Darío Acevedo, historiador, profesor jubilado de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, fue nombrado Director del Centro Nacional de la Memoria Histórica (CNMH). Este académico ha sido duramente cuestionado por su posición de negar que el conflicto colombiano tenga hondas raíces sociales, económicas y políticas. Así lo expresó el docente en una entrevista publicada […]
Darío Acevedo, historiador, profesor jubilado de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, fue nombrado Director del Centro Nacional de la Memoria Histórica (CNMH). Este académico ha sido duramente cuestionado por su posición de negar que el conflicto colombiano tenga hondas raíces sociales, económicas y políticas. Así lo expresó el docente en una entrevista publicada por el diario El Colombiano al plantear que lo definido por el legislador en la Ley 1448, de Víctimas, de junio de 2011 -que reconoce expresamente la existencia de un conflicto armado- no puede convertirse en verdad oficial («El conflicto armado no puede convertirse en verdad oficial», 02/02/2019).
Pero las diferencias van más allá de si hay o no conflicto armado interno, involucra también otros puntos como su ácida crítica a los Acuerdos de Santos con las FARC y uno de sus resultados claves: la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad o Comisión de la Verdad. Muchos han opinado sobre su nombramiento, en esta ocasión se intentará vislumbrar las incongruencias de Acevedo con su trayectoria misma.
Acevedo tuvo un origen modesto, de joven fue obrero de Polímeros Colombianos, militante del Partido Comunista de Colombia M-L que tenía un brazo armado, el Ejército Popular de Liberación, y activista sindical influenciado por el Sindicalismo Independiente y Clasista. Estuvo unos días detenido en la cárcel «La Ladera» por repartir propaganda revolucionaria, así quedó registrado en El Colombiano del viernes 7 de abril de 1972, p. 4, a cuatro columnas «DECOMISADA PROPAGANDA SUBVERSIVA»: allanada su casa le encontraron «cintas engomadas colocadas en algunos sitios como sanitarios, bares, buses, vitrinas que dicen ‘No vote. Apoye la guerra popular. Viva el EPL'»; para colmo de su mala suerte dice la prensa que le encontraron «un cuarto de libra de marihuana en un cajón de un escritorio del mismo señor Acevedo»; tanto él, como docenas de estudiantes detenidos, recuperaron su libertad gracias a que fue una de las condiciones para levantar el paro.
Cursó Historia en la Universidad Nacional (UN) de Medellín, de 1978 a 1985, años de efervescencia social en los que estuvo al lado de huelguistas y tirapiedras; su tesis de grado se tituló «Gerardo Molina el intelectual, el político», dice Acevedo en el libro colectivo «Pensamiento colombiano del siglo XX» (Editorial Pontificia Universidad Javeriana y Pensar, 2003), concretamente en el capítulo de su autoría «Gerardo Molina (1906-1991)»: «Mi tesis de grado como historiador … fue publicada a instancias de un grupo de maestros pertenecientes a Fecode…» (p. 192). Se vinculó a la Universidad Nacional y al poco tiempo tuvo «que salir de Medellín por amenazas de grupos paramilitares y fue albergado en nuestro claustro, en donde además culminó su maestría en Historia», según carta del claustro de profesores de Historia de la Nacional de Bogotá enviada a Acevedo el 26 de febrero de 2019.
Efectivamente entre 1989 y 1992 hizo su maestría, su tesis se llamó «La mentalidad de las élites sobre la Violencia en Colombia», fue publicada por la Nacional y el Ancora Editores en 1995 y prologada por Gonzalo Sánchez; llama la atención uno de sus apartes referido a la intransigencia de las élites políticas de la época «cada cual expone que la salvación del país solo es posible con su victoria y la caída al abismo si triunfa el adversario» (p. 83). A finales de la década de los noventa, ya de regreso en Medellín, participó en la Comisión de Paz de la Nacional sede Medellín, la cual estaba articulada a la Red de Universidades por la Paz (Redunipaz): Alejo Vargas, Humberto Vélez, Jaime Zuluaga y otros connotados académicos compartieron con él ideas y propuestas sobre el conflicto colombiano. Acevedo no cuestionaba en aquel entonces la categoría de conflicto armado interno.
