Hace algo más de dos años, un pedazo importante de la ciudadanía del país, y también muchas de las expresiones sociales y políticas alternativas al cerrado esquema de la clase gobernante, miramos con cercanía o «apoyo crítico» el programa que promovía una candidata que se declaraba progresista, no involucrada hasta entonces en las cúpulas gobernantes […]
Hace algo más de dos años, un pedazo importante de la ciudadanía del país, y también muchas de las expresiones sociales y políticas alternativas al cerrado esquema de la clase gobernante, miramos con cercanía o «apoyo crítico» el programa que promovía una candidata que se declaraba progresista, no involucrada hasta entonces en las cúpulas gobernantes de la Concertación, que mostraba vocación en transformar algunos aspectos del extremista modelo neoliberal chileno, y que decía, en su discurso, promover un «gobierno ciudadano», más participativo y cercano a las necesidades y demandas populares.
Como muchas y muchos más, nunca esperamos demasiado del cuarto gobierno de una coalición que ha administrado y profundizado el modelo neoliberal más sólido y profundo de todo nuestro continente, pero sí existía una mínima expectativa de que este gobierno promovería una agenda de los temas irresueltos en dos décadas de gobiernos concertacionistas, y que tal cosa iba en consonancia con una presencia cada vez más permanente de movilizaciones sociales, y de nuevos referentes sociales y políticos que pudiesen romper el cerco político generado desde las elites.
Y ya pasamos la mitad de su mandato: las expectativas de que este gobierno signifique un giro importante en las tan antipopulares políticas de la Concertación son cada vez menores. Una muy tímida reforma previsional, que fuera la punta de lanza de las propuestas redistributivas de la campaña bacheletista, y un nuevo marco legal para mantener la misma educación desigual y de mala calidad de siempre, ambos consensuados con la Alianza de derechas y sus aparatos ideológicos, dan muestra de ello. El potente movimiento estudiantil ha descubierto en carne propia la realidad oculta tras la promesa de un «gobierno ciudadano»: esta sigue siendo una democracia «con olor a lacrimógena». La situación en la Araucanía, mientras tanto, nos relativiza la alegría por las recientes condenas judiciales a algunos de los criminales que realizaron sistemáticas violaciones a los más básicos derechos humanos durante la dictadura: éstas siguen siendo muy actuales, aunque quienes las ordenen, ejecuten, y oculten, no usen ya uniforme militar.
Sin embargo, a pesar de que los poderosos muestran cohesión y firmeza ante la movilización social, ya es una realidad el que, tanto el gran empresariado como las elites políticas, tienden a dirigir su mirada hacia las muy visibles grietas del modelo, y hoy no muestran un consenso estable en torno a las salidas a mediano y largo plazo para un país cuya pujanza económica parece haberse agotado, y a lo más, manifiestan una ambigua unanimidad en torno a la «intocabilidad» del modelo capitalista neoliberal con que tanto se han enriquecido. Las bases fundamentales de su proyecto supuestamente no pueden ser discutidas, pero son tantas las emergencias sociales y económicas que parecen estar creciendo por todos lados, que por todos los flancos aparecen síntomas de un grave agotamiento del proyecto histórico instaurado hace treinta y tantos años. Las tasas de crecimiento económico caen progresivamente, las movilizaciones sociales de distinto tipo se hacen cada vez más frecuentes y politizadas, y los índices de una desigualdad social inaceptable siguen siendo de los mayores en el planeta. Una precarización general se hace cada vez más grande en la vida de chilenas y chilenos.
A pasos del bicentenario de la República, se asoma una nueva cuestión social, y sus expresiones políticas y sociales avanzan de manera cada vez más visible, aunque a los poderosos le disguste la pérdida de la «gobernabilidad» con que contaban hasta hace unos pocos años. Las crecientes y brutales expresiones de represión y de criminalización de la protesta social que estamos viviendo el último rato dan muestras del nerviosismo de la clase gobernante, y con el cerco mediático con que se intenta anular todo intento de descontento y movilización, dibujan un panorama muy poco democrático. Pero aún así, no logran detener importantes experiencias de disputa de poder que emprenden las voluntades transformadoras. La acción y participación de las mayorías se abre camino.
