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El país virtual y el país real

Fuentes:

Editorial de Insurrección. Publicación del Ejército de Liberación Nacional (ELN)Fue un espectáculo el que presenciamos los televidentes colombianos el sábado 17, en el que estuvieron como comediantes los Ministros del mandato de la «seguridad democrática», dando inicio a la campaña reeleccionista del presidente. Durante once tediosas horas desfilaron ante las cámaras, uno a uno, informando […]

Editorial de Insurrección. Publicación del Ejército de Liberación Nacional (ELN)
Fue un espectáculo el que presenciamos los televidentes colombianos el sábado 17, en el que estuvieron como comediantes los Ministros del mandato de la «seguridad democrática», dando inicio a la campaña reeleccionista del presidente.

Durante once tediosas horas desfilaron ante las cámaras, uno a uno, informando resultados de dos años de gobierno que no compaginan con la realidad del país, ni reflejan la situación en que viven las mayorías de la nación, dejando además sin abordar temas de la importancia de la salida política al conflicto interno, entre otros.

En las cuentas del gabinete ministerial el país anda bien, gracias a la acertada gestión del gobierno uribista: los problemas reducidos considerablemente y buenas perspectivas para solucionar los que quedan. Eso fue lo que nos dijeron. Pero parados en la orilla de lo real, la situación se ve totalmente distinta. Esta verdad es corroborada por otros dos informes, dados a conocer en días anteriores, que dicen lo contrario y dejan sin piso el balance virtual del mandato de la «seguridad democrática».

Uno es el de la Contraloría General de la Nación. Este señala que el país afronta una profunda crisis humanitaria derivada del incremento de los índices de pobreza e indigencia en los últimos años, de la reducción de los ingresos en un 25%, del aumento del desempleo, del desplazamiento interno y de la distorsión del mercado laboral, entre otros factores.

En el año 2003, el 64.2% de los colombianos estaban por debajo de la línea de pobreza y el 31% en la indigencia, según los análisis hechos por esa institución gubernamental.

El otro informe es del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Esta institución de la ONU le hace seguimiento a todos los países y analiza el Índice de Desarrollo Humano (IDH) a nivel mundial, en base a tres elementos: la esperanza de vida, el PIB y el acceso a una educación de calidad.

De acuerdo con este índice, entre los años 2003 y 2004 Colombia descendió del puesto 64 al 73, lo cual refleja el alto grado de vulnerabilidad y deterioro de la calidad de vida en que está su población, resaltando entre las causas tres elementos: reducción del PIB que descendió en el último año de US 1.915 a 1.850, el aumento del desplazamiento que llegó a 2.040.000 personas y el incremento de la desigualdad en los ingresos.

Estos dos informes que son coincidentes, reflejan con objetividad el drama que están viviendo más de treinta y tres millones de pobres y trece de indigentes en Colombia.

Son testimonio de esta realidad los trabajadores que sufren la reducción de los ingresos y se ven imposibilitados para pagar los altos costos de la educación y la seguridad social privatizada, así como los elevados precios de la vivienda y la alimentación.

Los campesinos que desarraigados de la tierra, deambulan sin destino y sin pan. Los marginados sociales, que perdieron la esperanza de empleo y andan en el rebusque en semáforos, ventas callejeras o cantando en los buses. Los despedidos de las empresas y del Estado que no encuentran nuevos empleos y los destruye la angustia de no saber cómo resolver las obligaciones económicas. Los profesionales que salen a un mercado sin posibilidades y terminan en el rebusque o de emigrantes en otros países.

Esta es la Colombia real que vemos en cada esquina, en cada calle, en cada casa, en cada camino, en cada pueblo, en cada rancho, muy diferente a la Colombia virtual que aparece en el balance maquillado por los Ministros para mostrar a través de cifras manipuladas que el país está mejor, que las perspectivas son mejores y que saldremos del túnel definitivamente si el timonel continúa en las manos del actual gobierno.

El espectáculo que vimos el sábado pasado no fue el Informe a la Nación , como debió ser, sino el lanzamiento de la campaña electoral del Álvaro Uribe Vélez para un nuevo período presidencial, retocado delicadamente para cautivar con las «bondades» de la gestión del candidato.