Con el triunfo de Álvaro Uribe Vélez el profesor Acevedo sufrió una metamorfosis que a muchos sorprendió. Tanto en sus intervenciones públicas como en sus abundantes artículos de opinión dejó ver su «nuevo» pensamiento político. Hay un texto colectivo titulado «Parapolítica-verdades y mentiras» (Planeta, 2008), en el que comparte páginas con César Mauricio Velásquez (Secretario de prensa de Uribe implicado penalmente en las «chuzadas») y Luis Carlos Restrepo (Comisionado de paz de Uribe prófugo de la justicia), en dicha obra Acevedo escribe el ensayo «Qué pasó con el paramilitarismo en la era Uribe». Allí defiende el proceso de paz adelantado por el primer mandatario. Refuta a quienes lo objetaban planteando que «Si estarían dispuestos a aceptar una duplicación del gasto militar para optar por la alternativa de hacerle la guerra de sometimiento a estos grupos en vez de negociar con ellos (p. 261)». Además apoya la decisión de Uribe de extraditar a los líderes paramilitares porque «estaban chantajeando con la verdad» y encima que era muy dificultoso tenerlos presos en Colombia, no obstante, ahí quedaban los mandos medios para continuar con la verdad (pp. 262, 263) y apunta que «El proceso de desmovilización de los paramilitares es un proceso abierto, inédito, muy experimental … da lugar a ajustes y recomposiciones … la aplicación de la Justicia Alternativa … [en] Colombia es un laboratorio. Sabemos que la verdad y la reparación absoluta de las víctimas, aunque deseable es un imposible, por lo mismo sabemos que no todo está sujeto a un libreto preestablecido» (p. 263).
En el 2013, a dos años de dictada la Ley 1448 que reconocía la existencia del conflicto armado interno, apareció el No. 9 de la revista «Prospectiva UN [Universidad Nacional] – Agendas de Conocimiento», dedicada a «Estado, sistemas políticos y jurídicos» y uno de los ejes es el «Análisis del conflicto interno armado» con los siguientes subtemas: «1°: tipología del conflicto, orientada al estudio y caracterización del mismo … 2° actores e intereses, referido a los involucrados y perspectivas; 3° … dinámicas que adquiere el conflicto según el ámbito en que se desarrolla: regional, local, sectorial y social … 4° … estado del arte e historicidad del conflicto, cuyo objetivo es enriquecer y (re)construir las genealogías del conflicto en Colombia desde distintas perspectivas; 5° … perspectivas de solución del conflicto, se refiere al estudio, el análisis y a la construcción de las alternativas posibles para la superación del conflicto armado interno en Colombia» y el último subtema, el del postconflicto, intentando recoger las experiencias de otros países en ese sentido (p. 49). Todo un ambicioso proyecto investigativo alrededor del conflicto armado interno elaborado por un equipo de expertos profesores de la Universidad Nacional, el primero en la lista: Rubén Darío Acevedo Carmona.
Entonces llegó un momento en que las incongruencias de Acevedo se hicieron visibles:
-. Acevedo antimarxista, antiizquierdista, anti movimiento estudiantil: sostiene que el paradigma de la lucha de clases y del marxismo se ha tomado la educación pública, con Fecode a la cabeza (nido de izquierdistas de todas las tendencias) y secundado por docentes universitarios que siguen ensalzando a los obreros, a Marx, la revolución rusa, etc. Acevedo rompió con su pasado de militante revolucionario, se olvidó de aquellos amargos días en la cárcel por repartir propaganda, de los profesores de Fecode que le publicaron su tesis de grado: un converso en toda regla.
-. Acevedo anti defensa de la educación pública: afirma que los estudiantes llevan «50 años repitiendo la misma película». Éste profesor se jubiló en la universidad pública, allí se formó, construyó un proyecto de vida y luego denigra de quien le dio de comer dignamente. No se acuerda tampoco que gracias a una de las «películas» de los estudiantes salió de prisión por subversivo (en lenguaje de hoy terrorista) en 1972.
-. Acevedo anti Constitución de 1991: cuando plantea que los rectores de las universidades públicas no deben comprometerse con el tema de la paz pues ello va aparejado con el de la guerra, que esa no es su misión, que eso hay que dejarlo al gobierno, a los grupos armados y a los especialistas. Desconoce el art. 22 de la Constitución que dice: «La paz es un derecho y un deber de obligado cumplimiento». Pero cuando él hizo parte de la Comisión de Paz de la Nacional, sede Medellín, no hubo problema…la paz estaba de moda.
