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El naufragio del modelo neoliberal y la crisis perpetua

Fuentes: El Siglo

En la edición de julio de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet postula que por primera vez en la historia moderna, tres crisis de gran amplitud, financiera, energética y alimentaria, están confluyendo y retroalimentándose. Agrega que por mucho que las autoridades se esfuercen en minimizar la gravedad del momento, el seísmo económico tiene inédita magnitud. Precisamente […]

En la edición de julio de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet postula que por primera vez en la historia moderna, tres crisis de gran amplitud, financiera, energética y alimentaria, están confluyendo y retroalimentándose. Agrega que por mucho que las autoridades se esfuercen en minimizar la gravedad del momento, el seísmo económico tiene inédita magnitud.

Precisamente a eso está dedicado el inefable Ministro de Hacienda, Andrés Velasco, quién, sin que se le mueva un músculo de la pétrea expresión que lo caracteriza, desgrana sus chauvinistas lugares comunes, tales como «en Chile estamos más preparados que nunca en nuestra historia para enfrentar una coyuntura de esta índole» o » Chile es el país que tiene de las políticas fiscales más ordenadas del mundo».

Velasco podrá argumentar que Ramonet no es economista, lo cual es efectivo, pero si fuera por eso, el Presidente del Senado, Adolfo Zaldívar, afirmó que en Chile hace falta un Ministro de Hacienda.

Tormenta perfecta

En este lejano rincón de la aldea global, o más precisamente desde las siempre bien dispuestas páginas de El Mercurio, políticos y economistas de derecha le están dando como bombo en fiesta a la conducción económica de Velasco.

Así el designado senador Andrés Allamand acuñó el concepto de tormenta perfecta: «bajo crecimiento, alta inflación, desempleo en aumento y expectativas en el suelo»; mientras que otro neoliberal puro y duro, el «toro» Hernán Cheyre, afirma que se ha consolidado la peor de las combinaciones posibles: crecimiento a la baja e inflación al alza.

El diario empresarial Estrategia comparó a la economía chilena con un paciente entrando al servicio de urgencia: «la salud de la economía chilena se complicó, producto de una descompensación generalizada».

Desde la perspectiva opuesta, economistas como José y Jan Cademártori, plantean un escenario de estanflación, donde el estancamiento se superpone a la inflación.

Expectativas a la baja

Pero no es necesario ser economista para percibir la onda expansiva de la crisis. En la última encuesta del Centro de Estudios Públicos, la desaprobación a la conducción económica registró un 52%, versus apenas un 29% de aprobación, mientras que el Índice de Percepción de la Economía, elaborado por Adimark GFK alcanzó en junio a 33,4 puntos sobre 100 posibles. Por primera vez desde que se tiene registro, el Indicador de Confianza Empresarial (IMCE) alcanzó un nivel inferior a los 50 puntos, llegando a 49,56, lo que representa una caída de 7,13 puntos respecto de igual mes 2007.

Los indicadores del mes de junio justifican ese ánimo sombrío.

La crisis, hoy

El crecimiento, la cifra fetiche del modelo, se estancó en 2,1%, medido en el Indicador Mensual de Actividad Económica, al tiempo que el superávit en la balanza comercial cayó 31,6%, en gran medida explicado por la caída de 33,1% en el valor de los embarques de cobre.

Salvo ventas de supermercados y de comercio al detalle, impulsadas por la inflación, prácticamente todas las ramas de la actividad económica experimentaron variaciones negativas. El sector industrial cayó en 2,4%; la producción minera en 6,1%; la generación de energía eléctrica en 1,3%; la distribución de electricidad, gas por cañería y agua potable en 5,2% y la superficie total autorizada para la construcción en 29,1%.

El IPC subió 1,5% respecto del mes anterior, el mayor incremento en 17 años, y alcanzó el 9,5% anual, lo cual neutraliza casi por completo el reajuste del salario mínimo. Se trata de un indicador arquetípico del modelo, toda vez que e l costo de vida de las familias del quintil más pobre aumentó en 11,1%, mientras que para el quintil más rico, el incremento fue de sólo un 8%.

