleció en horas de la noche del lunes 25/nov/2019. La familia de Dylan ha expresado de forma tajante: «No queremos que Dilan se convierta en un motivo de más agresividad de ninguna parte.» Y su hermana Denis Cruz señaló: «Que esto sea un detonante para acabar con la violencia». Nada, excepto que su petición sea escuchada, podría compensar los excesos de fuerza del ESMAD. (4)
Finalmente, BBC News – Mundo recuerda: «Paro en Colombia: Dilan Cruz, el manifestante fallecido que se convirtió en símbolo de las protestas contra el gobierno en Colombia.» (5) En aras del equilibrio informativo o desequilibrio que, en este caso, proporciona el Gobierno, a través de la MinInterior, Nancy Patricia Gutiérrez, para quien el ESMAD y, en general, los integrantes de la fuerza pública «no están dotados de armas letales, pero que pueden llegar a ser letales, como seguramente ocurrió en este caso»; que a ella le mostraron un video «y se ve que hay una refriega, una confrontación entre los marchantes y la policía»; que, en fin, apenas se trató de un «accidente derivado de un enfrentamiento entre personas que estaban protestando de manera violenta y la reacción de las autoridades que están constituidas para eso. La reacción del ESMAD es solamente cuando se presentan disturbios». Pero, lo que más impresiona es su oportunismo cuando aprovecha las palabras de Denis, hermana de Dylan, y las capitaliza a favor del Gobierno y del ESMAD, como si no fuera ya evidente que es un cuerpo no «antidisturbios», sino lo contrario: «Yo creo que honrarlo es acoger las palabras de su hermana [difundidas] a través de redes sociales y es que no sea él un símbolo de violencia; por el contrario, una reflexión para que no haya más violencia frente a todas estas protestas». (6) Así, ¿cómo no perder el respeto a obedecer cuando quienes mandan pierden la vergüenza? ¿Podría haber un ‘accidente’ cuando un miembro del ESMAD tomó la decisión de violar las convenciones del uso de armas que «pueden llegar a ser letales, como seguramente ocurrió en este caso» y que solo permiten disparar proyectiles con una inclinación, hacia arriba o hacia abajo, de 45 grados, pero nunca en dirección al cuerpo de una persona, como lo determinan los protocolos de la propia dirección general de la Policía Nacional de Colombia? ¿Tendrá que ver esto con la determinación de Washington en cuanto a que para minimizar las críticas de que los gases lacrimógenos aparecían dentro de la guerra química, para tal fin en adelante se refirió a ellos como un «agente para el control de los disturbios»? (7)
En conclusión, la razón empieza a actuar cuando la desobediencia es el resultado de políticas fallidas, por parte del Gobierno; de desafueros de las autoridades, como el ESMAD, que ya está en mora de ser eliminado; de montajes, venta fraudulenta de empresas nacionales y de los recursos naturales renovables y no renovables; en fin, la razón empieza a actuar cuando la desobediencia se transforma en un acto de libertad y ese acto es acogido por la mayoría de la población de un país que históricamente ha sido depositario del engaño de sus dirigentes. Un país no pobre, sino empobrecido a punta de burocracia, despilfarro y corrupción, factores que lo han sumido en el subdesarrollo, como si de un barril sin fondo se tratara. Subdesarrollo que en el contexto de América Latina, como decía el economista/sociólogo brasileño Ruy Mauro Marini (1932-1997), uno de los creadores de la Teoría de la Dependencia, es, al mismo tiempo, la historia del desarrollo del Sistema-mundo capitalista: en tal sentido, basado en Marx y la realidad latinoamericana proponía la necesidad de superar las teorías desarrollistas/estructuralistas de la CEPAL, según las cuales el orden económico mundial sigue el esquema «centro industrial/periferia agrícola», que como efecto produce un deterioro estructural de los términos de intercambio en el comercio internacional, lo que perjudica, en esencia, a los países periféricos, que reproducen el subdesarrollo, y actúa en favor de los países centrales, ampliando, de esta forma, la brecha entre ambos: así, cada vez hay menos ricos y muchos más pobres en la Tierra. Estos no satisfacen sus mínimas necesidades básicas.
