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El naufragio del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos

Fuentes: Argenpress

En medio del desespero y con cotidianas rabietas, el gobierno de Uribe sigue obstinado en convencer al Congreso de EEUU de que tramite el TLC. Han mandado empresarios y sindicalistas seguidores de Uribe. Han acudido a los buenos oficios de las multinacionales que tienen inversiones en Colombia y finalmente, después de su último viaje, el […]


En medio del desespero y con cotidianas rabietas, el gobierno de Uribe sigue obstinado en convencer al Congreso de EEUU de que tramite el TLC. Han mandado empresarios y sindicalistas seguidores de Uribe. Han acudido a los buenos oficios de las multinacionales que tienen inversiones en Colombia y finalmente, después de su último viaje, el vicepresidente Santos, cuestionado por acuerdos con los paramilitares, ha afirmado que todavía les hace falta viajar cuatro veces más y que conseguir los cuarenta votos demócratas que les faltan es un asunto muy difícil. Hace pocos días el senador Carlos García, presidente del partido de la U, y uribista irreductible afirmó que si no se aprobaba el TLC Colombia se retiraría del Plan Colombia, amenaza risible que ningún uribista está en condiciones de mantener, pero que refleja el tamaño del desespero. El flamante vicepresidente quiere ganarse los votos demócratas tratando de convencerlos de que Colombia es un éxito de la política exterior de Bush, cuando en el partido demócrata, justamente se acrecienta la crítica a esta política exterior. El cabildeo basado en la intransigencia con la oposición en Colombia y los elogios a Bush, muestran que la angustia les hace perder hasta el sentido de la realidad.

El gobierno ha repetido hasta la saciedad que aceptará todos los nuevos condicionamientos colocados por los demócratas y, como siempre, reiteran que dirán sí a todo. Tienen el descaro de, al tiempo que declaran su conformidad con las nuevas provisiones laborales, anunciar represalias contra la Federación Nacional de Educadores por el paro indefinido que ha decretado esta agremiación.

Uribe viajará la semana entrante a EEUU y el 9 de junio hará un Consejo Comunitario en Nueva York, hablará con otros parlamentarios para rogarles que el TLC se tramite, pero todos los días sus actuaciones en la crisis política van en contravía de lo que le exigen, como garantía de que los altos funcionarios del Estado comprometidos en la parapolítica serán castigados. Ahora resulta que propone la excarcelación de sus amigos implicados en los escándalos. ¿Qué dirán de esto los demócratas que ven con sospecha al gobierno colombiano?

No le vale haber contratado empresas de cabildeo, enviar cartas al congreso de EEUU y tampoco le servirá condecorar a Bill Clinton. Los demócratas, aunque suscribieron un comienzo de acuerdo con la administración Bush, no terminan de ponerse de acuerdo entre si y ni siquiera está claro cuando se tramitarán los tratados con Perú y Panamá que al parecer no tienen mayores problemas. Los optimistas dicen que se tramitarán entre agosto y septiembre y el de Colombia está postergado pues el Congreso estadounidense tiene otras prioridades y el gobierno habla de que de pronto se «abrirá una ventana de oportunidades» en junio de 2008.

Muchos de los demócratas que rechazan el TLC argumentan que no están suficientemente protegidos los trabajos y las empresas estadounidenses y el creciente déficit comercial de esa potencia le quita margen a la administración Bush para hacer concesiones en los TLC. No importa que Rangel y Pellosi quieran dar señales a las multinacionales de que ellos también están con el libre comercio. Todo se le complica a Uribe y a Bush y no basta que se gasten millonadas viajando a Washington. La realidad avanza en dirección contraria a los TLC.

En Colombia, el partido liberal, a cambio de prebendas en el Plan Nacional de Desarrollo y de no se sabe cuantas gabelas más, votó aprobando el TLC: 36 votos a favor, 15 en contra y dos abstenciones. La afirmación de que algunos de sus miembros dejarán reservas y que no harían una votación a menos que se les garantice que hay un acuerdo con los demócratas en EEUU, no ocultan el tamaño de la entrega. Gaviria le hizo el favor al gobierno en su peor momento y ni siquiera tuvieron la astucia de esperar el desenlace en EEUU.

El movimiento popular colombiano ha venido luchando contra el TLC y puede decirse que lo ocurrido en EEUU es una consecuencia de esta lucha y de las denuncias que la acompañan. Acaba de realizarse un resonante paro con movilizaciones en todo el país y el ánimo de protesta se acrecienta. Todavía se puede derrotar definitivamente el TLC y su aplazamiento es un innegable revés del gobierno. A las rabietas presidenciales hay que responder con la ira masiva, organizada, civilista y digna del movimiento popular.