La desocupación en el trimestre móvil marzo-mayo llegó al 8%, lo cual evidentemente es una cifra subestimada. Y como no va a serlo, si al primer síntoma de crisis, las grandes empresas, como reflejo condicionado, empiezan a despedir gente, aprovechando la ultra permisiva legislación laboral. Es el caso de Agrosúper, que acaba de despedir 400 trabajadores, con el pretexto de castigar una paralización ilegal. Otras empresas han cerrado o trasladado sus instalaciones a Perú, como Cerámicas Cordillera y General Motors, mientras que plantas madereras de la VIII Región paralizaron como consecuencia de la crisis hipotecaria en EEUU.

El festival de Velasco

Frente a este ominoso panorama, las autoridades económicas disimulan su impotencia y desconcierto mediante una efusión discursiva que contradice lo que afirmaron poco antes. Así, en palabras de Edmundo Pérez Yoma, «hay que apretar los dientes y seguir adelante», tópico que vienen escuchando invariablemente los chilenos desde 1975, partida de nacimiento del modelo neoliberal.

Sin embargo, en el festival de los lugares comunes y las frases para la galería, el personaje que se lleva antorcha y gaviota de plata, oro y platino es, una vez más…don Andrés Velasco Brañes, Ministro de Hacienda, doctor y profesor titular de la Universidad de Harvard, bachiller en economía y filosofía de la Universidad de Yale, consultor del Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial, Presidente de la Corporación Expansiva, y autor de dos obras de ficción: Vox Populi y…Lugares Comunes.

A modo de ejemplo, esta perla: «En la economía internacional efectivamente hay una crisis. En la economía chilena, no. No la hay ni la habrá».

A continuación, una sinopsis de su estelar actuación en lo que va del mes de julio:

«A lo único que debemos temerle es al temor». «He subido varios kilos en muchos desayunos, almuerzos y cenas con académicos y empresarios, con quienes conversamos mañana, tarde y noche». «N o hay varitas mágicas, no hay recetas milagrosas, porque medidas que están hechas sólo a corto plazo son pan para hoy, hambre para mañana». «Estamos siempre trabajando. Aquí no hay una bala de plata, no hay una solución fácil». A modo de broche de oro de su notable performance: «no es que los sueldos sean cortos, sino que los meses son muy largos».

O sea, como los monos porfiados, no hay como quitarle la última palabra.

Total, para eso es el negrito de Harvard.

Causa y consecuencia

La inanidad del Gobierno frente a la crisis, queda reflejada en las siguientes palabras de la Presidenta Bachelet: «En el caso específico nuestro, lo que queremos es buscar todos los instrumentos, en este caso subsidios específicos, para ir en ayuda de quienes más lo necesitan y quienes más se ven afectados por incrementos de la inflación».

En otras palabras, el Gobierno, todo lo más, propone algunos subsidios puntuales, mientras el Ministro de Hacienda se limita a poner el gigantesco superávit fiscal -alrededor del 8% del PIB en 2006 y 2007- en los mercados financieros, y a refugiarse en el autismo de su discurso perpetuo.

Que ahora venga a «descubrir» que la inflación es de origen externo, no sólo contradice su anterior tesis de la «economía blindada», sino que constituye una flagrante tautología. Una economía tan abierta como la chilena, construida así de modo deliberado, por imperativos de un modelo decidido políticamente, no importa sólo inflación, sino también los «shocks» -como dicen los siúticos- financiero, energético y alimentario, de los que hablaba Ramonet; cuestión sabida hasta por los estudiantes de primer año de economía.

El regreso del ajuste

En la vereda del frente, la jauría neoliberal en pleno se le tira a la yugular, reprochándole el supuesto «exceso» en el gasto público, pretexto que antecede la exigencia de un recorte en el mismo, medida en línea con el alza en la tasa de interés de política monetaria en 50 puntos base, hasta 7,25% anual, dispuesta en la última reunión mensual de política monetaria del Banco Central, una cifra que no asomaba desde la crisis asiática de 1997, sin perjuicio de que el sagrado dogma del «anclaje al rango meta de inflación» preanuncia nuevas escaladas.

