Para el próximo 6 de marzo, ha sido convocada por el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice) una gran marcha nacional e internacional contra el paramilitarismo, en homenaje a las víctimas del paramilitarismo, de la parapolítica y de los crímenes de estado. Creo en la necesaria vinculación masiva del estudiantado universitario en […]
Para el próximo 6 de marzo, ha sido convocada por el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice) una gran marcha nacional e internacional contra el paramilitarismo, en homenaje a las víctimas del paramilitarismo, de la parapolítica y de los crímenes de estado. Creo en la necesaria vinculación masiva del estudiantado universitario en tanto han sido los paramilitares, con complicidad por acción u omisión de la fuerza pública (cuando no la misma fuerza pública), quienes han atentado contra el estudiantado y la Universidad en general, desarticulando los procesos organizativos y participativos de los estudiantes mediante diferentes acciones referenciadas como violaciones a los derechos humanos [1], además han sido los paramilitares quienes han señalado a los estudiantes universitarios y las diferentes organizaciones «como auxiliadores y estructuras de los grupos guerrilleros».
Pero este tipo de señalamientos no terminó con la «desmovilización» de las AUC, sino que fue adoptado también por los neo-paramilitares conocidos como «Águilas Negras»: en diciembre de 2006, las «Águilas Negras» amenazaron en Barranquilla a diferentes organizaciones sociales del departamento del Atlántico, entre estos a asociaciones de estudiantes. Este tipo de amenazas se ha repetido en diferentes ciudades del país hasta la fecha.
Aunque vale aclarar que no son sólo los paramilitares quienes amenazan y señalan de «guerrilleros» al estudiantado: funcionarios y miembros del gobierno lo han hecho en diferentes ocasiones. Uno de ellos fue el ministro de Agricultura y presidenciable, Andrés Felipe Arias, quien ante un abucheo, durante una conferencia en la Universidad Nacional, en abril del año pasado, no dudó en pedir el ingreso de las FFMM a la primera casa de estudios del país, pues allí existe «una infiltración farquiana y de ELN y de cualquier otro grupo terrorista» [2]. Una vez mas el Establecimiento poniendo la lápida a los estudiantes uninacionalistas.
Tal vez intentando que ocurriera en la UN lo que pasó en diferentes universidades de provincia, en algunas de las cuales el paramilitarismo a sangre y fuego tomó el control, tal es el caso, por ejemplo, de la Universidad de Córdoba [3].
Violaciones a los derechos humanos y construcción de memoria
Parte de la violencia y de las violaciones a los derechos humanos generadas por el estado colombiano han tenido por finalidad la desarticulación y eliminación del movimiento social, y como parte de éste al sector estudiantil, que ha tenido que incluir en su historia asesinatos, torturas, desapariciones y desplazamientos forzados, persecuciones, y detenciones arbitrarias, desde aquel 8 de junio de 1929, fecha en la que el estudiantado mediante una manifestación conmemoraba el primer año de la masacre de las bananeras. En esta manifestación cayó asesinado en Bogotá el primer mártir del movimiento estudiantil colombiano: Gonzalo Bravo Pérez.
25 años después, el 8 de junio de 1954, los estudiantes de la Universidad Nacional organizaron la conmemoración anual de la muerte de Gonzalo Bravo Pérez, con una marcha pacífica desde la ciudad universitaria hasta el palacio de Nariño. Una vez terminada la marcha y cuando los participantes retornaban a la sede de la Universidad, la fuerza pública asesinó al estudiante Uriel Gutiérrez. Ante la muerte de Uriel los estudiantes se dirigieron al campus universitario, marchando nuevamente el día siguiente, 9 de junio. Ese día la marcha avanzaba por la carrera séptima en dirección a la Plaza de Bolívar, siendo la manifestación disuelta por las balas oficiales, quedando sobre la vía los cuerpos sin vida de Álvaro Gutiérrez, Elmo Gómez Lucich (peruano), Hernando Morales, Rafael Chávez Matallana, Jaime Moure Ramírez, Hernando Ospina López, Hugo León Vásquez y Jaime Pacheco.
