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El odio coagulado

Fuentes: Rebelión

“¿A qué hora perdimos tan inútilmente esta batalla?”  Con esta pregunta finaliza su análisis segado  sobre el estallido social actual en Colombia la señora María Isabel Rueda, en su columna periodística del diario El Tiempo de Bogotá del 09 de mayo 2021, como oráculo mayor que también durante muchos años llevó la vocería de la oligarquía colombiana como orientadora de la Gran Embajada blindada.

 La respuesta es sencilla y la dio el entonces coronel Simón Bolívar el 3 de julio de 1811, en uno de sus primeros pronunciamientos anti colonialista ante la Sociedad Patriótica de Caracas cuando los miembros más destacados de la aristocracia caraqueña le pidieron calma para iniciar un proyecto independentista a lo cual respondió :

….”Se discute en el Congreso Nacional lo que debiera estar decidido. ¿Y qué dicen? que debemos comenzar por una confederación, como si todos no estuviésemos confederados contra la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de España. ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos resueltos a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. ¡Que los grandes proyectos deben prepararse en calma! Trescientos años de calma ¿no bastan?”…

De momento, podríamos recordarle a la quejumbrosa que, desde 1830 cuando el asesino intelectual del Libertador F.P. Santander, el fundador de la oligarquía colombiana que ella tanto ha defendido, defiende y defenderá hasta hoy 191 años después, para mantenerse en el Poder y usufructuar las arcas del Estado recién fundado, el recurso ideológico fundamental de su dominación explotadora consistió en introducirles el ODIO (con mayúsculas) a las masas de trabajadores, peones, etc, y en fin, a toda la población subordinada, enfrentándola en dos bandos irreconciliables y se odiaran a muerte durante siglos.

Odio sectario político ideológico (sustentado por la curia católica hoy arrepentida) entre los partidos políticos liberal y conservador que bien pronto institucionalizaron y legitimaron sobre la base de ese  sectarismo fanático adscrito, heredado y coagulado entre familias de generación en generación: La emoción irracional entre “cachiporros (del partido Liberal) y godos (del partido conservador) ” que llevó a los colombianos a 9 guerras civiles bipartidistas liberal-conservadoras durante los Siglos XIX, y a una guerra civil bipartidista permanente durante la primera mitad del siglo XX, que se trasformó en confrontación Estado-guerrillas marxistas.

¿A qué hora hicimos semejante estropicio humano? debería estarse preguntando el añoso oráculo periodístico del aristocrático diario El Tiempo, quien parece seguir conservando la mentalidad militarista de aquellas guerras civiles, de victorias y derrotas y batallas perdidas, en lugar de compungirse aunque fuera teatralmente.          

La atracción-rechazo es una emoción humana básica, como lo es la alegría-tristeza. Pero se necesita la Razón y la Cultura es decir de la Sociedad y la Historia para convertirlas en odio, crueldad, muerte y desolación, que son irracionales y sobre todo negación del desarrollo de la humanidad, es decir inhumanas. El problema radica en que una vez el odio se han hecho carne de la carne es bien difícil extirparlo o erradicarlo del comportamiento humano. Por eso el libro de los libros sentencia con muchos años de experiencia: “Quién siembra vientos cosecha tempestades”.

Doscientos años explotando, sometiendo y humillando; maltratando, insultando y exterminado indígenas encomendados o mitayos; a negros traídos como esclavos, luego, llevando a sus descendientes ya mezclados a que se matasen y exterminasen entre si con un odio político tan acerbo como desconocido: Chusma, plebe, vulgo, gentuza, indio cochino, negro hediondo, mulato corroncho, boyaco zarrapastroso, bandidos, bandoleros, terroristas vestidos de civil recogiendo café, castrochavistas, etc, tenían que llegar a ponérseles fin algún día, que no dudo está próximo a llegar en la atormentada Colombia; donde ese viscoso odio de clase coagulado en 200 años de explotación y dominación inmisericorde, detenido en ese reloj derretido que nos dejó descrito como herencia el gran García Márquez.  

La batalla que la columnista del diario El Tiempo reconoce estar perdiendo es precisamente esta: La razón contra la barbarie inhumana que a medida que más mata más muere; el conocimiento racional colectivo hecho masa, de que la manipulación de las emociones sea desde un periódico tradicional o desde un pulpito de los antiguos puede estar llegando a su fin. Es decir la lucha de las ideas movilizada y en un masivo y combativo Paro Nacional que está dando pasos agigantados en las calles y carreteras de Colombia y,  conducirá al pueblo trabajador hasta conseguir un nuevo consenso Constituyente y posiblemente una nueva Hegemonía.

Ya lo dijo nuestro Padre libertador al iniciar su gesta anti colonialista que dio la primera independencia: ¿Trescientos años no bastan?

Fuente imagen Internet.