Examinado con lupa por los medios de comunicación, hostigado por la derecha y defenestrado por sectores conservadores de Catalunya y el resto del Estado, el movimiento del 15M gana terreno y apoyos entre la población. Las manifestaciones del 19 de junio, en las que participaron más de medio millón de personas en el Estado español, […]
Examinado con lupa por los medios de comunicación, hostigado por la derecha y defenestrado por sectores conservadores de Catalunya y el resto del Estado, el movimiento del 15M gana terreno y apoyos entre la población. Las manifestaciones del 19 de junio, en las que participaron más de medio millón de personas en el Estado español, sirvieron para reforzar las líneas básicas de un movimiento que, día a día, demuestra que está aquí para quedarse. La reacciones a esas marchas dan imagen de un sistema desconcertado ante las nuevas formas de participación propuestas y un grupo político, el PSOE, con una profunda crisis de identidad.
Entre 500.000 y un millón de personas salieron el 19 de junio en las manifestaciones convocada a nivel estatal contra el Pacto del Euro. Las marchas, potenciadas por el movimiento 15M sirvieron como demostración en un proceso que sigue fortaleciéndose cuando va ya por su sexta semana. El domingo 19 cerró, de paso, la semana más difícil para el movimiento.
La salida del campamento de la Puerta del Sol, que dejó sin asambleas diarias a muchas de las personas que se habían acercado a la plaza madrileña desde el 16 de mayo; las cargas policiales en Valencia y Madrid durante la jornada de ‘bienvenida’ a los cargos electos el 11 de junio y la sobrerreacción por parte de los medios de comunicación ante los hechos ocurridos alrededor del Parlament catalán el 15 de junio, habían puesto al movimiento en una difícil tesitura: la de reivindicarse una vez más ante la opinión pública. «Los grupos radicales del 15M ejercen una coacción inadmisible sobre el Parlament catalán», resumía en su editorial El País el 16 de junio, para cuatro días después reconocer que «el clima pacífico en el que los miles de manifestantes recorrieron las calles [el 19J] demuestra el error político de intentar criminalizarlos». Estas movilizaciones no están siendo bien digeridas por el establishment político y social.
Así, el 19 de junio más que como una fecha de movilización se planteaba como la verdadera piedra de toque del 15M. Era importante el número de manifestantes, era importante no dar argumentos a quienes buscan criminalizar el movimiento o crear separaciones artificiales entre antisistema e indignados, entre Barcelona y Madrid, entre portavoces ocasionales y personas anónimas. Así, la prueba salió bien, tanto en asistencia como en la imagen de cohesión dada a medios y actores políticos y sociales que habían puesto en cuestión la supervivencia del modelo de participación horizontal.
«No les invito ni a mi casa»
Salvada la trampa de atender la exigencia de dichos actores, el problema vuelve a tenerlo la clase política, inmersa en una crisis de representatividad de la que el caso de Extremadura, comunidad en la que IU ha renunciado a pactar con el PSOE, es sólo un episodio más. Los Ayuntamientos y las Comunidades Autónomas, en su papel de gestoras de los recortes sociales, y el PSOE, desgastado como todos los Gobiernos de la Europa periférica, tendrán que tomar nota de las demandas del movimiento 15M u optar por ningunear, criminalizar o deslegitimar las protestas con los medios a su alcance.
En el Partido Socialista se lleva el equilibrismo, mientras Marcelino Iglesias, secretario de organización, señala que las ideas del 15M «son reformas necesarias que las democracias avanzadas debemos hacer», el presidente del Congreso, José Bono, se despachaba contra los indignados que habían bloqueado la entrada al Parlament: «El primer día que me preguntaron dije: ‘estos chicos parecen buena gente’. Pero a éstos de ahora, desde luego yo no los invito ni a mi casa». No obstante, Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba, candidato socialista a las elecciones generales de 2012, han optado por pasar de puntillas sobre el tema, esperando quizá un momento propicio para significarse de una u otra forma.
Mientras, el PP, consciente de que su llegada a la Moncloa provocará una mayor conflictividad social, se apunta a la senda marcada por Bono.
Esto no es una isla
El momento es delicado para los Gobiernos europeos. El segundo rescate de Grecia amenaza con hundir las otras economías periféricas: Portugal, Irlanda y España siguen muy pendientes de las nuevas calificaciones de riesgo de la deuda soberana. Para mantener la confianza de los mercados financieros en este trance, el Consejo Europeo ha planteado el llamado Pacto del Euro, que debe ser ratificado el 27 de junio por los países de la zona euro y otros Estados que se han sumado al mismo. Los ajustes en las condiciones de trabajo y reproducción social que promueve el pacto para salvar el euro se plantean en un escenario muy distinto del que existía cuando Zapatero anunció el recorte de salarios en el empleo público y una vez se produjo el primer rescate financiero de Grecia, hace sólo un año.
Los ataques del mercado a la moneda única europea han perdido relevancia frente a las muestras de indignación en calles y plazas. Por más que carezca de caras visibles, o precisamente por eso, por más que haya «indignados con los indignados» que argumenten que son más los que están en casa que quienes protestan en la calle, el movimiento 15M ha planteado de forma inequívoca que la crisis no puede seguir siendo gestionada bajo el axioma de que no hay otra alternativa que perder derechos sociales, aceptar empleos peor pagados y tratar de paliar en el ámbito doméstico los efectos de una deuda privada convertida en pública.
La respuesta no se produce en una isla. En África, Islandia, el Golfo Pérsico o Grecia las protestas duran meses. En Italia, a las protestas estudiantiles de diciembre les ha seguido una negativa histórica al programa nuclear de la derecha. En Reino Unido, uno de los principales sindicatos anuncia las mayores movilizaciones de los últimos cien años si David Cameron, por cierto, modelo para Mariano Rajoy, no da marcha atrás a su programa de recortes de gasto y reformas económicas.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/El-movimiento-15M-sigue-sorteando.html