La reciente subida de los precios del crudo ha vuelto a relanzar un debate histórico: la importancia geoestratégica que juega el petróleo en las actuales relaciones internacionales. Lejos de los análisis coyunturales, es necesario reconocer que en la actualidad la lucha de intereses que se tejen en torno al control y la producción de ese […]
La reciente subida de los precios del crudo ha vuelto a relanzar un debate histórico: la importancia geoestratégica que juega el petróleo en las actuales relaciones internacionales. Lejos de los análisis coyunturales, es necesario reconocer que en la actualidad la lucha de intereses que se tejen en torno al control y la producción de ese oro negro atraen a un número importante de actores. Y fruto además de todo ello no sería muy descabellado apuntar hacia la utilización política y partidista del mismo como otra de las bases para entender mejor la actual «crisis».
En esa compleja red de protagonistas en ocasiones se enfrentan esos protagonistas que en otro momento pueden ser aliados. En la actual «crisis» parece claro que las intenciones de la todopoderosa OPEP son condicionar el proceso electoral en EEUU y lanzar un mensaje a ese país. La reacción de éste todavía está por venir, pero si atendemos a los antecedentes históricos, podremos entender mejor la política exterior que se desarrolla desde Washington en torno a este tema.
La política exterior de Washington en los últimos años ha estado protagonizada por diferentes intervenciones militares que han ido acompañadas de la instalación de bases en áreas estratégicas del mundo, logrando de esta manera una influyente presencia geopolítica y militar sobre zonas como Asia Central, Nigeria, Sudán, Venezuela, Colombia, Golfo Pérsico…
Si a corto plazo parece que se subraya la importancia militar y geoestratégica de esa presencia, a largo plazo se busca implementar el control absoluto sobre buena parte del petróleo y gas que se encuentra en todo el mundo y que puede convertirse en la fuente energética que más necesita Europa y el Norte Asiático (China, Japón y Corea). Para llevar a cabo esta estrategia el gobierno norteamericano no va a dudar en eliminar o manipular cualquier obstáculo que se le ponga por delante, ya sean movimientos religiosos, nacionalismos locales, etc
Es de sobra conocido el interés que EEUU tiene por el petróleo iraquí. Si el gobierno norteamericano logra el control de Irak, podrá manejar también su producción de petróleo, así como las reservas del vecino Kuwait. Con estos movimientos podrá influir sobre el precio futuro del crudo, lo que a su vez sirve para controlar a Irán y Arabia Saudí. Bush sabe que el dominio de Irak le puede suponer el control directa o indirectamente, del crudo del Golfo. Además, sin olvidarse de sus intereses y de su presencia en Afganistán, en Asia Central y en el Cáucaso, donde también podría contar con importantes reservas.
Además, el control de las reservas energéticas puede suponer el fin de la dependencia de Estados Unidos con la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), otra de las fichas de este puzzle.
El papel de las multinacionales
Otro importante protagonista son las compañías internacionales de gas y petróleo .Estas han logrado situarse en el epicentro del tablero, no solo en aspectos comercial o técnicos, que por su capacidad sería comprensible, sino sobre todo en el centro de este nuevo contexto geopolítico. Aprovechando su privilegiada posición han condicionado el acceso a información y datos técnicos a buena parte de los investigadores del tema, lo que les ha llevado a teledirigir buena parte de los estudios que sobre geopolítica energética se vienen publicando.
Y detrás de esa política no están sino los grandes intereses de las empresas petroleras, las llamadas «Siete Hermanas» (Exxon, Gulf, Texaco, Mobil, Socal, BP y Shell). Las siete mega-corporaciones que dominan el mundo del petróleo, y que están esperando impacientes lo que se ha venido en llamar su «resurrección». Un aspecto clave para entender la importancia de la geopolítica energética reside en el papel determinante que algunas compañías petrolíferas internacionales desempeñan en la configuración de la política exterior de países como Estados Unidos.
Para llevar a cabo sus estrategias estas compañías utilizarán diferentes fórmulas, desde la cooperación regional y multidimensional, hasta compartir responsabilidades y proyectos con otras empresas del ramo. Enmarcada en la importancia geoestratégica que va a desempeñar el papel de las multinacionales del petróleo conviene remarcar que éstas tienen su propia política exterior que va a condicionar sin lugar a dudas la propia política de los estados.
Algunos analistas han señalado que «si buscas el control del mundo, necesitas controlar el petróleo. Todo el petróleo, en todas partes». Sin embargo, esta estrategia en torno a las fuentes energéticas no es un fin en sí misma, el petróleo y el gas no son el objetivo último de Estados Unidos. Todo gira en torno al control, si el gobierno norteamericano logra el control de las fuentes de energía tendrá a sus rivales bajo su control y sería el vencedor en este «Gran Juego». Y esto es algo que las potencias mundiales, o las que aspiran a serlo, lo saben, por ello no cejarán en su intento por competir en busca de la llave que les garantice esa privilegiada posición en el tablero mundial.