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El Papa llega a Colombia, ¿para qué?

Fuentes: Rebelión

Nadie medianamente informado pone en duda que en todos los tiempos, desde el advenimiento del cristianismo a nuestros días, la Iglesia ha sido y es la institución clave para imponer, antes, el colonialismo genocida más despiadado contra la civilización, la cultura y los hombres y mujeres del «Nuevo Mundo», de África y de Asia y, […]

Nadie medianamente informado pone en duda que en todos los tiempos, desde el advenimiento del cristianismo a nuestros días, la Iglesia ha sido y es la institución clave para imponer, antes, el colonialismo genocida más despiadado contra la civilización, la cultura y los hombres y mujeres del «Nuevo Mundo», de África y de Asia y, hoy día, el neocolonialismo de las transnacionales y la globalización.
 
Tampoco, nadie medianamente informado, pone en duda que en todos los intentos de los pueblos por su liberación y sus luchas por una verdadera independencia y libertad para decidir sobre sus propios destinos, la Iglesia y sus jerarquías eclesiásticas han sido y son las que auspician, encubren e instrumentalizan la sedición, la corrupción y el terrorismo de los llamados partidos o grupos de oposición y de sus mercenarios, movidos y pagados por la alianza sionista internacional.
 
Uno de los beneficiarios directos de cuanta guerra, tiranía o dictadura hay en el mundo es la alta jerarquía eclesiástica de la Iglesia paulina que representa y maneja el Papa, y las diferentes iglesias protestantes y evangélicas. Juntas vertebran, ideológica y políticamente, la avanzada de la alianza sionista euro-estadounidense-israelí-saudí, contra la paz y en pro del supremacismo racista.
 
La «visita» del Papa Jesuita a Colombia no sólo significará más terror y muerte de líderes populares y campesinos, tal como ha ocurrido en cuanto lugar ha llegado, sino también la «venia» para atacar, desde territorio colombiano a Venezuela usando las bases militares estadounidenses allí instaladas.
 
Llama la atención, en este sentido, lo que la prensa llamada «alternativa» dice sobre esta nueva «visita» del Papa. En un artículo publicado en la web de Telesur, por ejemplo, el articulista hace suya las palabras de un sacerdote venezolano apellidado Molina y las pone para el consumo del pueblo sin la menor reflexión exigible en estos casos.
 
El Papa no visita Colombia «luego del proceso de paz alcanzado entre la insurgencia colombiana y el Gobierno» sencillamente porque esta paz no existe. A no ser que la paz suponga asesinatos selectivos de líderes campesinos y movimientos sociales que ya van por 200 en lo que va del año y de dirigentes de la ex-FARC-EP, que ya son cuatro. O suponga territorio invadido por fuerzas mercenarias y bases militares. Al respecto, sólo diré que un medio alternativo lo es en la medida de su deslinde con cualquier tipo de eclecticismo.
 
La visita del Papa a Colombia tampoco expresa o significa «apostolado» alguno.  El Papa es un jefe de Estado como cualquier otro de los sátrapas del Nuevo Orden Mundial Capitalista. Que agrega a su condición de tal, ser el jefe del único Estado Teocrático de Europa y del más pequeño de los «microestados» europeos cuyo poder manipula, sin embargo, al mundo entero.
El Papado no es solamente reconocido como el inveterado aliado de las dinastías del poder mundial cuyas raíces se hunden en los orígenes del cristianismo (Concilio de Nicea), las cruzadas, los templarios, los Iluminati, los jesuitas, los masones. Es ella misma una dinastía, «familiar» y, sobre todo, política. No de otra manera ha podido construir su magno poder, su sistema corrupto y enajenador de la Fe y sus vínculos con el poder dinástico hasta nuestros días. Baste recordar, como ejemplo, el Papado de los Borja o Borgia con Alejandro VI que gobernó la Iglesia y el Vaticano entre 1492-1503 sucediendo a su tío Calixto III.
 
No abundaré aquí en la historia tiránica de esta dinastía y de las que le antecedieron y sucedieron. Sólo diré que de las instituciones erigidas sobre el terror y la muerte, la más cruel y corrupta de todas estas es, sin lugar a dudas, la Iglesia y su alta jerarquía. A no ser que alguien pretenda contradecir a la realidad y a los hechos. A esa realidad y a los hechos que marcaron los cristianos y conversos que llegaron a la parte sur de América para extinguir sus poblaciones y su civilización; y que marcaron, en el norte, los llamados «protestantes» (pero igualmente judeocristianos) con igual furia y sintiéndose «enviados de Dios». O la realidad y los hechos de cuanto cardenal hizo del poder de los reyes la más sangrienta cacería de infieles, herejes y brujas. O la que hizo de las guerras entre protestantes y católicos una matanza de inocentes o fieles de uno y otro bando durante siglos.
 
El Papa Francisco que representa a esa misma Iglesia (que no pertenece al pasado sino que vive en el presente) llega a Colombia a bendecir a los mercenarios que se alistan en Colombia para invadir Venezuela. Tal como su antecesor Juan Pablo II hizo en 1983 con los mercenarios estadounidenses llamados «contras» que desde Honduras invadían Nicaragua para «acabar» con la Revolución Sandinista.
 
El Papa llega a Colombia para asegurar con el gobierno entreguista de Santos los intereses de la alianza sionista que maneja Estados Unidos en «su patio trasero»; los del Vaticano y la jerarquía eclesiástica; y los de las oligarquías y los «criollos» colombianos.
 
No dirá algo que pueda distanciarlo de estos sus fieles devotos. No denunciará (aunque sí hará retórica) sobre la  violencia y el crimen institucionalizado en ese país; tampoco dirá algo sobre las bases militares, a sabiendas de que no es posible hablar de alguna posibilidad de paz en un territorio y un país ocupado militarmente por fuerzas de empresas privadas mercenarias pagadas por las oligarquías nativas, la USAID, la NED, el Congreso estadounidense, la UE, a través de sus ONG; por fuerzas militares del Comando Sur y de la OTAN. Sobre esto, el Papa «latinoamericano» callará en español, latín e italiano.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.