Desde el olimpo académico, Velasco les retruca con su característica soberbia: » Hay dos escuelas teóricas sobre la conducta de la política fiscal: la neoclásica, liderada por Robert Barro, de Harvard, y la keynesiana, del economista inglés John M. Keynes; ambas, una más de derecha y una más de izquierda si ustedes quieren, argumentan que la política fiscal debe ser fuertemente contracíclica». O sea, no puede alegar ignorancia. Pero al final del día -como también dicen los siúticos- termina cediendo a las exigencias de los cancerberos del modelo: «Reducir la inflación es un problema nacional y, por lo tanto, requiere de respuesta nacional. No me cabe ninguna duda de que el Banco Central hará el papel que le corresponde; el fisco, también, manteniendo una política fiscal muy rigurosa y orden».

En otras palabras, treinta y tres años después del primer ajuste estructural que registra la historia económica del país, cuando se le propuso a la gente apretarse el cinturón, porque ya venía el despegue, un gobierno pretendidamente democrático, presidido por una militante pretendidamente socialista, vuelve a ajustar los desequilibrios de un modelo capitalista en crisis, mediante un asalto en despoblado al bolsillo de trabajadores y asalariados, el deterioro de la calidad de vida de todos los chilenos y la ruina de pequeños productores, comerciantes y empresarios. Eso no obsta para que Velasco se despache una de sus típicas frases para el bronce: «El compromiso de este Gobierno con las personas que tienen menos es muy fuerte. Ese compromiso es perfectamente coherente con una política fiscal estabilizadora. No hay contradicción ahí». O sea, si las personas que tienen menos, tienen que apretarse el cinturón, encima no deben preocuparse, porque en último término es por su bien.

La ley del embudo

A pesar de que la mayoría tiene postgrados en el extranjero, o más bien por lo mismo, la visión de analistas, consultores, economistas, empresarios, expertos y políticos del sistema es extremadamente simple. Para ellos, la ecuación se reduce a que en tiempos de bonanza, las ganancias son del capital, y en tiempos de crisis…también, porque precisamente para eso está el ajuste.

En otras palabras, el capitalismo siempre solucionará sus desequilibrios mediante el ajuste, en la medida en que lo toleren los que lo padecen; es decir, los asalariados, las mayorías y la gente de a pie.

Por cierto, el análisis de estos «expertos» omite la enorme porción de la renta nacional que emigra del territorio, sea por las desmesuradas ganancias de las transnacionales del cobre o por la inversión de los grandes grupos económicos chilenos en el extranjero. También soslaya cuidadosamente que la actual crisis económica representa el fracaso absoluto del modelo neoliberal aplicado sistemáticamente durante ya treinta y tres años, donde el abuso del recurso del ajuste amenaza las bases de reproducción del propio sistema; en la medida en que el sobreconsumo de las minorías privilegiadas no alcanza a compensar la contracción de la demanda agregada de las mayorías nacionales, a estas alturas, de índole estructural.

Modelo alternativo

La economía no es una ciencia exacta, ni menos una suerte de conocimiento arcano reservado sólo a esta manga de «expertos». La economía es, simplemente, el mecanismo o sistema mediante el cual se distribuye el excedente social del trabajo.

En consecuencia, la salida a la actual crisis no es únicamente el ajuste estructural, como esos «expertos» quieren hacer creer.

En otro modelo económico se puede, por ejemplo, reorientar la renta nacional de la gran minería del cobre hacia inversión productiva, focalizada en actividades intensivas en oferta de trabajo.

En otro modelo económico se puede reactivar la economía mediante una adecuada combinación entre apertura al mercado externo y desarrollo del mercado interno.

En otro modelo económico se pueden redistribuir los subsidios que hoy monopoliza la gran empresa, en apoyo de la pyme y de otras formas de organización productiva, como la empresa cooperativa y la autogestión.

En otro modelo económico se puede encausar el gasto en educación hacia la formación de capital humano, en actividades útiles para el conjunto del país.

En otro modelo económico, las actuales carencias en materia energética y alimentaria se pueden resolver mediante la integración en el nivel regional.

En otro modelo económico se pueden dirigir las prioridades de la economía con arreglo a los intereses de las mayorías nacionales, en lugar de dejarlas libradas al arbitrio del mercado, que ya se sabe dónde conduce.

En otro modelo económico se pueden reducir las desigualdades con cargo a la tributación de la extrema riqueza.

Pero, en lo esencial, en otro modelo económico, se debe suscribir un nuevo contrato social, centrado en las necesidades del trabajo y las mayorías nacionales, antes que las de la empresa y el capital.

No hay otro modo de salir de la crisis perpetua a la que nos condena el capitalismo.