A mediados de la década de 1980, con la implementación y consolidación del proyecto paramilitar en el país, los procesos organizativos políticos y sociales se vieron fuertemente afectados: los opositores del gobierno, las organizaciones sindicales, campesinas, barriales, estudiantiles, y la militancia partidaria de izquierda fueron blanco de la máquina del terror paramilitar.
Consultando bancos de datos como el del Cinep, se puede ver cómo el estudiantado, durante los años 80, también fue blanco de la guerra sucia y del terrorismo de estado que se empezaba a implementar y tendría su máximo punto en los años 90. Beatriz Sandoval, Cristóbal Triana, José Quinche, Diego Charry, Hernán Yánez, Alberto Guerra, Marisol Perico, son los nombres de algunas de las víctimas de la violencia estatal y paramilitar, algunos de ellos fueron asesinados, detenidos arbitrariamente o desaparecidos, de otros ni siquiera sus nombres han podido alimentar lo que debe ser la memoria colectiva del movimiento estudiantil.
Hoy, después de que se completó la desmovilización de las estructuras militares de los grupos paramilitares agrupados en las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), proceso que no implicó el fin del paramilitarismo en el país, y que tuvo como marco legal principal la «ley de justicia y paz», las víctimas de los crímenes cometidos por las AUC y los organismos del estado han venido trabajando diferentes propuestas encaminadas a la consecución de la verdad, la justicia y la reparación integral, y a rechazar el «perdón y olvido» tan publicitado por el Gobierno Nacional. Parte de esas propuestas es la recuperación de la memoria, encaminada, por una parte, a la redención de la memoria, y por otra, a que el legado histórico de las víctimas no sea utilizado por los victimarios [4].
Se hace entonces necesario al interior del movimiento estudiantil, para alcanzar los derechos a la verdad, la justicia y la reparación integral, construir nuestra identidad colectiva como víctimas, porque el movimiento estudiantil y las organizaciones que allí se encuentran son víctimas de la persecución estatal y paramilitar, y simplemente no se puede olvidar el pasado y contribuir con el silencio y con el miedo, a la impunidad, arriesgándose a la repetición. Se hace necesario el no desfallecer en esa constante lucha contra el olvido. Esa debe ser, entre otras, una bandera de las organizaciones estudiantiles. Parte de esta lucha contra el olvido es el conocimiento de nuestras víctimas, porque cada uno es parte fundamental de nuestra construcción como colectividad. Por eso, es necesario decir que ante los asesinatos de Gustavo Alonso Marulanda García, Mauricio Hernández, Carlos Ramírez Babel, Francisco José Ayazo, Adriana Fernanda Benítez Perugache, Golson Granados, Pablo Montes Buritíca, Humberto Contreras Sereno, Jairo Puello Polo, Omar Caro, Carlos Geovani Blanco Leguizamo, Juan Manuel Jiménez, Santiago Jaramillo, Marco Antonio Salazar, Reinaldo Serna, Gerson Gallardo Niño, Edwin Ariel López Granados, Marlyn De la Osa, Jairo Moncayo, Indira Vanessa Tapiero, y Ricardo Andrés Hernández, ni el olvido ni el silencio pueden ser la consigna.
Ejercer el derecho a la memoria se traduce en el compromiso de recordar y tratar de rescatar estos y muchos mas nombres de colombianos de los bloques estadísticos, que los cuenta pero no los visibiliza, recobrar su historia es volver a resignificarlos en su vida y en la de su colectividad; el propósito claro, no de la academia sino de toda la sociedad colombiana, debe ser exigir el derecho de rescatar cada nombre de sus «hijas e hijos» asesinados, desaparecidos y desplazados forzadamente, exiliados, masacrados, amenazados, perseguidos, por ejercer derechos estipulados en la doctrina nacional e internacional: participar políticamente, asociarse libremente, disentir del sistema, resistir incluso en forma armada, expresar sus pensamientos, y quienes fueron condenados y criminalizados estatal y para-estatalmente por el hecho de presumirse «peligrosos» para las instituciones [5].