No hay un solo esfuerzo, no existe la expresión única que por sí misma vaya a resolver la injusta y poco libre forma en que se organiza nuestra sociedad. Por ello, la Surda hoy se reproduce y aporta desde su experiencia en diversas iniciativas: convergiendo con sectores de largas trayectorias en las luchas populares, en el «Movimiento para la Democracia y la Justicia Social» (MDJS); aportando en la articulación de sectores hasta ahora no expresados por la clase política, en la constitución del «Movimiento Autónomo por las Libertades» (MAL), o constituyendo políticamente y aportando a la construcción de unidad y de redes de trabajo en esa nueva corriente de militantes y organizaciones «Autonomistas» que ha venido emergiendo en varios sectores del movimiento social de nuestro país, tendencia en la que hemos sido y seguiremos siendo impulsores y activos participantes. Nuestra elección es construir: en el movimiento estudiantil, en experiencias territoriales, en luchas ambientales, en organizaciones por las libertades y los derechos ciudadanos, en apoyo a las candidaturas municipales que delinean una recuperación de los gobiernos locales para las propias comunidades y las organizaciones sociales, en las articulaciones de medios de comunicación popular y alternativa, en la generación de un nuevo ideario de acción política y revolucionaria, transformadora, autonomista, libertaria.
Esas construcciones sociales, nuestras y de muchos más, ya devendrán en una disputa electoral que haga crecer las esperanzas por un Chile reconstruido tras la larga noche neoliberal, disputando los gobiernos municipales, los cupos parlamentarios, y, por qué no, la presidencia de la República. El instrumento político que permita eso ya está en camino a nacer, es un proceso largo y empujado desde distintos sectores y esfuerzos, donde deben dejarse de lado los sectarismos, las maniobras puramente cupulares, y las intenciones de representar «la» alternativa sin preguntarle a nadie más que a sí mismo o a los convencidos de siempre. Hay que derrotar la barrera sicológica que han puesto los poderosos: no somos ni «la izquierda», ni «los excluidos», ni «las fuerzas extraparlamentarias», y mucho menos los «anti-sistémicos» o «marginales». No, somos las grandes mayorías que quieren una mejor vida y una nueva sociedad, y queremos construir una fuerza política autónoma a la minoría que detenta el poder político y económico.
Por eso, un «pacto por omisión» para sumar votos a la coalición gobernante a cambio de unos pocos cupos municipales o parlamentarios nos parece una opción contradictoria y confusa, cuyo principal resultado es ensanchar los votos de una Concertación que se derrumba internamente y pierde fuerza electoral, motivos por los cuales sus dirigencias propician ahora un oportunista acuerdo electoral «hacia la izquierda», pero sin afectar en nada su política de acuerdos y cogobierno con la Alianza. Es lo que muchos socialistas honestos han denunciado ya públicamente, llegando a plantear fuertes críticas y hasta renuncias a su partido debido al secuestro al que lo tienen sometido sus cúpulas, cada día más neoliberales y excluyentes. La Surda impulsará los diálogos y acuerdos con esos sectores genuinamente críticos, y no con las dirigencias que sólo buscan formas de perpetuar sus posiciones de poder con votos de ciudadanos que en realidad quieren otra política para el país.
La reinvención de la política en que creemos intenta construir la nueva sociedad desde hoy: es el presente de nuestro actuar el que prefigura una realidad futura mejor, para los pueblos de Chile, de Nuestra América y el mundo. Intentamos un camino en que la forma en que nos organizamos sirva de avance y precursor de una nueva sociedad, por eso, creemos en el trabajo asociativo y en red, en la socialización de la toma de decisiones, en una democracia interna participativa y deliberante, en un regionalismo que deja de pensar la realidad nacional desde el centro, en propiciar espacios y prácticas concretas de autonomía individual y colectiva.
La voz de la Surda es la voz surgida desde las experiencias y las luchas en que estamos nosotros y los muchos con que compartimos trabajo y acción: desde lo local a lo nacional, desde la cotidianeidad de la vida, a las disputas con los grandes poderes que ejercen las distintas formas de exclusión y explotación. El país leído de comunidad en comunidad, de organización en organización, de región en región, de conflicto en conflicto, desde los movimientos sociales, desde todos lados, desde abajo hacia arriba, contribuyendo a un nuevo proceso constituyente para refundar la República. En eso hemos estado, en eso estamos, en eso estaremos.
Movimiento Surda
www.surda.cl
Julio de 2008