La economía colombiana va de mal en peor, y no precisamente porque tenga el poder un gobierno de izquierda o revolucionario, como harían pensar los medios de comunicación, sino porque está en manos de los neoliberales más puros de la clase dominante, aquellos que gobiernan con fanatismo, maquillan cifras y manipulan los datos para obtener […]
La economía colombiana va de mal en peor, y no precisamente porque tenga el poder un gobierno de izquierda o revolucionario, como harían pensar los medios de comunicación, sino porque está en manos de los neoliberales más puros de la clase dominante, aquellos que gobiernan con fanatismo, maquillan cifras y manipulan los datos para obtener los resultados que mejor oculten su desastre. Tal vez la economía colombiana siempre ha estado mal, dependiente de sus materias primas, moviéndose entre los vaivenes del dólar y sin condiciones para que la gente pueda consumir dignamente lo que satisface sus necesidades básicas. Pero nos acostumbraron a mirar solo tres datos que no pueden decir mucho de las situaciones reales en que vive el pueblo: Que el PIB crece así sea poco, que la inflación es estable y que el desempleo crece pero volverá a un dígito.
Incompetencia económica y fanatismo político
Actualmente, ninguno de esos tres datos acompaña las justificaciones que señores como Juan Daniel Oviedo (Director del DANE) o Alberto Carrasquilla (Ministro de Hacienda) hacen en cada entrevista sin saber explicar ni siquiera por qué las cifras que tanto defienden están tan mal. Hace apenas unos días Carrasquilla no supo explicar por qué está incrementando el desempleo nacional que ya ronda el 10,5%, esto se vuelve más preocupante cuando el desempleo en las zonas urbanas ya llega al 10,3% pero que crece más rápidamente que en el resto del país, y si miramos el desempleo juvenil, a principios de año la tasa llegaba al 18,9% y la situación no mejora. La gente se debate en medio del rebusque, la informalidad y la incorporación a las economías vinculadas con el narcotráfico y los carteles de droga aprovechan a su vez esta situación, mientras los funcionarios uribistas con descaro buscan la salida más fácil culpando la migración venezolana como la causa principal, e impulsando el odio hacia nuestro hermano país.
Algo similar ocurre con el crecimiento de la economía que está en 3,1% en el segundo trimestre del 2019, cuando las proyecciones planteadas por el gobierno son de un crecimiento del 3,6%, sobretodo, teniendo en cuenta la pobre cifra del primer trimestre de 2,7% y las nuevas tensiones de la guerra comercial China-USA que hace perder valor al peso. Debido a esto, hay afectaciones en los productos importados que van en aumento y por lo tanto llegarán más caros para los colombianos, a la par que las exportaciones caen un 9% dando como resultado un mayor déficit de la balanza comercial y haciendo más difícil pagar la deuda externa, sobretodo sus exagerados intereses. Por otro lado, gran parte de los ingresos nacionales están determinados por la lotería de las variaciones de los precios internacionales del petroleo. Esas cifras, y la evidente situación del país ponen de nuevo en el debate las promesas y la venta de humo de los fanáticos que actualmente gobiernan. Aún así se atreven a sostener las proyecciones erróneas de sus deseos para crear falsas expectativas a futuro, mientras malabarean con sus malas políticas. Hasta al gerente del Banco de la República Juan José Echavarría atacaron en cabeza de Uribe cuando afirmó que la polarización y las cuestiones políticas afectan el desempeño económico, y recientemente el codirector de esta misma entidad, José Antonio Ocampo, expresaba que las proyecciones de crecimiento económico no pasarán el 3%. Pero los del Centro Democrático no aceptan ni un reparo a pesar de que los digan personajes cercanos a sus élites.
En el caso de la inflación, los técnicos del gobierno dirían que se mantiene alrededor de la meta del 3%, sin embargo, es mayor y con alta probabilidad de que llegue al 4% o más debido al desorden económico existente, lo cual es elevado para las condiciones en que vive la gente de nuestro país, pues el dato por sí solo nada más refleja las variaciones de los precios, y eso es importante para los empresarios a la hora de analizar los costos de los insumos de su producción, pero en lo los productos finales que compra la gente, en la realidad los aumentos son mayores sin tener en cuenta los aumentos del salario mínimo cada año, que incrementan según la orden de los grandes empresarios respaldados por el gobierno. Así, dicha inflación permite dos caminos: que la gente siga igual de mal como está o que su situación empeore cuando no puede ni siquiera sostener el consumo básico que antes tenía.
Maromas para cumplir a los jefes
La flexibilización de la regla fiscal para el 2019-2020 es una evidencia más de la gestión terca y arrogante del actual gobierno uribista. En su esencia, este mecanismo impuesto por entidades internacionales para que Colombia reduzca su déficit fiscal, es dañino para los propósitos sociales y de mejora en la calidad de vida de las personas, aún así con todos los desaciertos económicos que ha cometido el ministro Carrasquilla, se vio obligado a anunciar que el déficit para 2019 no será de 2,4 sino de 2,7% respecto al PIB y que para 2020 ya no será de 2,2% sino de 2,3%. Desde el inicio, los políticos de la clase dirigente que se comprometieron con esta herramienta de supuesta disciplina fiscal, ya la vienen incumpliendo, anuncios parecidos hacía el ex ministro de hacienda Mauricio Cárdenas en el gobierno Santos, hoy lo hace Alberto Carrasquilla con el claro sesgo hacia los empresarios. Sin embargo los recortes al gasto social nunca se suavizan y el pueblo tiene de nuevo dos opciones: cargar con el peso de las pésimas decisiones de estos señores ó salir a protestar contra tales infamias.
Como están de moda las justificaciones xenófobas para alimentar el odio contra Nicolás Maduro y el hermano pueblo de Venezuela, los argumentos son los efectos de la migración venezolana. Y es posible que los migrantes tengan algún efecto y las finanzas del país deban comprometer recursos, pero si analizamos con mayor cuidado, es este gobierno junto con la ayuda de los Estados Unidos quienes declaran una guerra diplomática, mediática, económica, y todas las formas que encuentren, provocando esas migraciones masivas cuando no dejan que Venezuela resuelva sus propios problemas, además no hay en este país una política migratoria eficaz que de verdad se preocupe por atender a los migrantes, sean de Venezuela o de cualquier otro país, y con gran dosis de hipocresía hacen algunos eventos para disipar las necesidades de las personas, haciéndoles creer que acá todo es una maravilla, pero lo que menos les importa son los venezolanos, quieren el poder de los recursos de nuestro vecino y por eso están dispuestos a sacrificar hasta sus mismas proyecciones económicas, ya que hay a quien echarle la culpa. Otros factores que afectan son la fracasada ley de financiamiento, la cual como ya sabemos tenía el objetivo de volcar su peso encima de los menos favorecidos, el excesivo gasto en funcionamiento de la burocracia estatal que pocas veces se debate con seriedad y con soluciones reales, y los excesivos recursos destinados a deuda que es una condición intocable por parte del amo del norte. Por fortuna están los venezolanos, a quienes se puede culpar para ocultar la mezquindad y la ineptitud.
Así, los creyentes del neoliberalismo son presas de sus propias políticas, pero son las mayorías las que sufren su arrogancia y esa falta de incapacidad que solo pone en peores condiciones a las personas más necesitadas, mientras ellos experimentan, improvisan y justifican sus fracasos de la manera que tengan que hacerlo, sin ética frente al pueblo y sin importar las consecuencias de las órdenes que dan desde sus escritorios.