Si bien el discurso de los derechos humanos no es «el todo» o «la solución» a la crisis en que se encuentra sumido nuestro país, su exigencia y reivindicación (como por ejemplo la participación en la marcha del 6 de marzo) y el darles un contenido político, permite avances puntuales y suma en la necesaria lucha por la construcción de un nuevo país. En ese orden de ideas, ni el movimiento estudiantil en general, ni sus organizaciones en particular, pueden ser indiferentes a este escenario de confrontación al establecimiento, y deben optar por el entendimiento de los derechos humanos como praxis emancipatoria, esto es, como parte de un proceso encaminado a la transformación radical de las estructuras políticas, institucionales, económicas, culturales y sociales, que han sostenido y mantienen el régimen excluyente imperante en Colombia.
Desde el Valle de la Memoria: persecución al movimiento estudiantil. Caso UFPS
«El conjunto del vuelo de las mariposas en el cielo azul, es la imagen precisa y rotunda cuando el hombre decide recoger las nieblas y las llamas de su memoria. Decisión definitiva. El día que decide hacerlo, siente el pleno frenesí de un hombre absolutamente completo. No le falta nada. Entonces comienza a caminar con los ojos bien abiertos»
Arturo Alape Las metáforas de la memoria
Hace cinco años, en Cúcuta, paramilitares del Bloque Catatumbo de las AUC, con apoyo de integrantes de las FFMM y la Policía Nacional, segaron la vida de dos activistas estudiantiles de la Universidad Francisco de Paula Santander, desplazaron forzadamente a otros más (incluyendo a un profesor) y cercenaron un proceso organizativo del estudiantado, que sólo hasta ahora esta volviendo a reconstruirse.
El jueves 3 de abril de 2003, el estudiante de Licenciatura en Biología y Química, Gerson Gallardo Niño fue victima de desaparición forzada. Luego de cumplir con sus compromisos académicos, el estudiante fue abordado por dos hombres, que se identificaron como miembros de las AUC, a la salida de la sede central de la UFPS.
[F]ue el último día en que nos topamos con la mirada de Gerson Gallardo Niño, el estudiante de Licenciatura en Biología y Química, amante de quimeras y utopías, de sus paradigmas, de Nietzsche, de Alí Primera, de su Gonzalo Arango, de su Museo, de la Pacho, de sus cuchos… constructor de proyectos pedagógicos maravillosamente irrealizables, cuentero, teatrero, músico, elaborando siempre un libro en el que esperaba plasmarse completamente, entregado incondicionalmente al tinto, el vino y el cigarro. Lo recordamos con esa necesidad de buscar algo, una ventana abierta para saltar pero nunca, nunca caer. No podemos creer que hoy estemos refiriéndonos a él en pasado [6].
Gerson fue representante y dirigente en su carrera. Conocido por su amor y dedicación al arte, el teatro, y la cuentería, estuvo vinculado a la mesa de trabajo de la ACEU en la UFPS y formaba parte del comité editorial de la revista estudiantil Museo. Fue principalmente desde los cuentos y la poesía que Gerson expresó su rechazo hacia lo que actualmente el sistema económico y político dominante promete a los jóvenes:
Caminando entre buitres / de ser y estar / de existir en un mundo / que sólo ofrece sofismas y patrañas / […] / un maldito mundo de mierda y falsedad / de sueños reprimidos / de ilusiones masacradas [7]
Después de dos meses de retención los paramilitares le dieron muerte, hallándose su cuerpo sin vida el 6 de junio en el kilómetro 18 de la vía que del municipio de Tibú conduce al corregimiento de La Gabarra. Los asesinos, como parte de los mecanismos utilizados para garantizar la impunidad en el crimen, pintaron en el cajón donde dejaron el cuerpo de Gerson las siglas de un grupo guerrillero, así lo relata su madre, Rosalba Niño: «Encontramos a nuestro hijo muerto y desnudo. Estaba dentro de un ataúd destapado en que sus asesinos pintaron las siglas del ELN» [8]
La complicidad entre fuerza pública y AUC, hoy en día reconocida por los comandantes Mancuso, «El Iguano» y «El Pecoso», también se vio reflejada en este caso, pues el traslado de Cúcuta a La Gabarra implica el pasar, por lo menos, por cinco controles de la Policía Nacional, y esta vía es constantemente patrullada por el ejército (en ese entonces en el departamento tenia jurisdicción la Quinta Brigada). «Aunque sabíamos que las autoridades conocían perfectamente lo ocurrido, en los comandos nos negaron cualquier información» [9], afirmó la señora Rosalba, quien también, con el dolor propio de la madre que pierde a un hijo, el dolor de víctima, exige verdad y justicia:
Estoy segura que el nombre de Gerson hace parte de las víctimas ocultas del señor Mancuso […] Pero hasta ahora sólo ha mencionado algunos nombres importantes para ganarse unos beneficios judiciales. Yo sólo le creería si algún día nos dice, al país y a mi, por qué su gavilla asesinó a mi hijo y por qué le puso el inri de guerrillero a un muchacho que, además de buen estudiante, era un cuentero, un amante del teatro y un líder cultural de la Universidad [10].
