No queda la menor duda de quiénes son los responsables de las artimañas contra la paz y la democracia en Colombia, como de quiénes son sus defensores de oficio en esta inserción colonial de un país en el que no se detiene la acumulación salvaje de capital, y desde luego menos se detendrá la guerra, […]
No queda la menor duda de quiénes son los responsables de las artimañas contra la paz y la democracia en Colombia, como de quiénes son sus defensores de oficio en esta inserción colonial de un país en el que no se detiene la acumulación salvaje de capital, y desde luego menos se detendrá la guerra, responsabilidad de la oligarquía gran subalterna, quien concentra la producción, los servicios, las finanzas, el comercio, los medios de comunicación, corporaciones de ahorro y vivienda; las armas contra el pueblo, y desde luego el negocio del narcotráfico con el que gobierna al servicio de poderosos grupos financieros nacionales y multinacionales.
En lo que consideran su país, «los Uribe y CIA limitada», pretenden intensificar la expoliación y la muerte por decreto, pues su dominación económica, política, social, cultural y militar estaría garantizada con la derrota o la rendición de la insurgencia popular, combatida por los nuevos padres de la patria, senador@s y representantes narcotraficantes y mafiosos, que con absoluta impunidad muestran de nuevo las garras de la narco-derecha Colombiana, y su poder para tomar las decisiones políticas, militares y judiciales del actual gobierno, como del que aspiran a encabezar.
Estas mafias, las de Uribe y CIA, han logrado la inserción orgánica y legal en todas las esferas de la vida del país, incluidas las pugnas por las cuotas del poder en las grandes ciudades, como en los corredores estratégicos para la economía nacional, donde se reparten poder y riqueza, movilizando contra el pueblo a todas sus fuerzas criminales, militarizando la vida civil, e intensificando todo tipo de medidas de fuerza contra la paz, entre las que se destacan la persecución a los dirigentes populares, las matanzas a la población civil, asesinatos y desapariciones de luchadores y dirigentes del pueblo, reforzamiento de los aparatos militares, policiales, y para-militares, acciones antiguerrilleras de gran envergadura, así como bombardeos indiscriminados sobre quienes consideran no afectos a su proyecto electorero o de paz.
Así las cosas, y en el «país del procurador, y de Uribe, el narco», como expresiones abiertas de una tiranía, con un ministro de defensa fanfarrón, y facho, que se niegan al diálogo digno con la nación y las mayorías populares, corresponde entonces intensificar la rebeldía autónoma y popular por la paz, que lanzará una ofensiva masiva de movilizaciones y operaciones de defensa popular, con iniciativas múltiples, audacia, y unidad; y contra un Estado descompuesto, unas fuerzas armadas desmoralizadas, corruptas y burocratizadas.
El pueblo continuará estableciendo las bases para avanzar en los objetivos de paz, y en un proyecto conjunto para mantener el rumbo libertario, encabezando una solución política al conflicto, aspecto no abstracto, pues la construcción de la paz debe contar con un escenario constituyente que reitere las urgencia histórica de transformaciones de fondo, y contra los planes de reactivación económica y pacificación política oligárquicos, que en todas las circunstancias tendrán una respuesta digna, y desde la combatividad del pueblo Colombiano, hoy en búsqueda de la verdadera paz.
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