El discurso del presidente el 20 de julio en la instalación del Congreso, fue el de un candidato a la presidencia, marcando los énfasis en los temas sociales para llevar esperanzas a las masas angustiadas y en el diálogo para aparecer menos guerrerista ante un país que está clamando por la paz. Pero en el mismo discurso, más adelante se contradijo cuando, en su condición de Jefe de Estado, anunció los paquetes de reformas que, de aprobarse, descargarán todo su peso sobre los colombianos más vulnerables y de menos ingresos, favoreciendo la acumulación de capital de unos pocos.

Basta con mirar el proyecto de la tercera reforma tributaria de su mandato, el cual pretende mejorar las finanzas para sostener la guerra, castigando los consumidores con el incremento del IVA y extendiendo el cobro a todos los elementos de la canasta familiar, con excepción de solo cuatro de ellos, a la vez que alivia y otorga gabelas a los grandes capitales.

La reforma pensional es otro nuevo golpe que se suma a la criminal reforma laboral contra los trabajadores, con el incremento de la edad para la jubilación (57 años para las mujeres, 65 para los hombres), la imposición del impuesto a las pensiones que en un primer momento se aplicará a las pensiones altas pero más adelante se extenderá a todas.

La reforma a la seguridad social, direccionada a la privatización de los servicios, canaliza los subsidios anunciados hacia unos pocos mercaderes que se enriquecen con los dineros del Estado y la reducción de la calidad de servicios a los usuarios. Esta reforma, complementaria de la ley 100 de 1993, que destruyó los cimientos de la salud pública, once años después se materializa en el cierre de los principales hospitales del país y en la crisis del sistema de salud a nivel nacional, que ya tocó fondo.

Visto en su conjunto, el discurso de Uribe es coherente con el modelo de crecimiento económico en que navega el país, donde los más pobres y vulnerables de la sociedad son obligados a subsidiar los más ricos para que éstos acumulen más capital dentro del supuesto que lo reinvierten y generen nuevos puestos de trabajo. Esta lógica del desarrollo neoliberal se cumple en lo referido a la acumulación, pero no en generar el desarrollo social prometido pues los capitales se direccionan preferiblemente a la prestación de servicios especulativos.

El resultado de las nuevas reformas económicas, la privatización de las empresas rentables del patrimonio nacional, la deuda pública impagable y la anexión económica al imperio a través del TLC, son las cabezas del dragón que con coletazos, va a hundir el país.

Si no es suficiente la tragedia nuestra para hacernos reflexionar, ahí está Latinoamérica hundiéndose también en la desesperanza, en medio de volcanes que anuncian la explosión social que se avecina, desde el Rió Bravo al norte hasta la Patagonia. Dentro de estas perspectivas es que adquiere importancia geoestratégica el conflicto interno colombiano para el imperio.

El presidente Uribe Vélez, como lo hemos afirmado en otras ocasiones, lidera un proyecto de régimen autoritario y antipopular que está en sintonía con los intereses económicos condensados en el ALCA y es la punta de lanza de la intervención militar de los Estados Unidos en América del Sur, bajo el pretexto de impedir la extensión del conflicto colombiano.

Dentro de esta estrategia se alimenta la guerra en Colombia y se distancia una posible salida política al conflicto interno que aborde soluciones a los grandes problemas que tienen al país al borde de hundirse. Es la razón de la ausencia de política de paz del gobierno actual. La referencia a diálogos que hizo el presidente en el discurso del 20 de julio, además de ser la reiteración de lo que ha planteado en otras ocasiones, tiene de novedoso que es parte del programa del candidato a la presidencia.

Al proyecto político que lidera Uribe Vélez hay que enfrentarlo con firmeza, decisión y unidad de los demócratas y revolucionarios, en torno a una propuesta alternativa con respuestas ciertas a los graves problemas que aquejan a las grandes mayorías del país, donde el crecimiento económico esté acompasado con el desarrollo y la justicia social, la democracia participativa y la soberanía como nación.

No hay tiempo de espera y desde ya hay que trabajar por un frente común contra la reelección, las reformas que cursan en el Congreso y el TLC anexionista. No hay tiempo que perder. Es la posición del ELN.