Otra de las víctimas de la guerra sucia y el terrorismo de Estado fue Edwin Ariel López Granados, quien terminó materias correspondientes al programa de Tecnología Electromecánica, durante sus estudios formó parte de los grupos institucionales de danza y teatro, estaba vinculado como docente a la Vicerrectoria de Bienestar Universitario (coordinador cultural de educación a distancia) en la UFPS, y actualmente era estudiante del programa de Filosofía en la Universidad de Pamplona. Fue objeto de desaparición forzada la madrugada del día domingo 13 de abril cuando sujetos encapuchados y fuertemente armados (alrededor de 10 hombres) irrumpieron en el hogar de su tía Carmen en la ciudadela de Atalaya, Cúcuta, donde Edwin acostumbraba a pasar los fines de semana en compañía de su familia y su hijo Sebastián. Después de violentar las entradas a la vivienda, de requisar y tomar algunas pertenencias del joven y de la vivienda, procedieron a llevárselo en un carro con rumbo desconocido. Dos meses después de su desaparición forzada, la cual se atribuyeron las AUC, fue encontrado su cuerpo sin vida, junto al de su compañero Gerson.
De Edwin López queda su cuerpo / tendido al sol / como en un sueño [11].
Edwin era reconocido en el ámbito cultural de la ciudad, fue profesor de danzas folclóricas de varias instituciones educativas, coordinaba el taller de literatura y escritura para niños entre los 5 y 10 años en el Área Cultural del Banco de la República y al igual que Gerson era un amante de las artes y las letras, fue fundador de la mesa de trabajo ACEU en la UFPS y de la revista Museo.
Otra vez los paramilitares atentando contra los sueños, las esperanzas y la vida. Edwin […] terminó materias de Tecnología Electromecánica -de lo cual nunca estuvo muy orgulloso-, y había comenzado la carrera de Filosofía en la Universidad de Pamplona. Entregado a la literatura, la música, el cine, las danzas, y el teatro, estas dos últimas pasiones fueron por las cuales se le reconoció en el entorno universitario; amigo incondicional de lo dionisíaco, del eros; quería -como lo expresa un amigo- un libro para sí solo; con el «loco» siempre en la boca, estaba entregado a la Pacho, el Portón y Museo; sus fantasmas favoritos (con posibilidad de equivocarnos) fueron Bach, Nietzsche, Freud, Cioran, Cortázar, Silvio y su amor era Sebastián, su hijo. Recordamos a Edwin como el «laberografomaniaco» constructor y sorteador de laberintos, vencedor de minotauros [12].
Estos dos crímenes estaban dirigidos a desarticular y desestabilizar el proceso organizativo del estudiantado de la UFPS que tenia en la mesa de trabajo ACEU y en Museo sus más grandes referentes.
El órgano de expresión estudiantil Museo fue un proyecto comunicativo que tuvo siete ediciones en formato periódico y dos en formato revista. La propuesta surgió de las bases del estudiantado de la UFPS, a finales de 1998
con el propósito de generar nuevos espacios de expresión estudiantil [desde los cuales] repensar la Universidad, su misión, función y filosofía para adecuarla a la necesidad de los tiempos y de los pueblos […] rechazando la inactividad de los procesos de transformación, ya que esta posee como principio fundamental la negación de todo producto terminado, como eterno y absoluto [13].
