«Nuestra única arma será la palabra», fueron unas de las frases en el discurso del Jefe de las FARC-EP Timoleón Jimenez, el día 27 de junio, en un campamento especial en la Macarena, Meta. Luego de más de cincuenta y tres años de guerra por la justicia social lasFARC-EP, hicieron dejación de las armas, dando […]
«Nuestra única arma será la palabra», fueron unas de las frases en el discurso del Jefe de las FARC-EP Timoleón Jimenez, el día 27 de junio, en un campamento especial en la Macarena, Meta.
Luego de más de cincuenta y tres años de guerra por la justicia social lasFARC-EP, hicieron dejación de las armas, dando cumplimiento al acuerdo final suscrito con el gobierno del presidente Santos y al mandato de la X Conferencia Nacional guerrillera, la cual aprobó la transición de la estructura político-militar a un nuevo partido político.
De igual manera dejo establecida la Conferencia Nacional Guerrillera, realizada el año pasado, la necesidad de la búsqueda de la unidad con los sectores progresistas, democráticos y revolucionarios del país, la cual apuntaría a conformar una gran convergencia de lucha política dentro de los marcos de la actual institucionalidad.
Las FARC-EP rubricó con la dejación de armas, del 100 por ciento de sus combatientes, meterse en el ejercicio de la política sin armas asumiendo la palabra como elemento sustancial de su nueva política que, según lo manifestado por sus máximos dirigentes, buscaría el impulso de las reformas y ajustes que atiendan las demandas de la paz y las transformaciones que exige Colombia.
Debemos tener en cuenta que los antecedentes históricos de los acuerdos de paz firmados en Colombia, entre el estado y organizaciones guerrilleras, no son un buen referente para este nuevo esfuerzo y para este nuevo momento. Muchos de los procesos abiertos han traído aparejado el asesinato de los dirigentes guerrilleros, desde cuando la guerrilla liberal revolucionaria de Guadalupe Salcedo que se desmovilizó en los llanos colombianos, año de 1958.
Otros empeños han producido el exterminio de combatientes y de muchas organizaciones surgidas de esos pactos. Lo acontecido a la Unión Patriótica en la década de los 80 es un testimonio viviente de ello. Por eso hay que mantener la movilización y la exigencia para que no se repita el genocidio a los que quieren hacer transito a la lucha legal y el estado cumpla con los acuerdos.
Así como impedir que se extermine al movimiento popular.
De otra parte creemos que hay que seguir luchando por la paz completa apoyando la dinámica política que surja de la actual mesa de conversaciones de paz entre el gobierno y la insurgencia guerrillera del ELN. Lo mejor que podía suceder es que toda la insurgencia colombiana hubiese logrado construir una agenda unitaria para la paz, una misma dinámica política y un mismo acuerdo de solución al conflicto armado. Las misma complejidad de la guerra impidió estrechar por las FARC y el ELN un mismo sentido en el tiempo para hacer una paz unificada.
Lo anterior, de todos modos, no demerita que la finalización del conflicto armado del estado colombiano con las FARC es todo un acontecimiento político que levanta la esperanza de una Nueva Colombia con justicia social, libertad, inclusión social.
Los retos de Colombia
En los últimos meses Colombia ha asistido a una nueva oleada de protesta social desde diferentes comunidades, desde diversas organizaciones sociales y políticas, reafirmando con ello que la desigualdad en el país aún sigue intacta y que todavía falta mucho trecho por derribar las causas que han originado el conflicto social y armado. Esperamos que con la implementación de los acuerdos de paz sea el comienzo de las garantías para el ejercicio de la política que sigue siendo ausente y ha sido muy esquivo por la oligarquía que ha preferido el expediente del exterminio al opositor.
Una muestra de ello es que durante esta fase de la implementación de los acuerdos de la Habana casi un centenar de líderes y dirigentes sociales y políticos, así como varios combatientes fueron asesinados. Esta dinámica criminal debe parar.
De hecho en Colombia se manifiestan muchos interrogantes. ¿Cumplirá el gobierno lo pactado?, ¿la ultraderecha y el uribismo como cabeza visible de esta entenderá los retos y necesidades de insistir en la paz?, ¿cesaran los asesinatos de líderes populares?. Los retos para la paz son profundos y la certeza de los colombianos y colombianas aumentaría si se cumplen con la totalidad de los acuerdos
pactados en la Habana siendo conscientes que las Farc han cumplido y le toca al gobierno ponerse serios para hacer lo mismo pues han hecho el oso.
También tienen que ver los retos con avanzar en la agenda pactada con el ELN que se centra en la participación de la sociedad, fundamentalmente de sus mayorías nunca escuchadas y que han sido desconocidas en su participación para solucionar los grandes males de la sociedad.
Desde la comunidad internacional y desde Colombia debemos empeñarnos en que toda la acción por la paz se traduzca en cambios estructurales y acompañar la apuesta de las FARC como un nuevo camino para todos los sectores que se seguirán comprometiendo con la construcción y la forja de un país distinto y más justo.
El continente está viviendo una inflexión en cuanto al avance de los gobiernos democráticos y progresistas, puesto que la contrarrevolución imperial adquiere dimensiones globales. Nuevas oleadas revolucionarias son necesarias y vendrán como expresión de una necesidad histórica en la lucha por el cambio del orden mundial por un mundo de justicia, dignidad y libertad plena. La paz de Colombia es parte de una América región de paz.