Ya se sabe, por el Che Guevara: «El capitalismo es el genocida más respetado del mundo».
Para exigirle un poco de respeto a ese genocida, nada mejor que pedir la eliminación del ESMAD, como acaba de hacer el Comité Nacional del Paro, por sus desmanes. (8) Solo así estarán satisfechas las demandas del pueblo colombiano, inconforme con la insensatez, la desidia y el desprecio con que actúan los presuntos poderosos, entes informes y faltos de vida, en perjuicio de los reales seres humanos que como Dylan Cruz han pagado con su sangre los costos de una vida digna, satisfecha, en paz. (9) Paz que aún no aparece y que solo se hace posible a través de ese sacrificio, no religioso, la libertad: el que se hace no a nombre de odio y muerte, sino de amor y vida, como lo hizo un estudiante al que no se le permitió acceder a un pregrado, por la irreflexión de un Robocop al que, además, se le inoculó el odio a los estudiantes como si de comunistas se tratara, sin haber podido siquiera demostrarlo. Mientras, a la familia de Dylan solo le queda el recuerdo, el noble recuerdo, de la lucha de su hijo, hermano y nieto por tener un país mejor: «El mejor homenaje es que no haya más disturbios», ha dicho su hermana Denis Cruz. (10) No el remedo de país que hoy, entre el riesgo de la normalización de la misoginia, la legitimación de la barbarie, la creciente pérdida de derechos ciudadanos y el guiño del hijo de una tiranía encubierta, esconde la conformación del Grupo Bicentenario, con el que se pretende disimular el robo de las empresas nacionales por una dudosa alianza entre subpresidente, empresarios y gremios económicos, todos con las fauces abiertas y expectantes frente a la probable reacción general de los colombianos.
De cara a este panorama, prefiero quedarme con la imagen del amigo de Dylan que, frente a la Cra. 7ª, cerca al Hospital San Ignacio, lloraba, pateaba y maldecía en medio de dolor, malestar e impotencia, respecto a la partida intempestiva y trágica del amigo que no pudo sobreponerse a la violencia oficial, travestida por el Gobierno de cuidado, preocupación e interés por el Otro: lo que no sorprende pues su historia es la de la farsa, el teatro, la tragedia. Ah, y desde luego el engaño que, junto a ese hijo natural de la dictadura, el miedo, busca acabar con la rebeldía, el descontento, la indignación de un pueblo que ha dicho ¡basta! Y sin la menor opción de recular hacia la continuidad del oprobio, la ignominia, la indignidad: hechos que la actriz Carolina Ramírez, protagonista del filme Niña errante, parece denunciar, jejeje, con el cartel en sus manos: «¡DUQUE! TE PASASTE DE HP. CON COLOMBIA». Si la muerte de Dylan contribuye al desmantelamiento del ESMAD (11) y, de paso, al de Hidroituango, él habrá bajado tranquilamente al sepulcro: por lo contrario, que el dios/diablo y las leyes demanden al ejecutivo, a la Policía y a los ‘mass media’ por todo lo que de aquél dijeron, mientras se dilató la inminencia de su deceso, no por muerte natural: por asesinato.
Dedicado a Dylan Cruz Medina, uno de tantos inconformes con el (des)Gobierno
Notas:
(1) http://www.constitucioncolombia.com/titulo-2/capitulo-1/articulo-37
(2) https://www.pulzo.com/vivir-bien/peligros-mortales-gases-lacrimogenos-PP804190
(7) https://www.bbc.com/mundo/noticias-39746826
(9)https://www.semana.com/nacion/articulo/cinco-preguntas-cruciales-del-caso-dilan-cruz/642016
(11) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=249245
Luis Carlos Muñoz Sarmiento (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, desde 2012, y columnista, desde el 23/mar/2018. Corresponsal de revista Matérika, Costa Rica. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao Eds., 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Invitado por UFES, Vitória, Brasil, al III Congreso Int. Literatura y Revolución – El estatuto (contra)colonial de la Humanidad (29-30/oct/2019). Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en Rebelión.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.