-. Acevedo anti «conflicto armado interno»: llama «verdad oficial» a la conclusión a la que han llegado académicos, legisladores, organizaciones sociales y observadores internacionales, en cuanto que existen causas objetivas (desigualdad económica, exclusión política, etc.) que dieron fundamento al levantamiento armado. Esa «verdad oficial», que en sí misma es una «categoría abierta», la cataloga como si fuera una «verdad revelada» propia de una religión y ahí aparece su discurso aparentemente científico, que por supuesto, refuta este tipo de verdades absolutas (cerradas). Pero el interés de Acevedo no es gratuito, al negar la existencia de conflicto armado interno con causas objetivas, le tiende un manto de impunidad a las élites responsables del manejo económico y político del país, amén de que dejaría sin fundamento una posible intervención de la Corte Penal Internacional (CPI) en un conflicto armado no internacional, debidamente reglamentado en el Estatuto de Roma…obviamente a Acevedo no le gusta la CPI.
-. Acevedo anti Acuerdos de La Habana: contrasta las viscerales críticas al proceso de negociación con las Farc (tituló una columna de julio de 2015: «Santos prisionero de las Farc») con la flexibilidad con la que asumió la negociación con los grupos paramilitares, recuérdese cuando afirmó que era un «proceso experimental que no podía ceñirse a libretos preestablecidos».
-. Acevedo anti Comisión de la Verdad (CV): la considera impertinente porque está dirigida por un sacerdote simpatizante de la teología de la liberación (Francisco de Roux) y tiene a su interior un marxista pro Farc (Alfredo Molano) y una mujer que fue la compañera del ex terrorista del ELN León Valencia. No le simpatiza la idea que la CV vaya a los territorios a hablar con las víctimas y menos que recoja la versión de los victimarios. Propone un grupo de sabios académicos dirigido por Colciencias, que de manera «aséptica y sin influencias ideológicas» nos cuente a los colombianos qué pasó. En sus cuestionamientos ataca las conclusiones de las dos Comisiones de la Verdad que han existido hasta hoy: la de 1958 que produjo el texto «La Violencia en Colombia» y la de 1988 que llamó su informe «Colombia: Violencia y Democracia», ésta última compuesta por conocidos académicos y «coincidencialmente» financiada por Colciencias y dirigida por Gonzalo Sánchez (quien hasta hace poco dirigió el CNMH); hoy se distancia del informe coordinado por Sánchez porque reconoce «causas objetivas del conflicto». Claro que en esa época no dijo nada, es más, como se dijo al comienzo, Gonzalo Sánchez le prologó un libro a Acevedo en 1995…épocas aquellas.
En conclusión Acevedo no quiere:
· Que se reconozca el conflicto armado interno y menos sus causas objetivas, sostiene que lo que hubo fue un levantamiento de grupos inspirados en el comunismo que fueron derrotados y que devinieron en narco terroristas (vaya parecido a la doctrina de la seguridad nacional).
· Que se construya una memoria con la versión de los victimarios, así lo expresó cuando extraditaron a los jefes de los paramilitares en 2008, pues «chantajeaban con la verdad» y lo ratifica hoy al pretender construir una memoria sin sus voces, pues «para eso está la justicia» (entrevista de El Colombiano citada al principio).
· Que exista una Comisión de la Verdad ya que está infestada de marxistas.
En síntesis, Acevedo actúa hoy como lo hizo Laureano Gómez en los años cuarenta y comienzos del cincuenta del siglo pasado, es decir, es incapaz de pactar con el que piense diferente, para Gómez fueron los liberales, para Acevedo todo lo que huela a izquierda o a marxismo. Contribuirá, desde la «memoria oficial» (entendida como pública) a que se hagan trizas los acuerdos de paz y a que reine la impunidad entre las élites dominantes, responsables de los principales horrores que han azotado a Colombia en los últimos 90 años.
No lo tiene fácil Acevedo, el CNMH ha producido unos 80 informes de alta calidad, el S.J. Francisco de Roux director de la Comisión de la Verdad, en un saludo protocolario «ya se la cantó»: «Confiamos en que el desafío que usted asume mantendrá el rigor e independencia que ha distinguido al CNMH en su contribución a la comprensión histórica de la tragedia vivida por nuestra sociedad».
Nota: las columnas del diario El Espectador que registran los planteamientos de Acevedo aquí mencionados son: «Santos prisionero de las Farc», «Un movimiento raro», «Confines de un movimiento universitario sin fin», «¿Dónde está la Verdad? I y II», «Academia y política, un cóctel indeseable», «La batalla por la Verdad y la Memoria» y «Verdad e Historia I y II». Se pueden encontrar aquí .
El «zorro» Julio Argentino Roca, quien manejó los resortes del poder en Argentina durante un cuarto de siglo, incluyendo las presidencias de 1880-1886 y 1898-1904, en una caricatura del semanario Don Quijote de 1884. Un Uribe ante literam.
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