Haciendo una equivalencia entre Museo y Universidad el grupo de trabajo proponía el periódico como un escenario dinámico desde el cual pensarse y replantearse la Universidad y la educación, sosteniendo dicha propuesta, mediante la alusión del museo de la antigua Alejandría:
El museo de la antigua Alejandría era una verdadera Universidad, donde sabios y estudiantes acudían de todas partes del mundo para dictar y escuchar conferencias de todos los órdenes del saber humano de aquel tiempo, convirtiéndose en el germen de la sociedad moderna […] El museo al contrario de quienes desconocen la información literaria, no puede dar sensación de lo estático, lo dormido, lo muerto, «colectado y conservado» […] El museo es una divulgación permanente de valores, y una tarea de aprovechamiento y ampliación del conocimiento. Museo es el «lugar para el estudio de las ciencias, las letras y las artes según la concepción clásica y, por lo tanto su utilización debe ser dinámica, en pro del saber y la cultura» [14].
La muerte de Gerson y Edwin desestabilizaron el escenario estudiantil en la UFPS, hoy en día en esta universidad el estudiantado es un sujeto pasivo de las transformaciones y procesos que se gestan en esta alma mater y en la ciudad de Cúcuta, por ejemplo se carece de un medio de comunicación estudiantil. Desde las directivas y representaciones estudiantiles no se ha propuesto (en lo que comúnmente se conoce como «silencio cómplice») ningún tipo de actividad que permita recordar y conmemorar el asesinato de los dos estudiantes, en lo que busca claramente eliminar de la memoria colectiva y de la historia oficial estos hechos. Es evidente que la paramilitarización de Norte de Santander incluía el copamiento del espacio universitario local y regional, para lo cual se debía silenciar cualquier voz de inconformidad y crítica que desde la UFPS pudiera salir, lo que permite pensar que los crímenes contra el estudiantado no son hechos aislados, sino que forman parte de una estrategia de guerra sucia, que como en el caso concreto contó con el apoyo (por lo menos logístico) de la fuerza pública, estrategia de quienes quieren mantener y perpetuar un modelo de país, ante lo cual es el mismo estudiantado el que debe mantener en la memoria e insertar en la historia los crímenes de que ha sido víctima.
Notas:
[1] Entiéndase por violación a los derechos humanos toda conducta positiva o negativa mediante la cual un agente directo o indirecto del estado vulnera, en cualquier persona y en cualquier tiempo, uno de los derechos enunciados y reconocidos por los instrumentos que conforman el derecho internacional de los derechos humanos.
[2] Ministro atribuye a guerrilla abucheo en su contra. En http://www.canalcaracol.com/noticia_contenido.asp?id_subseccion=11&id=9136 (revisada el día 13 de abril de 2007).
[3] Al respecto se puede ver «La universidad y los paras», en Semana, edición No. 1325, septiembre 24 a octubre 1 de 2007, págs. 56 – 57.
[4] Para una aproximación al respecto ver: Cepeda, Iván. La memoria histórica de los vencidos. En: Estrada, Jairo y Caicedo, Jaime (comp.) «Marx Vive: Siglo y medio del manifiesto comunista: ¿superación, vigencia o reactualización?». Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1999.
[5] Ortiz Palacio, Iván David, Recuperando la memoria: Conmemoración de los 15 años del Centro de Conciliación «Jaime Pardo Leal», Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, 2006, Pág. 28.
[6] Estudiantes de la Universidad Francisco de Paula Santander, Abril Negro, en http://www.anncol.org/es/site/doc.php?id=453 (revisada el día 4 de junio de 2007)
[7] Gallardo Niño, Gerson, «A tus 19», en Universidad Francisco de Paula Santander, Antología Poética, 1999, pág. 76.
[8] La verdad de las víctimas, en: revista Cambio Nº 709, 29 de enero al 4 de febrero de 2007, pág. 33.
[9] Ibíd.
[10] Ibíd.
[11] Saúl Gómez Mantilla, (sin titulo), poema publicado en el folleto Palabras como cuerpos, Encuentro poético en Memoria de Edwin López y Tirso Vélez, enero de 2005.
[12] Estudiantes de la Universidad Francisco de Paula Santander, Abril Negro, en http://www.anncol.org/es/site/doc.php?id=453 (revisada el día 4 de junio de 2007)
[13] Museo, Editorial, Edición No. 2, Abril de 1999, pág. 1.
[14] Museo, Edición No. 4, diciembre de 1999, pág. 1.