Recomiendo:
1

Según su madre fue asesinado

El misterio de la muerte de un voluntario italiano de Naciones Unidas en Colombia

Fuentes: La Pluma

Una muerte misteriosa, un asunto internacional. “Queremos la verdad. Nuestro hijo tenía miedo, mucho miedo. No puedo resignarme al escenario del suicidio de mi hijo en Colombia. El Estado italiano debe escucharnos, debe ayudarnos a descubirir la verdad. Esta reconstrucción es improbable, no es posible que nuestro Mario, un brillante viajero y observador de la ONU, se haya suicidado”. El llamamiento que Anna Motta y Giuseppe Paciolla, padres del joven napolitano encontrado muerto en Colombia, confían a Repubblica es desesperado. Se llamaba Mario Paciolla, licenciado en ciencias políticas, nacido en 1987, con varias experiencias como colaborador de ONG, para misiones en Argentina, Jordania e India. El cuerpo del observador de la ONU fue encontrado ayer en su casa en el barrio Villa Ferro de San Vicente del Caguán, en el departamento de Caquetá, al sur de Colombia.

Según la primera hipótesis formulada y difundida por algunos medios de comunicación locales, el hombre se ahorcó. Pero, con el paso del tiempo, surgieron otros detalles que contradicen la idea del suicidio. Se encontraron algunas laceraciones en los brazos y otras partes del cuerpo del mediador internacional; según la familia, se trataba de “puñaladas”. Sus familiares, que desde el primer momento de la trágica noticia estuvieron en contacto con la embajada y el consulado italianos en el lugar, ya han dado su acuerdo para que el médico forense italiano participe en la autopsia y las primeras investigaciones sobre las modalidades y el lugar del descubrimiento. Según los investigadores locales que intervinieron en el lugar, Paciolla pudo haberse suicidado, al menos según las declaraciones del coronel Oscar Lamprea, comandante de la policía departamental, que se entrevistó con la agencia Ansa.

Mario Paciolla había salido por última vez de Nápoles el 27 de diciembre para realizar un proyecto que siguió llevando a cabo -a pesar de las extremas restricciones del confinamiento que también se iba a introducir en Colombia en los meses siguientes- mediante el teletrabajo. Según el testimonio de sus padres, “Mario estaba tranquilo cuando se fue. Fue sólo allí, en contacto con personas y circunstancias que desgraciadamente no especificó, donde comenzaron sus tormentos”. Desde Nápoles, mientras tanto, la movilización en torno a la familia Paciolla ya ha comenzado. Asociaciones, ONG, movimientos ciudadanos desde el centro hasta los suburbios, piden justicia y verdad sobre el fin absurdo de un hombre extrovertido y comprometido a llevar la paz y la cooperación a los lugares de mayor riesgo del planeta. [Veáse petición] “Suicidio ¡ni hablar! – continúa la madre de Mario – mi hijo estaba aterrorizado: durante los últimos seis días no hacía más que mostrar su preocupación y ansiedad por algo que había visto, comprendido, intuido”. ¿Qué pudo haberle preocupado tanto? Anna, una fisioterapeuta de 63 años que sufre de dolor y shock, que vive en el barrio de las colinas de Rione Alto con su marido, padres de otras dos hijas, está intentando volver a unir las piezas.

“Todo lo que sé es que desde el viernes 10 de julio de la semana pasada, mi hijo ha estado en un estado de gran sufrimiento. Me dijo textualmente “Mamá, tengo que volver a Nápoles, me siento sucio, tengo que venir a bañarme en las aguas de Nápoles”. Luego, poco después, me llamó para decirme que había tenido una discusión con algunos de sus jefes, que había hablado con claridad y que, según él, se había “metido en un lío”. Quiero enfatizar que mi hijo no toleraba las zonas grises. Era un hombre totalmente dedicado al imperio de la ley y contra la injusticia. Esta revelación, aunque sólo fue evocada alusivamente, me puso en una gran agitación: sé muy bien que mi hijo no toleraba las operaciones extrañas, ni las misiones injustas. Por eso estaba muy preocupada. Hace sólo unos días me dio la buena noticia que me había tranquilizado y engañado: “Mamá, encontré el billete de avión para volver, me voy el 20 de julio”. Todos estábamos contentos, porque sabemos que en Colombia, el confinamiento era y es muy estricto y requería mucha concentración y esfuerzo, aunque sólo fuera para obtener todas las autorizaciones”. Luego, a las 6 de la tarde, hora italiana, del miércoles, la llamada telefónica destruye todas las ilusiones y lanza a la familia Paciolla a la desesperación.

“Escucho una voz femenina desconocida, muy indecisa, presentándose como una abogada de la ONU, diciéndome que Mario ha sido encontrado muerto. Que puede haberse suicidado. Y me vuelvo loca de dolor y de rabia… …Sentí día tras día la ansiedad que crecía en la voz de mi hijo. No es posible, no es lógico, este escenario de suicidio no tiene ningún sentido”.